[Me gustó... muy sensato y sincero este artículo que apareciera en "El Federal" N° 414]
DIGO…
NECESITO ACLARAR ALGO SOBRE MALVINAS por Raúl Oscar Finucci, periodista y
escritor. Director de El tradicional.
Hemos
escuchado leído y visto mucho acerca de lo que hace treinta años sucedió en
nuestras islas Malvinas. Particularmente me devoré los artículos periodísticos
que pude, ya que las imágenes de televisión, harto repetidas, me hacen
sinceramente bastante mal. Por radio escuché algunas reflexiones más que
vulgares y superfluas, y decidí mantenerme al margen de discusiones entre
amigos, familiares o radiales.
He leído
por estos días que los que sostenemos que “las Malvinas son argentinas”,
levantamos la bandera que nos enseñó el gobierno de la dictadura iniciada en
marzo de 1976. Yo desde chico aprendí que son argentinas y ningún slogan me
convierte en alcahuete de ninguna dictadura.
También leí
que aferrarse a la idea que son parte del territorio argentino y declarar que
nuestros enemigos son los ingleses, y que los amigos de nuestros enemigos, son
nuestros enemigos, es “nacionalismo exacerbado”. Nacionalismo, según el
Diccionario de la Real Academia Española, es: “Apego de los naturales de una
nación a ella y a cuanto le pertenece./ Ideología que atribuye entidad propia y
diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, y en la que se fundan las
aspiraciones políticas muy diversas./ Aspiración o tendencia de un pueblo o
raza a tener una cierta independencia en sus órganos rectores.” Exacerbar
cualquiera de estas definiciones supongo que no nos convertirá en nazis declarados,
como sugieren muchos acerca del nacionalismo, con una exacerbada idea rectora
de que lo que no es permisivo, abierto a ultranza y desprovisto de respeto a
los símbolo de la nacionalidad, es fascista.
No se
privaron tampoco de mencionar constantemente que los soldados que fueron a
Malvinas eran unos “pobrecitos” niños, desmereciendo absolutamente el valor de
sobrellevar el miedo y soportar lo que les tocó, en absoluta desventaja; eso lo
hace un héroe, los demás no podrían soltarse de su teclado para dejar de
temblar.
No fueron
“pobrecitos”, fueron chicos a los que se envió a una guerra con lo único que
pudieron llevar; el amor a su patria infundido desde sus hogares por sus
padres, elemento que parece estar
faltando últimamente.
Reducir la
Guerra de Malvinas a los devaneos de un adicto a la bebida con atribuciones de
presidente, y decir que fue injusta o una locura, es despreciar el sacrificio
de los casi setecientos hombres que allí quedaron, más los calcinados y
mutilados en el ARA Gral. Belgrano, más los que no soportaron, en la paz de sus
casas, los recuerdos del horror.
Deberíamos
dejar de despreciar esa guerra, no para tener en cuenta esa posibilidad en otro
momento, sino porque una vez recuperadas las islas el 2 de abril de 1982,
fueron más que nunca, una causa nacional. Si me equivoco, Dios y la Patria me
lo demanden.
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