El peronismo de Río Negro tiene una larga historia de frustraciones y desencuentros. De traiciones. De servilismo a los hombres, entendiendo mal la famosa verticalidad. En muy contadas veces ha estado a la altura de las circunstancias. La clara excepción fue bajo el liderazgo de Mario Franco, forjado en las viejas luchas partidarias junto al general Perón, en época de políticas bravías, donde la experiencia era más importante que las teorizaciones y los sentimentalismos vacíos de todo contenido.
Por única vez el peronismo fue conducido por un líder que le dio una impronta propia y distintiva de los demás distritos electorales del país, imponiendo su propia realidad incluso ante las mismísimas autoridades nacionales.
Para don Mario Franco al mejor decir de Perón “conducir era persuadir”, es decir armonizar las diferencias y aunar los esfuerzos en una causa común. Buscar el consenso y superar las disputas de traspatio, mantener abiertas las unidades básicas, producir un recambio de dirigentes y sobre todo encarnar con lo más medular de la doctrina justicialista un proyecto propio que fue llevado al gobierno del 73 al 76.
Es que ya lo había dicho el General: “Para conducir hay que tener mucho óleo de Samuel en la cabeza”. Y a ser conductor de hombres no se enseña ni se aprende, porque conductor se nace.
Las conducciones posteriores han dado lástima. Dirigentes que son “esfinges sin misterio”, simples pábilos que humean atados a las prebendas del carguito, o lo que es peor “enfermos de importancia” que solamente “hablan con Dios” para satisfacer sus ambiciones personales.
Ambiciones personales o de sector, internas donde la sangre siempre llegó al río, descalificaciones atrabiliarias, rencillas sin grandeza, reparto de cargos a extrapartidarios que nunca aportaron nada, sino que solamente se han aprovechado de los espacios para servir a los adversarios o a ocultos intereses bastardos. Y que fueron premiados con cargos provinciales y nacionales en desmedro de muchos compañeros que en toda la geografía provincial veían frustradas sus aspiraciones por estos pícaros. Es que la culpa no la tiene el chancho sino quién les da de comer. Hacer oposición para la gilada, acomodar haciendo gala del mejor nepotismo a toda la parentela y amistades, repartirse los dinerillos del estado, y pasar años como buenos ñoquis ya sea en cargos públicos o partidarios.
Mario Franco fue el único dirigente que no defraudó a la gente y que hoy puede reivindicar como Perón “otro mérito que el de haber mirado y combatido, porque lo que le enseñaron los ojos luego lo pondría en marcha su corazón”.
El problema del justicialismo rionegrino es que ha perdido la mesura o nunca la tuvo. Olvidó aquella verdad que Perón había tomado de las “Vidas paralelas” de Plutarco: “todo en su medida y armoniosamente”. Al revés de ese axioma el peronismo ha sido y es un bien mostrenco, que no sabe ordenar la entropía de sus propios entuertos.
Los mandamases peronistas de Río Negro se han convertido en personeros doblegados por la política nacional y se han vaciado de toda identidad propia. Son solamente útiles para aplaudir y rendir un culto a la personalidad nunca visto antes. En los estrados parlamentarios son solamente levanta manos del poder imperante, no importando cuál sea ni que determinada ley perjudique a los intereses de la provincia. ¿Acaso no decía Perón que los hombres deben dejarse llevar por el destino y por sí mismos y no por el destino y los demás?
¿A quién echar las culpas de tantos desatinos sino a su misma impotencia e impericia? ¡Cuánta falta de tacto! ¡Cuántas oportunidades perdidas! Y lo que es peor ¡habiendo ganado el gobierno de la provincia en las últimas elecciones!!!
¿Dará la historia que es veleidosa una segunda oportunidad? ¿Hasta cuándo se permitirán defraudar las esperanzas de los rionegrinos? ¿Hasta cuándo como arenga Cicerón estos Catilina agotarán nuestra paciencia?
Son preguntas que van al meollo de la cuestión. Hace falta una reactivación de la militancia, pero en serio. No con micros y choripaneadas gratis para escuchar “divisas desmerecidas y ataques son ton ni son. No con bombos atronadores donde lo que tendría que escucharse es un debate serio de las grandes ideas rectoras y una autocrítica que nunca llega. No con discursos vacíos en los que solamente se apela a un sentimiento formal que disculpa todos sus desaguisados. No.
Hace falta abrir las Unidades Básicas y escuchar a los dirigentes del interior de la provincia, esos que todavía tienen del peronismo “una idea de limpia grandeza”. Hacer un recambio generacional, fortalecer el movimiento porque “la organización vence al tiempo”, encontrar a los hombres más probos y capaces para que ocupen los cargos públicos, trabajar como buenos estadistas para varias generaciones de rionegrinos y no para la inmediatez de servirse a sí mismos asegurando para siempre el bienestar económico de sus familias. Y sobre todo capacitar a los cuadros en técnicas de conducción porque si no veremos otra vez aquel fenómeno que decía el General que “más jugo da un ladrillo” que la mollera de algunos de estos dirigentes.
¿Se encontrará el camino entre tantos desmadres? ¿Se reconocerán alguna vez las culpas propias? ¿Se comenzará a trabajar en serio?
Solo el tiempo lo dirá.
Jorge Castañeda, escritor patagónico de la localidad de Valcheta, provincia de Río Negro.
Publicado en ADN RIO NEGRO, 25/11/2012
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.