En 1967 Don Saturnino fundó una pequeña panadería donde se producían variadas exquisiteces, entre ellas el tradicional bizcocho de grasa. Con el transcurrir de los años, el bizcocho, se fue haciendo más popular y toda la familia trabajó para abastecer la demanda.
Este sábado se conoció la noticia de que Fernando Martínez, uno de los dueños de Don Satur, falleció el miércoles pasado a los 93 años. Era hijo de Don Saturnino, el fundador de la emblemática fábrica de bizcochos de grasa de Argentina. También era reconocido como uno impulsor de "la revolución de las vacas".
Don Satur es el apócope del nombre del padre de
Fernando, Don Saturnino Martínez. Y Fernando Martínez fue el gran motor de ese
emprendimiento argentino creador de riqueza y trabajo argentino.
De Don Satur: murió el dueño de la emblemática marca de
bizcochos e impulsor de una revolución con las vacas.
Se trata de Fernando Martínez, quien además de ser referente
en la industria alimenticia fue impulsor del mejoramiento genético de la raza
lechera Holando.
El empresario, Fernando Martínez, era hijo de Don Saturnino,
fundador de Don Satur.
Fernando Martínez (93), uno de los dueños de Don Satur e
hijo de Don Saturnino, fundador de la emblemática fábrica de bizcochos de
grasa, falleció el pasado miércoles. Amante de las vacas y obsesionado con la
genética de la raza lechera Holando, impulsó avances como la inseminación
artificial y la importación de embriones desde Canadá y Estados Unidos. Su
búsqueda de la excelencia no respondía a intereses económicos, sino a una
pasión genuina por superarse. Fue despedido de manera sentida por la Asociación
Criadores de Holando Argentino (ACHA), a la que pertenecía desde que la familia
incursionó en la actividad agropecuaria. Martínez, además de ser un exitoso
empresario del rubro alimenticio, también fue productor lácteo, con la cabaña
La Sorianita y La Sorianita II, esta última junto a sus hijos.
La familia Martínez llegó a la Argentina a principios de la
década del 50 desde Derroñadas, Soria, en España, donde se dedicaban a la
producción de ovinos, donde cada hermano tenía un rebaño de ovejas con su
propia identificación. Pedro, el hermano de Fernando, vino solo al país con 17
años, y con el tiempo los acompañaron los padres y demás miembros de la
familia. La frase de Don Saturnino, considerado el “prócer del bizcocho”, al
ver a la familia dividida en ambos países, era que “bien o mal preferían estar
todos unidos”.
Fue entonces que los Martínez comenzaron una lucha para
radicarse en el país y, como toda historia de inmigrantes, comenzaron un largo
camino. Inicialmente se establecieron en Mar del Plata y con el tiempo
incursionaron en la industria alimenticia. En 1967 Don Saturnino fundó una
panadería en Ramos Mejía, donde se producían variadas exquisiteces, entre ellas
el tradicional bizcocho de grasa. Con el transcurrir de los años el bizcocho se
fue haciendo más popular entre los argentinos y toda la familia trabajó para
abastecer la demanda, según consta en la página oficial del Grupo.
“Se ganaron el cariño de la gente que los rodeaba, y como no
perdían el amor por los animales, decidieron empezar a comprar un pedazo de
campo para tener sus animales”, contó José Beloqui, veterinario histórico de la
cabaña hoy llamada La Sorianita II, de Cañuelas, provincia de Buenos Aires, a
LA NACION. Con el tiempo, la familia pudo comprar un campo en La Noria
[Cañuelas] que destinaron a la ganadería de leche. Allí comenzaron con una vaca
Holando que compraron a una cabaña vecina y, de a poco, el lote se fue
extendiendo.
“La vaca la inseminaron con el mejor toro que estaba
disponible, porque la característica de la familia era siempre tener lo mejor.
Elevaban la vara. En su logo tenían ‘La excelencia en Holando’: era la frase
que me marcó de ellos, porque no lo hacía con soberbia ni con altanería, sino
que era lo que él perseguía”, contó el veterinario. Fernando era considerado en
el sector lácteo como “un enamorado” de las vacas. Siempre buscaba estar a la
vanguardia de todo lo vinculado con la innovación tecnológica ganadera para
potenciar la producción.
Dada la actividad a la que se dedicaban, los hermanos se
dividían las tareas con el manejo de la fábrica de bizcochitos y el campo. San
Satur S.A. es una empresa del sector lácteo, industrializa y comercializa
productos lácteos bajo la marca Cabaña “La Sorianita”, integrada originalmente
por La Sorianita y La Sorianita II.
Por la histórica situación de la actividad láctea, Beloqui
recuerda que todo lo vinculado con el campo y las vacas eran una pasión,
mientras que el negocio en sí pasaba, por otro lado, por la fábrica.
“Atravesamos situaciones que lo único que se cosechaba eran pérdidas con las
vacas, pero siempre decían: que nosotros pasemos hambre no importa, pero las
vacas no pueden dejar de comer. No tienen la culpa de malas políticas
económicas o del país”, recordó sobre la forma de pensar de Fernando.
Ese pensamiento estaba motivado por el tenor de la familia
Martínez, quienes estaban a la vanguardia. “Él era un enamorado de las vacas.
Todas las tecnologías en cuanto al mejoramiento genético se pusieron en
práctica”, sostuvo. En la cabaña se hacía la inseminación, la importación de
embriones, de animales en pie tanto de Estados Unidos como de Canadá y siempre
estaba asociado a la genética canadiense. Para impulsar la cabaña buscaban los
toros mejor rankeados a nivel mundial. Ese impulso de mejoramiento también
llevó a la cabaña a hacer clonaciones. “Era un placer de superación personal,
no era por una conveniencia económica y un rédito económico. La ganadería en la
Argentina y la lechería nunca ha sido un excelente negocio. Era el placer de
tener animales en el campo”, contó.
Llegaron a tener dos tambos de 200 vacas cada uno, había
animales de pedigree y de registro. La cabaña participaba de todas las
exposiciones ganaderas. “Nosotros teníamos los animales en buenas condiciones
de preparación como para ser mostrados, se vendieran o no”, agregó. Muchas de
las ventas se hacían con el afán de colaborar con la Asociación de Criadores de
Holando Argentino y que se viera la genética por los distintos puntos del país.
Beloqui sostiene que a la familia se la reconoce como “muy pujante” y que siempre tenían la intención de ayudar a todo el mundo, tanto y en cuanto pudieran. “La revolución genética fue tan importante a lo largo de los 40 años, a pesar de las limitaciones. Siempre buscaron ser bien asesorados”, aseguró. La cabaña participó todos los años de la Exposición Rural de Palermo, donde por tres años consecutivos sacó la Gran campeona.
La cabaña se inició con el nombre de la cabaña La Sorianita por el lugar de origen de sus fundadores. Tras la división societaria, donde se separaron fábricas y campos, surgió La Sorianita II, propiedad de Fernando e hijos. Fernando se consideraba un apasionado de las vacas.
La noticia fue dada a conocer por el sitio especializado
Todo lechería y de manera inmediata generó muestras de dolor. “Despedimos a un
gran amigo de la Raza, Fernando Martínez, socio de ACHA, apasionado por las
vacas lecheras, un gran entusiasta en la crianza de vacas, la producción y la
industrialización de la leche. Propietario de Cabaña La Sorianita, de donde
salieron Grandes Campeonas Holando Argentino. Acompañamos a sus familiares, a
su equipo de trabajo y a sus amigos en este momento”, escribieron en las redes
de la Asociación.
Por Belkis Martínez.
14 de diciembre de 2024.
Publicado en LA NACIÓN.
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