Un viaje por las primeras gambetas en Zapala de un campeón del mundo.
Las casi 300 páginas de "Semilleros" narra las vivencias de los 26 futbolistas que integraron el plantel campeón del mundo, a las que se suman las del director técnico Lionel Scaloni y su ayudante de campo, Pablo Aimar. “Los clubes de barrio y de pueblo fueron fundamentales en el desarrollo formativo y en la sociabilidad de los actuales campeones del mundo”, señalaron los editores de este libro colectivo Juan Stanisci y Fabián D’Aloisio. Ellos convocaron a un grupo de escritores, periodistas, docentes y antropólogos para contar las historias de los futbolistas, no desde su llegada a los clubes grandes sino buscar en la “prehistoria”, aquella donde comenzaron pateando una pelota en un club de barrio, en canchas de tierra o de baldosa, donde gritaron su primer gol mirando a sus familiares, pero sobre todo en esas instituciones que los formaron deportiva y humanamente.
Como señalan los editores, el libro utiliza a la Scaloneta como excusa para hablar de la realidad de los clubes de barrios y contar las historias de los campeones en su niñez.
Tres meses después de que Messi luciera esa capa transparente, llamada “bisht”, que forma parte de la cultura qatarí y alzara la Copa del Mundo, Jordi viajó a Zapala para recorrer los lugares donde el defensor nacido el 28 de octubre de 1991 comenzó a pegarla a la pelota. “Me convocaron los editores del libro para reflejar el paso del ‘Huevo’ Acuña por los clubes de su barrio. Ese era el primer objetivo además de mostrar la relación del jugador con su contexto, con su realidad”, explicó el periodista a LMNeuquén. Con esa consigna Jordi recorrió cada una de las canchitas por las que corrió ese pibe tímido, por cierto, de carácter abnegado y talento como pocos que deslumbraba con su habilidad, eludiendo la fiereza del frío y el viento patagónico.
“Estuve en todos los clubes por los que pasó en infantiles”, contó el periodista y escritor que recrea esos comienzos de Marcos, todavía no era conocido como “Huevo”, corriendo siempre con la pelota en el pie zurdo en los playones del barrio Independencia y en el de Olimpo, detrás de la Escuela 114 en el barrio Don Bosco. “En esos lugares comenzó a construir su leyenda”, expresó. “Ese playón del barrio Don Bosco fue, después del patio de su casa y la calle, el primer contacto serio que el crack tuvo con el fútbol”, precisó. Agregó que “quienes lo vieron crecer dicen que en esos playones era capaz de jugar hasta cuatro partidos por día. Era el más petiso pero ya se le notaba la pasta y estampa de distinto”.
El autor apuntó que el clima, por momentos hóstil para practicar cualquier deporte al aire libre y en el más alto nivel, obligaba a tener un talento especial más allá de lo ambiental y las exigencias que impone el deporte de elite. “De ahí un poco la idea del texto de reflejar un antagonista en sus picaditos del barrio que fuese sobrenatural”, expresó.
“Tan silencioso como aguerrido, el ‘Huevito’ entendió muy pronto que mejor que decir es hacer y aunque por aquel entonces, la técnica de su zurda era su mejor virtud, sus compañeros sabían que chocar en alguna jugada con él se parecía a golpearse con una pared”, se puede leer en el capítulo “Semillas de viento”.
El autor mencionó a Patricio “Cubilla” Maliqueo como el hombre que descubrió el talento del “Huevo” que lo llevó a jugar a Olimpo. “Yo le tenía mucha fe porque siempre fue de ir al frente y las condiciones las tenía”, le dijo “Cubilla”, quien confesó que desecha remeras y entradas de partidos que suele ofrecerle su “crack” porque prefiere verlo jugar por la televisión y que lo pase a saludar cuando el defensor del Sevilla visite Zapala.
“Al talento único de su zurda, Huevito ya dejaba ver un coraje casi de ficción, solo comparable al de las leyendas que escuchaba de chiquito sobre animales mitológicos, caciques o loncos mapuches. Las piedritas que sobresalen de las numerosas capas de tierra que tiene la cancha de Olimpo sabían que, cuando jugaba Acuña, su mejor destino era ser gambeteadas porque si la fatalidad se hacía presente serían pateadas y terminarían estrelladas en los postes”, escribió Jordi. Describió también su paso a Tiro Federal y recordó la fiesta de gambeta y atrevimiento que armó en un partido provincial donde un árbitro paró el partido, sacó la tarjeta amarilla pero no para amonestarlo sino para anotar su nombre porque “este chico es un monstruo, va a jugar en primera”.
Pero no todo en esos años de formación fue un camino sin obstáculos para el Huevo, “cada tanto la vida estaba ahí para recordarle que una y otra vez había que demostrar seguir siendo ese niño que alguna vez fue elegido antes que el viento. Una vez al Huevo lo convocaron para viajar con otros chicos desde Cutral Co pero como no tenían lugar en la traffic lo hicieron ir solo con los bolsos en un colectivo”, relató.
El texto también hace foco en su llegada a las inferiores de Don Bosco, uno de los clubes más importantes de Zapala, donde jugó entre los 11 y 17 años y fue dirigido, entre otros, por Gabriel Rouret. Allí en ese humilde club zapalino, Acuña “terminó de forjar su leyenda en la ciudad y en la provincia, los triunfos, las expectativas, los obstáculos superados fueron creciendo”, aseguró. Con el Barrio se consagró campeón en séptima división en un equipo que aún sigue siendo recordado por los futboleros de la ciudad.
Jordi fue testigo que cada rincón del club de uno de los barrios más populares de Zapala guarda y muestra la presencia de aquel futbolista que soñaba con jugar en un club grande. Fotos, murales, placas y frases en las paredes forman la escenografía del club donde transitó aquel joven todo talento y pasión por el fútbol.
“Ver a alguien que se crió en este barrio que está a punto de jugar una final del mundo, es un orgullo y una gran esperanza para todos los chicos que hoy tienen el sueño que tuvo Marcos”, cita Jordi las palabras del presidente de Don Bosco, Jorge “Chino” Badilla, antes de la final con Francia aquel 18 de diciembre de 2022 en el Estadio Lusail, donde el zapalino levantó la tan ansiada Copa del Mundo.
Jordi destacó el enfoque que presenta el libro y, especialmente, por la reivindicación de los clubes de barrio donde se formaron los jugadores de la selección “que además es muy federal por la procedencia de los jugadores. Valoro mucho el carácter federal y popular de Semilleros”.
Literatura de la pelota: de Maradona al “Huevo” Acuña
"Para los que somos de la generación +40 y nos gusta el fútbol y amamos este país, estamos atravesados por la figura de Maradona. Como dijo Pablo Aimar, uno no quería ser Superman o Batman, ni ningún otro superhéroe, uno se conformaba con ser Maradona y hacer con la pelota lo que hacía él”, confesó Jordi Aguiar Burgos cuando presentó en 2022 el libro Due10s, una nouvelle que a modo de diario escribió a partir de la muerte de Diego Maradona. Una afirmación que refleja la pasión futbolera de quien nació precisamente el año en que Maradona jugó en Boca y obtuvo el campeonato Metropolitano. No hay un solo día en que Jordi no recuerde a Maradona y aún se emociona cuando ve algunos de sus goles o rememora algunas de sus frases. Lo recuerda con una sornrisa porque “los duelos son perdidas y reparaciones y que uno tiene que hacer algo con ese afecto que queda dando vueltas y transformarlo en cosas positivas, yo lo transformé en este libro”.
Sostuvo que la literatura como el fútbol son dos de las formas de soñar que aprendió de chico. Y en ese campo de la ficción también tiró paredes con otros diecinueve escritores, escritoras y periodistas de Neuquén y Río Negro que publicaron hace cuatro años el libro Fuerte al medio que contiene relatos y crónicas futboleras.
"Semillas de viento" se titula el texto escrito por Jordi Aguiar Burgos en el libro Semilleros, que cuenta la historia de los campeones del mundo en sus clubes de barrio.
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