El 2 de abril marca el 30º aniversario de la recuperación militar de las Islas Malvinas en el Atlántico Sur por la Argentina durante el régimen cívico-militar entonces en el poder. Una guerra relámpago que terminó 74 días más tarde, el 14 de junio, con la rendición de las fuerzas argentinas ante la fuerza de tareas británica. Aquello preparó el camino para lo que algunos años más tarde se transformaría en el “Tratado de Versalles Argentino”.
Muchos recordarán cómo la junta militar presidida por el general Leopoldo Galtieri ocupó las desoladas Islas Malvinas; cómo Margaret Thatcher inmediatamente despachó una flota de guerra de 127 embarcaciones con sus naves insignia, los portaviones Invincible y Hermes a la cabeza junto a docenas de caza-bombarderos para recuperar las islas; cómo el general Alexander Haig, secretario de Estado del presidente norteamericano Ronald Reagan hizo de cuenta que era “mediador” en el conflicto mientras el secretario de defensa Caspar Weinberger enviaba equipamiento militar, armamento y pertrechos por miles de millones de dólares –aviones de combate, visores nocturnos, millones de litros de combustible, equipos de guerra y apoyo logístico– para dar urgentísimo apoyo al esfuerzo bélico británico, lo que también incluyó el uso de sus satélites militares secretos y de sus bases en la Isla Ascensión en el Océano Atlántico a mitad de camino entre Londres y las Malvinas.
La guerra
Muchos también recordarán las sangrientas batallas de aquella contienda que se inició el 2 de mayo cuando un submarino nuclear británico, el Conqueror, recibió la orden de Londres de hundir al crucero argentino ARA General Belgrano ocasionando la pérdida de 323 marineros argentinos mientras el mismo se hallaba navegando fuera de la zona de exclusión unilateralmente dispuesta por los ingleses y en dirección contraria al teatro de guerra. Poco después, la Argentina atacaría a toda la flota de guerra británica hundiendo las naves Sheffield, Atlantic Conveyor, Coventry, Ardent y Antelope. En total, murieron 649 combatientes argentinos y 255 británicos. El resto es historia…
Treinta años después, escuchamos ecos de aquel conflicto en las vulgares rencillas verborrágicas entre la presidente argentina Cristina Kirchner y el premier británico David Cameron, con acusaciones mutuas de explotación y derechos sobre el petróleo, “soberanía”, “descolonización” y “remilitarización de Atlántico Sur”. Como dijera en mi artículo en RT Español de fecha 11 de febrero, “¡Risas inglesas sobre Islas Malvinas!”, todo esto no es más que “mucho ruido y pocas nueces…”.
La derrota
Porque el verdadero quid de la cuestión es que –igual que con todas las naciones derrotadas en guerra por EE. UU., el Reino Unido y sus aliados– Argentina también habría de sufrir su “Tratado de Versalles”, igual al que le fuera impuesto a la derrotada Alemana en 1919 tras la Primera Guerra Mundial por esos mismos aliados victoriosos, ocasionándole horrendo sufrimiento económico, financiero, social y político que aseguró que pocos años después Adolfo Hitler y su movimiento nacionalsocialista recibiera masivo apoyo popular del pueblo alemán. También aquí, el resto es historia…
Pero los Aliados han aprendido muchas lecciones desde entonces. Al igual que con Alemania, Austria, Japón, Italia e Irak, a la Argentina también era preciso castigarla, sin embargo en lugar de ocuparla militarmente, a la Argentina se la obligó a tragar una píldora casi igual de amarga…
Se le impuso la “democracia” en su falsa variante anglo-norteamericana, profusamente financiada por los Dueños del Poder Global y sus sátrapas locales, y taladrada en los cerebros de cada argentino a través de sus poderosos multimedios locales y globales.
Con la imposición de aquella “democracia” en diciembre 1983, los sucesivos presidentes desde Raúl Alfonsín (el “Sr. Hiperinflación 1989″), pasando por Carlos Menem (gerenciador local del “Tratado de Versalles Argentino”) y Fernando De la Rúa (el “Sr. Colapso Financiero 2001″), hasta Néstor y Cristina Kirchner en los últimos nueve años, todos le garantizaron a los Dueños del Poder Global tres cosas fundamentales para ellos:
(1) Que la Argentina siempre se mantendría de rodillas antes sus victoriosos enemigos;
(2) Que la Argentina jamás investigará el origen ilegítimo e ilegal de su enorme Deuda Externa iniciada bajo el régimen ilegal cívico-militar, sino que pagará y pagará década tras década, y
(3) Que la Argentina desmantelaría, desintegraría y destruiría sus fuerzas armadas tanto material como moralmente, de manera de transformar a Argentina en un país total y absolutamente desarmado ante un mundo terriblemente peligroso.
Todo ello, resultado del “Tratado de Versalles Argentino”.
Para empezar, el presidente Alfonsín hizo juzgar de manera pública y bochornosa a miles de militares por violaciones de los derechos humanos, una tarea necesaria sin dudas pero desnaturalizada a través de un vasto, complejo y completo ejercicio de guerra psicológica que tuvo como resultado que el pueblo argentino terminase odiando a sus instituciones militares, en lugar de limitarse a expulsar a los criminales que se habían infiltrado en sus filas. Ello tuvo el efecto de destruir a las Fuerzas Armadas institucionalmente.
¿Puede imaginarse lo que ocurriría si EE. UU., Gran Bretaña, Francia e Israel decidiesen juzgar pública y ampliamente a sus militares por los genocidios perpetrados en África, Irak, Afganistán, Libia, Palestina, Serbia y Panamá? No, no…. Eso solo le ocurre a los ejércitos vencidos: alemanes, italianos, japoneses, árabes y argentinos. Y todo luego reforzado por películas de historia-ficción hábilmente urdidas por las usinas de guerra psicológica de Hollywood dedicadas a taladrar los cerebros de todo el mundo.
Un nuevo “Versalles”
En realidad, este Versalles argentino tiene nombre propio: “Tratado Anglo-Argentino de Promoción y Protección de Inversiones” suscripto en Londres el 11 de diciembre de 1990, y promulgado por el Congreso argentino el 4 de noviembre de 1992 (Ley No. 24.184). Así, se coronó una larga serie de negociaciones entre Argentina y el Reino Unido que en febrero 1990 llevó a la suscripción de un acuerdo formal mediante el cual el entonces presidente Carlos Menem y su ministro de relaciones exteriores –el notorio miembro de la Comision Trilateral y protegido de Rockefeller y Soros- Domingo Cavallo, operarían como gerenciadores locales, promoviendo los intereses británicos y norteamericanos en el país.
Ese acuerdo y tratado le darían al Reino Unido el control sobre las fuerzas armadas argentinas, especialmente en la región de la inmensamente rica Patagonia, donde ya existen vastas inversiones estadounidenses, británicas e israelíes (Art. 5); nuestra economía se abriría y desregularía en forma irrestricta (Art. 12) de manera que empresas estatales pudieran ser vendidas y privatizadas a precio vil (petróleo, minería, ferrocarriles, autopistas, líneas aéreas, electricidad, gas, agua, fondos de pensiones, servicios postales, seguros, reaseguros, bancos… Su grito de guerra de entonces parecía ser “¡Si se mueve, privatícenlo!”). Mientras tanto, a los “inversores” extranjeros se les daba todo tipo de protección, derechos y asistencia.
Aquel Tratado con el Reino Unido fue rápidamente sucedido por tratados similares suscritos con Estados Unidos (Ley 24.184), y luego Francia, Alemania, España, Holanda, Dinamarca, Suecia, Canada, Australia…
Hitos clave
El presidente Menem resultó ser un arma muy efectiva en manos del Reino Unido y Estados unidos, en contra de la Argentina. Su canciller Guido Di Tella llegó a la vergonzosa bajeza de describir las relaciones entre Argentina y Estados Unidos como “carnales”. Es fácil adivinar quién estaba arriba y quién debajo…
Algunos hitos clave que condujeron al “Versalles Argentino”:
· Agosto 1989: Se sanciona la Ley de Reforma del Estado No. 23.696 que prepara el camino para las privatizaciones y desregulación, promoviendo el reciclaje de los altamente devaluados bonos de la Deuda Externa argentina para que los mega-bancos globales los pudieran utilizar para adquirir activos del Estado Nacional, tomándolos a su valor total nominal;
· Septiembre 1989: La Reina Isabel II recibe en Londres en audiencia privada y secreta al entonces senador Eduardo Menem (hermano de Carlos);
· Noviembre 1989: La Reina abre las sesiones del Parlamento británico refiriéndose específicamente a las reanudadas relaciones diplomáticas con la Argentina señalando que abrirían enormes oportunidades comerciales para el comercio británico;
· Noviembre 1989: Lord Montgomery encabeza una misión comercial británica a la Argentina para inventariar empresas públicas, recursos energéticos, alimentarios, mineros y otros en la Argentina. ¡Regresó a Londres con una gran sonrisa!
· 1991: Domingo Cavallo, ahora ministro de Economía, planifica con el secretario del tesoro estadounidense Nicholas Brady, el así llamado Plan Brady de canje de bonos de Deuda Externa. Tan redituable resultó este proceso para banqueros y corporaciones globales que cuando George Bush (padre) pierde las elecciones de 1992 y Brady se retiró del Gobierno, fundó una consultora en materia de deuda pública latinoamericana asociándose a Daniel Marx, el subsecretario clave de Cavallo en el proceso de canje de la Deuda Externa argentina.
Las lecciones de esta historia…
Resulta mucho mejor (y es más fácil) evitar la ocupación militar de naciones derrotadas, imponiéndoles en su lugar la variante anglo-norteamericana de la “democracia”. Ello se logra financiando a los peores elementos políticos locales – a los más traidores – catapultándolos a puestos clave: presidentes, ministros, senadores, diputados, jueces, y gobernadores. Luego, todo lo que necesitan hacer es asegurarse que hagan exactamente lo que los Dueños del Poder exigen que hagan.
A esto le llaman “democracia”, y funciona realmente bien…. ¡Para los Dueños del Poder Global, se entiende!
Ah, y también es importante asegurarse que los medios de difusión locales y globales jamás le recuerden a la opinión pública:
(a) Que han sido derrotados;
(b) Que por más que a un “Tratado de Versalles” se lo llame por cualquier otro nombre, siempre tendrá el mismo gusto amargo; y
(c) Que la “democracia” al estilo inglés y norteamericano es un Caballo de Troya sumamente peligroso.
Adrian Salbuchi para RT EspañolFuente de información: http://www.asalbuchi.com.ar/
Fracaso diplomático
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