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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, agosto 27, 2023

Custodio de los náufragos y la soberanía: hace 190 años nacía Luis Piedrabuena.

Su presencia documentada en el sur dio base al argumento para que Argentina se posicione en la definición del trazado de la frontera con Chile.

 Patagones celebró la efeméride, al igual que el pueblo que lleva su nombre, en Santa Cruz. Neuquén y Río Negro lo tienen presente en calles e instituciones, pero muchos desconocen quién era. Aquí, un repaso.

Por Melina Ortiz Campos.

¡Miguel! ¡Quiero que reprendas al muchachito! Se escapó a jugar en el río y no me gusta”, dijo la madre, viendo a Luis acercarse a la orilla«¡Pero mujer! ¿Qué puede pasar?”, le respondió el padre. “Él nada muy bien y es muy prudente. Además en el puerto todos lo conocen y lo quieren… ¡No tengas temor por él!”, agregó. Mientras tanto, el niño, de rodillas junto al agua, ya soñaba con su vocación, acomodando el barco de juguete entre los yuyitos de la ribera: “Esta es mi fragata invencible… ¡Ya va a completar su nueva vuelta al mundo!”, decía mirando el horizonte.

La escena quedó plasmada en la historieta “Piedra Buena” (con espacio), que su autor Carlos “Chingolo” Casalla publicó y que hoy está guardada como libro en la Biblioteca de Carmen de Patagones. Es ficción, pero fruto de mucha búsqueda. Y nos transporta a esos años, a la idea de cómo puede haber sido la infancia del prócer patagónico, que empezó a vivir su sueño tan temprano, a pesar de los riesgos.

Los adultos que conversan en ese diálogo imaginario eran Vicenta Sabina Rodríguez e Hipólito Piedrabuena. Según los cálculos, ella tenía 18 años cuando dio a luz a Miguel Luis en 1833, mientras que el padre ya pisaba los 30. Él santafesino, ella pobladora local, maragata. Patagones era en ese momento el poblado más austral de la provincia de Buenos Aires, en tiempos de la Confederación Argentina.

Días atrás se celebraron los 190 años de ese natalicio, y allí lo conmemoraron con actividades en distintas instituciones, como el Museo Emma Nozzi. Por su parte, la localidad que lleva el nombre de Piedra Buena, en Santa Cruz, lo vivió con desfile, acto protocolar y hasta almuerzo popular. Pero no son los únicos espacios donde se lo recuerda, aunque muchos desconocen de quién se trataba y por qué se lo homenajeó: figura en un barrio de Cipolletti, una avenida en Bariloche, una plaza y una biblioteca en Las Grutas, un monumento en Neuquén capital, una calle en General Roca, otra en Vista Alegre, un muelle en Puerto Madryn, además del Club Náutico de Patagones, el apostadero naval en la Isla de los Estados y así se podría seguir.

Sobrevivir al sur


Los viajes navales en las costas del fin del mundo no eran una novedad cuando Piedrabuena se animó a juntar experiencia. “Ya desde el año 1520”, señala Silvio Winderbaum en su libro ‘Para pensar y entender Río Negro’, “los españoles trataron de conquistar la Patagonia, pero fracasaron una y otra vez. En 1776 volvieron a intentarlo, para evitar que otros países como Francia o Inglaterra se apoderaran de ella”.

Por eso decidieron establecer distintas poblaciones: San José, en la península Valdés, San Julián y Deseado, al sur, y tres más en las Islas Malvinas. A esas sumaron en 1779 el Fuerte de Río Negro y estableciemiento Nuestra Señora del Carmen, donde hoy se encuentra Viedma (Mercedes de Patagones). “Fue el único que finalmente sobrevivió”, sentencia el autor. Carmen de Patagones surgió casi en simultáneo. Sin embargo, las causas de tantas derrotas fueron, en líneas generales, siempre las mismas: el clima despiadado y la resistencia de las comunidades indígenas.

Es aquí donde la capacidad de Luis, nacido y criado, para resolver esas complicaciones y a pesar de todo defender la soberanía argentina, lo destacó del resto. Al punto de que su viaje a la Isla de los Estados, donde mandó a construir un refugio en Puerto Cook, sirvió de antecedente para levantar luego el «Faro del Fin del Mundo», en la bahía de San Juan de Salvamento, “la única luz que tenían los navegantes en el mar austral, más allá estaba lo desconocido, la Antártida”, recordó el Museo Marítimo de Ushuaia.

Esa presencia documentada sirvió también de argumento para que Argentina luego refuerce su postura en la definición del trazado de la frontera con Chile. Muchos son los sitios en internet, dedicados a la historia, que aún recuerdan el mensaje que el marino dejó escrito en piedra: “Aquí termina el dominio de la República Argentina – En la Isla de los Estados (Puerto Cook) se socorre a los náufragos – Nancy, 1863 – Cap. L. Piedrabuena”. De hecho, en 1999 se estableció que el 10 de agosto sea recordado como “El día de la Isla de los Estados”, justamente en coincidencia con la fecha de su muerte.

Salvar vidas


Cuesta imaginar que la trayectoria de Piedrabuena haya comenzado antes de la adolescencia, incluso se habla de que con nueve años el niño ya formaba parte de una tripulación. Aunque lejos de sus padres, la navegación le permitió cursar los grados del colegio en Buenos Aires y mucho después, completar sus conocimientos autodidactas en una escuela de marina en Estados Unidos.

Su carrera original, la que sirvió para forjar su capital, es cierto, fue la caza de lobos marinos y ballenas, además del transporte de mercadería, algo habitual y que nadie condenaba en aquellos años, a diferencia de la actualidad. Carlos Valle, en su libro “El fin del mundo y su faro”, agrega a eso el dato de que “tanto el abastecimiento de las naves como la venta de los cueros obtenidos se realizaba en las islas Malvinas”.

Sin embargo, esos viajes y misiones le sirvieron para juntar sabiduría en una actividad peligrosa, donde muchos morían a causa de los naufragios o eran saqueados por quienes aprovechaban la desprotección de los accidentados. «Las rutas comerciales necesitaban unir puertos del Atlántico y el Pacífico para transportar bienes de todo tipo (…) si a esto se le sumaban cartas náuticas imprecisas, barcos con poco mantenimiento o inadecuadamente estibados y errores de navegación, el resultado eran numerosos naufragios«, explicó a Télam Cristian Murray, investigador del equipo de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano.

En 1849, Luis participó del primer salvataje, agrega Carlos Valle, cuando en un viaje a la Isla de los Estados, encontraron a 14 tripulantes de un buque alemán que había sucumbido ante la fuerza de un temporal. En 1858, por ejemplo, participó de otro rescate y hasta pagó de su bolsillo los pasajes para que los afectados volvieran a su tierra de origen.

No faltó oportunidad para que él mismo naufragara y entendiera de primera mano la importancia de que esa zona inhóspita tuviera sitios a donde recurrir por ayuda y provisiones. Serían los mismos puntos que marcarían la presencia de habitantes argentinos, en un espacio donde el territorio estaba demasiado expuesto. Así, de tanto recorrer el mar al sur, logró relevamientos en toda la región y elaboró croquis de puertos y caletas no señalados en las cartas hidrográficas, que pudieran servir de refugio.

Lejos de estar enfrentado con las comunidades indígenas, el marino afianzó el trato con los tehuelches de la zona costera, por lo que esa relación le sirvió para completar su búsqueda de la soberanía, invitando al cacique Casimiro Biguá a viajar con él a Buenos Aires en 1863. Allí los recibió el presidente Bartolomé Mitre, que le encomendó al líder originario la defensa territorial de la región que habitaba.

Biguá recibió un título honorífico como Cacique de San Gregorio y Piedrabuena fue nombrado un año después con el grado de capitán honorario de la Marina. Esas gestiones motivaron que el Gobierno Nacional le otorgara una subvención para que mantuviera la comunicación con una zona tan distante de la capital. Con el dinero recibido, adquirió una goleta y realizó la travesía tocando Chubut, Puerto Deseado y Santa Cruz, llevando a bordo al perito Francisco Pascasio Moreno, entre otras expediciones científicas.

En 1883 y ya con el grado de Teniente Coronel de la Marina de Guerra, la muerte lo sorprendió mientras preparaba otro viaje, según indicó la Armada Argentina. Para ese entonces, ya había perdido también a su esposa, Julia Dufour, a causa de la tuberculosis, llamada “tisis o peste blanca” en aquellos años. Se habían casado en 1868.

Luis se casó con Julia en 1868. Sus restos descansan en Patagones.


Instituciones y académicos la destacan por haber sido quien lo acompañó en su labor y quien sostuvo la crianza de los cinco hijos que tuvieron juntos. Los restos de ambos fueron depositados primero en el cementerio de la Recoleta, pero desde 1987, descansan en un mausoleo en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Patagones, donde año a año se colocan ofrendas florales en su honor, como el pasado jueves.

Sobre la época de gloria, Cándido Eyroa, el primer biógrafo de Piedrabuena, escribió: “En aquel momento, el capitán tomaba la rueda del timón. En su simpático semblante se distinguía entonces, en toda su plenitud, una satisfacción sublime. Sus ojos resplandecían, dejando ver el placer inefable que sentía al arrancar del seno de las olas, de los brazos de la más desesperadas de las muertes, una tripulación más«. La descripción tiene mucho de épica, pero también, mucha verdad en la esencia de lo que describe.

Publicado en "La Patagónica" de Diario Río Negro.

Domingo 27 de agosto del 2023.

https://www.rionegro.com.ar/la-patagonica/custodio-de-los-naufragos-y-la-soberania-hace-190-anos-nacia-luis-piedrabuena-3104127/

Allá en la isla Pavón.

Chorrillera – Letra y música: Hugo Giménez Agüero.

 

I

Pequeño mangrullo crisol de mi tierra

Donde aún las huellas

las aguas del río

y los cañadones

se pueblan de voces

y vientos que dicen Piedra Buena, Piedra Buena.

 

II

La isla Pavón tuvo su bandera

flameo por los tiempos

sobre un rancho en barro

una franja nieve

dos franjas de cielo y un sol de grandeza

Piedra Buena, Piedra Buena.

 

Estribillo

 

Tanta lucha tanto andar

Las olas del mar bravío

Caballero capitán

Quijote del suelo mío

Sureños te han de cantar

Las glorias con mucha pena

Porque pocos te conocen

Mí capitán Piedra Buena

Piedra Buena Piedra Buena

Recitado:

Cuenta la historia que ayer, allá en la isla flameaba, la bandera de esta tierra por don Luis enarbolada. Dicen que formando filas nuestros tehuelches gritaban, viva la patria Argentina y a la bandera juraban, el cacique Casimiro mandó a galopear la indiada llevando como estandarte a nuestra enseña sagrada. Piedra Buena les contó que por la patria luchaban y la tarde en Santa Cruz se volvió celeste y blanca.

Al estribillo.

 

7 noviembre, 2014 Hugo Giménez Agüero.

https://www.hugogimenezaguero.com.ar/alla-en-la-isla-pavon/index.html



Factoría del marino argentino Piedrabuena.

Zona aproximada de influencia comercial del marino Luis Piedrabuena con los tehuelches del cacique mayor de la Patagonia, Casimiro Biguá (desde 1859).

La isla Pavón en 1859, fue sitio de una factoría argentina instalada por el marino Luis Piedrabuena, oriundo de Carmen de Patagones, siendo escala portuaria de barcos pesqueros en el mar Argentino y lugar de paso o estancia para las caravanas o navíos que salían del puerto chileno de Punta Arenas hacia Buenos Aires y viceversa, y las que volvían desde las lejanas islas Malvinas —archipiélago argentino atacado por la fragata Lexington de la marina estadounidenses el 28 de diciembre de 1831, desalojadas de argentinos por fuerzas inglesas en 1833 y recién colonizadas desde 1839 por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda— para comerciar la tan preciada sal.

La ínsula fue visitada por el aristócrata, marino y explorador ítalo-inglés George Chaworth Musters y los caciques tehuelches Orkeke y Casimiro Biguá, y muchos otros que en aquellos años comerciaban con el establecimiento.

Luis Piedrabuena mantuvo la soberanía nacional argentina en la Patagonia oriental con medios propios ya que habría intereses chilenos, brasileños, ingleses y franceses sobre estos territorios que convenientemente los consideraban como res nullius.

Años atrás, Henry Libanus Jones —ganadero y explorador de origen galés— bajo bandera argentina, había fundado en 1854 a orillas del río Chubut, el poblado y guardia llamado «Fuerte Paz», como puesto de avanzada para expediciones de caza y recogida de ganado cimarrón, pero fue abandonado en 1856.

De hecho en 1862 desembarcaron de la goleta Tilton, dos religiosos anglicanos de la «Sociedad Misionera de la Patagonia» procedentes de las islas Malvinas —el alemán Teófilo Schmidt y el suizo Juan Federico Hunziker— con la intención de misionar entre los tehuelches y construir un establecimiento evangelizador en un paraje —al oeste del actual Puerto Santa Cruz y a unos 25 km al este de la isla Pavón— llamado actualmente «Cañadón de los Misioneros». En 1863 tuvieron que regresar ya que la iniciativa no prosperaría.

Datos: Wikipedia.

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