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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

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domingo, julio 27, 2025

La caída de Anastasio “Tachito” Somoza. Por Nicolás Kasanzew.

Anastasio “Tachito” Somoza Debayle junto al autor de ésta nota.

La caída de Anastasio “Tachito” Somoza.

Por Nicolás Kasanzew.

El 20 de junio de 1979 Bill Stewart, periodista de la cadena de televisión ABC, que estaba cubriendo la guerra civil en Nicaragua, fue asesinado por un soldado de la Guardia Nacional. La impactante imagen, grabada por su camarógrafo, recorrió el mundo provocando enorme indignación y fue el preludio del fin del gobierno de Anastasio “Tachito” Somoza Debayle. El dignatario había nacido hace un siglo, en 1925, y fue asesinado por un grupo del ERP hace 45 años.

Enviado a Managua a raíz del asesinato de Stewart por el programa de Canal 13 “Mónica Presenta”, yo conseguí una entrevista con Somoza, e incluso una primicia: me dijo que había decidido renunciar. El encuentro tuvo lugar en lo que se había dado en llamar “el búnker” del presidente nicaragüense. De modales refinados, -se hacía notar su paso por la prestigiosa academia militar estadounidense de West Point- me recibió afablemente, junto con mi camarógrafo Angel Libonatti. No se lo advertía nervioso, a pesar de que los rebeldes sandinistas estaban ad portas.

Su padre, Anastasio “Tacho” Somoza García fue elegido presidente de Nicaragua en tres períodos: de 1937 a 1956, cuando fue asesinado. “Tachito” fue presidente de 1967 hasta 1979 cuando una resolución de la OEA exigió su renuncia y su partida del país, mientras los rebeldes sandinistas -entre los cuales había terroristas de Montoneros- avanzaban hacia la capital.

Somoza era considerado como el más acérrimo partidario de los EE.UU. y de los valores de Occidente en toda América Latina. Su gobierno nunca se apartó de ese apoyo en ninguna votación en las Naciones Unidas. Pero cuando los rebeldes pro comunistas, entrenados por Fidel Castro, avanzaban sobre la Guardia Nacional que le seguía siendo leal, el gobierno de Jimmy Carter no sólo le soltó la mano, sino que contribuyó a su caída.

Fuí testigo como -a pesar de que los sandinistas recibían el apoyo en la forma de hombres, armas, equipos y pertrechos de la Unión Soviética y Cuba- el gobierno de Carter presionaba duramente a Somoza, a través de su embajador Pezullo, para que cesara la resistencia.

EL ASESINATO DE STEWART

Comencé por el tema de aquel momento, que había conmovido al mundo.

-El asesinato del periodista Stewart le está causando mucho daño a su imagen…

-Usted tiene que entender que las circunstancias que rodearon la desafortunada muerte de este hombre no son las que uno llamaría normales. Nicaragua está en una lucha de vida o muerte con un enemigo muy sofisticado, el comunismo. En esa situación las decisiones no son siempre las que deberían ser.

El soldado que le disparó a Stewart estaba apostado en un retén de avanzada, había estado bajo fuego y, como muchos de los miembros de la Guardia Nacional, había estado de servicio sin dormir durante mucho tiempo. Stewart había pasado el primer retén y se dirigía al segundo. Creo que el “Miami Herald” fue el único de los diarios importantes en reportar el hecho de que el soldado le había ordenado a Stewart dos veces que se detuviera. Estas órdenes fueron ignoradas y Stewart terminó muerto. Soy el primero en admitir que el soldado cometió un error fatal, literalmente. Yo no estoy defendiendo sus acciones, pero pienso que las circunstancias de su lamentable muerte deben ser conocidas.

- Sin embargo, en el video se ve claramente que el soldado lo hace arrodillarse, antes de dispararle a quemarropa. La impresión que quedó es que usted apretó el gatillo que mató a Stewart.

- Ese es el mensaje que los medios quisieron transmitir. Y todo el trágico episodio fue grabado por el equipo de la ABC. Yo tenía el poder de incautar el material y, de hecho, me habían sugerido que lo hiciera. Pero yo siempre respeté a los medios de prensa y esta vez no fue diferente. Yo permití que el video saliera del país. Algunas televisoras de Estados Unidos se pusieron a emitir esas imágenes cada 20 minutos. El resultado fue devastador. Cuando recibí la noticia de la muerte de Stewart, me agarré la cabeza y exclamé: “!¿Oh, Dios, cómo pudo haber pasado esto?!” Pero el hecho habia ocurrido y no alcanzaría ninguna cantidad de remordimiento en el mundo para deshacerlo.

- Ese video fue muy dañino para usted personalmente.

- Ese video hizo más para volcar la opinión pública contra mi persona, que cualquier otra cosa. Estábamos en guerra y yo tenía la prerrogativa como gobierno de censurar o controlar a la prensa. Y sin embargo, insisto, yo liberé el video. Porque creo en la libertad de prensa y defenderé esa libertad hasta el final. Si yo fuera un dictador, como tantos representantes de la prensa internacional sostienen, nada que fuera crítico de mí o del gobierno de Nicaragua hubiera salido del país. A los medios se les permitió filmar, escribir y transmitir todo: lo bueno y lo malo. Y se transmitía todo lo malo, sin casi nada de lo bueno.


EL BUNKER

Еn las noticias siempre se mencionaba “el búnker”, que ocupaba Somoza, donde yo lo estaba entrevistando. En realidad, no era un bastión de defensa, ni mucho menos. Después del terremoto de 1972, que destruyó el 80 por ciento de la capital nicaraguense, a Somoza le construyeron unas oficinas de hormigón armado, en forma cuadrada. Y al complejo de oficinas, se le agregó un dormitorio y una cocina para uso eventual.

Era una cosntrucción simple, nada ostentosa, pero la gente comenzó a llamarla “el búnker”. Cuando uno piensa en ese término, lo identifica automáticamente con una fortaleza inexpugnable, bajo el nivel del suelo. El búnker no era nada de eso, sino la oficina del presidente y durante la guerra civil se convirtió en el centro de comando para todas las operaciones.

Cuando la situación empeoró, Somoza le pidió a los integrantes de su gabinete que estuvieran al alcance del teléfono en todo momento. Todas las mañanas concurrían a su oficina para consultas y el briefing corriente. Al complicarse aún más la situación, Somoza pidió que los miembros del gabinete se mudaran al hotel Intercontinental, que estaba a solo un centenar de metros del búnker. En el momento de mi entrevista, su primo y presidente de la Cámara de Diputados, Luis Pallais, había comenzado negociaciones con los EEUU. Estas versaban sobre la exigencia de que Somoza abandone el país y en torno a la clase de garantías que se le otorgarían a los integrantes de la Guardia Nacional.

Un oficial de la Guardia Nacional me había comentado que en el cercano centro de entrenamiento, se monitoreaban las comunicaciones del enemigo. Se escuchaban sus comunicaciones y se sabía exactamente qué decían y que estaban haciendo. Los sandinistas usaban radios de banda única, o sea que mientras realizaban los ataques sobre distintas ciudades. Somoza estaba en comunicación con los comandantes propios y se enteraba de lo que planeaba el enemigo.

En la ofensiva de setiembre de 1978 los sandinistas atacaron simultáneamente varias ciudades. Y también hubo un ataque frontal desde Costa Rica. En esa oportunidad fueron rechazados por la Guardia Nacional, pero los revolucionarios aprendieron mucho de aquella experiencia militar. Desde setiembre del 78 mejoraron su equipamiento, tanto así que tenían un poder de fuego superior y una cantidad inagotable de munición.

En la nueva ofensiva usaron bazucas francesas, cohetes chinos, fusiles lanzagranadas antitanques, morteros y granadas de mano. Al principio, la Guardia Nacional los rechazó en las minas de Bonanza y Rosita, y también en Jinotega. Pero entonces atacaron simultáneamente Managua, Masaya, Rivas, León, Estelí, Matagalpa y Chinandega. Para detenerlos en todos esos lugares Somoza no tenía suficientes fuerzas ni pertrechos.

MAQUINARIA BELICA

-¿Por qué ustedes están siendo militarmente más débiles que los rebeldes?

-No tenemos una maquinaria bélica importante, por la filosofía de nuestro Partido Liberal: para nosotros la prioridad era el desarrollo económico del país. Por lo tanto, los gastos para la Guardia Nacional, la policía de seguridad, la policía interesestatal, las armas y municiones sumaba el 10 por ciento del presupuesto nacional. Y realmente nuestro país se desarrolló. Pero considerando que a las fuerzas de izquierda se les dio luz verde en todo el mundo libre, yo lamento que Nicaragua no haya gastado más dinero en su defensa militar.

- ¿No fue un poco ingenua su visión?

- Es que no teníamos disputas territoriales con ninguno de nuestros vecinos. Por eso me parecía lógico que la plata de los ciudadanos, que pagaban impuestos, debía ser gastada en desarrollo económico. De hecho, Nicaragua no ha comprado ninguna maquinaria bélica sofisticada desde 1957. Esa es la verdad lisa y llana. Y acepto la responsabilidad por haber limitado los gastos en armamento. Nicaragua estaba siendo atacada por fuerzas agresoras internacionales y yo no lo preví. - Ustedes pudieron quizá contraatacar en Managua y Masaya, pero luego vino una nueva ofensiva desde Costa Rica… -Si, una fuerza de cinco mil hombres estaba cruzando la frontera desde Costa Rica. Mi primera reacción fue tratar de contactar al observador de la OEA en Costa Rica, pero nunca lo pude lograr. Demoramos a esa fuerza invasora con fuego de cohetes y morteros, pero no pudimos pararla.

- Gente de la Guardia Nacional me comentó que en Managua los sandinistas les disparaban con cohetes chinos a sus viejos tanques Sherman. ¿Cómo les llegaron esas armas?

- Si yo hubiera ejercido un mayor control sobre la población civil en Managua, esos cohetes chinos no hubieran entrado. Pero cada vez que yo quería apretar las clavijas en materia de seguridad, los funcionarios de Carter se me venían encima. Para Cárter eso era “violación de los derechos humanos”. Yo elegí apaciguar a Cárter y ese fue mi gran error. Al principio de esta última ofensiva yo confiaba en que finalmente los sandinistas se iban a quedar sin municiones. Yo no sabía que en Costa Rica tenían un arsenal que se iba rellenando constantemente y que esos pertrechos les llegaban a las fuerzas revolucionarias tanto por tierra, como por mar. Nosotros, por el contrario, no teníamos absolutamente ninguna fuente de abastecimiento, y el enemigo tenía plena conciencia de ello. También el enemigo sabía que Cárter se ocuparía de que no consigamos ninguna fuente de pertrechos. Lo sabía asimismo Fidel Castro.

- Pero ustedes tienen aviones…

- Si, hasta cierto punto nuestra modesta fuerza aérea podría haber neutralizado el sofisticado armamento del enemigo. Sin embargo, en las últimas semanas se agotaron las bombas y nuestros aviones se tornaron inservibles.

- ¿Es verdad que pensó en movilizar a los ciudadanos para rechazar a los sandinistas?

- Me lo sugirieron, pero no me pareció bien, porque pensé que pondría en peligro a la población civil y el futuro mismo de Nicaragua. En vez de eso, exhorté a que se sumen voluntarios y muchos lo hicieron. A los voluntarios les entregamos 17 mil fusiles. Desafortunadamente, había poca munición para esas armas. En este momento debemos tener unos 20 mil hombres dispuestos a combatir al enemigo. Estos hombres no fueron derrotados; simplemente no tienen los medios con los cuales luchar.

- ¿Usted se arrepiente de como manejó la presidencia?

- En eso no tengo remordimientos. El pueblo de Nicaragua sabe que traté de hacer mi trabajo apropiadamente.

- Pero la comunidad empresaria del país no lo está apoyando…

- Es una historia trágica. Repetidas veces se les advirtió a los empresarios que una victoria sandinista va a significar un gobierno marxista en Nicaragua. Pero siempre han contestado: “Podemos controlar a los sandinistas “. Pronto verán cuán equivocados están.

(En eso Somoza no se equivocaba. Muchos de esos hombrers de negocios fueron a parar a la cárcel, otros se exiliaron a Miami y a la mayoría de ellos le fueron confiscadas las propiedades tras la caída de Somoza. Haber apoyado a los sandinistas les costó todo lo que tenían).

-¿Cómo explica la animosidad contra usted del gobierno de los EEUU?

- Durante mi gobierno, hemos enviado a más de catorce mil hombres a los programas de entrenamiento militar en Estados Unidos. Debido a nuestra estrecha asociación con ese país, Nicaragua a menudo era llamada “la pequeña USA de Centroamérica”. Mi idea era exponer a la mayor cantidad de nicaragüenses al estilo de vida americano. Quería que el pueblo de mi país comprendiera lo que es la libertad y viera lo que una sociedad capitalista puede producir. Yo quería crear una atmósfera de tipo estadounidense en Nicaragua, y lo estaba logrando. Por eso digo que lo de Carter, es una traición total.

-En estas circunstancias usted no podrá aguantar mucho más. ¿No ha pensado en renunciar?

-Si. Estoy teniendo negociaciones al respecto con el embajador norteamericano Pezzullo. El me dijo que está todo arreglado para que yo y mi familia vayamos a los EEUU, y que luego de mi partida su país se encargaría de mantener intacta a la Guardia Nacional y prestaría especial atención a los miembros de mi Partido Liberal. También me prometió que me otorgarán una residencia permanente, por cuanto mi esposa es ciudadana estadounidense. También le prometieron que sería recibido como jefe de Estado en los EEUU y se le brindaría seguridad. Nada de eso fue cumplido. Trás su caída, unos ocho mil miembros de la Guardia Nacional fueron encarcelados, así como muchos miembros del Partido Liberal, y sus propiedades confiscadas.

DESPUES DE LA RENUNCIA

Seis horas después del arribo de Somoza a Miami, el 17 de julio de 1979, el Secretario de Estado Warren Christopher, bajo órdenes directas de Carter, le informó que no era bienvenido en los EEUU.

No habían pasado aún 24 horas desde que Somoza, según lo acordado con el embajador Lawrence Pezullo, renunciará como presidente y comandante del ejército de Nicaragua. Pezullo le había asegurado que sería bienvenido en los EEUU y que hablaba en nombre del presidente Carter.

-¿Qué va a hacer después de su renuncia?

- Seré un hombre sin país, puesto a la deriva por fuerzas fuera de mi control. En el mejor de los casos mi futuro es incierto. Pero, mientras viva, haré todo lo que esté a mi alcance para que otras naciones libres no sufran lo mismo que Nicaragua. A mi modo, estaré haciendo sonar las alarmas.


ASESINADO POR EL ERP

No contó con mucho tiempo para hacerlo. A los 55 años de edad, el 17 de setiembre de 1980, fue asesinado en Asunción del Paraguay, donde le había dado asilo político el general Alfredo Stroessner. Somoza cayó en una emboscada, tendida por la organización terrorista argentina ERP. El autor material del hecho, que utilizó contra su Mercedes Benz un lanzagranadas antitanque de fabricación soviética –y único abatido por las fuerzas paraguayas– fue Hugo Irurzún. Curiosamente, este guerrillero, conocido como “Comandante Santiago” había sido vencido en el combate de Manchalá, en Tucumán, durante el Operativo Independencia. El 28 de mayo de 1975, lo hicieron retroceder junto a sus 140 hombres, un puñado de soldados conscriptos al mando del cabo primero Gerardo Lafuente.

Publicado en LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/La-caida-de-Anastasio-Tachito-Somoza-562241.note.aspx


Por Nicolás Kasanzew.

miércoles, abril 02, 2025

“El dolor pasa, el orgullo es para siempre”. Por NICOLÁS KASANZEW.

 


“El dolor pasa, el orgullo es para siempre”. 

Por NICOLÁS KASANZEW.

Lo habían destinado a la 1° Sección de Tiradores de la Compañía A del Regimiento 3 de Infantería a último momento, por lo cual no había llegado a instruir a sus soldados y ni siquiera los conocía. De ahí que debía duplicar sus esfuerzos para formarlos en el lapso que quedaba antes del combate.

Los arengaba permanentemente y los hacía rezar. Rezar en demasía, como décadas después de la guerra todavía le reprochaban –con bonhomía– algunos de sus conscriptos. Me crucé con él varias veces en Puerto Argentino, lucía un escapulario en el pecho de su uniforme, andaba sucio y desprolijo, a diferencia de tantos oficiales que pululaban en el pueblo pulcros y limpitos. El teniente primero Víctor Hugo Rodríguez, “el Chuly”, de 33 años, los relojeaba con una mirada mezcla de sorna y desprecio: estaba orgulloso de vivir en un pozo de zorro con sus soldados, que tenían aspecto de mutantes.

Sus rostros ennegrecidos y sus ojos que brillaban como ascuas, se debían al hollín de la turba que encendían para calentar agua u otros menesteres. En esos breves encuentros, -dado que se enteró de mi origen- tocabamos también temas de historia militar rusa.

Muy afablemente, me recibió en su casa de Rosario, donde vive con la “estoica, férrea e inquebrantable” Graciela, su esposa y madre de sus cinco hijos.

LA MISION EN LAS MALVINAS.

-Del combate que vos llevaste a cabo en el monte Wireless Ridge, -la noche del 13 al 14 de junio- trascendió bastante el episodio en que los soldados Tríes y Serrizuela rescatan y salvan al sargento Villegas, gravemente herido. Pero tu propia imagen a lo largo de estos años ha quedado un poco en la sombra, siendo vos el hombre que los conducía. Ese contraataque fue único, porque avanzaron por un valle, como por un campo de golf, a cuerpo gentil. Cuarenta hombres contra la maroma inglesa que se venía. ¿Qué misión habías recibido?

-A nosotros nos dijeron que el Regimiento 7 estaba cayendo y había que ir a reforzarlo. El capitán Zunino me da la orden: formemos la compañía y avancemos. Yo le digo: “Mi capitán, yo quiero estar allá arriba, no voy a pelear contra los ingleses desde abajo del valle de Moody Brook”. Y salgo, muy rápido.

WIRELESS RIDGE.

Cada soldado tenía tres cargadores. El Chuly les ordenó que además llenaran dos medias con munición, les hicieran un nudo y las llevaran cologadas del cuello. Para evitar el efecto demoralizador que podía tener la visión de aquellos soldados del 7, muy maltrechos, que estaban retrocediendo en ese momento, en vez de ir en linea recta el oficial llevó a sus hombres por el albardón del mar. -¿El objetivo era subir al Wireless Ridge?

-Exactamente. No teníamos artillería ni morteros que nos estén apoyando. Rápidamente formé en cadena, un hombre al lado de otro, porque me daba cuenta que no tendría conducción, ni radio para poder manejar a mi grupo y el del subteniente Arístegui. Al jefe de compañía no lo encuentro y entonces me doy cuenta que estoy solo.

-¿Tampoco al jefe de operaciones?

-No, el jefe de operaciones, mayor Guillermo Berazay, no existió nunca, desde ningún punto de vista. Cuando veo que estamos con sólo dos secciones, le digo a Aristegui: “Subteniente, el que está a cargo de este contraataque a partir de este momento soy yo, no sé dónde está el jefe de compañía.

-¿No te enteraste de lo que estaba pasando?

-Nunca me enteré porque me mandaron cuatro estafetas y ninguno me encontró. Era un infierno, nos tiraba la artillería, nos tiraban los morteros y nos tiraban desde los barcos. Le hacen una barrera de fuego a mi sección que venía desplegada, una barrera de fuego de unos 200 metros por 50.

-¿Qué es lo que más te preocupaba en ese momento?

-Estábamos recibiendo ese fuego infernal y tenía un gran temor de que mis soldados aflojaran. Cuarenta años después el soldado Sergio Torres me dijo: “Mi teniente primero, yo me quería rajar, yo soy un hombre de avería”. -¿Cómo evitaste que se rajaran?

-Me fui adelante, no me quedó otra, me di cuenta en ese momento que ellos tenían que ver al jefe de la sección adelante. Y les hablé. Yo, como militar, tendría que haber impartido una orden clara, concreta y concisa, que es: al asalto. Yo no dije “al asalto”.

-¿Qué dijiste?

-Dije: “¡A lo gaucho, arriba, trote, mar... seguirme!”, Y los sorprendimos a los ingleses, los chocamos. Ahí cae el sargento Villegas y los soldados Tries y Serrizuela lo auxilian. Ahí un proyectil le destroza la rodilla a mi sargento Vallejos. La masa de los heridos la tuvimos en ese primer choque. Fue un combate de encuentro.

BUENA PUNTERIA.

Los argentinos no tenían visores nocturnos para apuntar el fuego sobre blancos localizados. Tiraban casi a ciegas, por intuición y reflejo. Disparaban hacia donde veían el resplandor de las bocas de fuego enemigas.

-Ese combate es mencionado por fuentes británicas, inclusive una de ellas señala que tus hombres tenían buena puntería.

-Eso dicen. Es que estaban muy bien preparados, y tenían un espíritu alto. Mi emoción más grande es que varios de esos soldados de 18 años me pasaron.

-¿En qué sentido?

-Pasaron al lado mío. Yo iba primero y ellos, del ímpetu que llevaban, me sobrepasaron: el soldado Mazane, el soldado Izaguirre, el soldado Tries, el Cata Carballo, el Mono Paz. Me sentí muy aliviado: no estaba solo, mis soldados me empujaban también.

-Y en el momento del choque ¿vos viste que los ingleses entraron en confusión, retrocedieron?

-Fue muy reconfortante verle las espaldas a los ingleses. Ellos mismos admiten que se detuvieron durante dos horas. Con eso le permitimos al Regimiento 7 replegarse, mientras recibíamos la mayor cantidad de fuego. Al subteniente Aristegui yo le hago cambiar la dirección del ataque, que corte hacia el costado, pero el camina seis metros y cae herido. Llego hasta él, tenía dos soldados a su lado, rodilla en tierra, y escucho que uno de ellos le dice: “Pendejo, vos te portaste muy bien con nosotros, nosotros te vamos a sacar de acá”.

-¿Cómo lograste que tuvieran ese temple? -En los pozos todas las noches les hablaba, los preparaba para entrar en combate. Para matar y morir. El sargento Villegas, el cabo primero Salor, el cabo Fariña controlaban los fusiles, que se limpiaban permanentemente…

FACTOR RELIGIOSO.

Al llegar desde el continente a la Base Aérea Malvinas, el teniente primero Rodríguez había pronunciado una invocación a Cristo Rey y a la Virgen María, pidiendo protección y fortaleza. Luego les dijo en la cara a sus soldados, en forma dura y realista, que no todos regresarían y explicó los motivos de la presencia argentina en el archipiélago. Como en todas las demás unidades, el factor religioso se manifestó siempre.

-Escuché que Vallejos, el que cae herido y después pierde una pierna, atacaba llevando una Biblia…

-Si, sí. Y la oración era permanente. Yo llevaba un escapulario de la Virgen pegado en el pecho, quedó negro por el hollín de la turba malvinera. Y me ayudó, porque la esquirla más chiquitita de toda la guerra me pegó en él. Si hubiera sido más grande, otra sería mi historia, la Virgen de Lujan me ayudó mucho.

-Algunos de tus soldados se quejaban de que los hacías rezar demasiado.

- (Ríe)… Si, rezábamos todas las noches después de cenar.

-Volviendo a ese contraataque, cuando avanzabas, ¿qué sentías?

-A partir de las ganas de triunfar, el miedo va desapareciendo y te desempeñás en el combate normalmente, respirás adrenalina pura. Yo tenía soldados de 18 años, algunos con dos meses de instrucción, otros con un año, pero todos fueron voluntariamente. Porque después de haber hecho el servicio militar, se presentaron espontáeamente en el cuartel, sin que los llamaran.

-Sin embargo, en algunas unidades, hubo casos de soldados que se tiraban un tiro en la pierna o en el brazo para que los llevaran de vuelta al continente. ¿En tu sección pasó algo parecido?

-Si, a mí me pasó. Un día llamo a mis soldados y faltaba uno. Lo buscamos y se había pegado un tiro entre los dedos del pie. Yo me lo cargué al hombro y lo lleve cinco kilómetros hasta el hospital. Y el médico me dice: “Bueno, retírese, ya no depende de usted, lo mandamos al continente en el primer Hércules que venga”. Pero yo le respondo: “No. Soy su jefe, y no vuelvo sin el soldado. Tengo 40 hombres que me están esperando. Si vuelvo sin este, ¿qué mensaje les estaría transmitiendo? ¿Péguense un tiro, que entonces la Chancha se los lleva a sus casas?” Después de la curación, volví a cargar al soldado y lo llevé a las trincheras: estuvo con nosotros hasta la rendición.

EL DESPUES DE LA GUERRA.

Cuando finalmente llegó la orden de repliegue, los soldados del Chuly se encaminaron hacia Puerto Argentino en medio de una densa niebla. Repetían lunfardismos a voz en cuello para que no les fuera a disparar la propia tropa. Fue la última fracción en abandonar, a las nueve de la mañana, Moody Brook, el ex cuartel de los Royal Marines. A las diez se produjo el cese de fuego.

Tras la guerra Víctor Hugo Rodríguez ha estado realizando una sostenida labor malvinizadora y patriótica, siendo el fundador de la Asociación Sanmartiniana de Rosario, que ha llevado a más de cinco mil argentinos a recrear, a lomo de mula, el Cruce de los Andes.

- No hubo condecoraciones de la Nación para vos y tus hombres…

-No. Cuando volvimos, todos los jefes fueron expulsados de sus regimientos, los echaron y vino gente nueva, de escritorio, y decidieron ellos a quien distinguir, los veteranos no fuimos consultados.

- O sea que en vez de premiarlos y aprender de ustedes, fueron castigados.

-El castigo fue: ustedes no pueden permanecer más aquí adentro.

-¿Cómo explicás esto?

-No tiene explicación. Cuando volvimos de Malvinas nos encerraron -como en un campo de prisioneros- en Campo de Mayo. Nuestras familias nos esperaban afuera, detrás del alambrado y no las podíamos ni saludar. Pero nos quedamos con el orgullo de haber combatido en la guerra. Ni el alambre, ni las distinciones, ni nada se puede comparar con lo que nosotros trajimos de Malvinas y nos acompañará hasta la muerte: el honor y la gloria. El dolor pasa, pero el orgullo…el orgullo es para siempre. -Magnífico cierre, Chuly.

-Gracias por estar en mi casa. ¡Viva la Patria!

¡Viva!

Por Nicolás Kasanzew.

Publicado en LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/El-dolor-pasa-el-orgullo-es-para-siempre-558010.note.aspx

domingo, febrero 23, 2025

LA HISTORIA REAL, LA INSPIRACION LITERARIA Y LAS PERIPECIAS DE SOLZHENITSYN DETRÁS DE ‘EN EL PRIMER CÍRCULO’. Por Nicolás Kasanzew.

 

Nicolás Kasanzew junto al escritor ruso Alexandr Solzhenitsyn,
durante una visita a su “dacha” en Cavendish, Vermont, en 1984.

LA HISTORIA REAL, LA INSPIRACION LITERARIA Y LAS PERIPECIAS DE SOLZHENITSYN DETRÁS DE ‘EN EL PRIMER CÍRCULO’.

Descenso al infierno de un premio Nobel.

El escritor ruso ambienta su novela en uno de los campos de trabajo soviético donde fue confinado. Por lo explosivo de su contenido debió reescribirla siete veces. A través de sus personajes se plantean temas predestinados a crecer en sus obras futuras.

Por Nicolás Kasanzew.

jueves, enero 23, 2025

A 43 años de la Gesta. A matar o morir en Monte Longdon. Por Nicolás Kasanzew.




Viernes 11 de junio de 1982 a las 21.05. El estallido de una mina alerta a las posiciones argentinas en monte Longdon. Transcurren unos minutos en silencio y luego se abren las puertas del infierno. Comienza a caer un alud de proyectiles de artillería... mientras centenares de británicos avanzan por todo el frente.

El combate de monte Longdon fue uno de los más cruentos de la guerra de Malvinas, y en su transcurso la sección que más bajas tuvo fue la tercera de la compañía B del Regimiento de Infantería 7, al mando del entonces teniente primero Enrique Eneas Neirotti.

Alto, enjuto, de cabeza rapada y con el sentimiento del drama vivido a flor de piel, el hoy teniente coronel se aviene a hablar conmigo en el hotel mendocino de suboficiales de la Fuerza Aérea.

POZOS DE ZORROS

- Enrique, ¿por qué la primera sección y la segunda combatían desde pozos de zorros y la tuya no?

- Unas horas antes del ataque final, el mayor Carlos Carrizo Salvadores, segundo jefe del 7, me ordena ubicarme entre la primera y segunda sección, porque ya se sabía que avanzaban sobre ese punto, y quería reforzar el área. Salimos de nuestros pozos de zorro y nos ubicamos entre la primera y segunda sección. Ya no había tiempo para hacer las posiciones. Es la principal causa por la cual se producen tantas bajas, porque cuando cae el proyectil pesado de artillería, las esquirlas van a los 360 grados. Si los hombres no están en un lugar muy protegido, es mucho más fácil que los alcancen.

- Sin embargo, después de haber estado largo tiempo a la intemperie, muy adelgazados, en inferioridad de condiciones, tus soldados igualmente pelearon…

- A mí me llama la atención la voluntad de ellos de seguir luchando. Pedro Díaz, por ejemplo, cuando yo le digo que vaya a ayudar al cabo primero Martínez, que estaba con varias esquirlas y un tiro en la pierna, va y lo hace. Ponce también estaba gravemente herido, le digo que se vaya al puesto de reunión de heridos y no hace caso. Lo palmeo y me saca el hombro. Estaba enojado y quería seguir combatiendo. Estaba encarnizado. Eso es así porque uno está compenetrado, le da prioridad al hecho de bajar enemigos. Ponce sigue, a pesar de que el proyectil que había caído muy próximo a él, lo había dejado unos minutos fuera de combate; pierde la orientación, la onda expansiva lo agarra muy fuerte. Me dijo que sentía todos los órganos como si fueran un sonajero, como si estuvieran sueltos. Eran los efectos del proyectil de artillería. Terribles eran los ruidos de las bombas que caían a la derecha y a la izquierda. La tierra vibraba. A la gente que no fue herida, las esquirlas le pasaban a uno o dos metros, de distintos lados.

- ¿Cómo comienza el combate?

- Ellos ya venían avanzando desde las cinco de la tarde, que ya era oscuro. Y el cabo británico Milne pisa una mina antipersonal, que le vuela la pierna derecha. Eso alerta a todo Longdon, es la primera explosión. Sabemos que estaban queriendo subir el monte, muy próximos, a 800 y pico de metros. Oscuridad total, estamos apuntando, pero no vemos, todavía no comenzaba la acción. Pasan unos minutos y empiezan los disparos en la primera sección del subteniente Baldini, ahí él es abatido. Los proyectiles de artillería caen sin iluminantes, seguíamos sin ver. A todo esto, cuando Milne pisa la mina, yo miro el reloj, tenía un cuadrante iluminado: eran las 21:05. Muy pocos minutos después comienzan a caer iluminantes. Desde 40 o 50 metros de altura, con pequeños paracaídas, iluminan el campo de batalla. Unos caían a 50 metros, otros a 100 metros y ahí arranca el combate. Tengo viva la foto de hace más de 40 años…

- Una foto mental…

- Yo tengo una foto mental: ellos avanzaban alternados, eran cientos. Una línea desprolija que avanzaba desde abajo y comenzó con esa repentina iluminación del campo de combate: comienzan a disparar ellos y también nosotros.

- ¿Cientos de ellos y ustedes cuantos?

- 278 hombres.

- ¿Contra 600?

- Contra 600 o un poco más, porque había unos hombres fuera de las fracciones convencionales de infantería. Uno no tiempo de asustarse, aunque por supuesto está la tension. No queríamos que sigan avanzando, les tirabamos con todo lo que teníamos, se pegaron al piso; yo creo que si tenían una retroexcavadora se metían abajo. Si seguían avanzando, era el combate cuerpo a cuerpo. Y lo hubo: fue la última vez que hubo combate cuerpo a cuerpo con bayoneta calada desde la Segunda Guerra Mundial, no tengo antecedentes de otra. Pero lo más tremendo fue la artillería. Según la estadística, después de la Segunda Guerra Mundial, el 50% de las bajas se producen por los efectos de la artillería.

- ¿Por efecto de la artillería muere el soldado Eduardo Araujo?

- A mi izquierda estaban el cabo primero Martínez y los soldados Araujo, Arrascaeta, Gonzáles y Ponce. Cae un proyectil y volaron los cinco. Arrascaeta, González y Araujo mueren inmediatamente, Martínez y Ponce quedan gravemente heridos, con varias esquirlas cada uno, en la pierna, en la espalda, en la cabeza. Y luego se vienen arrastrando, estaban a unos 12 metros más o menos, para avisarme. Tenían problemas para movilizarse. Aún así Martínez continua disparando, le han sacado dos esquirlas pero tiene cinco esquirlas adentro. Ponce también.

“SEGUIR LUCHANDO

A Neirotti se le enrojecen los ojos. Algunos días antes del combate, el soldado Arrascaeta ya había sido alcanzado por esquirlas de artillería. Dos hombres de la sección lo llevaron hasta el hospital de Puerto Argentino, a diez kilometros de distancia, donde le hicieron las curaciones. Luego ser atendido, reapareció en el Longdon, ante el asombro de Neirotti. En el hospital le habían dicho que ya cumplió con la patria y que debía regresar al continente. Pero respondió que quería seguir luchando junto al resto. Su camarada Araujo era otro soldado que siempre hacía gala de ánimo patriótico.

- ¿Cómo era Araujo?

- Delgadito, más bien bajo, muy alegre, le gustaba cantar, lo hacía bien, en el continente tenía una guitarra. Dos días antes de salir de La Plata para venir a Malvinas estaba tocando, cantaba y se reunían alrededor de él, mientras preparabamos el equipo para salir para allá.

- ¿Y en las islas?

- También cantaba, rock nacional, acompañándose con una lata vacía de dulce de batata Lembo. Inclusive lo hacía durante el asedio de fuego: en la noche era la artillería naval y de día los aviones Harrier que nos bombardeaban. Pero él sacaba la lata y cantaba, eso nos gustaba mucho. Levantaba el espíritu, la verdad que nos ayudaba a despejarnos cuando cantaba.

- Él escribió desde Malvinas: “Quédense todos tranquilos, que el soldado Araujo monta guardia por la Argentina, la de todos, próspera y soberana, y que es fiel a su juramento”.

- Si, él le escribió eso a la familia, su hermana era chiquita. Yo lo llamo y le digo: “Araujo, ¿a que te referís cuando decis que das la vida por todos?” Y me contesta: “Por todos, buenos o malos, no hago ninguna diferencia, mi teniente primero”. Araujo, Arrascaeta, yo me quedé pensando. Por más que tuvieran 18 años, eso no tiene que ver con ser profesional, hay cosas que vienen de la casa o del espíritu, el ánimo de colaborar con el resto. Hay personas que, no importa la edad, tienen unos valores enormes.

“MAREA HUMANA DE BRITANICOS”

Neirotti respira hondo y sigue recordando. Tres metros entre hombre y hombre, una marea humana de británicos avanzaba sobre los argentinos, haciendo fuego con fusiles, ametralladoras, simultáneamente con una lluvia de obuses de artillería. La sección de Neirotti tenía dos cañones de 90 mm y un lanzamisiles portátil SAM 7, provisto por los peruanos… pero ninguno funcionaba.

- Volvamos al combate. Vos mismo estás tirando…

- Fue terrible. Estabamos en el vórtice de la tormenta. Pero tirabamos con una cadencia tal, que el enemigo se sorprendió.

- ¿Del volumen de fuego de ustedes?

- El volumen de fuego nuestro era increíble, ellos lo dijeron en varios testimonios. Yo calculo que tiré durante una hora y pico. Ya habían caído González, Arrascaeta, Araujo, poco después cae Bastida, que era del regimiento 1 Patricios, y ese mismo proyectil hiere gravemente a su camarada Daniel Orfanotti.

- ¿A vos te hieren en la pierna?

- Si. Yo me di cuenta que fui herido, pero seguí disparando. Porque es tanta la tensión, que la adrenalina supera todo. Como Ponce, yo estaba encarnizado, uno está obsesionado con abatir al enemigo.

- ¿Viste caer a algunos de los que vos les disparabas?

- Sí. Los primeros hombres que llegaron muy próximo a nosotros eran del grupo de James Murdock, le llamaban Doc, porque era el enfermero de esa sección. Estaban dentro del alcance de una granada de mano. Les disparé, vi que venían agazapados, agachados, arrastrándose. Cuando se paran, les disparo a dos. También les disparaba la gente de mi izquierda, de mi derecha, es decir, disparábamos a todo el frente, pero los que venían más próximos eran de mayor peligro, a los otros los ignorabamos, el de más cerca es el que teníamos que voltear.

- Esos dos caen…

- Esos dos caen, el de la derecha era Murdock, según dicen ellos en el informe oficial. Murdock, ya estaba herido desde el primer disparo, cuando yo veo que se incorpora le disparo nuevamente dos ráfagas muy cortas, en automático, de a dos disparos, y vi que le penetraba la trazante luminosa en el pecho. Ahí cayó y ya no se movió. Seguí disparando, pero a los minutos comienzo a sentir un mareo, veo nublado y me empecé a desesperar porque no podía ver bien para tirar.

- Era por tu pérdida de sangre…

- Era por eso. Sentía caliente toda la pierna, después me di cuenta que era por la sangre que brotaba de ella. Veo algo naranja, rojo, pero no distingo, como hace unos minutos, a las trazantes. Le aviso al soldado Belmonte y me lleva para atrás. El resto seguía combatiendo, no lograban avanzar los británicos, se quedaron pegados ahí por mucho tiempo.

- El combate duró once horas…

- ¡Once horas! Los detuvimos a ciento y algo de metros, quedaron ahí pegados.

- ¿Necesitaron once horas para recorrer esos cien metros?

- Si, porque ellos tomaron parte de la primera sección, pero se quedaron ahí, no pudieron seguir avanzando y empezaron a rodearnos. Eran más de 600. Tengamos en cuenta que nosotros perdimos el 40% de los 278 hombres: 36 muertos y 76 heridos. Ellos tuvieron entre muertos y heridos 101 o 102. Entre todos hubo más de 200 bajas en ese combate.

- ¿Enrique, a más de 40 años de la guerra de Malvinas, volverías a pelear?

- Bajo las mismas circunstancias, por supuesto. Yo creo que todos los que fueron a Malvinas lo harían. Por supuesto, estamos hablando desde otra perspectiva, desde otro ángulo, pero el espíritu de lucha por Malvinas es un sentimiento presente siempre, uno nunca lo va a olvidar.

Se estremece, su voz se quiebra, las lágrimas afloran en el rostro curtido de este bravo del 7…

Por Nicolás Kasanzew.

Publicado en LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/A-matar-o-morir-en-Monte-Longdon-555187.note.aspx