Escudo de España en el Club Español.
Celebramos hoy con emoción y orgullo la fecha gloriosa del
12 de octubre, el Día de la Hispanidad.
Lo hacemos con un conjunto de fotos tomadas hace poco más de
un año en el Club Español de la ciudad de Buenos Aires, que muestran una
soberbia versión del escudo de España.
Acompañamos las imágenes con fragmentos de la Apología de la
Hispanidad pronunciada hace hoy exactamente 90 años por el cardenal Isidro Gomá
y Tomás, Arzobispo de Toledo y Primado de España, en el Teatro Colón de la
ciudad de Buenos Aires, en el contexto del XI Congreso Eucarístico
Internacional.
«América es la obra de España por derecho de invención.
Colón, sin España, es genio sin alas. Sólo España pudo incubar y dar vida al
pensamiento del gran navegante, que luchó con nosotros en Granada; a quien
ampararon los Medinaceli, a quien alentó en la Rábida el P. Marchena, a quien
dispensó eficaz protección mi insigne predecesor el gran Cardenal Mendoza; que
halló un corazón como el de Isabel y hombres bravos para saltar de Palos a San
Salvador. Sin España no hubiese pasado de sueño de poeta o de remembranza de
una vieja tradición la palabra de Séneca: «Algunos siglos más, y el océano
abrirá sus barreras: una vasta comarca será descubierta, un mundo nuevo
aparecerá al otro lado de los mares, y Tule no será el límite del universo».
Al descubrimiento sigue la conquista. Cuando se funda –ha dicho alguien– no se sabe lo que se funda. Cuando España, el día del Pilar de 1492, abordaba en las playas de San Salvador, no sabe que tiene a uno y otro lado de sus naves diez mil kilómetros de costa y un continente con cuarenta millones de kilómetros cuadrados. Ignora que lo pueblan millones de seres humanos, partidos en cien castas, con una manigua de idiomas más distintos entre sí que los más diversos idiomas de Europa. No sabe que la antropofagia, la sodomía, los sacrificios humanos, son las grandes lacras de Aztecas y Pieles Rojas, Caribes y Guaraníes, Quechuas, Araucanos y Diaguitas. No importa: España es pródiga, no cicatera; tiene el ideal a la altura de su pensamiento cristiano; no mide sus empresas por sus ventajas, y se lanzará con toda su alma a la conquista del Nuevo Mundo.
Imposible hablar de la conquista y colonización de América.
Una epopeya de tres siglos no cabe en una frase; y la obra de España en América
es más que una epopeya: es una creación inmensa, en la que no se sabe qué admirar
más, si el genio militar de unos capitanes que, como Cortés, conquistan con un
puñado de irregulares un imperio como Europa, o el espíritu de abnegación con
que Pizarro, el porquerizo extremeño, vencido por la calentura, traza con su
puñal una línea y les dice a sus soldados, que quieren disuadirle de la
conquista: «De esta raya para arriba, están la comodidad y el Panamá; para
abajo, están las hambres y los sufrimientos, pero al fin, el Perú»; o el valor
invicto de aquellos pocos españoles que sojuzgan a los indios del Plata, «altos
como jayanes –dice la historia–, tan ligeros que, yendo a pie, cogen un venado,
que comen carne humana y viven ciento cincuenta años», fundando la ciudad de
Santa María del Buen Aire, hoy la Buenos Aires excelsa; o el celo de Obispos y
misioneros que abren la dura alma de aquellos salvajes e inoculan en ella la
santa suavidad del Evangelio; o el genio de la agricultura, que aclimata en
estas tierras las plantas alimenticias de Europa, que llevarán la regeneración
fisiológica a aquellas razas y que hoy son la mayor riqueza del mundo; o el
afán de cultura que sembró de escuelas y universidades estos países y que hacía
llenar de libros las bodegas de nuestros buques; o aquel profundo espíritu,
saturado de humanidad y caridad cristiana, con que el Consejo de Indias, año
tras año, elaboró ese código inmortal de las llamadas Leyes de Indias, de las
que puede decirse que nunca, en ninguna legislación, rayó tan alto el sentido
de Justicia, ni se hermanó tan bellamente con el de la utilidad social del
pueblo conquistado.
(...)
La obra de España en América está hoy por encima de las
exageraciones domésticas de Las Casas y de las cicaterías de la envidia
extranjera. Es inútil, ni cabe en un discurso, reducir a estadísticas lo que
acá se hizo, en poco más de un siglo, en todos los órdenes de la civilización.
Al esfuerzo español surgieron, como por ensalmo, las ciudades, desde Méjico a
Tierra del Fuego, con la típica plaza española y el templo, rematado en Cruz,
que dominaba los poblados. Fundáronse universidades que llegaron a ser famosas,
en Méjico y Perú, en Santa Fe de Bogotá, en Lima y en Córdoba de Tucumán, que
atraía a la juventud del Río de la Plata. Con la ciencia florecían las artes;
la arquitectura reproduce la forma meridional de nuestras construcciones, pero
recibe la impresión del genio de la raza nueva; y el gótico, el mudéjar, el
plateresco y el barroco de Castilla, León y Extremadura, logran un aire
indígena al trasplantarse a las florecientes ciudades del Nuevo Mundo. La pintura
y la escultura florecen en Méjico y Quito, formando escuela; trabajan los
pintores españoles para las iglesias de América, y particulares opulentos legan
sus colecciones de cuadros a las ciudades americanas. Fomentan la expansión de
la cultura la sabia administración de Virreyes y Obispos, las Audiencias,
castillo roquero de la justicia cristiana, los Cabildos y encomiendas, que
forman paulatinamente un pueblo que es un trasunto del pueblo colonizador».
Publicadas por Alejandro Pomar.
Sitio: Heráldica en la Argentina.
https://heraldicaargentina.blogspot.com/
Imágenes: Heráldica en la Argentina.
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Nota del BLOG DE LA PATAGONIA: HERÁLDICA EN LA ARGENTINA es un sitio de investigación del Sr. Alejandro Pomar que es referencial y sirve para aprender mucho de cuestiones de la heráldica y la historia. De renovación diaria de entradas. De lecturas diarias desde hace años. Se recomienda las lecturas. Hecho en la Argentina, con pasión y seriedad.
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