Sara Benedit de Pereda y su esposo, Eduardo Pereda. |
Delfina Bunge de Gálvez fue contemporánea de un renacer intelectual y social católico. |
Los disertantes -Horacio Sánchez de Loria y Sara Shaw de Critto- expusieron sobre las virtudes de dos mujeres que dieron testimonio de su fe, y cumplieron dentro de la Iglesia un importante rol en la evangelización de la cultura y de la vida institucional, social y empresarial.
“Delfina Bunge (1881-1952) fue poeta, ensayista, traductora y filántropa. Nació en Buenos Aires un 24 de diciembre. Era una mujer delicada y sensible: la literatura, la música y la contemplación de la naturaleza fueron sus fuentes de inspiración. Autora prolífica de casi una veintena de libros, escribió en Criterio, El Pueblo, Vida Femenina, La Nación, El Hogar, Nosotras, y Argentina Noel. Ejerció funciones de dirección en asociaciones culturales y obras de caridad.
Integró la Asociación de Escritoras y Publicistas Católicas (ASESCA), y dirigió el Centro de Estudios Religiosos y la revista Ichthys (en la cual colaboró el padre Leonardo Castellani)…”
“Tuvo también una mirada política sobre los problemas de su tiempo, pero todo lo hacía `sub specie aeternitatis´ (es decir, sin dirigir su pensamiento y su acción a la doctrina transitoria, sino a los valores eternos). De allí su plena actualidad. Muchas enseñanzas podemos descubrir en sus gestos, sus ideas, y su conducta”.
Con esta conceptuosa reseña dio comienzo la disertación de Horacio Sánchez de Loria, Licenciado en Psicología (UBA), Doctor en Derecho (UBA), Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra, España, y también académico de número de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina. La conferencia, que marcó el comienzo del ciclo dedicado a grandes católicos argentinos 2023 -y es continuación del cronograma iniciado en 2022- se realizó en la sede de la Corporación de Abogados Católicos (avda. Santa Fe 1206, de esta Capital). Las palabras de bienvenida estuvieron a cargo del presidente de la entidad, doctor Pedro J.M. Andereggen -quien impulsa ante la Corte Suprema la declaración de inconstitucionalidad de la ley de aborto-, en tanto que la coordinación de la conferencia fue tarea del doctor Juan Marcos Pueyrredón.
Tras la exposición de Sánchez de Loria, hizo uso de la palabra Sara Shaw de Critto, miembro del Consejo Consultor de la Diplomatura en Cultura Argentina de la Universidad Austral, e integrante de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación. La disertante se refirió sobre aspectos de la vida de otra figura también de gran valía, por su aporte a la sociedad e inspirada en valores cristianos: Sara Benedit de Pereda (1902-1992).
El ciclo se desarrolla entre los meses de julio y diciembre, y cuenta con la participación de destacados expositores. Otras dos disertaciones -realizadas en fecha posterior a la conferencia inaugural del período 2023- fueron sobre los juristas Jorge Joaquín Llambías y Jorge A. Mazzinghi, en tanto que las próximas se referirán al presbítero Federico Grote (fundador de la Federación de Círculos Católicos de Obreros); al magistrado Ambrosio Romero Carranza (uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano); y a los presbíteros Angel B. Armelin y José Bonet Alcón. La secuencia culminará con el análisis de la obra de Aníbal Ernesto Fosbery OP, sacerdote fundador y presidente emérito de la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino (Fasta).
Según ratificó a La Prensa el presidente de la Corporación de Abogados Católicos, doctor Andereggen, estos nombres no pretenden establecer una lista o catálogo con criterio valorativo o comparativo, ni mucho menos excluir a ninguna de las otras figuras relevantes del catolicismo -hombres y mujeres, laicos, religiosos o sacerdotes-, que afortunadamente tuvo nuestra Patria en los siglos XX y XXI, y fueron testigos ejemplares del Evangelio.
KULTURKAMPF (Guerra cultural).
“Delfina Bunge de Gálvez nació en plena Kulturkampf, esa auténtica guerra cultural cuyo objetivo era deshacer los restos de la tradición hispano-criolla aún subsistente, y consolidar un Estado burgués, con el trasfondo ideológico del liberalismo, como ocurrió en todos los países de
Hispanoamérica”, indicó Sánchez de Loria. “El paradigma cultural que se pretendía imponer –continuó el disertante- no sólo traía aparejado modificaciones en el entramado políticojurídico, sino que implicaba un cambio en la manera de ver el mundo, en las relaciones personales y en el modo de vivir y reaccionar”.
“Las creencias personales, las conciencias individuales, debían circular en un ambiente cada vez más secularizado (tiempos turbulentos), marcado por el positivismo y el utilitarismo. Sin el horizonte de la `res publica christiana´, abandonada la concreta tradición política hispánica -y sin un foco de atracción tradicional que los encausase- (esos católicos) giraban en el vacío del régimen”.
Sánchez de Loria manifestó que, en 1934, Delfina subrayaba: “Vivíamos, según se nos decía, en el siglo de las luces. Luces humanas tan deslumbrantes al parecer, que volvían innecesaria la divina luz . Los hombres se habían vuelto tan sabios que ya no necesitaban de Dios…Spencer, Anatole France, D’Annunzio, eran nuestros profetas. Confieso que yo mismo me nutrí de toda aquella literatura (…). A pesar de la general fidelidad de las mujeres a la religión de nuestros padres, toda aquella maleza anticlerical prosperaba frondosamente en las orillas del Plata…Bastaban para deslumbrarnos la filosofía alemana y las modas de París”.
El hábito de la escritura acompañó a Delfina desde siempre. Apenas aprendió a escribir comenzó a “borronear página tras página”, apuntó Sánchez de Loria. (Su diario íntimo, que empezó a elaborar desde los 15 años, consta de 18 manuscritos y cinco volúmenes escritos a máquina).
FAMILIA Y QUEHACER LITERARIO.
En la familia se respiraba un aire intelectual. Delfina era hija de Octavio Raymundo Bunge (1844-1910) -jurista de formación positivista, quien llegó a ser miembro de la Corte Suprema de Justicia-, y de María Luisa Rufina Arteaga (1851-1934). Tuvo una hermana y seis hermanos. (Uno de sus sobrinos fue el físicomatemático y filósofo Mario Bunge).
Varios de sus versos en francés fueron traducidos por su amiga Alfonsina Storni. “Sería lastimoso –afirmó Alfonsina- que se pierda el tesoro de fina idealidad que encierran los versos de esta poetisa que no ha escrito en francés por capricho de persona culta, sino porque su lengua natal no ha respondido a su música interior”.
A pesar de las diferencias de orientación y temperamento, Delfina cultivó en un momento dado, una estrecha amistad con Victoria Ocampo. “Compartía, tanto con Victoria Ocampo, como con Alfonsina Storni, el rechazo a las hipocresías y rigideces sociales, a las leyes no escritas sobre las relaciones amorosas, y las limitaciones del papel de la mujer en el mundo intelectual y laboral”, según resaltó Sánchez de Loria.
“En 1904 se publicó el primer artículo de Delfina, `La jeune fille d'aujourd'hui, est-elle heureuse´? (“La joven de hoy, ¿es feliz?”) . Fue a raíz de su participación, en 1903, en un concurso organizado por la revista francesa Femina. Como consecuencia conoció a Manuel Gálvez, quien le pidió que lo publicara en Ideas (la revista que él dirigía). Se enamoraron a primera vista, pero tuvieron un noviazgo largo y difícil.
Gálvez emprendió un viaje a Europa, ya programado, mientras que Delfina preparaba sus versos en francés y sufría tuberculosis, lo que la llevó junto con su mamá a pasar una temporada en las sierras de Córdoba. Se comprometería el 31 de diciembre de 1905 y se casarían el 21 de abril de 1910”.
RUBÉN DARÍO.
Hizo notar Sánchez de Loria que, en 1911, el editor Alphonse Lemerre publicó en París, el primer libro de poesía de Delfina -Simplement- que recibió elogiosos comentarios. Rubén Darío y la poetisa francesa Jane Catulle Mendés escribieron sendos artículos sobre ese acontecimiento. El 8 de septiembre de 1916, en el día de la Natividad de la Virgen María, apareció la primera edición de Nuestra Señora de Lourdes. Historia y novena, dedicado a la aparición mariana.
Delfina inauguró el 10 de septiembre de 1916, dos días después de la salida del libro, una gruta que evocaba la de Lourdes, en Alta Gracia, Córdoba. (Se había radicado allí un año antes, ya con tres hijos y una salud endeble).
En 1918 publicó en Buenos Aires su segunda y última obra de poesía en francés, La noeuvelle moisson (La nueva cosecha). Alfonsina Storni dió una conferencia sobre este libro en Montevideo.
LAS MUJERES Y LA VOCACION.
En este tramo de la conferencia, Sánchez de Loria mencionó otros títulos de la obra literaria de Delfina, tales como sus dos tomos del libro escolar escrito con su hermana Julia (luego reeditado en tres), bajo el nombre de El Arca de Noé (1916). Con su amiga Sofía Molina Pico publicaron Mi primer libro de religión, y Curso breve de religión (1938). El alma de los niños (1921) fue otro título destacado de Delfina, escrito a raíz de su experiencia como madre. En 1922 publicó Las imágenes del infinito, ensayo dedicado a su hermano Carlos Octavio, premiado en el concurso literario municipal de Buenos Aires.
En Las mujeres y la vocación (1922), Delfina reivindica el derecho de la mujer a desplegar su vocación, en todos los quehaceres en los que tuviese capacidad, incluso, participar en las contiendas electorales.
CHESTERTON.
En El tesoro del mundo (1923), Delfina define -en la línea de Gilbert K. Chesterton-, el “arte de vivir”. Otros títulos de esa índole fueron: Los malos tiempos de hoy (1926); Tierras del mar azul (1928); Hogar -junto con su hermana Julia- (1933); Hogar y Patria (1933); El reino de Dios (1934); y Oro, incienso y mirra, (1935). Posteriormente publicaría La belleza en la vida cotidiana (1936); Iniciación literaria (1937); Viaje alrededor de mi infancia (1938); y Dios y yo, con Sofía Molina Pico (1940).
Más adelante daría a luz La vida en los sueños (1943), una obra singular por la interesante penetración psicológica que exhibe. La editorial Club de Lectores publicó en 1944 En torno a León Bloy (polémico escritor francés). En 1949 apareció Cura de estrellas.
En la primera página Delfina señalaba que, así como hay para el cuerpo una conocida cura de sol, ella proponía para el alma una cura de estrellas, mediante la contemplación de la naturaleza.
EL RENACER CATOLICO.
Puntualizó Sánchez de Loria que Delfina fue contemporánea de un renacer intelectual y social católico, al compás de lo que ocurría en Europa y Estados Unidos, en el contexto de la crisis política mundial. En 1922 un grupo de universitarios fundaron Los Cursos de Cultura Católica, de impronta tomista. En Córdoba se organizaron también centros de estudio. Paralelamente a estos proyectos, se fueron aglutinando intelectuales con fuerte vocación política práctica. Por ejemplo, el variado movimiento nacionalista, nacido hacia 1927, el cual cuestionaba el régimen demo-liberal, al tiempo que comenzaba un proceso de revisionismo histórico. Otros intelectuales, en cambio -de orientación liberal, e identificados fundamentalmente con el pensamiento político del Jacques Maritain (en su segunda etapa)- fueron los inspiradores de la futura Democracia Cristiana.
Delfina trabajó asiduamente al celebrarse en Buenos Aires, en 1934, el Congreso Eucarístico Internacional, y al igual que su hermano Alejandro -economista-, pertenecía a la corriente preocupada por las implicancias sociales del Evangelio. “No fue, de todos modos, una mujer de partido, ni de banderías permanente. Disentía profundamente con la mirada de los liberales católicos que, entre otras cosas, pugnaban para que la Argentina entrase en la guerra de parte de los aliados, como pretendía Estados Unidos”, indicó Sánchez de Loria. Molesta por la posición de esos católicos que entendían la guerra, simplemente como una lucha entre buenos y malos -o entre los defensores de la democracia y la libertad, y los que gozaban con la represión y el autoritarismo-, Delfina escribió a fines de 1942 un artículo en El Pueblo -titulado “Catolicismo de guerra”-, que despertó “mucha polvareda”. Destacaba la incongruencia y la falsedad de invocar el nombre de la Iglesia, a fin de obligar a adherir al triunfo de una nación herética y otra atea -los Estados Unidos y la Unión Soviética-. Sostenía que, en realidad, ninguno de los dos bandos estaba en condiciones morales de exigir la adhesión de los católicos; se trataba de una guerra de intereses y por la conquista de poder y mercados.
JUSTICIA SOCIAL.
Delfina, al igual que otros sectores católicos y nacionalistas adhirió a la revolución militar de 1943, que prometía promover una auténtica justicia social siguiendo los lineamientos cristianos. Dos años después presenció desde los balcones de su casa, en la avenida Santa Fe, el acto multitudinario del 17 de octubre de 1945. Conmocionada escribió un artículo -lleno de “sensatez” (al decir de Félix Luna) -que fue publicado el 25 de octubre de aquél año en El Pueblo. Una emoción nueva en Buenos Aires -tal su título-, despertaría tanta o más “polvareda” que el anterior de 1942, y cambiaría la vida de Delfina para siempre. Por teléfono le dijeron insolencias, y muchos amigos se alejaron. “Las calles presenciaron algo insólito. De todos los puntos suburbanos veíanse llegar grupos de proletarios, de los más pobres entre los proletarios. Y pasaban debajo de nuestros balcones. Era la turba tan temida, era la gente descontenta”. El primer impulso fue cerrar los balcones, pero de pronto esa multitud, “parecía trocada por milagrosas transformaciones...”, escribió Delfina.
“Quiero aclarar y jurar que mientras esto escribo manténgome a mil leguas de la más leve intención política. No me interesa el personaje (en alusión a Juan Domingo Perón) con cuyo nombre nos saturan los oídos esta noche” , subrayó.
PALABRAS DEL MOMENTO.
Rememoró Sánchez de Loria que aquélla reflexión sobre el 17 de octubre, si bien alejó a Delfina de mucha gente, le valió el respeto de otras personas que se acercaron al peronismo, con el que ella simpatizó en un primer momento. En 1947 fue convocada a la reunión de pensadores en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno por el entonces presidente Perón. Escribió en revistas del ámbito cultural, y en 1948 fue nombrada como integrante de la Junta de Intelectuales. El cargo no era rentado. En 1949 ese órgano -integrado entre otros por Gustavo Martínez
Zuviría (Hugo Wast)- elaboró un anteproyecto de estatuto del trabajador intelectual.
El problema de la hipertensión arterial se le fue agravando paulatinamente y, en el invierno de 1951, Delfina sufrió un episodio grave. Unos meses después decidió ir a Córdoba con Guillermina Achával Rodríguez de Goyena, a festejar los veinticinco años de la fundación de la capilla dedicada a la Virgen de Lourdes en Alta Gracia (obra suya y de su amiga). Murió allí el domingo 30 de marzo de marzo de 1952.
“Este lugar es tan lindo como para morir en él”, dijo alguna vez. Cuarenta y ocho años antes había escrito: Ya que morir yo debo, un domingo, quisiera, Que me llevara el pueblo donde la cruz espera. ¡Oh repicad campanas, alegres repicad El día que yo muera; niños dulces, cantad! Que en rayos de esperanza la cumbre se ilumina ¡Y la cruz resplandece en la verde colina!
APOSTOLADO DE SARA BENEDIT DE PEREDA.
Por su parte, la segunda disertante –Sara Shaw de Critto- hizo alusión, tal como se señaló al principio de la presente reseña, a la vida y al bregar incansable de Sara Benedit de Pereda. “Conocí a Sara Benedit de Pereda y a Delfina Bunge de Gálvez, pero no recuerdo haber hablado con ellas. Sin embargo me siento muy conectada con ambas porque influyeron muchísimo en la vida de mis padres”, señaló la oradora.
Sara Benedit de Pereda nació veinte años después que Delfina. Ambas (de elevada condición social) fueron mujeres extraordinarias, pero distintas. “Escuchamos como Delfina se destacó por su obra literaria, pero en lo personal –añadió la expositora- me impactó su libro de catequesis Dios y yo (escrito junto con Sofía Molina Pico). Mi papá (Enrique Shaw), en su época de oficial de la Armada Argentina lo usaba para preparar a marineros conscriptos, que ni siquiera estaban bautizados”. En la actualidad el Papa Francisco impulsa la causa de beatificación y canonización, de Enrique Shaw, destacado empresario fallecido en Buenos Aires el 27 de agosto de 1962).
Consignó la disertante que, a diferencia de la vocación intelectual de Delfina, el accionar de Sara Benedit de Pereda “fue titánico y tangible, por su responsabilidad de coordinar el envío de toneladas de comida, medicamentos y ropa a países destruidos por la Segunda Guerra Mundial. ¡Esto es una muestra de la gran diversidad que hay entre las personas y sus actividades! ¡Hay muchas flores distintas en un mismo jardín!”.
Destacó seguidamente la oradora que tuvo tres fuentes de información sobre la obra realizada por Sara Benedit de Pereda. Primero: La admiración que sus padres (Ernesto Shaw y Cecilia Bunge de Shaw) sentían por Sara. A esto la disertante sumó su propia relación con las nietas de Sara Benedit de Pereda. “Traté mucho a Ana y a Cristina de Bary Pereda (presente durante la conferencia). En mi infancia estuve muy cerca de ellas” , dijo.
En segundo lugar la expositora agradeció a Daniel Martini (socio de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa - ACDE), quien en mayo de 2022 publicó una nota sobre Sara Benedit de Pereda en la revista de esa institución. Según datos biográficos (que se desprenden de esa publicación), Sara se casó en 1924 con Eduardo Pereda, con quien tuvo cuatro hijos. Estaba embarazada de Teresa, su última hija cuando él murió. A pesar de este golpe, ella llevó adelante a su familia. Y cuando pudo organizarse empezó a colaborar con la Acción Católica Argentina con tanta responsabilidad y liderazgo, que rápidamente comenzó a destacarse como dirigente. Al crear los cardenales Santiago Copello y Antonio Caggiano la Comisión “Pro-Ayuda” a Europa, en respuesta al pedido del papa Pío XII -formulado en abril de 1947- los prelados designaron como titular de esa entidad a Sara Benedit de Pereda.
HEROICIDAD EN LA HUMILDAD.
“Durante una década, Sara estuvo en el primer lugar de la conducción nacional de las Mujeres de la Acción Católica y en todo ese lapso, en la revista Anhelos de la Asociación, de rigurosa actualidad mensual, no hay fotos de ella ni columnas que lleven su firma, a no ser por un S.M.P. (abreviatura formada por las letras iniciales de Sara María Pereda) que puede reconocerse esporádicamente”, destacó la disertante, en clara referencia a la “heroicidad en la humildad” de la presidenta de las Mujeres de la Acción Católica. En la Comisión “Pro-Ayuda” a Europa se puso en evidencia el liderazgo de Sara. Los balances dan cuenta que, entre abril de 1946 y abril de 1948, se recaudaron casi 1,6 millón de pesos en efectivo y en ropa. Ese dinero equivaldría a unos 500.000 dólares de la época.
Sara Benedit de Pereda fue presidenta de las Mujeres de Acción Católica de la Arquidiócesis de Buenos Aires de 1938 a 1943, y luego presidenta nacional hasta 1949. Resulta impactante el radiomensaje de Pío XII dirigido al pueblo argentino el domingo 1/2/1948. Allí el Papa menciona a Sara Benedit de Pereda, quien recibió por su servicio la condecoración pontificia “Pro Ecclesia et Pontifice”. De esta gran movilización de la Acción Católica empezaron a florecer varias instituciones, pero con diferencias en sus objetivos específicos.
La Liga de Madres de Familia surgió en 1951 y Sara Benedit de Pereda fue su primera presidenta nacional. La otra entidad fue la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa -ACDE- que se inició en 1952. Ambas contaron con el apoyo del padre Manuel Moledo, capellán de la Acción Católica.
Como tercera fuente de información, la disertante hizo referencia a la conexión de ACDE con la tarea de la Comisión “Pro-Ayuda” a Europa. Los datos fueron extraídos del trabajo realizado por la comisión histórica presidida por el entonces sacerdote (y más tarde cardenal) Mario Poli. La labor principal (en esa comisión histórica) estuvo a cargo de la Dra. M. Isabel De Ruschi Crespo, y colaboraron la Lic. Inés Gutiérrez Berisso y la profesora Mónica Cuccarese.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA.
El primer documento en el que se menciona a Sara Benedit de Pereda es del cardenal Santiago Copello, quien escribió una carta para ser leída en todas las misas dominicales. Allí se encargaba ala Acción Católica, y a su presidenta del Consejo Superior de Mujeres, a colaborar con la ayuda a Europa en la posguerra.
Además está la carta autógrafa de Pío XII -del 23 de abril de 1947-, donde el Santo Padre solicita ayuda a favor de Europa.
“También allí hay documentación sobre el inicio de la colaboración de mi padre (Enrique Shaw) con la Acción Católica. El era entonces muy joven, tenía 25 años y acababa de regresar a la Argentina (año 1946). Se ofreció a colaborar y lo nombraron secretario honorario de la subcomisión de industriales y comerciantes”, concluyó la expositora, quien agregó que el trabajo realizado para ayudar a Europa fue la semilla de la cual nacería ACDE.
Finalizada la tarea humanitaria, pues en los países afectados por la conflagración ya estaba nuevamente en marcha la producción de alimentos, varios miembros de la subcomisión siguieron reuniéndose para estudiar el modo de acercar al mundo empresario la Doctrina Social de la Iglesia. (N. de la R.: Más cercano en el tiempo, otro Papa -Juan Pablo II- publicó en 1981, como profundización de esa doctrina, la encíclica Laborem exercens, dedicada al trabajo humano).
Por Carlos E. Hartmann.
Publicado en Diario LA PRENSA.
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