UN ESPACIO DE OPINIÓN DESDE LA PATAGONIA ARGENTINA.
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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.
LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.
“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).
“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.
Antonio Alberto Gasalla (Ramos Mejía, 9 de marzo de 1941-Buenos Aires, 18 de marzo de 2025).
El actor Antonio Gasalla, a quién damos las gracias por las eternas sonrisas, falleció a los 84 años. Lo habían diagnosticado con demencia senil y estaba internado hacía meses hacia el Sanatorio Otamendi por un cuadro de neumonía.
La noticia fue confirmada por el empresario Carlos Rottemberg a través de sus redes sociales.
En el último tiempo, el humorista estuvo internado en un centro de rehabilitación porque se había agravado su deterioro cognitivo. En 2019 había sido diagnosticado con demencia senil progresiva.
Recientemente, le entregaron al artista un galardón honorífico en la gala de los Premios Carlos en Villa Carlos Paz, el cual fue recibido por su hermano: “Este es un reconocimiento por todo lo que le dio al teatro”.
Gasalla inició su carrera como una de las figuras pioneras del «Café-concert» junto a Carlos Perciavalle.
En 1973 y durante varias temporadas, comienza a montar espectáculos de gran producción escribiendo junto a Enrique Pinti, obras como Pan y circo, Gasalla y Corrientes, Gasalla for Export, Gasalla 77, El Maipo es el Maipo y Gasalla es Gasalla, Gasalla en terapia intensiva, Maipo 100 % Gasalla, Maipo Made in Gasalla y Gasalla es el Maipo y el Maipo es Gasalla.
En cine, participó de proyectos como “La tregua“ (1974) y la recordada “Esperando la carroza“ (1985).
Esperando la Carroza una película argentinacómica de 1985 dirigida por Alejandro Doria.
Protagonizada por Luis Brandoni, China Zorrilla, Antonio Gasalla donde hacía el personaje de Mamá Cora, Julio De Grazia, Betiana Blum, Juan Manuel Tenuta, Andrea Tenuta y Lidia Catalano. Es considerada como un clásico del cine argentino.
En TV, fue parte de “Badía y compañía“, “La torre de Babel“, “El palacio de la risa“, “Poliladron“, “La argentina de Tato“, “Los Roldán” y “Piso 8“ y más.
Además, ocupó el rol de jurado en “Showmatch“ e interpretó en diversas ocasiones a “la abuela“ en el programa de Susana Giménez.
En septiembre de 2020, durante las restricciones sanitarias por la pandemia de la porquería del coronavirus covid-19, anunció su retiro como artista.
Tras un robo que sufrió en su departamento de Recoleta en abril de 2023, fue internado en una clínica privada para evaluar su estado de salud y su capacidad cognitiva a pedido de sus familiares.
En sus últimos momentos, Antonio Gasalla presentaba un cuadro de deterioro cognitivo y se mantuvo alejado de los medios.
Falleció el actor y comediante Guido Gorgatti a los 103 años.
El actor y comediante italo-argentino Guido Gorgatti
falleció en la madrugada de este jueves a sus 103 años.
Lo confirmó la Asociación Argentina de Actores que, en un comunicado,
expresó: “Con gran tristeza despedimos a nuestro afiliado más longevo, el actor
Guido Gorgatti, quien falleció a los 103 años. Acompañamos a sus seres queridos
en este duro momento”.
El 5 de diciembre del 2022 había cumplido 103 años.
Guido Gorgatti había nacido en Crespino, al noreste de Italia cuando ese país todavía era Reino, hoy Rovigo, en la región del Veneto, el 5 de diciembre de 1919. A los 10 llegó a la
Argentina con su familia y al poco tiempo ya descubrió su vocación como actor. Llegó
a nuestro país en 1929 siendo parte de esa corriente inmigratoria que vino a
poblar y trabajar en nuestro país perseguidos por la guerra, el látigo del
hambre arribando, en ese momento, a uno de los mejores países del mundo por
esos años.
Sobre sus primeros años en la Argentina: “Mi papá tenía una
licorería y lo corrieron los fascistas, se tuvo que escapar y quedó mi mamá con
varios hijos, entre ellos yo. Ahí fue un shock importante de mi vida. Vivía en
la calle Uspallata y era un departamento tipo conventillo. Ahí vivían
prostitutas, ahí vivían locos. Encima del golpe grande del fascismo, vine acá y
me encontré con una Argentina que no había soñado jamás”.
En esa misma línea, precisó con orgullo: “Gracias a Dios me
fui al teatro infantil Lavardén que quedaba a 5 cuadras de casa, más que nada
porque sabía que a la tarde repartían un sándwich y un vasito de leche. Después
me metí en la Pandilla Marilyn e hice de musicalizador y lo fui durante muchos
años, de todo lo de los radioteatros que hubo en radio El Mundo”.
Guido Gorgatti fue una voz, una cara y un nombre que
surcaron la radio, la televisión, el teatro y el cine nacionales durante muchas
décadas, con personajes que se impusieron por peso propio.
Hoy para la nuevas generaciones su nombre, quizá, no diga
nada…
Contaba: "Eramos muy pobres. Veía llorar a mi papá
porque no le alcanzaba la plata". Decidido, y todavía hablando en su
lengua natal le dijo a la profesora que lo recibió en la escuela que quería ser
un cómico. "A ella le causó mucha gracia y me tomó inmediatamente",
aseguró. La profesora era Alfonsina Storni.
Se destacó en cine, teatro y televisión y con una extensa carrera.
“Pareciera que no hay más abuelos en la televisión y yo
podría componer a un viejo lindo de ochenta”, se quejaba en una de sus últimas
entrevistas ¡Tengo más éxito que cuando trabajaba!” Su última participación en televisión fue en
un breve rol como sacerdote en la telenovela de El Trece “ Alguien que me
quiera”, con Osvaldo Laport en el año 2910.
Trabajó en Radio Belgrano (llamada anteriormente Radio
Nacional), Sténtor, Mayo, Mitre y Porteña. Se integró en 1932 al elenco de
jóvenes en la Pandilla Marilyn y debutó en Radio Splendid participando en
ciclos como Ronda policial, de hechos policiales y La familia de Pancha Rolón,
además cumplió tareas como técnico de sonido con Roberto Prince y en Radio El
Mundo, como compaginador musical. Integró el elenco de Las aventuras de Carlos
Norton, por Radio Stentor.
En la década del '60, fue parte de uno de los ciclos
televisivos que le dieron la mayor popularidad: La Tuerca. El sketch de los
jubilados que compartía con Pato Carret, Tincho Zabala y Vicente Rubino se
convirtió en un clásico. Su personaje, Toselli, tenía un latiguillo que, hoy
sería conocido como un viral: “A mí me lo dijo un muchacho que sabe…”.
Guido Gorgatti tenía impronta de italiano, tan italiano como
el pomodoro, interpretó muchos personajes españoles (los que llamamos por
costumbre y cariño "gallegos"), a los que le interpretaba con una
gracia única.
En su juventud participó de dos radioteatros junto a Horacio
Torrado, Elsa Piocelli, Juan Carlos Lamas y Blanca del Prado y se destacó en
las audiciones de El Relámpago (1950) y Calle Corrientes, donde obtuvo
popularidad. Tras estas labores, Miguel Coronato Paz lo instauró como actor
cómico en Radio El Mundo.
Acompañó en 1967 a Dringue Farías en su programa La revista
de Dringue y a finales de los años sesenta retornó a la cinematografía con La
cigarra está que arde y Villa Cariño está que arde, de Lucas Demare y Emilio
Vieyra, que fueron producidas por Argentina Sono Film (ASF) y Productores
Argentinos Asociados (PAA).
En teatro acompañó a Paulina Singerman en ¿Será virgen mi
marido?, a Niní Marshall en La señora Barba Azul, a Miriam Sucre en Canallita
pero simpático y en televisión se destacó en ciclos como Don Camilo.
Llegó a filmar unas 30 películas. Entre los principales
títulos en los que participó pueden contarse: La pérgola de las flores, La
cigarra está que arde, Villa Cariño está que arde, Vivir con alegría, Mingo y
Aníbal contra los fantasmas, Delito de corrupción, Los chicos crecen, Rambito y
Rambón primera misión y Millonarios a la fuerza, entre otros.
Entre 1981 y 1983 integró la segunda versión de “La tuerca”
y fue parte de la banca de los jubilados junto a Tino Pascali, Tincho Zabala y
Vicente Rubino que se veía por TV en colores.
Durante la década del 80 en cine participó en películas
cómicas, protagonizadas generalmente por Jorge Porcel, Alberto Olmedo “El Capo
Cómico”, Juan Carlos Altavista y Juan Carlos Calabró.
Tuvo un premio Martín Fierro a la trayectoria. Y su gran
orgullo fue haber filmado en Italia, la tierra que lo vio nacer, con Vittorio
Gassman en Un italiano en la Argentina.
En el 2009 la Legislatura Porteña lo condecoró con un premio
cultural.
A principios de 2010 fue nombrado Personalidad Destacada de
la Cultura Argentina en el Salón Dorado.
Este sábado 25 de marzo del 2023 alrededor de las 13 horas, murió Tristán.
Tristán Antonio Díaz Ocampo, era oriundo de la localidad bonaerense de Pergamino, falleció en la sala de terapia intensiva del Hospital Tránsito Cáceres Allende de la Ciudad de Córdoba.
Fue un actor y humoristaargentino con una gran trayectoria en cine, teatro y televisión.
Posee numerosas películas, desde 1964 hasta 1993, al lado de
actores de la talla de Alberto Olmedo, Fidel Pintos, Rolo Puente, Carlitos Balá, Edda Díaz, Jorge Porcel, Susana Giménez, Moria Casán, Juan
Carlos Altavista, Adolfo García Grau, Tincho Zabala, Javier Portales, Juan Carlos Calabró, entre otros.
Bernardo Héctor Reyes vivió casi toda su vida en la ciudad de Rosario, donde conoció a su gran amigo Alberto Olmedo.
Bernardo Héctor Reyes es una de las pocas personas vivas que ha formado parte del círculo más íntimo del cómico fallecido en marzo de 1988; con casi 90 años, su valioso testimonio se convierte en una radiografía íntima y desconocida del querido y recordado artista.
Se hizo famoso en todo el país gracias a que su gran amigo Alberto Olmedo bautizó con su nombre a uno de sus personajes. “Era un cornudo y yo no soy así”, dice Bernardo Héctor Reyes, apodado Chiquito por su madre, sin imaginar que se convertiría en casi una marca popular.
A punto de cumplir los 90 años, su departamento del centro de Rosario es el ámbito elegido para la charla con LA NACION. Nació en Barrancas, a menos de cien kilómetros de la ciudad donde se erige el Monumento Nacional a la Bandera, esa misma donde nació Alberto Olmedo hace 79 años.
“El Flaco Martínez, que hacía acrobacia con nosotros en Newell´s, lo trajo al Negro al club, tendría unos quince años, ahí comenzamos a conectarnos como amigos”, explica Chiquito Reyes, en una charla en la que la emoción irá tomando cuerpo.
Reyes recuerda cada día a Alberto Olmedo, “el Negro”, como lo llama. Para él, su amigo del alma y, para todo un país, el cómico extraordinario que impuso personajes y frases que pasaron a la historia. Si aún hoy es posible escuchar algún “adianchi”, como decía el Manosanta, o un “éramos tan pobres”, uno de sus latiguillos de cabecera.
El tiempo, dicen, hace lo suyo; incluso, a veces, se manda una jugarreta con el olvido. No es el caso. Pareciera ser que Reyes aún no terminara de asimilar la prematura partida del amigo y en circunstancias por demás confusas, a pesar de que este 5 de marzo se cumplirán 35 años de aquella muerte, ocurrida cuando cayó del balcón del departamento que habitaba en un edificio de la cadena Maral, frente a la costa marplatense. Olmedo se encontraba en la ciudad encabezando el elenco de la comedia Éramos tan pobres, que lideraba las recaudaciones con dos funciones diarias en el teatro Tronador.
Paradojas del destino, a las 22.30 del 4 de marzo de 1988, faltando pocas horas para su fallecimiento, Olmedo había firmado su contrato con Carlos Rottemberg para continuar con la exitosa obra en la sala del Astral porteño. El actor estaba en el pináculo de su carrera.
Lo que pocos recuerdan es que la madre del artista falleció en el trayecto entre Buenos Aires y Mar del Plata, cuando se dirigía al velatorio de su hijo.
Olmedo vivía en el barrio Pichincha y Reyes en el centro de la ciudad de Rosario. En el club Newell’s Old Boys, Chiquito practicaba esgrima, natación e integraba el equipo de acrobacia. “Competíamos con buen nivel, hasta nos presentábamos en otros clubes y a nivel internacional”.
Reyes fue jefe de personal de la empresa de agua y energía eléctrica de Santa Fe, un mundo diametralmente opuesto al que se movía Olmedo, pero nada impidió que mantuvieran una férrea amistad a lo largo de sus vidas. “Me jubilé en esa compañía”.
Las doce horas del champagne.
-¿Qué recuerda de Alberto Olmedo, en esa época de juventud?
-Mire, he preparado dos anécdotas…
Chiquito pide permiso y arremete con la lectura detallada de dos momentos que atesora. Enternece escucharlo. Lúcido y amable.
-¿Leo?
Con todo gusto… Antes le consulto, ¿le digo Chiquito o Bernardo?
-Como quieras.
-Chiquito, léame lo que preparó.
-Esta anécdota se llama “Las doce horas del champagne”.
Reyes comienza con voz profunda, de esas cuya coloratura denotan una vida detrás, a contar aquello que significa mucho para él y donde Alberto Olmedo tuvo un rol esencial. “El Negro estaba trabajando en una obra en Mar del Plata, y yo pensaba en el garrón que se estaba comiendo mi amigo con su última esposa, por eso, decidí viajar urgente a verlo. Llegué al teatro con el Negro actuando. Me paré a un costado de la escenografía y los primeros que me vieron fueron los del elenco, hasta que, después de un rato, el me descubrió. Ahí cambió el ritmo y el tono de su voz. Cuando salió de escena, me abrazó y me dijo ´¡viniste!´. Ahí me di cuenta que había hecho bien en estar ahí. ´Ya termino y nos vamos a comer con un amigo´, me propuso”.
Chiquito Reyes en el cumpleaños 50 de Alberto Olmedo. A pesar de no formar parte del ambiente artístico, el humorista lo integraba a todas sus reuniones sociales.
-¿Fueron a cenar?
-Sí, comimos en un restaurante llamado Los Amigos.
-¿Quién era el amigo al que se refirió Olmedo?
-Nada menos que Alberto Cortez. Comimos muy bien y, en el postre, el Negro dijo “el champagne lo tomamos en el Torreón, tengo una invitación especial del dueño”. Así fue que, cuando llegamos, nos recibió este hombre, que le dice “Alberto, tome el champagne que quiera, yo invito”. Estaba con nosotros Juan Carlos Casas, el magnífico secretario del Negro. En un momento, el dueño del Torreón le dice algo al oído, le estaba indicando que debíamos pasar a otro sector. Se descorrió un telón y fuimos a un lugar donde había un gran piano, con un señor muy sonriente sentado en la butaca. Alberto Cortez asentía ante lo que le decía el dueño.
-¿Quién era la persona acodada en el piano?
-Luego nos enteramos que ese hombre era un médico amigo del dueño que le gustaba cantar y quería que Alberto Cortez lo escuchara.
-¿Qué dijo cuándo lo escuchó?
-Era un desastre, desafinó en el piano y jamás supimos qué cantó, la curda que tenía era muy importante, pero Cortez lo felicitó igual.
La cena en el restaurante Los amigos de Mar del Plata, luego de una de las funciones de teatro del cómico. Luego vendría una maratónica sesión de champagne en El Torreón.
Chiquito Reyes junto a Alberto Olmedo, Alberto Cortez y Rogelio Roldán, el amigo marplatense, dueño de una funeraria, que el actor también convirtió en un personaje de sus ciclos televisivos.
Reyes cuenta que luego de la interpretación fallida, Cortez se sentó en el piano y Chiquito y Olmedo interpretaron las canciones que habían aprendido de jovencitos en el Centro Asturiano de Rosario. Repertorio que el artista argentino radicado en España conocía al dedillo.
La madrugada avanzó al ritmo del consumo del champagne. Chiquito no pudo aguantar el trajín y se quedó dormido. Cuando lo despertaron, lo primero que dijo fue “¿Qué hace toda esta gente en pelotas?”. Olmedo le puso las manos en los hombros y le dio la respuesta: “Chiquito, es la una de la tarde, estamos en Mar del Plata, y toda esta gente desnuda son turistas que están en la playa. Ahora vamos al departamento a dormir, porque esta noche tengo que laburar en el teatro”.
Las anécdotas se suceden. Chiquito Reyes las cuenta con gracia, pero también con cierta nostalgia. “Todo tiempo pasado fue mejor”, sostiene la máxima. En sus palabras, algo de eso se pone en juego, aunque su presente es pleno. Esther, su esposa, lo acompaña inseparablemente. Incluso ofició de nexo cordial y atenta para la realización de esta entrevista.
El chapuzón menos pensado.
Chiquito y sus amigos practicaban acrobacia artística por la noche, en el espacioso gimnasio de Newell´s. “A esa hora, la pileta de natación se vaciaba y casi no quedaban luces encendidas”.
El hombre avanza con su relato y no es difícil intuir que la piscina sin bañistas eran una tentación en las noches calurosas de los veranos rosarinos. “Nos bañamos, porque el sereno recién llegaba a las diez de la noche. Sin hacer ruido, de a uno nos fuimos metiendo, pero, en determinado momento, se comenzaron a encender las luces”.
-¿Qué había sucedido?
-No habíamos tenido en cuenta que el intendente del club vivía pegado. Fuimos saliendo despacito, para escapar hacia el lugar donde teníamos que entrenar, pero allí nos estaba esperando este hombre.
-Entiendo que Alberto Olmedo estaba con ustedes.
-Sí, e intentaba dar alguna explicación, un pedido de disculpas, pero fue peor.
¿Por qué?
-El intendente le dijo “vos no te hagas el cocorito que te tengo junado, y si seguís jodiendo te voy a sacar el carnet”, a lo que el Negro contestó “entonces me voy a tener que hacer socio”.
-No me diga que no era socio.
-Después de la carcajada general, nos dimos cuenta que no era socio. Como venía a practicar con nosotros a la noche, ya no había ningún control para entrar al club.
Despertares.
Sabido es que Alberto Olmedo se crio en una familia humilde y que, siendo muy jovencito, salió a trabajar para ganarse el sustento. Nada lo asustaba y probaba todo aquello que pudiera redituarle un sueldo, por eso sus primeros pasos en la televisión rosarina y porteña fueron como tiracables.
-Alberto Olmedo, ¿siempre quiso ser actor?
-Siempre trabajó como una bestia, la actuación vino después. Trabajó en una carpintería, luego en una panadería, ayudó en un puesto a vender diarios, decía que él se tiraba del tranvía al revés, como hacían los canillitas.
-¿Cómo era el vínculo entre Olmedo y su familia?
-Se metía en mi casa y mi vieja lo perseguía para darle de comer. Era el tiempo donde él era cadete, pero si mi mamá le daba el almuerzo o la merienda, él aceptaba encantado y dejaba para después las entregas que debía hacer. A veces, se quedaba a dormir, no se iba, pero uno quería que se quedara, no era un plomo, era un tipo bárbaro, siempre buscaba divertirte con alguna salida, un capo. El Negro siempre fue un capo.
Con los años, Alberto Olmedo se convirtió en una de las estrellas más populares y queridas del espectáculo argentino, sin embargo, nada de eso lo alejó de sus raíces, de su círculo íntimo y de su gran amigo Chiquito Reyes: “La fama nunca lo cambió, siempre fue el mismo Negro, con los códigos de la amistad”.
En Rosario, cuna de la Bandera Argentina, Bernardo Héctor Reyes le entrega a Alberto Olmedo la Bandera de Cristal, una distinción que reconocía sus méritos como embajador de la ciudad a orillas del Paraná.
-Siempre fue una persona reservada.
-Él decía que no había que atosigar con preguntas a un amigo. “Nadie tiene que saber más que lo que yo cuento”.
-Usted lo respetaba.
-Por supuesto, jamás me metí ni ahondé en algo que él no quería profundizar.
Cambio de roles. Fuera de los escenarios y los sets televisivos, Alberto Olmedo era un hombre tímido y algo parco. Lejos del público, las bromas quedaban a cargo de Chiquito Reyes.
-Olmedo, ¿hablaba de sus amores?
-Sí, pero yo, como te digo, no le preguntaba. Él me contaba lo que quería, ponía distancia.
-¿Cuál fue la mujer de Olmedo qué sentía que era la persona correcta para él?
-Con la primera yo anduve bien.
Reyes se refiere a Judith Jaroslavsky, fallecida en el 2020, pionera de la producción televisiva y con quien el actor tuvo tres hijos.
Chiquito Reyes y Javier Olmedo, hijo del cómico, en ocasión de viajar con algunas productoras para la realización de un material fílmico.
-Olmedo tuvo unas cuantas mujeres. Incluso su compañera Silvia Pérez reconoció un vínculo con él.
-A la que no le di bola fue a la última, era medio jodida.
-¿Nancy Herrera?
-Sí.
Herrera fue actriz de la compañía de Olmedo, pero nunca terminó de amalgamarse a ese staff ni al ambiente artístico. De hecho, Silvia Pérez, Susana Romero y Adriana Brodsky, que formaban parte del “clan Olmedo”, hoy mantienen una relación cordial. Lo mismo sucedía cuando aún vivía Beatriz Salomón. Sin embargo, Herrera, que estaba junto a Alberto Olmedo aquella madrugada en la que el cómico cayó del balcón del departamento, no fue una persona aceptada en el círculo íntimo del artista, a pesar de haber mantenido un vínculo de pareja.
Beatriz Salomón y Adriana Brodsky, históricas actrices del clan Olmedo, junto a Chiquito Reyes y el Flaco García, otro recordado actor que trabajaba en No toca botón.
-¿Cómo se entera de la muerte de su amigo?
-…
Bernardo Reyes hace una pausa. Ya no es Chiquito, sino el hombre al que aún le cuesta revivir aquel fatídico 5 de marzo de 1988.
-¿Se enteró por los medios de comunicación o se lo comunicaron de manera directa?
-No lo podía creer…
Otra vez la pausa y no demasiados detalles de aquella noche: “Por la mañana salí para Mar del Plata de manera urgente, me estaba esperando Rogelio Roldán, que tenía una casa de velatorios”. A aquel amigo en común, también el actor le dedicó un personaje, un perdedor, al igual que la creación de Chiquito Reyes. Aún hoy, esa cochería existe sobre la tradicional avenida Luro de la ciudad balnearia. “Pero Rogelio tampoco está”, se lamenta y trata de evadir el tema.
Trascendencia.
-Olmedo, ¿le avisó sobre la creación del personaje con su nombre?
-No, para nada. A mí no me gustaba el personaje, porque era un cornudo. Yo le decía “qué me hiciste, Negro”.
-¿Qué le respondía?
-”Lo hice para no dejarte afuera”, me decía, y mirá si tenía razón, no me dejó afuera, sino, vos y yo no estaríamos charlando en este momento.
-Era hermoso el personaje, un querible perdedor.
-Les gustaba mucho a las mujeres.
-Usted dijo que Olmedo participaba de las actividades del Centro Asturiano.
-Así es, aprendió cosas que luego aplicó en la actuación.
En aquella institución, Olmedo se había adentrado en el flamenco y hasta se atrevía con clásicos como “La bien pagá”, que había inmortalizado Miguel de Molina.
Reyes, que no siguió la carrera artística, sin embargo es autor de Rosarigasinos, un volumen que enseña ese dialecto tan particular y oriundo de Rosario y hasta tuvo el privilegio de que Roberto Fontanarrosa accediera a su presentación.
Chiquito, le agradezco mucho esta charla.
-Esperá, tengo algo más para contarte.
-Lo escucho.
-Una vez fui a Buenos Aires a visitarlo. En una de las charlas, me preguntó en qué medio de transporte había llegado desde Rosario. Le comenté que había tomado un micro y un poco se enojó. “Mostrame el pasaje de vuelta”. Cuando se lo doy, lo rompe en pedacitos. Yo no entendía nada, me quedé frío, nunca había sido agresivo conmigo.
-¿Qué le había sucedido?
-Me dijo que sus amigos siempre viajaban en avión y mandó a su secretario a sacar un pasaje para mí. El día del viaje, habló con el capitán del vuelo para que yo estuviera muy bien atendido y cuidado. El trayecto entre Buenos Aires y Rosario es de poco más de media hora, pero ese hombre salió de la cabina tres o cuatro veces para preguntarme si necesitaba algo. Cumplía con la orden del Negro.
-Era conocida la generosidad de Olmedo.
-Enseguida metía la mano en el bolsillo.
-Un ser irrepetible en más de un aspecto.
-El Negro fue único, un tipazo. No te puedo decir nada más…