Cuánto se escribió y cuánto se escribirá de los asados, pero la capacidad de sorpresa siempre tiene espacio para algo más.
Escuché una gran definición, muy popular, surgida de las construcciones, que pone una categoría más en la popular comida, porque aunque los precios estén por las nubes, los asados son populares.
Lo llamaron el asado de obra, ese que pagan los mismos albañiles y ayudantes, el que se cocina con tablas sobrantes de las losas o los cimientos.
Los mismos obreros de la construcción dicen que sabe distinto, que es más rico que el que ellos mismos hacen en sus casas, que tiene un sabor más intenso. Hasta distinguen la carne a poner sobre los hierros.
Según ellos, ese asado no se hace con costillas de vaca, se hace con falda, el corte que va perdiendo la ternura pero que gana sabor. Y sólo se agregan chorizos, de los comunes, sin más agregados.
Se come de parado o sobre una tabla, pero se disfruta a pleno.
La parrilla por lo general es armada en el mismo lugar con un resto de malla o algunos hierros soldados de manera improvisada.
No importa el humo, no importa el viento ni el calor o el frío. Importa que lo que surge de ese lugar no es olor a asado, es perfume de carne a la parrilla.
Ellos saben de lo que generan en los demás cuando el aroma trasciende los límites de la obra.
No existen los cubiertos, salvo un par de cuchillos para el corte inicial, un pedazo de pan y como ensalada apenas un tomate.
Eso sí, como están en horas de trabajo no está permitido el alcohol ni tampoco los combustibles para encender el fuego. Es de los pocos asados que se comen acompañados por jugos o gaseosas.
Los obreros instalan una variante que es envidiable porque con poco convierten ese momento en un encuentro que nada tiene que envidiarle a otros muchos más costosos.
Tal vez es el mas modesto de los asados, pero sin dudas es el que más se disfruta.
Publicado en Diario "Río Negro", domingo 03/09/2017.
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