De los generales británicos que actuaron en la guerra de Malvinas, Julian Thompson es el único que sigue vivo. Jefe de la Tercera Brigada de Comandos de los Royal Marines durante el conflicto, después del mismo publicó su libro No picnic, donde brinda una visión del desempeño argentino bastante distinta a la fábula derrotista y desmalvinizadora que han estado ofreciendo los políticos y medios argentinos. Por eso me interesaba entrevistarlo. El contacto me lo facilitó el investigador argentino Alejandro Amendolara; Thompson accedió de inmediato a mi requerimiento.
RUMBO A GRAN BRETAÑA.
Viajé especialmente a Londres con mi esposa, que también oficia de invalorable camarógrafa y editora, (aunque su profesión es otra) y después de una hora y media de tren desde Londres recalamos en la localidad de Romsey, donde reside ahora el ex jefe militar británico, en un coqueto barrio para adultos mayores.
En la entrevista, Thompson rebate varias de las falacias desmalvinizadoras que siguen circulando en la Argentina, verbigracia “los chicos de la guerra”, el hambre como si sólo hubiese sido privativo del ejército argentino, la generalización de que teníamos mal armamento y mal equipamiento… Habla del mito de los gurcas degolladores, del coraje y capacidad de pilotos y soldados conscriptos argentinos, puntualiza errores británicos en la conducción del conflicto, y admite un error personal suyo durante la batalla de Darwin-Pradera del Ganso. Asimismo implícitamente reconoce que, antes de la muerte en ese encuentro del teniente coronel H. Jones (abatido por el soldado conscripto Oscar Ledesma), nuestras fuerzas habían detenido el avance británico. Al estar frente a un periodista argentino, claro está, no se abre del todo y repite algunas de las tesis de la propaganda inglesa. Por ejemplo, el número de bajas. Y si bien no niega que el portaaviones Invencible fue atacado por los Halcones, sostiene que este no fue impactado. Por otra parte, es curiosa la caracterización que cita de los pilotos argentinos como "playboys"...
LA ENTREVISTA.
- Hasta los argentinos que no han leído su libro, probablemente han escuchado su título. ¿Por qué decidió llamarlo “No Picnic”?
- Porque cuando di mis órdenes a mis oficiales, antes de zarpar hacia el sur les dije: “¡Señores, esto no va a ser un picnic! Pero estoy seguro que vamos a ganar”.
- ¿Cree que las fuerzas argentinas fueron subestimadas?
- No permití que mi gente subestime a las fuerzas argentinas. Hubo un momento en que los políticos los estaban minimizando y denigrando. Y yo les dije, escuchen, estos tipos son buenos jugadores de rugby, son duros, no subestimes a tu enemigo nunca. Y no permití que los subestimen, ni con una palabra. Porque siempre es un gran error subestimar al enemigo.
- ¿Cómo describiría al soldado argentino?
- Yo diría que era un típico conscripto de la época. El ejército argentino, en esa época, estaba dividido en dos mitades. Estaban los profesionales, que eran los oficiales y suboficiales, y los conscriptos. Y el soldado argentino es perfectamente capaz de hacer un buen trabajo si está entrenado adecuadamente.
- ¿Usted diría que si el jefe es bueno, el soldado también lo es?
- Si, no hay malos soldados, solo malos oficiales. Nuestros soldados y marinos estaban muy bien entrenados, y esa fue la diferencia. No eran mejores hombres, sólo mejor entrenados.
- En la Argentina se ha criticado la edad de los soldados, tenían 18 y 19 años. Sin embargo, la marina británica tenía soldados de 17 años. ¿Qué diría sobre este asunto de las edades?
- Es un mito, los soldados argentinos no eran más jóvenes que los míos, tuve hombres que salieron de Inglaterra con 16 años y cumplieron 17 años en el sur. Tenía por lo menos cuatro de ellos. O sea que nuestros muchachos tenían la misma edad. Donde tuvimos una ventaja, era en tener más soldados profesionales.
- Con respecto a los gurcas nepaleses: ¿entraron en combate en el frente? ¿O sirvieron otro propósito?
- Nunca llegaron a la primera línea, porque la guerra terminó demasiado temprano. Han sido usados por el ejército británico en todo el mundo, hemos tenido gurcas por años y años. Los tuvimos en Borneo, en Malasia, en muchos lugares. Y son buenos soldados. Tenían una reputación basada en el hecho que llevaban kukris, sus cuchillos especiales, pero todo lo demás que se dijo es un mito. No son así para nada. Solo son hombres bien entrenados. Los gurcas se hubieran comportado de manera perfectamente adecuada si hubieran entrado en combate. Pero en esta guerra los gurcas no entraron en combate.
- Sin embargo, fueron usados como un factor psicológico.
- Bueno, nosotros no los usamos como factor psicológico, eso fue un factor psicológico autogenerado. Era: “Uh, los gurcas tienen cuchillos y son terribles!” Eso fue generado por ustedes, que agrandaron a los gurcas mostrándolos como demonios y gente malvada.
- ¿No fueron los británicos quienes difundían esa versión?
- No, no. ¿Por qué lo haríamos?
- Porque fue un factor, el miedo tiene los ojos grandes. - Si, pero yo conozco a los gurcas, he servido con ellos por todo el mundo. Son tipos perfectamente normales.
LOS PILOTOS DE CAZA ARGENTINOS.
- ¿Cómo describiría a los pilotos de caza argentinos?
- Valientes… muy valientes. El problema fue que la Fuerza Aérea Argentina no estaba entrenada para pelear sobre el mar. Y nuestra percepción era, - quizás nos equivocamos, - que el Ejército y la Armada la miraban con recelos. Los veían como una suerte de playboys y con una mirada distinta sobre la vida. Incluso, tres semanas antes la Fuerza Aérea Argentina no sabía que iba a empezar la guerra. Porque el Ejército y la Armada se lo ocultaron. Se creó una situación donde un piloto argentino volaba un avión de caza monoplaza, desde el continente hasta Malvinas ida y vuelta, navegando usando un mapa. ¡OK! Sin ninguna otra ayuda de navegación, tenía que volar hasta ahí, ver el blanco, atacar y volver antes de que se acabe el combustible. Teníamos una gran admiración por ellos, eran personas muy valientes, los admiramos.
- Hay una controversia sobre el ataque al portaaviones Invencible. Los dos pilotos argentinos que sobrevivieron fueron interrogados por separado y dieron el mismo testimonio. También está el hecho de que el Invencible volvió algunos meses más tarde que la flota. ¿Qué diría sobre eso?
- Me atrevo a decirlo, los argentinos tenían una fijación con hundir al Invencible, pero de hecho, nunca fue hundido.
- Los pilotos no dicen que fue hundido, sino que le arrojaron sus bombas.
- Bueno, podrían haber tirado las bombas, pero no pego ni una.
- ¿Por qué entonces el portaaviones volvió al Reino Unido tan tarde? - Porque lo mantuvieron ahí para comandar la flota en el sur, era el buque insignia. Es un mito. Ustedes no nos creen, pero nunca fue dañado.
- Si usted escuchara a los pilotos, les creería. - Yo sé, porque vi al Invencible varias veces, nunca fue dañado.
- Pero el Príncipe Andrés, que estaba a bordo, dice que estaba jugando con el cubo mágico y tuvo que cubrirse de un ataque argentino.
- Sí, puede ser que lo hizo, no estoy sugiriendo que no atacaron, pero no le pegaron. El Invencible estaba actuando de señuelo, creo yo.
- Las cifras oficiales de las bajas británicas son 255 muertos y 700 heridos. ¿Cree que estos son los números precisos?
- Si, absolutamente. Porque teníamos un buen sistema para comprobar las bajas. Teníamos un puesto de registro ahí, que habíamos armado, que contaba cada una de las bajas. Cada hombre muerto era traído en una bolsa, el médico veía sus heridas, verificaba cómo murió y se producía un acta de defunción. Lo que nos asombró, fue que sus soldados no tenían placa de identidad.
- Bueno, algunos de ellos…
- Muchos no las tenían. Nosotros sí, cada hombre tenía dos y cuando moría, una la dejábamos en el cuerpo, la otra se cortaba y se entregaba al puesto de registro.
CALZADO, FUSILES Y PRADERA DE GANZO.
- En su libro habla del calzado argentino.
- Si, sí, mucho mejor que el nuestro.
- ¿Por qué?
- Porque era cuero real. El nuestro fue diseñado para estar dando vueltas en un vehículo blindado y era un cuero falso. No era adecuado. No voy a decir que era de cartón, pero era inútil, mucha gente tenía sus propias botas. Yo tenía mis botas Greenlander, que había usado en Noruega, que mantuvieron mis pies protegidos y razonablemente secos. Pero muchos hombres tenían terribles problemas con sus botas, no servían para nada. Las botas de ustedes eran mucho mejores que las nuestras, eran de cuero de vaca. Hubo varios casos donde mis muchachos querían sacarle las botas a los que pensaban que eran un cadáver, y el cadáver se paró y se fue.
- ¿Entonces las botas eran un trofeo?
-Las botas eran buenas, muchos hombres usaban las botas argentinas. Si podían sacarle las botas a un cadáver lo hacían, si eran del tamaño correcto.
- ¿Y qué hay de los fusiles? ¿En algunos casos los nuestros eran mejores?
- Ustedes tenían FAL, que son fusiles automáticos. El nuestro era el mismo fusil, pero no disparaba en automático. Y algunos de nuestros soldados tenían metralletas, que eran inútiles, las tiraron y usaron fusiles argentinos.
- ¿El ataque sobre Darwin-Pradera del Ganso era necesario desde el punto de vista estratégico?
- No.
- ¿Por qué?
- Porque se había convertido en vuestro propio campamento de prisioneros de guerra. Ustedes se habían encerrado ahí. Yo no quería atacar Pradera del Ganso, quería hacer un movimiento para que ustedes piensen que veníamos desde el sur. Cuando en realidad no veníamos por la ruta sur, siempre íbamos a venir desde el norte. Mi brigada vino desde el norte.
- ¿Entonces, por qué finalmente atacó?
- Porque me dieron la orden.
- ¿Los políticos?’
- Los políticos, porque ellos querían una victoria.
- ¿Entonces no les importaban las bajas?
- El jefe del Estado Mayor del Ejército estaba visitando al almirante Fieldhouse, que era comandante de la Task Force en su sede del comando en Northwood y le dijo a este: “Fieldhouse, necesita algo que levante la moral, entonces le voy a sugerir que ordene a Thompson que ataque Pradera del Ganso”. Y el otro le contesta, “usted no está hablando en serio”. Y él le dijo: “sí, estoy hablando en serio”.
- ¿Qué es lo que podría haber cambiado el curso de la guerra en contra de ustedes?
- El hundimiento de uno de nuestros portaaviones. Esa hubiese sido la clave, habría cambiado todo absolutamente.
- ¿Llevándolos a una derrota?
- Llevando a algún tipo de arreglo.
- ¿Sus soldados pasaban hambre?
- ¿Hambre? Oh, sí. El golpe más grande que nos dieron fue el hundimiento del Atlantic Conveyor porque se llevó al fondo 3 de 4 helicópteros Chinook y otros nueve helicópteros. Con lo cual teníamos solo un Chinook volando, sin repuestos o manuales. Entonces, cuando las luces rojas se prendían en la cabina, tenían que decidir si iban a seguir volando o no. Eso significó que tendríamos que caminar. Recuerdo cuando estaba haciendo los planes finales para hacer avanzar mi brigada por aire a Monte Kent, se asomó un muchacho y dijo: “El Atlantic Conveyor fue hundido”. Y recuerdo una voz desde atrás: “Maldita sea, tendremos que caminar”. Y eso hicimos. Lo que significó eso fue que las raciones para los soldados tenían muy baja prioridad, lo importante era llevar municiones al frente y traer heridos a la retaguardia. Por eso, en muchas ocasiones, la gente no tenía comida por espacio de dos o tres días.
- ¿Tanto así?
- Si, dos o tres días. Cuando mis hombres entraron a Puerto Argentino, luego de la rendición, tuvieron una comida caliente que cocinaron usando raciones argentinas que encontraron en una casa. Las pusieron en una olla y prendieron un horno. Yo estaba en la casa con ellos. Fue la primera vez que comían en tres días.
- La guerra siempre es sinónimo de hambre…
- Si, lo es. Napoleón dijo que la primera cualidad de un soldado es tener fortaleza para poder soportar el cansancio y las dificultades, la valentía es recién la segunda cualidad.
TENIENTE CORONEL H. JONES.
- A tantos años de la guerra, ¿hay un recuerdo en particular que quedó grabado en su mente?
- Si, cuando escuche “Rayo de Sol ha caído” y era el sobrenombre de un jefe: H. Jones había caído y yo lo había mandado ahí.
- Algunos dicen que fue culpa del propio Jones, jefe de los paracaidistas.
- No. Todo el asunto se había detenido y él decidió que necesitaba darle un impulso. Como jefe, decidió que iba a hacer. Nunca critico a un jefe por hacer eso, porque es la persona a cargo. El evaluó la situación, creo que tuvo razón, pero murió.
- Según algunos, fue imprudente.
- No, no lo creo. Creo que están hablando tonterías, cada jefe tiene que tomar su propia decisión. Como historiador militar, yo siempre le recuerdo a la gente que una división en particular, peleando en Normandía en la Segunda Guerra Mundial, en seis semanas perdió a 12 jefes. De un total de 12 batallones. O sea que murieron todos los jefes y la razón fue que la cosa no iba bien. Entonces tenían que ir para adelante todo el tiempo, un jefe tiene que avanzar para ver qué está pasando y ahí puede cometer un error. Todos cometemos errores. Quizás se adelantó demasiado, eso fue un error de juicio, pero no fue imprudente.
- ¿Se arrepiente de haberlo mandado?
- No me arrepiento de haberlo mandado. Me arrepiento de no haberlo apoyado mejor, porque me pidió más recursos y yo le dije que no los podía tener. Si yo hubiese permitido más recursos, quizás estaría vivo hoy. Lo que debería haber hecho, porque yo no quería hacer ese ataque, es tomar el mando del ataque yo mismo con otra unidad. Entonces tendría dos unidades para maniobrar. Y también debía hacer lo que él me pidió, mandarle armamento liviano y tanques livianos, que sí, los tenía. Y hubiesen tomado esa posición así nomás. Entonces, en un sentido, me culpo a mí mismo por su muerte. Porque no lo apoyé lo suficiente.
AMABLE Y FRIO
En la entrevista Thompson dijo algunas otras cosas, que las podría enunciar yo, que soy argentino y testigo. Pero no puedo ser la plataforma desde la cual las transmita él, un general enemigo. Así que las omito.
Durante el encuentro Thompson fue amable y frío al mismo tiempo. Antológicamente brit. No se interesó para nada en mi persona, no me preguntó nunca nada, pero me había ido a buscar a la estación de tren (manejaba su esposa, significativamente más jóven que él) y hasta nos invitó a almorzar en su departamento.
El general siempre toma en sus almuerzos una copa de Malbec mendocino y hace unos años visitó la Argentina sin ser reconocido por nadie. Aceptamos la invitación, pero en eso lo llama por teléfono el capitán del buque de asalto anfibio Fearless, Jeremy Larken, y Thompson le dice: "Acá me están entrevistando, pero deberían entrevistarte a ti". Me pasa el teléfono, hablo con este oficial, que también accede a darme una entrevista, pero pone como condición que teníamos que llegar a su pueblo del interior de Inglaterra antes de las 11 de la mañana del día siguiente, porque después partía.
Declinamos entonces quedarnos a almorzar -Thompson no se ofendió- y salimos disparados para Londres. La única manera de llegar a tiempo era con un tren bala, pero cuando nos enteramos del sideral precio de los pasajes, desistimos.
Ya habíamos reventado demasiado la tarjeta de crédito en esta aventura. Antes de la entrevista, Thompson, de casi 90 años, no se privó de piropear a mi esposa (se había salvado en Malvinas, pero estuvo a punto de morir ese día en Romsey, je...) y luego de terminada la misma estuvo hablando de sus viajes a Africa, sus libros de historia militar y las actividades de sus hijos.
Al volver a Londres quise adquirir un ejemplar original de “No Picnic” (el mío era la versión castellana, publicada en 1982 por Atlántida), pero resultó imposible. En todas las librerías me decían que estaba agotado desde hace mucho tiempo y no había sido reeditado. ¿Sería porque, en varios aspectos, es favorable al bando argentino?
Entrevista realizada por Nicolás Kasanzew.
Publicado en LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/El-general-britanico-que-rebate-las-falacias-554435.note.aspx
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