¿Quién dijo que la Argentina está vencida y muerta? ¿Quién dijo que la tumba y los restos de los héroes es lo que queda de la Patria? ¿Quién dijo que los enemigos han triunfado y que su gloria está sepultada? ¿Quién dijo que el león rendido a su planta, es ahora un ratón que parieron los montes? ¿Es que la Patria ha dado su último hálito de vida?
Jesucristo había dicho delante de los enemigos que conspiraban contra él para matarlo: “Destruid, ya que lo tenéis resuelto, el templo vivo de mi cuerpo, pero sabed que al tercer día lo reconstruiré”.
Los enemigos de Jesucristo, empeñados en aguardar un Mesías temporal, magnificente, guerrero y agresivo, tomaron todas las precauciones para frustrar la creencia en la Resurrección.
Como primera medida obtuvieron del gobernador Pilatos una custodia permanente de centinelas romanos. Medida ésta tan inocua como sería la de que todos los poderes humanos de la tierra se unieran para hacer guardia en el horizonte para impedir la salida del sol.
Pero el Milagro de la Resurrección, no llegaría desde afuera; se hallaba dentro del sepulcro. Era la propia víctima la que se resucitaría a sí misma. Comprobado el hecho de la Resurrección, único en la historia de la humanidad, el santo sepulcro despertó un interés extraordinario.
Los paganos reinstalaron sobre él sus falsos dioses para neutralizarlo. Pero todos los siglos lo vindicaron. Promovieron guerras para conquistarlo, organizaron Cruzadas para rescatarlo, multiplicaron peregrinaciones para venerarlo.
Y ¿qué es lo que constituye la gloria extraordinaria de este sepulcro? Posee una característica contraria a la que constituye la grandeza de todos los sepulcros de los hombres y personajes más famosos y célebres de la tierra.
Los sepulcros de los reyes y Papas, de los sabios y héroes, de los santos y mártires, son venerados porque guardan sus restos. En cambio, el sepulcro de Jesucristo es el único entre todos los sepulcros del mundo, cuya gloria sobrehumana se funda en el hecho de haber quedado vacío.
Cristo ha vencido a la muerte, a la que San Pablo la interroga: “muerte: ¿qué ha sido de tu victoria? La inmanencia de la Resurrección vivifica nuestra fe y nuestra esperanza.
El profeta Isaías vio la caída de Babilonia con todo el cortejo de sus falsos dioses. Las tinieblas envolvieron aquella época y sobrevino una noche oscura, igual que acontece ahora. Una voz pregunta: “Vigía, qué nos dices de la noche”, ¿Qué nos auguras de estas sombras que nos cubren?
Tengamos fe y repitamos los que hemos celebrado la Resurrección de Jesucristo, la misma respuesta de aquel vigía: ¡Aleluya, ya despunta la aurora, ya está cerca el amanecer!
Si nuestra sociedad le ha dado la espalda a Dios por correr tras fines puramente materiales y hedonistas de la vida, cuyo resultado es este caos, estas tinieblas, esta confrontación entre hermanos, mientras las fieras nos acechan, volvamos a confiar en El Resucitado.
En estos momentos la nave de la República parece haber naufragado. Parece el espectáculo del Titanic: ¡Sálvese quien pueda! Pocos botes y mucha gente ahogándose en el océano. ¿Qué es lo que llevó a este desastre?
La desunión de los argentinos nos llevó a la disgregación de la esencia e identidad de la Patria. Y esto ha sucedido porque se ha incurrido en la temeridad de pretender sustituir los cimientos espirituales sobre los cuales descansan el fundamento moral puesto por Jesucristo.
Poner otros cimientos equivale a preparar su ruina; sería sustituir la buena semilla puesta por Jesucristo por la doctrina de los lunáticos, implica hacer crecer en el campo social y cultural únicamente la cizaña que parece amor y es odio encubierto, que parece libertad y es pura licencia, que parece justicia y es venganza, que parece prudencia y es temeridad, que parece reivindicación y es explotación, que parece previsión y es hambre y arbitrariedad.
Y aun cuando la sociedad argentina hubiese muerto a la fe y a la esperanza cristiana, Dios Resucitado posee en su plenitud indefectible el poder de la vida para decirle a la Argentina, como a Lázaro en el sepulcro: ¡Levántate de tu postración y vuelve a la vida verdadera y camina por los senderos de la paz y de la justicia!
Jesucristo había dicho delante de los enemigos que conspiraban contra él para matarlo: “Destruid, ya que lo tenéis resuelto, el templo vivo de mi cuerpo, pero sabed que al tercer día lo reconstruiré”.
Los enemigos de Jesucristo, empeñados en aguardar un Mesías temporal, magnificente, guerrero y agresivo, tomaron todas las precauciones para frustrar la creencia en la Resurrección.
Como primera medida obtuvieron del gobernador Pilatos una custodia permanente de centinelas romanos. Medida ésta tan inocua como sería la de que todos los poderes humanos de la tierra se unieran para hacer guardia en el horizonte para impedir la salida del sol.
Pero el Milagro de la Resurrección, no llegaría desde afuera; se hallaba dentro del sepulcro. Era la propia víctima la que se resucitaría a sí misma. Comprobado el hecho de la Resurrección, único en la historia de la humanidad, el santo sepulcro despertó un interés extraordinario.
Los paganos reinstalaron sobre él sus falsos dioses para neutralizarlo. Pero todos los siglos lo vindicaron. Promovieron guerras para conquistarlo, organizaron Cruzadas para rescatarlo, multiplicaron peregrinaciones para venerarlo.
Y ¿qué es lo que constituye la gloria extraordinaria de este sepulcro? Posee una característica contraria a la que constituye la grandeza de todos los sepulcros de los hombres y personajes más famosos y célebres de la tierra.
Los sepulcros de los reyes y Papas, de los sabios y héroes, de los santos y mártires, son venerados porque guardan sus restos. En cambio, el sepulcro de Jesucristo es el único entre todos los sepulcros del mundo, cuya gloria sobrehumana se funda en el hecho de haber quedado vacío.
Cristo ha vencido a la muerte, a la que San Pablo la interroga: “muerte: ¿qué ha sido de tu victoria? La inmanencia de la Resurrección vivifica nuestra fe y nuestra esperanza.
El profeta Isaías vio la caída de Babilonia con todo el cortejo de sus falsos dioses. Las tinieblas envolvieron aquella época y sobrevino una noche oscura, igual que acontece ahora. Una voz pregunta: “Vigía, qué nos dices de la noche”, ¿Qué nos auguras de estas sombras que nos cubren?
Tengamos fe y repitamos los que hemos celebrado la Resurrección de Jesucristo, la misma respuesta de aquel vigía: ¡Aleluya, ya despunta la aurora, ya está cerca el amanecer!
Si nuestra sociedad le ha dado la espalda a Dios por correr tras fines puramente materiales y hedonistas de la vida, cuyo resultado es este caos, estas tinieblas, esta confrontación entre hermanos, mientras las fieras nos acechan, volvamos a confiar en El Resucitado.
En estos momentos la nave de la República parece haber naufragado. Parece el espectáculo del Titanic: ¡Sálvese quien pueda! Pocos botes y mucha gente ahogándose en el océano. ¿Qué es lo que llevó a este desastre?
La desunión de los argentinos nos llevó a la disgregación de la esencia e identidad de la Patria. Y esto ha sucedido porque se ha incurrido en la temeridad de pretender sustituir los cimientos espirituales sobre los cuales descansan el fundamento moral puesto por Jesucristo.
Poner otros cimientos equivale a preparar su ruina; sería sustituir la buena semilla puesta por Jesucristo por la doctrina de los lunáticos, implica hacer crecer en el campo social y cultural únicamente la cizaña que parece amor y es odio encubierto, que parece libertad y es pura licencia, que parece justicia y es venganza, que parece prudencia y es temeridad, que parece reivindicación y es explotación, que parece previsión y es hambre y arbitrariedad.
Y aun cuando la sociedad argentina hubiese muerto a la fe y a la esperanza cristiana, Dios Resucitado posee en su plenitud indefectible el poder de la vida para decirle a la Argentina, como a Lázaro en el sepulcro: ¡Levántate de tu postración y vuelve a la vida verdadera y camina por los senderos de la paz y de la justicia!
Luis Illuminati - Córdoba.
11 de abril de 2011. El informador público.
http://site.informadorpublico.com/?p=8915
11 de abril de 2011. El informador público.
http://site.informadorpublico.com/?p=8915
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