A cien años del hundimiento del Titanic. Una historia que sigue fascinando y la que todos recuerdan.

El 20 de diciembre de 1987, el transbordador filipino Doña Paz, repleto de pasajeros que querían celebrar la navidad a bordo, chocó con un petrolero. El barco ardió en aquel fatídico lugar, al sur de Manila. Hubo 4.386 muertos, y es, hasta hoy, el peor accidente marítimo del mundo, ocurrido en tiempo de paz. El número de muertos es mayor incluso al doble de las víctimas del Titanic (que varía entre los 1514 y los 1.517 según las fuentes), pero la desafortunada historia del trasatlántico de lujo de 1912 es la que todos conocemos y recordaremos siempre, la que repetimos, la que quedará en la memoria aunque hayan pasado cien años y la que represente el fin de una época. Titanic nombra más cosas que el nombre de un barco. Titanic es una horrible marca que aún hoy refleja lo mal que puede terminar la prepotencia humana, o cómo puede quebrarse el optimismo de una época. Es que la historia del trasatlántico proclamado "insumergible", que se hundió en la madrugada del 15 de abril de 1912 después de chocar con un iceberg, es un cóctel fascinante que mezcla los brillos de la riqueza, las diferencias de clase, la proeza industrial de una sociedad que se creía indestructible, el desastre, el heroísmo y el horror. En sólo dos horas y 40 minutos, el moderno buque de la naviera White Star Line salido pocos días antes de los astilleros de Belfast desapareció bajo las heladas aguas del Atlántico Norte, cerca de las costas de Terranova. "El naufragio del 'Titanic' tuvo probablemente el mismo impacto en su época que los atentados del 11 de septiembre en la nuestra", opinó Philip Littlejohn, nieto de un camarero que sobrevivió al desastre. Y tiene razón. El impacto es inoxidable porque resume la tragedia perfecta: el barco supuestamente insumergible que ni siquiera completa su primer viaje. El lujo desmedido (piletas cubiertas, pistas de squash, una baño turco, salas copiadas del palacio de Versalles, cafés parisinos, bibliotecas, gimnasios, ascensores), y el optimismo de una sociedad clasista que vio con horror como sus sueños de grandeza se hundían por culpa de un iceberg. En cualquier caso, hoy, a cien años, el mundo lo recuerda. Incluso lo revive. Dos barcos hacen en estos días el mismo recorrido que el Titanic, y sus pasajeros se visten incluso con ropa de época, en una mezcla de homenaje y frivolización de aquella tragedia.

¿Casualidades o causalidades? 

 Cuenta Morgan Robertson en su novela titulada "Futilidad" que "un palacio flotante zarpó del puerto de Southamton en el año1898 en su viaje inaugural. Era el trasatlántico más grandioso construido jamás. Pero el barco no llegaría jamás a su destino: un iceberg rasgó su casco y el buque se hundió con una considerable pérdida de vidas".

El nombre que le dio a su barco de ficción fue Titán. Llamativamente el hundimiento de ambos fue en el mismo punto del Atlántico.

Para mayor coincidencia el periodista W. Stead publicó en el año 1892 un cuento con las mismas características que tuvo el naufragio del Titanic pero lamentablemente en la realidad, como premonitoriamente había escrito en su cuento, falleció.

Posteriormente en otro barco que navegaba hacia Canadá en el año 1935, el marino William Reeves a la misma hora en que había chocado el Titanic, tuvo una premonición y dio el alarma ordenando imperiosamente el timonel dar marcha atrás: el barco quedó a pocos metros de un enorme iceberg. ¿El nombre del barco que se salvó milagrosamente? El Titanian.

Historias de coincidencias y de misterio. ¿Casualidad o causalidad?

Jorge Castañeda, escritor rionegrino.

UNA ARGENTINA A BORDO DE TITANIC.

Violeta Jessop, una argentina de 25 años en aquel momento, fue camarera en el "Titanic". Y su historia es singular: la mujer sobrevivió a tres grandes naufragios, el del Titanic, el del Olympic y el del Britannic. En el Titanic, Jessop debía mostrarles a los pasajeros que no era peligroso subir a los botes salvavidas. Pero a último momento recibió la orden de un oficial de cuidar a un bebé cuya madre había desaparecido. Y allí subió, con el bebé. A Jessop siempre la sorprendió el hecho de que la madre nunca se lo agradeciera. Simplemente, se limitó a arrancarle el bebé de los brazos cuando las dos se encontraron a salvo en otro barco. Jessop murió en 1974, a los 84 años, de un infarto.

*** Diario "Río Negro" (edición Nro. 22.871), 14-IV-2012.