El dirigente radical Carlos Vidal recuerda las visitas que realizó el ex presidente Arturo Illia a Neuquén y rememora anécdotas y vivencias de quien fue considerado como el político más honesto que tuvo el país.
Dicen que cuando venía de vacaciones avisaba de su visita a través de amigos en común. Muy pocas veces usaba el teléfono. Otras enviaba un telegrama. “Llego pasado mañana, Arturo Illia”.
Menos de un año había pasado desde que un golpe militar lo derrocó como Presidente de la Nación y el dirigente radical había decidido seguir su trabajo militante recorriendo todo el país.
Cuando dejó la Casa Rosada, Illia no era propietario de nada más que su humilde vivienda en Cruz del Eje, provincia de Córdoba. Había rechazado la jubilación que le ofrecieron como Presidente, así que necesitaba del apoyo de sus amigos para seguir militando. Era un hombre pobre.
Illia llegaba con una pequeña valija de cartón prensado que apenas contenía elementos personales. Sólo traía la ropa que tenía puesta. No tenía nada más que el nombre y la imagen de un hombre honesto, con firmes ideales y convicciones.
“Teníamos que comprarle algunas mudas de ropa y varios atados de cigarrillos porque fumaba mucho”, recuerda Carlos Vidal, dirigente radical neuquino y colaborador del ex presidente. Él, como tantos, lo hospedó en varias oportunidades durante las visitas que hacía al Alto Valle.
Vidal había conocido a Illia durante uno de los tantos viajes que realizó el dirigente a Neuquén, mucho antes de que llegara a la Presidencia. Fue durante una reunión en la casa de Ventureira, en la entonces Colonia Ferroviaria, tomando mates.
Vidal ya había tenido una activa militancia en la Universidad de La Plata, donde se recibió de contador público nacional con 21 años, y la política le gustaba con pasión.
Después de aquella charla en la que quedó muy impresionado por los conceptos y la claridad con la que hablaba Illia, Vidal no lo volvió a ver sino hasta después de varios años.
En otra oportunidad que Arturo llegó a la ciudad de Neuquén, Vidal lo encontró de casualidad en el tradicional bar El Tropezón junto a un séquito de colaboradores que lo acompañaban durante las recorridas de campaña que realizaba por todo el país. En esa ocasión, el veterano dirigente lo reconoció y lo invitó a la mesa a almorzar.
“¿Se acuerda de mí, doctor?”, dice que le preguntó. “Claro, amigo Vidal. Estuvimos tomando mate en la casa de Ventureira”, le contestó. A partir de allí, comenzó un vínculo importante. Vidal fue elegido delegado del Comité Nacional de la UCR, la militancia se hizo mucho más activa y los encuentros con Illia, cada vez más seguidos.
Poco antes de que el radical asumiera la Presidencia de la Nación, el 12 de octubre de 1963, para comenzar a diagramar a su equipo de ministros y colaboradores, lo convocó a Vidal para que trabajara con él.
“Me llamó para ofrecerme la Secretaría de Comercio de la Nación”, recuerda el neuquino. Sin embargo, el ofrecimiento lo rechazó. “Le dije que no porque no estaba capacitado. Si bien conocía el tema de la fruticultura no conocía ni de trigo ni de maíz ni de vacas”, relata. Pero el Presidente insistió para que lo asesorara, aunque sea en cuestiones frutícolas, cargo que sí aceptó pero que desempeñó ad honorem. “Él me privilegiaba con su buena amistad”, dice orgulloso.
El mandato de Illia duró tres años. Varios factores políticos confluyeron para que se desatara el Golpe de Estado el 26 de junio de 1966, a manos del general Juan Carlos Onganía. “Él era consciente de que había llegado a la Presidencia con muy pocos votos propios, pero tenía la voluntad de incorporar a la democracia argentina al partido peronista, que estaba proscripto”, asegura Vidal.
Después del Golpe, el ex presidente siguió cultivando la amistad con sus antiguos colaboradores y militantes radicales de todo el país que lo recibían en esa suerte de “postas” y lo iban cobijando de un hogar a otro.
“Paraba en mi casa, en lo de Carlos Guevara en Loncopué y en lo de Luelmo, en Bariloche. Nos íbamos turnando para hospedarlo porque después de haber sido presidente se convirtió en un hombre pobre y no tenía ni para mantenerse”, asegura Vidal.
Durante sus estadías en Neuquén, Illia mantenía charlas interminables con sus amigos. Después de la cena, los encuentros se extendían hasta entrada la madrugada. Se hablaba de todo, pero -claro está- la política era una prioridad en la agenda.
“Era muy amable y cordial, pero también un hombre con carácter”, dice el neuquino. Y recuerda una anécdota en el Automóvil Club de Cipolletti, en 1982, a poco de desatarse el conflicto con Malvinas.
Durante la cena, a la que asistió Vidal, se acercaron dos personas y se presentaron como tenientes coroneles del Ejército Argentino. “Venimos en nombre del Presidente de la República a invitarlo a que nos acompañe simbólicamente en un vuelo a Malvinas”, dice que dijeron los militares con tono solemne y ante la sorpresa de todos los comensales.
La guerra de Malvinas recién había comenzado y el régimen buscaba apoyos políticos en todos lados. La figura de Illia en el archipiélago podía ser un gran golpe de propaganda, por lo que cuando se enteraron de que el ex presidente andaba por el Valle, el Ejército envió a los dos emisarios para invitarlo formalmente.
“No es el Presidente de la República, es un asaltante del poder”, comenta que le dijo a los oficiales que habían quedado parados al lado de la mesa. “Díganle a este señor de parte mía que no voy a convalidar el genocidio que están haciendo con esta invasión que no es para favorecer la soberanía argentina sino para ver si pueden salvar la dictadura”, exclamó con voz firme ante un gran silencio que se produjo en el restaurante.
“Los tipos quedaron blancos y se fueron”, recuerda Vidal.
Hasta su muerte, el 18 de enero de 1983, Illia trabajó intensamente en política para que en el país se restableciera el régimen democrático. Con ese objetivo, recorrió provincias y vivió de la solidaridad de amigos y correligionarios.
Hoy el país lo recuerda como un gran dirigente político y honesto como pocos, que murió en la extrema pobreza.
Quienes lo conocieron personalmente y pudieron compartir vivencias, lo añoran como un hombre simple y humilde que predicaba la política y le caía de visita a sus amigos sin más que su presencia. Y sin otra pertenencia que su pequeña valija de cartón prensado.
Una negociación política con el MPN.
En 1963 se celebraban las elecciones presidenciales y el candidato por la Unión Cívica Radical era Arturo Illia.
En Neuquén, el peronismo estaba proscripto y el Movimiento Popular Neuquino había logrado aglutinar a gran parte de los afiliados y dirigentes justicialistas, por lo que se había convertido en una buena opción para el electorado. Felipe Sapag era el candidato de esa nueva fuerza.
Lo cierto es que si bien el MPN tenía clara su postura, en Neuquén no contaba con referentes nacionales, por lo que el voto para presidente era una incógnita.
Carlos Vidal, que tenía ya una activa militancia en el radicalismo, le propuso a Elías Sapag y a Doroteo Solanas viajar a Buenos Aires para mantener una entrevista con Illia, con el objetivo de lograr el apoyo neuquino a través del MPN.
La reunión se realizó en Buenos Aires, en el tradicional hotel Savoy. Participaron Illia, Vidal, Solanas y Sapag.
Durante el encuentro, el candidato expuso sus ideas y les recordó a los referentes neuquinos de la “misión patriótica” que tenían al poder de elegir a las autoridades nacionales después de tantas vicisitudes que había sufrido la democracia, según recordó Vidal.
Luego de la extensa exposición de Illia, Elías Sapag le preguntó a modo de negociación política: “¿Y qué nos ofrece usted como Presidente?”.
A lo que Illia dijo en tono solemne: “Yo les ofrezco respetar el federalismo. Que el gobernador de la provincia de Neuquén sea el representante del gobierno de la Nación. Les ofrezco el profundo respeto por la soberanía y la independencia de las provincias y asistirlas y consultarlas en todos aquellos aspectos fundamentales”.
Finalizada la reunión, Vidal, Solanas y Sapag se despidieron de Illia. Y una vez afuera del hotel, los tres se quedaron callados, pensando en el encuentro que habían tenido con él. En eso estaban hasta que Don Elías rompió el silencio. “Nos jodió el viejo, ¿eh?”, dijo entre risas dirigiéndose a Solanas.
Lo cierto es que las elecciones se celebraron finalmente con los resultados ya conocidos. En Neuquén Felipe Sapag se consagró como gobernador. A nivel nacional Arturo Illia resultó electo Presidente. Muchos votos del MPN contribuyeron para que el radical lograra conducir los destinos del país.
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