El Cacique patagónico Patoruzú, fue creado en 1928 por Dante Quinterno, es la contracara de Isidoro
Cañones. Patoruzú representa a lo noble, virtuoso, generoso, inocente, honrado e invencible y
puro.
Isidoro Cañones, cobarde y con muchos defectos. La ambición de Isidoro
por hacerse millonario sin trabajar. Vivir de arriba, “la vida loca”, la vida
fácil, un vivillo argentino que se la sabe todas. Oportunista. Duerme hasta
cualquier hora luego de trasnochadas, malgasta el dinero, vive en casinos,
cabaret y el hipódromo de Palermo, a los autos deportivos descapotables,
jugador de poker (completito el muchacho argentino) . Se rodea de mujeres.
Tiene caradurismo. Se las ingenia a su tío (el que trabaja) para robarle el
dinero. Siempre elegante, lleno de picardía, entrador. Con buenas pilchas
(ropas) y frecuentar lugares lujosos para comer bien. Utiliza el apellido
Cañones que le permite ingresar a sectores de la alta sociedad. Vive en plena edad de pubertad en un presente
permanente. Vivía sus amoríos con mujeres de doble apellido “la crema de la
sociedad” “el Jet-Set”. Su vida era el Buenos Aires nocturno. Cuando salía de
gira, en su yira, yira empezaba, por ejemplo, con un coktail, luego a comer en la parrila "La Raya", la noche con café y copas en el "Petit Café" y terminaba con el baile en el "Mau Mau" o "Karim, "Hippopotamus" o "Pigalle" que eran lugares exclusivos y de moda en los años ´60 en la Capital federal y en la "boites" de moda en Mar Del Plata. Es el Rey de la Noche, divertido, simpático.
De Mar del Plata viaja a Montecarlo, de Londres a Nueva York, cualquier
ciudad del mundo se rinde a los pies de Isidoro Cañones, el Rey de los Playboys,
como él mismo se hacía llamar. Príncipes, condesas y hasta las estrellas de
Hollywood del momento morían por estar a su lado.
Su tío Urbano Cañones un militar retirado, recto y
multimillonario lo pone a raya. Sus locuras terminan siempre mal.
Estos personajes de Quinterno son como Martín Fierro y el
Viejo Vizcacha, la cara y la contracara
de la llamada argentinidad.
Lo curioso es que Patoruzú resulta ser para Isidoro una
especie de figura paterna (suplantando al Coronel Urbano Cañones) pese a ser jurídicamente
ahijado de Isidoro.
ISIDORO CAÑONES HA TRINFADO
dice Carlos Salvador La Rosa
(fragmento).
dice Carlos Salvador La Rosa
(fragmento).
Isidoro era una suerte de playboy atolondrado, un hedonista,
un maula (tal como solía definirlo Patoruzú, por su falta de entereza) y, en
definitiva, un botarate, para emplear una linda palabra de la época. No llegaba
a ser un dandy, digamos, como el Dr. Quintana o Lucio V. Mansilla o Benigno
Ocampo, quienes, además del dinero, acreditaban una erudición y una cultura que
Isidoro no tenía.
Pero su comprensible gusto por el champagne, las mujeres y
el despilfarro lo erigieron fácilmente en un envidiado referente de los
argentinos. No sé si ser Isidoro Cañones no es, en definitiva, más apetecible
que ser el cacique Patoruzú para muchos de nosotros.
Nadie sintetizó mejor al porteño y al argentino promedio, un
chanta irresponsable, pero increíblemente carismático, un frívolo que
justificaba sus infames estafas para obtener guita, chapa y chicas... Sus
compañeros carecían de iniciativa cuando no lo tenían a él; sin dudas, Isidoro
es un líder natural... Se pasa el día pensando a quién embaucar, tiene pocos
escrúpulos pero sus andanzas fascinan a aquellos que no comulgan con su ética y
métodos y logra que muchos quieran vivir la vida como él... Isidoro se mete en
líos para ganar dinero fácil u obtener algún beneficio personal, pero siempre
sale airoso de cualquier problema al final de la historieta.
De cómo Isidoro le propuso a Patoruzú un nuevo sistema
jubilatorio.
Cuando Patoruzú se candidatea a presidente de la Nación
(Revista "Andanzas de Patoruzú", nro. 229, titulada: ¡Presidente!,
marzo de 1973) y le ofrece la vice a Isidoro, éste lo primero que le propone al
indio es lo siguiente: "Te pido que con la retención del cargo de
vicepresidente me nombres ministro de Bienestar Social, tengo la gran reforma
jubilatoria."
Entusiasmadísimo por la brillante idea, Patoruzú le pide a
Isidoro que se la explique: "Todo argentino al cumplir 15 años empezará a
percibir del Estado una mensualidad ajustable de acuerdo con el valor del peso
para que se lo gaste en viajes, casinos, carreras y otros entretenimientos. Hasta
que tenga 55 años en que empezará a trabajar para devolver los beneficios
recibidos".
Patoruzú le rechaza tal desmesura, pero Isidoro vuelve a la
carga y le sugiere una lista de candidatos legislativos: "Mirá, ya tengo
la lista de la gente que te va a rodear en los cargos electivos. Senadores
nacionales: Petete y Meneca. Diputados: Chochón, Bubby, Freddy, Lucho y Mónica.
Es toda gente de primer orden, son mis amistades".
Patoruzú no acepta la lista de amigotes, pero lo deja feliz
con estas palabras: "Quedate tranquilo que te voy a llevar nomás de
vicepresidente". Isidoro Cañones cavila y se dice a sí mismo, encogiéndose
de hombros: "Bueno, algo es algo".
Isidoro tiene muchas agachadas, pero si hay algo de lo que
jamás puede acusárselo es de dejar en banda a sus amigos. Ya habrá tiempo
cuando llegue a la vicepresidencia para demostrarles su lealtad.
De cómo Isidoro logra salvarse de la cárcel apelando al
sentimiento patrio.
Isidoro es obligado por su tío, el Coronel Cañones, a
cumplir el servicio militar que de joven evadió con malas artes (Locuras de
Isidoro, nro. 1, titulada "Vivan los novios", julio de 1968) . Por
supuesto que en la colimba no deja transfugueada por hacer, hasta que el
Coronel Cañones le ordena a un soldado que meta preso a su sobrino.
Pero cuando intentan arrestarlo, Isidoro entona a viva voz
las estrofas del Himno Nacional Argentino. Y ante la canción patria, el soldado
y el coronel -imbuidos de fervor patriótico-, en vez de detenerlo, le hacen la
venia en señal de respeto, mientras el Coronel piensa: "Maldito, siempre
un recurso a mano". Isidoro siempre supo mejor que nadie cómo transformar
el sentimiento nacional patrio en una ventaja personal.
De cómo Isidoro aprovechó la fiebre petrolera para imprimir
billetes con su nombre.
El Emirato de Razkun y el Emirato de Chatún, dos emporios
petroleros, quieren invertir en la Argentina (Locuras de Isidoro, nro. 278,
"Las diez mil y una noche", julio de 1991). Los representantes de
Razkun contratan a Isidoro como relacionador público, y éste pide el pago en
petrodólares. Sus clientes le preguntan si simpatiza con el 3er. Mundo, a lo
que Isidoro responde: "Para mí solamente existe el 4to. Mundo, el mundo de
Isidoro Cañones."
Con los petrodólares que obtiene por sus servicios al
emirato, Isidoro decide imprimir su propia moneda, a la cual llama Isidólares.
Al principio los Isidólares tienen gran éxito, pero se imprimen tantos que al
final terminan devaluados a cero peso.
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