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CARLOS PELLEGRINI |
“No es admisible, en ningún caso, bajo ningún concepto, sin trastornar todas las nociones de organización política, equiparar el delito civil al delito militar, equiparar el ciudadano al soldado. Son entes abolutamente diversos. El militar tiene otros deberes y otros
derechos; obedece a otras leyes, tiene otros jueces, viste de otra manera, hasta
habla y camina de otra manera. Él está armado, tiene el privilegio de estar
armado, en medio de los ciudadanos desarmados. A él le confiamos nuestra
bandera, a él le damos las llaves de nuestras fortalezas, de nuestros arsenales
y a él le entregamos nuestros conscriptos y le damos autoridad para que disponga
de su libertad, de su voluntad, hasta de su vida.
Con una señal de su
espada se mueven batallones, se abren nuestras fortalezas, se baja o sube la
Bandera Nacional. Y toda esta autoridad y todo
este privilegio, se lo damos bajo una sola y única garantía, bajo la garantía de
su honor y de su palabra.
Nosotros juramos ante Dios y la Patria, con la
mano puesta sobre los Evangelios; el Militar jura sobre el puño de la espada,
sobre esa hoja que debe ser fiel, leal, brillante como un reflejo de su alma,
sin mancha y sin tacha. Por eso, la palabra de un Soldado tiene algo de sagrado
y faltar a ella es algo más que un perjurio. Y bien, Señor Presidente, es éste
el cartabón en que tienen que medirse nuestros jóvenes militares, para saber si
tienen la talla moral necesaria para ceñir la espada, que es el legado más
glorioso de aquellos héroes que nos dieron Patria; para vestir ese uniforme
lleno de dorados y galones sería un ridículo oropel si no fuera el símbolo de
una tradición de glorias, de abnegación y de sacrificios, que obligan como un
sacerdocio al que lo lleva.”
"No, señor presidente, no podemos equiparar el delito militar al delito civil. Sarmiento decía, una vez repitiendo las palabras que San Martín pronunciara con relación a uno de los brillantes coroneles de la Independencia: ´El ejército es un león que hay que tenerlo enjaulado para soltarlo el día de la batalla´. Y esa jaula, señor presidente, es la disciplina, y sus barrotes son las ordenanzas, y sus fieles guardianes son el honor y el deber.
¡Ay de una nación que debilite esa jaula, que desarticule esos barrotes, que haga retirar esos guardianes, pues ese día se habrá convertido esta institución, que es la garantía de las libertades del país y de la tranquilidad pública, en un verdadero peligro y en una amenaza nacional."
Palabras pronunciadas en el Congreso Nacional por CARLOS PELLEGRINI el 11 de junio de 1906 sobre el Honor Militar. En 1906, fue electo diputado pero al poco tiempo cayó gravemente enfermo y tras
un mes de lenta agonía falleció el 17 de julio de ese año.
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