De barba y guardapolvo, el recuerdo de Morosín - Foto: Gentileza Ricardo Koon.
Centinelas en la región, sus esculturas se convirtieron en punto de encuentro, homenaje y memoria, mientras su museo duerme en silencio, hace varias décadas.
Por Melina Ortiz Campos.
“Los artistas en esa época eran gente medio loca para los que no entendían, mi padre hubiera querido que yo fuera como él, agricultor”, dijo el propio Atilio Morosín. Los mandatos pesaban, pero este prolífico artista tenía otra vocación, que lo llevó lejos.
“Los artistas en esa época eran gente medio loca para los que no entendían, mi padre hubiera querido que yo fuera como él, agricultor”, dijo el propio Atilio Morosín. Los mandatos pesaban, pero este prolífico artista tenía otra vocación, que lo llevó lejos.
Inmortalizados en el “Monumento a los inmigrantes” (Alem y Mengelle), obra que ellos inspiraron y que su colectividad impulsó, este matrimonio se había instalado en la zona rural de La Falda, en una pequeña chacra. Niño aún, Atilio intercalaba allí sus horas de clase en la escuela cercana, con los ratos de juego y trabajo, ayudando a la economía familiar. Ahí fue cuando la vocación comenzó a aflorar.
Primero quiso ser pintor, pero los colores que se necesitaban salían sesenta centavos, dijo en una entrevista. “¿Quién tenía sesenta centavos? Si eso salía un par de alpargatas ‘Rueda’”, se lamentaba, así que optó por inventar sus propios elementos, hirviendo yuyos, raspando las barras azules que se usaban para blanquear la ropa y aprovechando el negro del carbón que encontraba en su casa rural, aunque eso tampoco resolvió su inquietud. Sin embargo un día, limpiando la greda que trababa el arado de su padre, en plena tierra virgen, notó que ese barro servía para modelar. Cacharros y rostros empezaron a brotar de sus ratos de entretenimiento.
¿Cómo hizo ese muchacho valletano para terminar estudiando arte en Buenos Aires? Sucedió que llegó a la chacra de los Morosín un martillero público, Florentino Soules, quien también era representante de los productos agrícolas que se utilizaban en los viñedos. Fue él quien vio las obras de juego de Atilio, mientras esperaba que el jefe de la familia lo recibiera. Eran bustos de Sarmiento y Güemes, así que se animó a preguntar quién los había hecho.
“Yo, señor”, le respondió el jovencito, agregando que “había querido copiar en barro, el rostro de los próceres que veía en los libros de la escuela”, aunque jamás había visto una escultura convencional. Ese descubrimiento de su talento, le valió que sus trabajos fueran exhibidos en el Club Cipolletti y que allí los vieran las autoridades provinciales neuquinas. Una beca para capacitarse en Buenos Aires fue el gran estímulo que necesitaba para hacer realidad su deseo.
Quince años tenía cuando dejó su tranquila Cipolletti, para hacer allá lejos el secundario y conocer al maestro Luis Perlotti, quien lo acercó a otros exponentes como Quinquella Martín y Ricardo Rojas. Graduado como “Profesor de Dibujo y Modelado”, empezó a recorrer otras provincias trabajando, como Tucumán y Jujuy, para volver con los años a la Patagonia. Empezó por Zapala y Cutral Co, hasta regresar a la tierra donde todo había comenzado.
En su legado, señaló el historiador Ricardo Koon, dejó más de 36 monumentos, 72 bustos y nueve imágenes religiosas originales, emplazados en distintas ciudades del país. Usó distintas técnicas, como piedra esculpida y vaciado en cemento.
Entre las más emblemáticas se encuentra la figura de María Misionera, la advocación de la Virgen que recorrió Río Negro de la mano del obispo Miguel Hesayne, en tiempos de dictadura y que se venera en la Capilla de Conesa. También el Monumento a la Madre de Neuquén capital (1967), financiado por las donaciones de agentes de policía de aquellos años, que se convirtió en punto de encuentro para las madres y abuelas que reclamaban por los desaparecidos a causa del terrorismo de Estado. Y la lista sigue infinitamente.
Bautizado como “el Escultor del Comahue”, se desarrolló dentro del estilo figurativo, cultivando la temática indigenista, gauchesca, con cabezas y bustos de próceres y personas destacadas. Después de una serie de muestras en el centro del país, aquí en la región fue docente en los colegios Manuel Belgrano y Nº 5 de Cipolletti, la Escuela Provincial de Bellas Artes de Neuquén, la Universidad Nacional del Comahue, docente y director fundador de la Escuela de Cerámica de Zapala, director fundador del Instituto de Artes e Industrias Cerámicas, además de formar talleres libres de Cerámica en Cipolletti, Cutral Co, Cinco Saltos y de hacerse cargo del que existía en Roca.
995 fue el año en el que decidió inaugurar su icónico taller/museo, cuyo ingreso todavía llama la atención en la calle cipoleña Puerto Belgrano, al 348. La historiadora Liliana Fedeli contó que en ese lugar mostraba sus primeras cabezas, que daban paso a sus esculturas, los cuadros, regalos de amigos y diversos objetos antiguos. “Lo convirtió en una simulada pulpería con infinidad de elementos, incluyendo herramientas fabricadas por los
primeros colonos del Alto Valle. Se destacaba por el gran fogón con cabezas de vaca y por los encuentros criollos que allí organizaban, así como también un patio de tango, con magníficas plantas de vid”. Integrante del patrimonio reconocido por Ordenanza 177/2011, el museo duerme en silencio desde la muerte de Atilio, el mismo día de su cumpleaños, ocurrida el 12 de julio de 2001.
Inspirado en los Morosín, el monumento a los inmigrantes de Cipolletti.
El traslado del Monumento a San Martín que hizo Morosín para Cinco Saltos. Foto: Municipio. |
Recuerdo de la Escuela de Cerámica en Zapala. |
Monumento en honor a la policía neuquina, en tiempos de Territorio Nacional. |
El Monumento a la Madre en Neuquén – Foto: Archivo. |
El frente del Museo/Taller, sobre calle Puerto Belgrano. Foto: Cecilia Maletti. |
Foto Cecilia Maletti.
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Atilio Morosin, artista con legado abundante, hermoso y profundo.
La historia de cuando el Alto Valle de Río Negro se vio enriquecido con sus esculturas y dibujos.
Por Lic. Vicky Chávez.
Describir la historia personal y familiar de un artista de tanta envergadura como lo es don Atilio Morosin es un motivo de orgullo. Y numerosos historiadores me precedieron.
Su historia familiar comenzó cuando en el siglo XX don Ángel Morosin llegó a Buenos Aires, en 1925, en el barco Sofía. En destino lo esperaban su hermano y su tío. Como lo había hecho su hermano, comenzó a trabajar en Construcciones Geope, donde estuvo hasta 1928. Al poco tiempo conoció a su esposa y formó su familia. Se radicaron en Cipolletti en 1933 y se dedicaron a la fruticultura. Del matrimonio nació Atilio, que había nacido en Avellaneda el 12 de Julio de 1929, y que murió el 12 de Julio de 2001.
Realizó la escuela primaria en Cipolletti y de escultura y dibujo en la escuela privada Zier de Buenos Aires, donde obtuvo el título de profesor en 1946. Fue un alumno aventajado del conocido escultor don Luis Perlotti, con el que trabajó en 1965. En Buenos Aires asistió también a la Academia Nacional de Bellas Artes, donde profesores como Horacio Juárez y Juan Leone lo fueron formando en su vocación.
Inquieto, llegó a Tucumán, donde colaboró con el escultor Juan Carlos Iramain en la construcción del Cristo El Penitente, una obra de 20 metros de altura, cuyo destino era el pueblo de La Caldera en Salta. Esto sucedió en 1954, de ahí regresó a Buenos Aires y trabajó con el escultor Juan Grillo. Luego expuso en la calle Florida junto con otros célebres escultores como Troiano Troiani. En 1950 ganó un premio otorgado por la Aduana.
Cuando fue soldado de las Fuerzas Armadas realizó la primera escultura del busto del General San Martín en el Ministerio de Guerra en Buenos Aires, en 1952 el Monumento a la Madre en Lanús, en Neuquén –auspiciado por la Policía provincial-, el monumento al Inmigrante en Cipolletti e inauguró en 1959 la figura de Hipólito Irigoyen en San Salvador de Jujuy.
Luego vendrían la estatua del doctor Salvador Mazza en San Pedro de Jujuy; en Cinco Saltos una imagen del General San Martín, ya mayor, de pie, igual que hizo en Cutral Co. También el monumento a Ceferino Namuncurá en el Balneario El Cóndor; el busto de Alfonsina Storni, en San Antonio Oeste; el de Regina Paccini de Alvear, en la casa del Teatro en Capital Federal; bustos del General Roca en distintas localidades, los monumentos a la Madre y a Italia en la capital neuquina, la estatua Ecce Homo en el cementerio de Cipolletti, el monumento a los inmigrantes y de Arturo Illia en Cipolletti.
Comenzó sus actividades docentes en 1958 en el Colegio Secundario Manuel Belgrano de Cipolletti. Fue director fundador de la Escuela de Cerámica de Zapala, además de profesor de dibujo, modelado, cerámica y alfarería, desde 1965 a 1968. Director fundador del Instituto de Artes e Industrias Cerámicas, que formó talleres libres de Cerámica en Cipolletti, Cutral Co, Cinco Saltos y se hizo cargo del que existía en General Roca . Profesor de modelado en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Neuquén. Asistente de docencia en el Centro de Capacitación de la Universidad Nacional del Comahue .
También trabajó como profesor adjunto segundo de la Facultad de Ciencias de la Educación, en las materias “Conducción del Aprendizaje” y “Actividad del Taller de Arte”. Fue profesor de “Actividad Artística” en el Colegio Secundario Nº 5 de Cipolletti . director fundador de la Escuela de Escultura y Ornamentación, que funcionó en Neuquén y director del Departamento de Ornamentación de la Universidad Nacional del Comahue . En1991se jubiló.
El Municipio cipoleño le colocó su nombre a una plazoleta. En 1970 se casó con Amalia López y tuvieron a Julio Ernesto, casado con Mabel Huaiquipan. Le dieron una nieta, Catalina.
De entre las numerosas distinciones que recibió detallamos algunas: en 1951, del Ministerio de Ejército, del Colegio Nacional N° 6 Manuel Belgrano, de la escuela N° 49 de Lanús, y recibió becas de la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación de la Nación.
Expuso sus obras en numerosos salones de La Plata, Buenos Aires, Salón Sanmartiniano de Mar del Plata, Luján, Rosario, Tandil, Tucumán, Jujuy, Río Negro.
Perteneció a distintas instituciones como el Rotary Club de Cinco Saltos, Zapala y Cipolletti. En 1981 fue nombrado miembro de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén en Cipolletti.
Imposible detallar en estas líneas sus trabajos y su prolífica vida artística. Atilio fue un incansable del arte. Su obra, estudiada por numerosos historiadores regionales, es abundante, hermosa y profunda.
Hoy lo homenajeamos y a través de él a todo el arte, porque el artista, cuando se lo propone, embellece el mundo. En este caso su mundo fue su país, y en especial nuestro amado Alto Valle.
Por Beatriz Chávez.
Publicado en La Mañana de Cipolletti.
31/12/2021.
https://www.lmcipolletti.com/atilio-morosin-artista-legado-abundante-hermoso-y-profundo-n873946
MOROSIN, ATILIO ERNESTO.
http://blogbienderegina.blogspot.com/
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