En la primera oportunidad que me visitaron los representantes del Congreso Peronista, encabezados por el actual presidente del Congreso, tuve oportunidad de conversar largamente sobre la organización de nuestro Movimiento, empezando por establecer que ese Congreso, que ha deliberado y resuelto las candidaturas, debía ser un Congreso absolutamente libre y soberano, donde nadie interviniese de fuera. Creo que en realidad se ha procedido así. Yo no he tenido, por eso, ningún contacto con el Congreso, ni con su Presidente, ni con ninguno de sus integrantes, porque no he querido en manera alguna influir sobre las decisiones que el Congreso debía tomar en nombre y representación de todo el Movimiento Peronista, de manera que para mí sea el primer acto de la institucionalización de nuestro Movimiento.
Desde que en 1955 cayó el gobierno constitucional por un golpe de estado, he pensado en la necesidad de reemplazar la acción de una organización exclusivamente gregaria, para transformarla sucesivamente en una institución política que diese respaldo al gran movimiento nacional que el Justicialismo representa en nuestra Patria. Pero, evidentemente, esto no es de ninguna manera simple, porque los movimientos que como el nuestro nacen hacia una revolución que cambie estructuras y sistemas, se realizan siempre por un movimiento gregario que, unido y afirmado en los ideales comunes, sigue detrás de su creador. Pero es necesario pensar que para que estos movimientos se consoliden, es preciso que se institucionalicen, porque desgraciadamente para el hombre, no ha conseguido vencer al tiempo. Y si un movimiento habría de morir con el que lo manejó y creó, sería de vida sumamente efímera. Lo único que vence al tiempo es la organización. Por eso es necesario que nuestro Movimiento comience a pensar que su gregarismo ha ya terminado, y que comienza su institucionalización, que ha de afirmar perentoriamente, por ahora, pero definitivamente después, el Movimiento Justicialista que respalda.
Algunos de nuestro Movimiento y de fuera de nuestro Movimiento -que son los más-, nos han criticado, porque dicen que estamos un poco desorganizados. Señores, yo pregunto si en la historia política del mundo existen muchos ejemplos que después de veinte años de persecución, de fusilamiento, de cárceles y de todas las arbitrariedades que se han cometido con el Movimiento Nacional Justicialista, hasta colocarlo fuera de la ley; si hay muchos Movimientos que después de todo eso, hayan resistido y estén firmes como una piedra, como está nuestro Movimiento.
Pero eso, señores, ya lo he dicho: la persistencia en la solidaridad y en la unión de los peronistas se debe más a que en nuestras concepciones y en nuestra conducta, en el Gobierno y fuera de él, hemos demostrado que teníamos razón.
En eso, compañeros, tanto mérito tiene esa razón y tanto ha contribuido nuestra conducta peronista -que, pese a todo, ha mantenido esa solidaridad, esa unidad y esa organización- como nuestros enemigo, que nos han ayudado tremendamente con sus tremendos errores.
El Movimiento que mantiene firme su doctrina, que muchos niegan, porque una de las cosas más curiosas que ha sucedido con nuestro Movimiento es que hay todavía algunos políticos que no conocen la doctrina peronista, que no saben lo que es el Movimiento Peronista, y que ignoran qué ideología tiene el Movimiento Peronista. Y lo más curioso es que yo vengo de Europa, vecina al África; y en Francia se han escrito ya varios libros sobre el Justicialismo; y en Italia hasta han abierto unidades básicas justicialistas. Y algo que es mucho más curioso: en la ciudad de Nueva York existe una unidad básica peronista que se reúne, hace exteriorizaciones en la vía pública y tiene numerosos adherentes. Ahora es curioso que frente a eso, todavía haya algunos argentinos que no sepan lo que es el Justicialismo.
Pero después de dieciocho años de proscripción, observamos el fenómeno justicialista en la Argentina de nuestros días, ¿y podemos temer que haya algunos tontos que simulen desconocernos?
Por esa razón, yo aprovecho esta reunión donde estamos los representantes de todo el territorio de la República, donde está el Interior, que para nosotros es sumamente valioso, porque el Interior es una fuerza extraordinaria que no muestra mucho, pero que es mucho. Ese factor es el que queremos que comience a jugar decisivamente en nuestro Movimiento, buscando la colaboración que debe venir desde el interior del país, y que desde hace dieciocho años está totalmente aislado en sus reductos de lucha, que ha sabido mantener con valor y con toda capacidad. Desde ese Interior es de donde sale nuestra mayor esperanza; es de allí de donde los valores todavía no manifestados, han de encontrar conciencia y solidaridad en esta gran Capital que, como tal, muchas veces desvanece los grandes intereses, para diluirlos en pequeños intereses para nosotros despreciables, como es la concupiscencia en el gobierno o la defensa de los intereses personales o de círculos que, en situaciones como las que está viviendo el país, son total y absolutamente despreciables.
Hoy hay un solo interés: es el interés de todos los argentinos, sin cuya realización nadie podrá soñar en realizar su propio destino.
En esto, compañeros, debemos llevar la sensación a toda la República que nuestro gobierno justicialista no es ni absorbente, ni sectario, ni excluyente. A pesar de todo lo que ha sucedido en estos últimos veinte años, nosotros nos despreocupamos de las pasiones menores, para exaltar la única pasión que vale en los tiempos que vivimos: el destino de la República Argentina.
Debemos llevar en el espíritu que emerja de este Congreso, la persuasión más absoluta de la necesidad imprescindible de que cada uno de los peronistas, en cualquiera sea el lugar en que se encuentre y actúe, tiene un deber ineludible para hacer cumplir en el gobierno, en su actitud particular y personal, como así también en sus designios de todo orden, que es anteponer a cualquier otro interés, lo que el apotegma peronista estableció desde sus primeros días: "Primero está la Patria; después, el Movimiento, y finalmente, los hombres".
Esa es la consigna del Movimiento, especialmente en estas horas. En el Movimiento Peronismo nadie debe sentirse más de lo que es, pero tampoco menos de lo que debe ser. Porque su esfuerzo y su sacrificio sí, es preciso.
En ese sentido, yo no he querido eludir la responsabilidad de investir, por segunda circunstancia, el gobierno de la Nación, tarea ciertamente difícil, compleja y larga. Porque he querido dar el ejemplo a nuestro Movimiento, buscando en este gesto el sacrificio que cada uno de nosotros debe estar decidido a prestar en estos momentos al país. El Movimiento Peronista debe tener la sensación de que cada peronista, en cada lugar de la República, ni debe ni puede eludir el deber de la hora.
Yo, como todos los viejos, había pensado en mis últimos años más o menos tranquilos. Pero el destino no ha querido que así sea. El hecho de que se hayan producido los acontecimientos electorales sucesivos en este corto tiempo, ha sido una decisión de nuestros hombres, que aceptaron una situación inconstitucional que por haber vetado los candidatos en forma directa o indirecta, habían transgredido la Constitución, que no establece limitaciones a los argentinos para alcanzar cualesquiera sean los grados o los puestos que la Nación necesita para llevar adelante su gobierno y su destino.
Por eso, el hecho de que el Gobierno electo haya renunciado para que se cumpla la Constitución y que a pesar de mi resistencia, me hayan obligado a aceptar lo que yo ya había renunciado indeclinablemente.
Hay algunos, ahora, especialmente políticos, que con una incomprensión tremenda, afirman que todo esto es un proceso irregular. Esos son los que apoyaron la inconstitucionalidad, a pesar de mostrar en los hechos una conducta muy dificil de explicar, cuando se trata de sostener la verdad y no la hipocresía.
Nosotros podremos haber producido un hecho un tanto insólito para lo que estamos acostumbrados, que ha demostrado que en nuestro Movimiento militan hombres capaces de gestos de grandeza y de renunciamiento para imponer los principios que rigen la vida constitucional de la Nación, y que es la única manera de asegurar la libertad, cuando uno se dispone a ser esclavo de esa Constitución.
Pero todo esto, compañeros, nosotros sabemos bien que juega en la realidad y en las simulaciones del avatar político. No creemos en la seriedad de muchas de estas cosas. Pero debemos estar en claro que pese a todo eso, debemos seguir adelante en la tarea de pacificar al país y unir a los argentinos. Porque frente a nosotros tenemos una situación tan grave y dificil en todos sus aspectos, que si por esta vez no somos capaces de unirnos para resolver todos los problemas que surgen de la encrucijada económica y de la situación social, política, moral, educacional y cultural del país, quizá seamos en el futuro los culpables de la disociación de nuestra comunidad y del desastre de nuestra Nación.
Compañeros: Es indudable que tampoco podemos tomar esto en serio, y enojarnos porque se inicia una campaña política en la que hay partidos que están en la oposición abierta o en la oposición, diremos, amistosa, como en la que estamos nosotros con todos los demás. Nosotros somos amigos de nuestros opositores, como debe ser en la Argentina de nuestros días.
Pero, claro, para poder mantener los nervios tranquilos y el espíritu más o menos sosegado, tenemos que explicarnos muchas de las cosas que ya han comenzado a pasar y que seguirán pasando. Me causó gracia, porque he leído algunas declaraciones políticas donde pseudo opositores, amistosos o de los otros, dicen que en lo que va del gobierno justicialista, no se han hecho muchas cosas; que además hay un poco de indecisión, otro poco de desorden, y de construcción es poco lo que se ha hecho.
Esos señores se dividen en dos clases: algunos ingenuos, que creen que los demás son ingenuos como ellos, y otros que creen que nosotros podemos reconstruir en tres meses lo que ellos han destruido en dieciocho años. Y hay algunos jóvenes ingenuos entre ellos, que tampoco están conformes con lo que está haciendo el Gobierno justicialista. Yo les contesto que no se aflijan; que cuando nosotros estemos afirmados en el Gobierno, los vamos a llamar a ellos para que lo hagan mejor, si es preciso.
Respecto a este hecho de los tanteos gubernamentales que hasta ahora se han puesto en marcha, yo, que tengo una experiencia bastante larga en el gobierno -donde estuve diez años-, estoy asombrado de que se haya podido hacer cuanto se ha hecho. ¿Por qué? Por una simple razón: porque es necesario pensar que cuando se toma una cosa tan seria y de tanta responsabilidad como es el gobierno de una comunidad como la argentina, no se puede estar haciendo las cosas a la tremenda ni improvisadamente.
Desde el 25 de mayo han pasado tres meses. Tres meses que ya de por sí son insuficientes para conocer cómo está el país, porque para arreglar una cosa o reconstruirla, es preciso primero conocerla. Quizá la primera regla de la filosofía de la acción aconseje ver, base para conocer; conocer, base para apreciar; apreciar, base para resolver, y resolver, base para realizar.
Nuestros críticos deben pensar que hemos recibido el país en una situación casi caótica, totalmente amagado de destrucción, donde lo primero que se ha destruido es el argentino, que es el que más vale. Porque el argentino que no ha abandonado todo, no se ha largado por la vía de los asaltos y de la tarea fácil de la delincuencia, está un poco desanimado, piensa que todo es dubitativo, que no pisa sobre terreno firme.
Lo primero que tenemos que hacer es reconstruir, moral y espiritualmente, a esos argentinos que están dudando de nuestra propia capacidad humana.
A renglón seguido, podremos pensar en reconstruir las cosas, que siempre valen menos que los hombres y que es más importante reconstruir. Para eso debemos pensar que la tarea no es tan simple como algunos imaginan. Tenemos frente a nosotros un problema al cual yo ya me vi abocado en 1946. Es decir, un país con una economía no floreciente, con un sistema social injusto, y con un juego político dificil y comprometido. Yo ya pasé por esta situación, que en el fondo, sin ser tan grave, era muy similar a la que estamos atravesando en los presentes días.
Nosotros, en 1946, recibimos un país que, como ahora, tenía una deuda pública bastante elevada, no tanto como la de ahora, que ya está llegando a las nubes, en lo externo y en lo interno. En lo externo, rayando en los siete mil millones de dólares, y en lo interno, pasando los tres billones de pesos.
Yo recuerdo que en 1955, cuando nosotros caímos o cuando cayó el Gobierno legal y constitucional por un golpe de estado, por primera vez en la historia de la República Argentina el país no tenía deuda externa. Desde entonces hasta ahora podemos ver que en el orden de nuestro crédito internacional no estamos en condiciones de tener una tranquilidad muy fuerte, si no la fiamos en un futuro que nosotros mismos debemos crear, para poder satisfacer esa necesidad.
Yo recuerdo que cuando cayó el Gobierno legal y constitucional, el peso argentino valía 14,50 por dólar, y cuando volvimos nosotros, el 25 de mayo, ese dólar valía 1.400 pesos argentinos.
Y así podría seguir enumerando las situaciones, para demostrar que no podemos en este momento estar improvisando, que es necesario que desatemos el paquete, para ver qué nos han dejado dentro, antes de comenzar a trabajar con el interior de ese paquete. Después de dieciocho años, yo he citado dos ejemplos en lo económico, pero podría citarlos en los demás aspectos.
Recuerdo que en 1955, un día se me presentó el Director de Institutos Penales y me dijo: "Mi General, hay que pensar, nos estamos quedando sin presos...". Vuelvo después de dieciocho años, y las cárceles están repletas, a pesar de que no representan ni el 20 por ciento de los delincuentes que andan sueltos. Ahora se quejan porque hay delincuentes sueltos... ¡Si ellos los han fabricado y los han soltado!
Ahora resulta que este Gobierno no está haciendo nada para el problema de la vivienda. ¿Por qué? Hay millones de argentinos que no tienen cama donde dormir, ni casa donde guarecerse. Resulta que cuando yo me hice cargo del gobierno, en 1946, estábamos en una situación, no tan grave, pero muy parecida. Pusimos en marcha, inmediatamente, un plan que construyó medio millón de viviendas, y con eso pudimos cubrir la necesidad inmediata. El Segundo Plan Quinquenal establecía que cada año debían construirse 120.000 viviendas, para satisfacer el crecimiento vegetativo de la necesidad habitacional del país.
Muy bien. Cuando cayó el Gobierno legal y constitucional en 1955, ese plan estaba en plena vigencia, y las viviendas se estaban levantando a razón de 120.000 anuales.
Bien; hace dieciocho años que no se construye; faltan 2.000.000 de viviendas.
Ahora resulta que algunos sectores utilizan los medios masivos de comunicación, para echarnos la culpa de que no hay viviendas y hacer todos los días un acto de propaganda porque los pobres gritan por ahí que no tienen vivienda. Bueno; nosotros no tenemos interés en desvirtuar esa prédica, sino en afirmarla, para que no vaya algún día a volver otro bárbaro que se le ocurra hacer lo mismo que han hecho.
Bien, compañeros; nosotros pensamos, como dije antes, que estos dos Gobiernos insólitamente circunstanciales -el primero, que se hizo cargo el 25 de mayo, y el provisional que lo sucedió, a fin de salvar una etapa inconstitucional que nos llevase al cumplimiento virtual de la Constitución- son dos Gobiernos fragmentados. Algunos, también, no están conformes con lo que se ha hecho en más o menos un término medio de dos meses de gobierno cada uno.
Sin embargo, enormes soluciones de conjunto se han tomado ya. Todas aquellas que es posible tomar, sin que obedezcan perentoriamente a una planificación que es indispensable, además de los estudios que hay que realizar racionalmente las soluciones que el país está imponiendo a cada momento y en cada lugar de la República. Nosotros no empezamos ahora a pensar en esas cosas. Hace ya años que tenemos comandos técnicos de planificación y de estudio, donde se están estudiando todos los problemas de la República Argentina. Algunos piensan que ya nosotros en estos tres meses, deberíamos haber puesto en marcha el desarrollo...
Hay gente que escucha las palabras y las hace suyas. ¡El desarrollo! Yo vengo de un mundo que está terriblemente arrepentido del desarrollo que han hecho. Y en este momento el mundo superdesarrollado está entrando en una etapa de desesperación, porque ve que su desarrollo tecnológico lo ha llevado a la destrucción de los medios que la naturaleza le ha venido ofreciendo para pervivir.
En este momento, las sociedades de consumo han llevado a un despilfarro tal los medios ecológicos de la humanidad, que se está quedando sin comida y sin materia primera. El problema más grave de este momento es que año tras año, mientras aumenta la población, disminuye la posibilidad de ofrecerle comida, porque ésta va escaseando y escaseará cada día más, por el despilfarro que el hombre ha hecho de sus propios medios ecológicos.
Ahora empiezan a asustarse, porque se quedan también sin materia prima y sin combustibles. Es decir, una humanidad amenazada con el desastre total; porque a ese desastre no escapará nadie. Y el problema de este momento es que esos exageradamente ricos por el exageradamente ricos por el exagerado desarrollo tecnológico y el exagerado exterminio ecológico de sus zonas, están pasando a ser los ricos del pasado, para que aquellos que no se han desarrollado, como nosotros, pueden pensar en que serán los ricos del futuro.
Pero, desgraciadamente, compañeros, ese futuro no tendrá ricos. Porque en ese futuro, si se deben repartir los medios de subsistencia, habrá que pensar claramente que en pocos años más, todos los medios de subsistencia y la materia prima serán pocos para mantener la subsistencia de la humanidad. No para enriquecerse ni engrandecerse ficticiamente, sino para comer y vivir con cierto grado de dignidad.
Este hecho nos hace pensar en todos estos tontos que hablan del desarrollo tecnológico puede ser cualquier cosa, menos la imitación de lo que han hecho los otros que están ahora en la encrucijada. De allí debemos aprender, para no exponer en el futuro a la comunidad argentina, a corto plazo, a que sufra las mismas consecuencias de ese desastre que se ha producido en otros países de gran desarrollo.
No se trata de desarrollarse para ser rico y ser poderoso. Se trata de mantener una verdadera economía ecológica, que permitirá por lo menos comer por más largo tiempo, hasta que llegue este triste momento que la humanidad debe esperar, donde la mitad deba fallecer por falta de comida. ¡Esa es la realidad que enfrenta el mundo!
Y no podemos ser tan torpes nosotros, de entusiasmarnos con el brillo de un desarrollo tecnológico que está llevando al mundo a la encrucijada más terrible de todos sus tiempos.
Por eso digo, compañeros, que en estos aspectos todo es relativo, todo es posible y todos pueden tener razón. Pero hay circunstancias que demuestran claramente que no todo lo que reluce es oro, y hay circunstancias que deben ser profundamente analizadas. Nosotros no nos podemos lanzar en estos momentos a un desarrollo desconsiderado e irracional, que sabemos que nos va a traer las mismas secuelas de desgracias que ya están agitando a otros sectores superdesarrollados de la humanidad.
Nosotros debemos pensar que no se trata de buscar un desarrollo exagerado de los medios, sino que se trata de buscar un desarrollo aparente y proporcional a nuestras posibilidades y a nuestras necesidades. Eso es lo primero que hay que satisfacer. Es decir, aspiramos a un gobierno que haya estudiado bien todas estas circunstancias y pueda dirigir al país sobre caminos realistas, sobre caminos que aseguren un futuro, y sobre caminos que no impongan a los argentinos sacrificios inútiles, que han de pagarse en el futuro con desgracias desproporcionadas a toda aspiración humana.
Yo digo, señores, esto a todos aquellos que quieren que en tres meses tuviésemos un plan tecnológico de gran desarrollo, cuando todavía no sabemos si eso va a convenir al país o no, si el país está en condiciones de realizarlo o no, si el país tiene el material humano necesario para ello, si el país no tendrá que hacer un sacrificio exagerado e inútil para conseguir una grandeza que, al final, va a ser nuestra propia desgracia. ¡Cuánto hay que pensar, cuando uno hace responsablemente las cosas! ¡Cuánto hay que pensar, cuando uno no quiere seguir el soplo de los tontos, de los ilusos y de los ignorantes, para satisfacer a todos esos que protestan algunas veces, sabiendo que no dicen siquiera la verdad!
Por eso, compañeros, tenemos que aguantar esto, y tenemos que persuadir a esta gente que está en la alabanza fácil de las cosas inútiles. Tenemos que persuadir al país de la necesidad de trabajar, porque eso es lo único que construye. El trabajo que el país realice, será proporcional a su destino. No hay mayor grandeza que la que se puede fabricar con las manos, que es producto del trabajo.
Por eso, compañeros, nosotros, que representamos, quizá, el factor más grande de la humildad argentina, debemos tener nuestra admiración puesta en esa humildad que puede hacernos grandes y felices, ya que la soberbia no ha servido nunca para esos menesteres. Nosotros, los justicialistas que no seamos capaces de pensar con honradez y con humildad, deberemos convencernos en el futuro de que ésas son las dos grandes virtudes que hacen nobles y grandes a los pueblos.
Nosotros pensamos que el fin de la riqueza no es la explotación de la soberbia, sino que es servir socialmente a los pueblos. Si aspiramos de una manera general a esa riqueza, es para que todos los argentinos puedan ser igualmente dignos y felices. Nosotros debemos pensar que en la filosofía de todos los tiempos, nada ha superado al designio de hacer grandes, dignos y felices a los hombres.
Por eso también creo, compañeros, que en la tarea del futuro Gobierno, lo primero que interesa es reconstruir al hombre, reconstruirlo económica y moralmente. Nosotros hemos visto en estos años cómo la concupiscencia ha salido a la calle, cómo todo se hace a través de chanchullos económicos, cómo en todo hay coimas. Hemos visto salir a la calle a la delincuencia suelta, y jamás en la Argentina se han visto los cuadros que se están presenciando, producto de una descomposición moral a la que nosotros deberemos poner remedio por el camino menos cruento y más persuasivo.
Cuando los argentinos tengan trabajo y medios de subsistencia, volveremos a tener un director de prisiones que vendrá a decirnos que nos estamos quedando sin presos.
Mientras la necesidad ande suelta en las calles, y el hombre argentino no tenga la posibilidad de resarcir su desgracia de otra manera, tendremos la delincuencia suelta en las calles. Debemos pensar que el hombre, por naturaleza, es bueno; son las circunstancias las que lo hacen malo. Y a esos malos debemos ofrecerles un destino que los haga buenos. En ello, el Gobierno ha de empeñarse en primer término, porque para el Justicialismo el hombre está por sobre todas las demás circunstancias. Reconstruido o, por lo menos, lanzados a la acción de reconstruir al hombre, debemos pensar en reconstruir el Estado, que prácticamente ha sido destruido; y ha sido destruido; y ha sido destruido en sus instituciones, que también han cedido a una concupiscencia marcadamente personal, especialmente de los últimos tiempos.
Cuando veo lo que pasa por lo poco que me cuentan algunos, cuando veo que en la época mía había 300 agentes en la Casa de Gobierno, y hoy hay 3.000..., yo recuerdo que el doble de eso era toda la República. ¡Cuando veo que un solo Ministerio tiene 60.000 empleados!...
En fin, cuando contemplo todas las cosas que están pasando todos los días delante mío, o lo que comentan mis compañeros que están en algunos puestos estudiando la situación del país; cuando vemos, por ejemplo, que el año pasado teníamos la cosecha más grande de trigo de la historia argentina, y yo, estando en Italia, veía cómo se venía la situación del encarecimiento de los cereales, porque en Europa cada día hay menos cereales y menos carne para comer, y allá se como como en todas partes del mundo...
Bueno; lo primero que hice fue aconsejar a mucha gente acá que no vendiera, porque eso que se vendía a setenta u ochenta dólares la tonelada, podía valer mucho más. Pero el Gobierno que estaba aquí se encargó de vender toda la cosecha, y ahora no tenemos ni trigo para nosotros.
Y ese trigo que nosotros vendimos a setenta u ochenta dólares la tonelada, hoy lo tenemos que pagar a doscientos dólares, para que en la Argentina se pueda seguir comiendo pan. ¡Vean ustedes si eso puede suceder en un país medianamente organizado!
Yo recuerdo que cuando estaba en el Gobierno, lo primero que hacíamos después de la cosecha era reservar, por ejemplo, tres millones quinientas mil toneladas, que guardábamos en los silos, para que comieran los argentinos. Y lo demás lo vendíamos. Hoy lo vendieron todo, y ahora no tenemos trigo; y tenemos que pagar doscientos dólares la tonelada para poder comer pan, cuando nuestro trigo lo vendimos a setenta u ochenta dólares la tonelada.
Observen ustedes que en esto no se necesita ser economista ni nada, para darse cuenta de que allí hay imprevisión, y una ignorancia tan espantosa como a imprevisión. O hay algo peor: el sabotaje al país. Pero ahí están las compañías cerealistas, que tendrán que responder a estas cosas. Porque estén seguros de que ellos saben mejor que nosotros los precios, y no vendieron: lo tienen guardado para venderlo cuando valga trescientos... Y con las carnes lo mismo.
Todos esos señores deben poner las cartas en la mesa. Es decir, nos hemos convertido en una factoría de avariciosos concupiscentes, donde todo es a base de trampa, todo es a base de maniobras; donde los intermediarios se quedan con el santo y la limosna, mientras los usuarios y los productores son los que pagan con esfuerzo y con sacrificios, y algunas veces con la ruina, el esfuerzo de su trabajo y de su producción.
Es decir que antes de ponernos a pensar en grandes desarrollos, tenemos que ponernos a pensar en corregir todas estas secuelas de infamias que se han apoderado del cuerpo físico de nuestra Nación.
Piensen ustedes que esto es como cuando uno se enferma y esta por estirar la pata, que no se pone a pensar en las grandezas que pueda realizar, sino primero en arreglar su salud.
Compañeros: yo he querido hacer esta charla en el Congreso, para que, más o menos, ustedes puedan llevar a todas las regiones que representan una realidad que estamos compulsando en el país.
Nosotros no tenemos temor a lo que tenemos que hacer: lo haremos. Pero lo haremos de la mejor manera. No por apresurarnos empezaremos a hacer macanas desde el primer día; macanas de las que después tendremos que arrepentirnos, y macanas que cada uno de los argentinos pagará de una manera o de otra, aunque sea cometida por nosotros.
Tenemos dieciocho años de experiencia -mirando un poquito más atrás-, para ver lo que resultan después macanas para el pueblo. ¡No las volvamos a cometer! Seamos responsables, y demos a ese pueblo la seguridad de que andaremos despacito, pero andaremos bien: no llevaremos al país a una encrucijada como la que acabamos de presenciar, donde la economía es pavorosamente peligrosa, donde lo social está parado, y donde lo político lo estamos recauchutando en la forma que nos es posible.
Compañeros: con estas pocas palabras, dichas así, a lo criollo, como debemos hablar entre nosotros, les ruego que lleven a todos los compañeros del interior del país y de la Capital Federal mi saludo más afectuoso, y mi pedido para que cada uno ocupe su puesto y para que cada uno en ese puesto sepa cumplir con el deber de peronista, con la grandeza, la decisión y el alto espíritu que debemos poner en estos días, con la decisión más absoluta, como quien pone toda la carne que tiene en el asador.
Compañeros, que tengan un retorno feliz, y les ruego nuevamente que me perdonen por haberles producido esta molestia de tener que volver nuevamente por acá. Pero un deber de responsabilidad que yo tengo, me impuso la necesidad de estar seguro, he de luchar hasta el último momento.
Finalmente, un saludo y un abrazo muy afectuoso a todos los peronistas.
Foto: Web.
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