Los ajenos nombres propios.
Por Álex Grijelmo.
Los españoles que llegaron a América y la describieron desde allí para quienes permanecían en la Península pusieron mucho cuidado en reproducir con fidelidad los topónimos y los nombres propios de personas que fueron encontrando. Dice así el sevillano fray Bartolomé de las Casas: "El un reino se llamaba Maguá, la última sílaba aguda, que quiere decir el reino de la vega. Esta vega es de las más insignes y admirables cosas del mundo"... Y más adelante: "El otro reino se decía del Maríen, donde agora es el Puerto Real, al cabo de la Vega, hacia el norte, y más grande que el reino de Portugal, aunque cierto harto más felice y digno de ser poblado, y de muchas y grandes sierras y minas de oro y cobre muy rico, cuyo rey se llamaba Guacanagarí (última aguda), debajo del cual había muchos y muy grandes señores. . .".
Y Hernán Cortés, al que no vamos a defender en otros aspectos de sus peripecias por México, llenó sus cartas de relación a Carlos V de topónimos preciosos: "En esta guerra nos anduvimos con ayuda de los naturales de la provincia de Tascaltecal y Churultecal y Guasucingo"... "...Para que hablasen al señor de aquel río que se dice Pánuco, para le atraer al servicio de vuestra sacra majestad " ...". ..Y descubrieron los llanos de Culúa y la gran ciudad de Temixtitan y las lagunas que hay en la dicha provincia ". ..". ..Me partí a un pueblo que está a dos leguas de allí, que se dice Amecameca que es de la provincia de Chalcao. .."
Los nombres de los lugares han despertado siempre cierta magia en cuantos han llegado a ellos y se han interesado por sus significados. Con los topónimos recuperamos también ideas, historia, sucesos. .. Hoy en día el deterioro que sufre el idioma español se ha extendido también a estas voces, y el ya repetido complejo de inferioridad nos hace despreciar los nombres que pusieron a muchos lugares los propios españoles de América, aquellos pobladores de quienes hoy descienden millones de hispanoamericanos que heredaron también sus apellidos. En unos casos respetaron el nombre indígena de cada lugar; en otros -pocos- lo cambiaron por uno español; y en otros, tan nuevos fueron el nombre como la ciudad que fundaban. Pero tales topónimos van desapareciendo también en nuestro propio idioma, donde los sustituyen, cómo no, expresiones inglesas. Así, por ejemplo, propalamos la pronunciación "Maiami " para olvidar la española Miami (el apelativo que se daban a sí mismos los indígenas que vivían allí, como ya hemos comentado) .Perdimos en nuestro propio idioma el nombre de las Bahamas, que ahora pronunciamos así tras olvidar que los españoles las llamaron "islas de Bajamar", por la escasa profundidad del agua que las rodea; y Key West sustituye, incluso en textos de periódicos escritos en español, a Cayo Hueso, que es como se denominó ese puerto de Florida cuando allí vivían los hispanos (la denominación inglesa es una corrupción fonética del nombre español). Y Bermuda apenas nos recuerda ya a su descubridor, Juan de Bermúdez. Y a Saint John 's, en Canadá, sólo le queda el rastro traducido de San Juan de Pasajes, el nombre que dieron a aquel puerto los pescadores vascos en recuerdo de Pasajes de San Juan (ahora llamado Pasaia, por cierto). Tejas recibe ya en muchas publicaciones y mapas el nombre de Texas (que nada tiene que ver con el caso de México y Méjico, porque en Tejas primero fue la letra j,. y en México primero fue la x que comparte con los mexicas, palabra ésta que, por cierto, tampoco aparece en el Diccionario).
Y también vemos a menudo en textos hispanos grafias ajenas como "New York" (Nueva York), "Pennsylvania" (Pensilvania), "Grenada" (isla de Granada), "North Carolina" (Carolina del Norte), "Louisiana" (Luisiana), o las alemanas "Frankfurt" (Francfort), "Dresden" (Dresde), Nüremberg (Núremberg o Nuremberga) , Gottingen (Gotinga) ...y esto sucede hasta con nombres suecos como "Goteborg" (Gotemburgo) o "Malmö" (Malmoe) ...y holandeses como "Maastricht" (Mastrique), y marroquíes como "Fes" (Fez), "Marrakech" (Marraquech) o 'Tetouan " (Tetuán) .
En este punto habrá que luchar contra el papanatismo de las agencias de viajes, que muestran así una desinhibida ignorancia sobre la historia de su idioma con folletos que nos incitan a viajar a 'Torino" o "Firenze" como si eso resultara más exótico que ir a Florencia y Turín. Y contra la desatención de los periodistas que han venido escribiendo Tatarstán para designar a una de las ex repúblicas soviéticas, olvidando así que en español se llamó siempre Tartaria, lugar que nos dio como regalo no sólo un nombre muy literario sino también la rica "salsa tártara".
La inercia de carril se nota, por otra parte, en la transliteración de nombres que originariamente se escriben con otro alfabeto: el chino, el árabe, el japonés, el hebreo, el griego, el ruso... En la mayoría de estos casos adoptamos la transcripción que harían un francés o un inglés, cuyos idiomas agrupan determinadas letras para pronunciar la palabra de la manera más parecida a como se oye decirla a un nativo. Por ejemplo, un británico escribe "Khartum" para pronunciar Jartum"; pero en español tenemos el sonido de la j como equivalente del que emplearía un sudanés al nombrar su capital (si un inglés leyera "Jartum" pronunciaría "Yartum") .Por su parte, un francés necesitará escribir "Khartoum" para reproducir lo más fielmente también el sonido j (del que igualmente carece) y el sonido de la u.
La capital de Indonesia se escribe "Djakarta" en francés y "Jakarta" en inglés y holandés, pero la correcta grafia española es "Yakarta" (o "Yacarta" si nos pusiéramos puristas y utilizáramos la letra ka sólo para el comienzo de una palabra) .
Los mismos criterios debemos aplicar a nombres de personas de lengua árabe, griega, rusa...Así, la cantante griega Nana Mouskouri debiera apellidarse "Muskuri" según la fonética española; y la actriz Melina Mercouri, "Mercuri"; y al ex atleta "Said Aouita" deberíamos citarlo como "Saíd Auita ", y al plusmarquista El Gerrouj, "El Gerruj"; y llamar "Nurredín" a Nourredin Morceli...Y por eso algunos periódicos escriben correctamente Yasir Arafat y no "Yasser Arafat", porque de ese modo pronunciaremos "Yasir", muy parecido a lo que articula un inglés que escribe "Yasser" y a lo que el propio dirigente palestino pronuncia cuando cita su propio nombre. No hay razón para transcribir con criterios franceses o ingleses nombres propios representados con otros alfabetos. ¿Qué suerte de agarrotamiento nos impide trasladarlos a nuestra pronunciación con nuestras propias reglas fonéticas? De ese modo parece que el español necesitara siempre de un intermediario, de la ayuda del inglés o del francés, para ser capaz de transliterar los nombres de alfabeto diferente.
La Academia y las enciclopedias escritas en español nunca se han ocupado de este asunto, que no carece de interés.
Los nombres rusos, por ejemplo, tienen formado un caos descomunal como consecuencia de la falta de criterio unitario para transcribirlos, y por la influencia del inglés o el francés. Así, "Gorbachov" se escribe "Gorbachev" (y "Gorbatchev") en algunos periódicos, como consecuencia de una transcripción "letra por letra " que no sirve de nada, puesto que obliga a decir "Gorbachev" cuando un ruso pronuncia "Gorbachov", En efecto, la letra cirílica que se transcribe ahí como una e ejerce ese papel fonético en la mayoría de los casos, pero al final de palabra se pronuncia o. Si estamos traduciendo el sonido de otro alfabeto parece más lógico emplear nuestras equivalencias para reproducir el sonido total de la palabra, y no una equivalencia de cada letra, cuando ésta además no siempre es igual. Para comprenderlo mejor, esto sería parangonable con que el apellido español Quesada, por ejemplo, se trasladase al árabe con la pronunciación "cuesada", al tomar un valor equivocado de la u.
Por eso mismo hay que acentuar y escribir "Borís Yeltsin ", y no "Boris Eltsin ", porque un ruso pronuncia "Borís" (si fuera un nombre alemán efectivamente diríamos "Boris") y "Yeltsin ", porque la e inicial de palabra adquiere el sonido de nuestra y precedida de vocal.
No se trata de cuestiones anecdóticas. Es posible que necesitemos buscar en un ordenador o en un archivo de prensa lo que se ha escrito en español sobre el premio Nobel ruso (1970) Alexandr Isáievich Solzhenitsin. Y bastará que una de las letras del apellido se haya transcrito incorrectamente para que el ordenador no encuentre nada. O para que encuentre sólo. ..aquellos textos en los que se escribió con la misma incorrección.
El inglés y el francés ya tienen establecidos unos criterios de transcripción, pero las vacilaciones de los usuarios del español se han convertido en un problema.
Un rastreo del estudioso Pedro Jiménez ha descubierto hasta 53 grafias diferentes en el nombre del citado escritor ruso publicadas en los periódicos y revistas españoles -y algunos de América- entre 1972 y 1990. Así pues, quien quisiera hacer una búsqueda en un moderno banco de datos informatizado debería introducir sólo el grupo de letras "Sol", y aun así se perdería algunos documentos porque, por ejemplo, el Boletín de Novedades de la librería Piloto, de Buenos Aires, recogía la trasliteración "Zolyenitzyn " en su número de agosto de 1974. Curiosamente, la primera cita que aparece en el trabajo de Jiménez muestra la transcripción correcta: Solzhenitsin (diario Abc, 2-11-72) .Pero el mismo periódico se rectifica a sí mismo dos años después: "Solzhenitsyn ".
Y más tarde se esparcen por otras publicaciones "Solzhenytsyn", "Solzhenytcin", "Soljenitsyn" (de nuevo Abc), "Soljenitzyne", "Solchenitsin ", "Soldjenitzen ", "Solzhenistkyn"... Entre las 53 posibilidades anotadas se hallan 10 no coincidentes en el mismo diario Abc, y 9 distintas en Cambio 16, además de tres en El País. Y a su vez todas ellas difieren entre sí.
Algo similar sucede con nombres históricos como Leonid Bréznev o Nikita Jruschov, que en el estudio de Pedro Jiménez aparecen con 25 y 21 grafias distintas, respectivamente. Aún más variedades habría encontrado el citado autor si hubiese incluido en su análisis al ciclista "Djamolidine Abdoujaparov", célebre velocista uzbeko que ganó infinidad de etapas en el Tour de Francia y otras carreras durante los años noventa y cuyo nombre significa en árabe "Belleza de la Religión y Esclavo del Poderoso " 5 (Yamal ad Din Abd al Yabar, grupo al que ha de unirse el patronímico ruso ov). Muy pocos periódicos reproducían la transliteración más lógica: Yamolidín Abduyapárov.
Por ventura, el Gobierno chino, consciente de la dificultad de trasladar sus textos a las lenguas occidentales, puso en vigor en de enero de 1979 el sistema pin yin (unificación de sonidos) que regaló al mundo una sola grafía internacional para todos sus nombres propios, a fin de resolver el tremendo desbarajuste que se había alcanzado ya. El sistema parte de la pronunciación de la lengua mandarín (las diferencias fonéticas del chino casi constituyen varios idiomas distintos) , y de ahí procede por ejemplo el cambio de Mao Tse Tung a Mao Zedong. y una conocida ciudad que se escribía hasta entonces Suchou en español, Soochow en inglés y Soutcheou en francés se llama ya solamente Suzhou en los tres idiomas. Esta población podía confundirse a su vez con otra llamada Xuzhou, para la que existían otros tantos modos de escribir su nombre: Siutcheou en francés, Hsuchou en inglés y Suchou en español (¡el mismo que para Suzhou!).
Pero el propio sistema pin yin establecía excepciones en los nombres geográficos o históricos que ya tuvieran una grafía consolidada en otro idioma, y afortunadamente podemos decir aún "archipiélago de Pescadores", "isla de Macao" o "Mongolia Interior".
Porque se trata de nombres que ya nos pertenecen a todos los hispanohablantes, y no parecía correcto cambiarlos unilateralmente -y mucho menos imponerlos- para que los usen de otro modo millones de personas que los tienen asumidos en su cultura y en su historia. Los chinos supieron comprender eso.
Por todos estos argumentos, no resulta fácil estar de acuerdo con algunas modificaciones que se han producido en la toponimia de España.
En efecto, la dictadura franquista impuso los topónimos tradicionales en español, consagró las Vilanovas catalanas como Villanuevas, hizo de Sant Boi "San Baudilio", y de Poble Sec "Pueblo Seco"... Y lo mismo ocurrió con nombres y grafías del País Vasco y de Galicia. El afán de dar nombre en castellano a cada pequeña localidad española con topónimo catalán, vasco o gallego (o bable o altoaragonés...) no tiene sentido, como tampoco inventar una denominación en nuestro idioma para Southampton o Aix-en-Provence. La naturaleza del español y de la historia han otorgado denominación propia a los lugares importantes del resto del mundo -Londres (London), Múnich (München), Milán (Milano)-, y también a aquellos que, siendo de menor trascendencia o tamaño -Marsella (Marseille), Perusa (Perugia), Padua (Padova), han tenido una parte relevante en las relaciones con el mundo hispano; o han sido hispanos en algún momento de la historia.
Por tanto, devolver sus nombres originales a todas las poblaciones rebaurizadas por el franquismo constituía una tarea de justicia. Otra cosa es, sin embargo, que el proceso se haya invertido y que las autoridades de algunos municipios remeden lo que hizo Franco y sustituyan ahora por nombres catalanes o vascos los topónimos que ya nacieron en castellano (y que nacieron incluso antes del franquismo) .
Una sugerente localidad de la provincia de Ávila se llama Mingorría, nombre de indudable procedencia vasca. Pero a ningún abulense se le ha ocurrido hasta ahora cambiar su denominación oficial por "Mal Rojo", o "Cara Roja" o "Sarampión ", que serían posibles traducciones al castellano.
Según el estudioso donostiarra Rafael Castellano, el origen del topónimo Mingorría se remonta al reinado de Felipe II. Una colonia de canteros vascos se afincó allí para la tarea de cortar bloques de piedra con destino a la sillería de El Escorial. "Procedían los cinceladores, en su mayoría, de la parte de Andoain [Guipúzcoa], y su maestro se llamaba José de Chinchurreta. Éste llegó a ser caballero cubierto [privilegio de llevar el sombrero puesto en palacio]. Al cundir el sarampión en la colonia y quedar detenidos los trabajos, Chinchurreta fue llamado por el sombrío monarca, que quiso saber qué epidemia era aquélla; contestándole el cantero en vascuence: Mingorria jauna [el mal rojo, señor]. Dispuso el rey entonces que se enviaran fisicos y remedios a la colonia, pero, a pesar de todo, la mortandad fue grande y el lugar quedó bautizado para siempre según su calamidad: Mingorría (sarampión).
Una hermosa ciudad marroquí se llama oficialmente Casablanca. Habría que preguntarse incluso si los propios marroquíes tendrían derecho a imponer al resto del mundo, en caso de volverse locos, que se pronunciase a partir de ahora "Dar al baida", cuando Casablanca ya forma parte del patrimonio cultural de la humanidad... gracias al cine.
¿Tienen derecho por su parte los peruanos a convertir Cuzco en "Cusco"?
En agosto de 1995, la empresa Telefónica del Perú, filial dela Telefónica Internacional de España, fue multada por el Ayuntamiento de esa ciudad -de mayoría marxista- porque en su publicidad aparece el nombre de la localidad escrito con z. La demanda legal explicaba que esa letra tiene un contenido extranjerizante y peyorativo, puesto que, a su entender, la palabra Cuzco fue creada por los conquistadores españoles de Perú con la aparente intención de llamar "perrito faldero " (el nombre común "cuzco " se define en el Diccionario efectivamente como "perro pequeño") a la otrora capital del imperio inca. Tiempo atrás, en 1983, los mismos dirigentes políticos habían retirado de la sede del Ayuntamiento el antiguo escudo español de la ciudad y todos los símbolos hispanos. Estos representantes defienden la denominación Qosgo, del quechua (y aceptan, no obstante, como mal menor la grafia "Cusco"). Pero resulta sorprendente la forma Qosgo, sobre todo si se tiene en cuenta que el quechua, como todas las lenguas amerindas, carecía de escritura. "Cuzco" es la transliteración que aplicaron los españoles, probablemente con mal oído, de lo que oían a la población indígena. Y así se escribió durante los siglos XVI y XVII. Cuando se generaliza la pronunciación andaluza en América, a mediados del XVII, la z deja de tener un valor fonético distinto de la s, ya partir de ahí se encuentra ya la grafía "Cusco", pero alternando con "Cuzco ".
Como en el caso de Lleida y Girona, los filólogos salieron al paso de las razones políticas: un ilustre bilingüe como el mestizo Garcilaso de la Vega empleaba la grafía "Cuzco". Demetrio Tupac Yupanki, miembro de la Academia de la Lengua Quechua, abundó en que varios escritores peruanos escribieron Cuzco con z, como José Gabriel Cosío, rector de la Universidad de Cuzco y exponente de la cultura quechua.
Y la Academia Peruana de la Lengua dictaminó, según consta en un escrito fechado a 10 de septiembre de 1990: "La grafía usada desde los comienzos de la escritura castellana en el país es Cuzco, no contradicha en esto por Garcilaso el Inca ni por otros notables bilingües. Es este siglo, por inexactas apreciaciones sobre la reconstrucción del quechua antiguo y del español clásico, así como por una exagerada interpretación del ideal fonético de la ortografía indígena, se ha pretendido difundir y aun imponer por autoridades municipales la grafía Cusco, que nos parece inadecuada ".
Pero de nuevo la autoridad competente en la lengua fue ninguneada por la autoridad competente en la política, y Cusco es hoy nombre oficial de la maravillosa ciudad peruana, mal que le pese, por ejemplo, a la plaza de Cuzco madrileña -sita en el paseo de la Castellana y muy próximo al estadio Santiago Bernabéu-, que difícilmente se llamará algun día ; "plaza de Qosgo"... El burgomaestre de la población peruana no llegará hasta la Compañía Metropolitano de Madrid para que modifique asimismo el nombre de la estación denominada Cuzco (bajo la misma plaza) , ni a las enciclopedias inglesas, francesas o alemanas que escriben Cuzco -no se busque en ellas "Cusco", no aparece- y amenazar a todos sus responsables también con una multa de 20.000 nuevos soles (9.500 dólares) .Pero tal vez sí prohíba el alcalde cuzqueño los textos de Garcilaso en que se emplea esa grafia, o los de Fernández de Oviedo y Valdés (1535) , Francisco de Xerez (1534) , Antonio de Herrera (1601) o Pedro Cieza de León (1554).
Se han producido en los últimos tiempos otros intentos de imponer a los demás cómo deben decir en su propia lengua los nombres que tienen una denominación oficial en otra. Por ejemplo, Costa de Marfil ha logrado que la ONU (Organización de las Naciones Unidas) considere que su nombre en español es "Côte d'Ivoire". En serio. La razón de tal empeño consiste en que, empleando tal denominación francesa para todas las lenguas figura en la parte superior de cualquier relación establecida por orden alfabético (lo que no sucedería con la denominación "Ivory Coast") .Lo habrá logrado con la ONU, pero, mal que le pese, Costa de Marfil no puede extender sus leyes hasta nosotros en la conversación diaria y los escritos que producimos.
Como ya hemos dicho, las autoridades chinas, al adoptar sus nombres propios al sistema pin yin, admitieron modélicamente que se aplicaran excepciones con su capital y con otros nombres históricos. Así, en todo el ámbito español se sigue hablando del río Yangtsé, pese a su denominación pin yin "Changjiang", y de Hong Kong en lugar de "Xianggang"; y por eso decimos "Pekín" -nombre de la capital china en español desde hace siglos- y no "Beijing".
Un diario de Madrid, El Mundo, utiliza, sin embargo, esta última denominación (aunque conserva "Hong Kong" y "Yangtsé", en un alarde de incoherencia). Por tanto, es de suponer entonces que mantendrá esa lógica particular en los anuncios por palabras a la hora de incluir los avisos de los lectores y clientes. Porque con cierta frecuencia veremos escrito que se ha perdido "un perrito beijinés".
Extraído del libro "Defensa apasionada del idioma español" de Álex Grijelmo. Editorial Taurus.
Fuente: http://www.elcastellano.org/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.