El 14 de enero de 1940 se ubicó en el Centro Cívico municipal, el sitio más representativo de la ciudad, el monumento al General Julio Argentino Roca. A partir de allí, cíclicamente, se repite el debate, con sus defensores y sus detractores, sobre la pertinencia de la permanencia de la estatua en el lugar.
Integrantes de la Cooperativa 1 de Mayo llegaron al lugar munidos de cables de acero y herramientas con el objetivo de derribar la histórica estatua de Julio Argentino Roca erigida en el turístico Centro Cívico de la ciudad de Bariloche.
Nadie vio la pintada. Pero la historia dice que estaba estampada en un paredón de Libertador y Tagle. "¡Viva el cáncer!", rezaba. A pocos metros, el cáncer carcomía a Eva Perón. Y, si la pintada existió, tenía su lógica. El regocijo por el sufrimiento del otro al que no se tolera estaba en la naturaleza de aquel país de odio que forjaban peronistas y antiperonistas.
Hoy desguaza todo espíritu digno tanta ferocidad. Y desguaza, claro, la vigencia que mantiene esa intolerancia. Para muestra, un botón: lo que está sucediendo con la estatua del general Roca en la linda Bariloche. El avance de visiones sobre nuestra historia alimentadas con dosis de demagogia. Sacar a Roca es la consigna. Inapelable. Tajante. En otro tiempo, pero "¡Viva el cáncer!".
Roca fue el ariete de la organización del Estado nacional. Colocó a la Argentina a escala de país en progreso sostenido. Sí, lideró un proceso institucional restrictivo en materia de participación política. Pero es muy difícil objetar que era la república posible. Debatir sobre Roca hace a la apasionante nobleza de argumentar y defender legítimas ideas.
Quitarlo de la historia serruchando las patas de su caballo es imbecilidad. Tanto como no reconocer el homenaje que le rindió Perón al nacionalizar los ferrocarriles: Línea Roca.
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