EN LA FOTO EL GRAL. JOSÉ FÉLIX URIBURU Y EL CADETE JUAN PERÓN QUE CON LOS AÑOS LLEGARÍA A SER PRESIDENTE DE LA ARGENTINA. |
EL APOYO DE LA PRENSA AL GOLPE...
EN LA PLAZA SALUDANDO COMO EL ADMIRADO "DUCE" MUSSOLINI.
Un salteño , el General José Félix Uriburu (1868-1932) fue el encargado de hacer efectivo aquellos deseos espurios de quienes en el pasado se habían enriquecido ilícitamente durante la Campaña al Desierto en tiempos de Julio Argentino Roca, quien había pagado los aportes para esa limpieza étnica con ingentes latifundios. Eran los terratenientes, la oligarquía argentina, teñida de cultura europea y de desprecio por el obrero y el peón rural, a los que no consideraban más que como un engranaje en la maquinaria de hacer dinero. Uriburu descendía de tradicionales familias salteñas que contaban con personalidades tan destacadas como el General Arenales o José Evaristo Uriburu que había sido vicepresidente de la Nación.
Un año antes, en mayo de 1929, Yrigoyen había firmado el pase a retiro de Uriburu, sin saber que éste no estaba dispuesto a pasar a “Cuarteles de Invierno”.
Hipólito Yrigoyen había vencido por dos veces a la oligarquía, y había realizado reformas sociales que atentaban contra sus intereses: leyes laborales, jubilación en empresas privadas, contratos colectivos de trabajo y salarios.La Reforma Universitaria de 1918 le había arrebatado a esa clase dirigente el control del ciclo superior de enseñanza que ya no sería más para los “niños bien”, ni tampoco para los ahijados de eclesiásticos. Todos podían acceder ahora a la universidad.
Sin embargo, sería muy simplista reducir únicamente a estas conquistas la caída del gobierno radical, había intereses mucho más profundos que se enraizaban con las políticas de estado en materias sensibles y estratégicas, como el petróleo, por ejemplo, o los frigoríficos y su correlato con el modelo agroganadero argentino.
El golpe que protagonizó Uriburu además de un hecho delictivo fue una demostración del absoluto desprecio de esa clase dominante por todo lo que significara la República , y la sociedad en general. Como muestra de esa subestimación quizás pueda anotarse que el salteño realizó poco menos que un paseo desde Campo de Mayo hasta la Casa de Gobierno, sin más tropas que unos cadetes del Colegio Militar.
Entre sus íntimos, Uriburu dice que su apuesta es: “ hacer una revolución verdadera, que cambie muchos aspectos de nuestro régimen institucional, modifique la Constitución y evite que se repita el imperio de la demagogia que hoy nos desquicia. No haré – agrega - un motín en beneficio de los políticos, sino un levantamiento trascendental y constructivo con prescindencia de los partidos ”. Pero otro sector de conspiradores, dirigido por el General Agustín P. Justo no piensa del todo igual. Justo sostiene la tesis de que la revolución debe limitarse a desalojar del poder al yrigoyenismo, manteniendo el régimen institucional establecido por la Constitución ; este sector cuenta con el apoyo de los partidos políticos opositores
Se cuenta que una dama de la alta sociedad llegó a decir que “Uriburu era más grande que San Martín, porque éste había desalojado a los españoles que al fin eran unos señores; pero Uriburu había desalojado a los radicales que eran unos canallas”.
Pero si una consecuencia en particular dejó para la historia el golpe del 6 de setiembre de 1930, fue la de quebrar la institucionalidad y el orden republicano. Durante las décadas siguientes del siglo XX, los golpes de estado fueron una costumbre adoptaba para llegar al poder de grupos alimentados por capitales internacionales. La democracia no tuvo estabilidad; ni siquiera el propio Perón pudo esquivar esta suerte y cayó en 1955, dejando la Revolución Libertadora heridas que hoy todavía cuesta cicatrizar.
Todos estos movimientos facciosos, desde Uriburu se autoproclamaron “Revoluciones”; pero en honor a la verdad corresponde admitir que de no haber sido por el apoyo –cuando fervor- popular, ningún militar podría haberse acercado siquiera a la Rosada. Basta ver las imágenes de aquella jornada y comprobar cómo el pueblo alentaba en las calles, especialmente desde la sede del diario Crítica en Avenida de Mayo al 1300. Muchos de esos que ahora aplaudían el paso de los cadetes habían votado al “Peludo”. Hasta Carlos Gardel compuso una canción que su voz llevó a toda América, elogiando aquel movimiento, que honraba la consigna "¡Viva la Patria !".
Fragmento de lo publicado en "El Intransigente", 6 de septiembre de 2010.
“Viva la Patria” es un tango con música de Anselmo Aieta y
letra Francisco García Jiménez en respaldo al golpe del año ´30 que canta
Carlitos Gardel.
La niebla gris rasgó veloz, el vuelo de un adiós
y fue el triunfal amanecer de la revolución
y como ayer, el inmortal mil ochocientos diez,
salió a la calle el pueblo radiante de altivez.
Ver un extraño el opresor cual de un siglo atrás,
pero en el mismo el pabellón que quiso arrebatar,
y al resguardar la libertad, del trágico malón
la voz eterna y pura por las calles resonó:
¡Viva la patria y la gloria de ser libre!
¡Viva la patria que quisieron mancillar!
Orgulloso de ser argentino,
al trazar nuestros nuevos destinos,
¡viva la patria, de rodillas en su altar!
Y la legión que construyó la nacionalidad,
nos alentó, nos dirigió desde la eternidad,
entrelazados vio avanzar la capital del sur,
soldados y tribunos, linaje y multitud.
Amanecer primaveral de la revolución,
de tu vergel, cada mujer fue una fragante flor
y hasta tiñó tu pabellón la sangre juvenil.
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