cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer secándose al sol.
Versos del tango de Enrique Santos Discépolo YIRA YIRA (1930).
POCA YERBA por JORGE VERGARA.
¡Qué calamidad! diría mi abuela. Es que podría faltar cualquier cosa, pero jamás la yerba, producto indispensable en cada hogar de este país. Es tanto o más imprescindible que el azúcar.
Argentina sabe bastante de escasez de azúcar, casi de manera cíclica se vieron las góndolas vacías y también tuvo épocas de cambios de precios hasta cuatro veces en el día. Y la gente no tuvo otra que acomodarse y pagar lo que le pedían.
Pero la yerba..., jamás faltó la yerba, al menos hasta donde recuerdo. Los comercios que tienen el producto lo pusieron por las nubes, pero la mayoría directamente reemplazó esa infusión por interminables paquetes de papel higiénico. Porque no sé si se dieron cuenta de que cada vez que falta un producto clave en la alimentación de los argentinos, los supermercados ocupan su lugar en las góndolas con papel higiénico, como si tomar mate fuera lo mismo que usar el papel higiénico, como si ese mismo papel tuviera las funciones del aceite o el harina que también suele ser poca en algunas épocas.
Ni con la suba de la carne que nos distanció de los asados y nos hizo comer salteadas las milanesas la gente protestó tanto como con la falta de yerba. No sólo es que está carísima sino que tampoco se consigue.
Y claro, la oportunidad sirvió para que los comerciantes vendieran todo lo que tenían en stock, incluso aquellas yerbas que no se las vendían a nadie, con gusto a esto o con gusto a aquello, la que ayuda a bajar de peso, la que calma la ansiedad, la que no da acidez y vaya uno a saber cuánta cosa.
Los clientes, necesitados de yerba se llevaron todo lo que encontraron a su paso y eso incluyó marcas y modelos que jamás hubieran comprado.
No sé si se alcanza a dimensionar la importancia de la yerba en la dieta de los argentinos. Sí, digo en la dieta porque hay gente que no cena y se toma unos mates y gente que tiene incorporada la yerba como otros lo tienen al té o al café.
La verdad no recuerdo otro tiempo en que faltara la yerba. Y bueno, habrá que esperar para volver a la pava y el mate. Aunque las promesas de normalización son repetidas, no las quiero creer hasta que no se concreten.
Habrá que dejar de lado las estrategias de los cebadores que ponen la bombilla en tal o cual posición para que el mate no se lave o las de aquellos que hasta conocen el ruidito de la pava para que el agua no se caliente de más.
Para el té y para el café no hay demasiadas estrategias, o al menos no lo son tan acentuadas como las de los materos.
En el noroeste se ceba el mate con dos pavas, dicen que por cuestiones de higiene, aunque jamás le dan esa explicación al invitado.
Con una pava ponen el agua para el mate, con la otra, que está a mayor temperatura, lavan la bombilla después de cada boca y con una servilleta van secando la bombilla.
Cuando los que tienen otras costumbres van al noroeste, se encuentran conque la tradición matera es diferente y no entienden lo de las dos pavas.
Decirles que es por cuestión de higiene no es muy simpático, de manera que sobre la marcha llevan adelante la costumbre en silencio.
Las rondas de los mates no incluyen a los chicos, salvo cuando ya está lavado y todos dijeron gracias.
Pero cuando se llega a ser adolescente se empieza a ser tenido en cuenta para el mate. Ahí aprendí que uno no debía decir gracias después de cada mate sino cuando ya no quería más. Dije unos cuantos gracias al primer mate y me quedé corto.
Tiempos de poca yerba, insólito en un país donde el mate es tan imprescindible como la comida.
Columna dominguera La Peña de Jorge Vergara.
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