Abbey Road: la portada hecha por casualidad que se convirtió en ícono.
El 8 de agosto de 1969, The Beatles realizó la sesión fotográfica para la tapa del último disco que grabaron. Estaban peleados y tardaron solo 10 minutos.
En realidad fue por casualidad. Nadie pensó que esa sesión fotográfica de 10 minutos, y de compromiso, iba a convertirse en una de las portadas más emblemáticas de la historia de la música.
Estaban hartos unos de otros, pero aun así debían realizar el trabajo. El 8 de agosto de 1969, el grupo The Beatles salió a la calle, cada uno como estaba vestido, y se le dio vida a la tapa de Abbey Road.
La imagen es del fotógrafo Iain McMillan, amigo de John Lennon y su esposa Yoko Ono, y nació de un bosquejo infantil dibujado por Paul McCartney, quien improvisó esa idea, ya que su plan original fue aplastado por el pésimo clima que los cuatro de Liverpool estaban atravesando en ese momento. De hecho, Abbey Road fue el último disco que grabaron juntos, aunque salió antes de Let it be.
El plan original era viajar a Nepal para tomarse fotos en el monte Everest. Una metáfora, tal vez, de The Beatles en la cima del mundo. Pero el final del grupo estaba demasiado cerca para viajar tantas horas y sacar un par de fotos. John y Paul ya no se soportaban. George Harrison estaba muy incómodo y quería dejar volar su creatividad en su proyecto solista y Ringo Starr, el bueno de Ringo, estaba cansado de intermediar siempre para mantener la calma.
Así que con el plan original descartado, Paul (quien la mayor parte de las veces se encargaba de crear y producir las tapas) tuvo una idea de rápida resolución y con costo casi nulo: cruzar la calle Abbey Road en la que se encontraba el edificio de los estudios EMI, donde estaban grabando el disco.
John llamó a McMillan y cuanto éste vio el infantil boceto de Paul (realizado a desgano) lo dibujó con prolijidad, sin saber que estaba empezando a darle forma a una imagen que sería replicada millones de veces en cualquier tipo de artículos.
Fue entonces que, con un pésimo clima –tanto por el humor de los músicos como por la temperatura que era demasiado elevada en Londres- John, Paul, George y Ringo salieron a la calle para caminar por la senda peatonal y hacer las fotos.
Solo tardaron 10 minutos, por varios motivos. El primero fue la ya mencionada incompatibilidad de convivencia entre ellos. La excusa era que estaban retrasados en las grabaciones y que debían regresar de inmediato al estudio (para recluirse en la música y no tener que hablarse).
La segunda, había que cortar el tránsito para tomar las fotos y no querían entorpecer el normal desarrollo de las actividades del mediodía londinense.
McMillan subió a una escalera ubicada en el medio de la calle y los Beatles cruzaron algunas veces hacia un lado y al otro.
Linda Eastman, esposa de Paul y también fotógrafa, capturaba imágenes con su cámara en lo que después quedaría como un documento invaluable del detrás de escena.
Solo había que esperar el momento preciso, y McMillan lo logró. Accionó el disparador y la histórica imagen quedó registrada para siempre.
EL CORTEJO FUNEBRE.
Mucho se habló a través del tiempo de esta tapa. El análisis más escuchado fue que se trataba de un cortejo fúnebre: John vestido con traje, camisa y zapatos blancos sería el sacerdote que celebra la misa de réquiem. Ringo, de ambo y zapatos negros y camisa blanca sería el representante de la funeraria. Paul sería el difunto, ya que en la portada está descalzo y George, de jean y camisa de la misma tela, el sepulturero. La hipótesis es poética, pero no cierta. La realidad es que los músicos salieron a la calle con lo que llevaban puesto. No se maquillaron y a duras penas se peinaron.
Pero Paul estaba descalzo… ¿por qué? Porque hacía calor y estaba sin zapatos en el estudio. En algunas fotos que fueron descartadas, el bajista aparecía con sandalias. Pero luego se las quitó porque le incomodaban y prefería andar sin ellas.
Así de simple, así de displicente y así de brillante nació una imagen que supo atravesar 54 años y que, seguramente, perdure durante muchísimos más.
Por Martín Echaide.
Publicado en Diario LA PRENSA.
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