Por Roberto Elissalde.
El pasado miércoles se cumplió el sesquicentenario del natalicio del Dr. José Pacífico Otero, en la ciudad de Buenos Aires. Muy joven fue educado en claustro franciscano y con los años, llamado por la vocación siguió las reglas del Santo Asís. Del convento porteño pasó al de Córdoba donde hizo su profesión religiosa, en cuya Universidad siguió estudios superiores, y en la que obtuvo los doctorados en filosofía y derecho civil y eclesiástico, lo que prueba su dedicación y talento para los estudios. En 1896 recibió la ordenación sacerdotal y comenzó su labor ministerial.
Su formación, su vasta cultura, y oratoria lo llevaron a ocupar la cátedra sagrada en distintas iglesias; su inclinación por el estudio del pasado lo llevaron a publicar la biografía de un hermano suyo de la orden, y destacado patriota Fray Cayetano Rodríguez, cuyos lineamientos habían aparecido como artículo en la Revista Nacional.
Se hicieron dos ediciones, la de 1899 titulada Estudio biográfico sobre fray Cayetano Rodríguez y recopilación de sus producciones literarias se publicó en Córdoba precedida de un juicio crítico y laudatorio de don Alberto del Solar. Poco después en 1892 daba a conocer una biografía de la beata María Antonia de la Paz y Figueroa, llevada este año a la gloria de los altares; primer biógrafo contemporáneo de Mamá Antula y que documentalmente confirmó que su nacimiento fue en Santiago del Estero y no en Silípica como sostuvo Baltasar Olaechea y Alcorta en una revista hace más de un siglo.
Esta primera experiencia lo convirtió de algún modo en el historiador de la Orden, así publicó entre otras obras: Dos héroes de la Conquista: la Orden Franciscana en el Tucumán y en el Plata (1905), El padre Castañeda: su obra ante la posteridad y la historia (1907), La Orden Franciscana en el Uruguay y el convento de San Bernardino de Montevideo (1908).
PRIMERA PEREGRINACION.
Fue uno de los directores en 1908 de la Primera Peregrinación Argentina a Tierra Santa, de la que participaron el arzobispo Espinosa, monseñor Bazán y Bustos, monseñor Orzali y la religiosa Camila Rolón, entre otros. Otero recorrió además de los Santos Lugares, Egipto, Turquía cuyas impresiones dejó en el libro Por la Palestina y por el arte (1912).
Recorrió después Europa junto con el canónigo salteño Clodomiro Arce, (cuya figura fue estudiada en estas páginas por el Dr. Carlos M. Romero Sosa), ambos desarrollaron un ciclo de conferencias. Otero aprovechó su estadía en Barcelona para editar sus Discursos y conferencias (1909), donde vuelve a poner de manifiesto su perfil como historiador.
Reconocido por sus pares, con motivo de un homenaje a Juan José Biedma por haber sido designado director del Archivo General de la Nación, fue Otero el elegido para ofrecer la demostración; una fotografía lo muestra en compañía de José Ignacio Yañiz ,Enrique de Vedia, Augusto Mallié, Juan Canter, Rómulo Carbia, Eugenio Corbet France, José Antonio Pillado y Alejandro Rosa, entre otras personas.
CRISIS DE FE.
De regreso al país, dejó la vida religiosa y pasó al clero secular de la arquidiócesis porteña, pero en 1913 solicitó abandonar el estado clerical lo que le fue concedido por el arzobispo Espinosa y comenzó a dar clases en el Colegio Nacional Mariano Moreno del barrio de Almagro.
Se casó con doña Manuela Stegmann y viajaron a Europa donde publicó La crisis de mi fe (1914), obra que tuvo muchas difusión, y en la que expone que fueron motivos de carácter intelectual los que lo llevaron a tomar esa decisión.
Radicados en París, él ejerció su profesión de abogado, y comenzó a recorrer distintos archivos y repositorios, en busca de material que en 1917 publicó en francés con el título: La Revolution Argentine 1810-16.
Interesado en la vida del general San Martín acopió en esos años no poco material sobre el Libertador, y seguramente trató a su última nieta ya que el 25 de mayo de 1924 publicó un extenso artículo titulado: “La última descendiente de San Martín. Da. Josefa Balcarce. A propósito de su reciente muerte”. A este trabajo se agregaron otras publicaciones en diversos medios y “San Martín y la Francia” (1931); que culminaron en la magnifica Historia del Libertador José de San Martí , que se publicó en 1932 en cuatro volúmenes y fuera reeditada por el Círculo Militar en 1978 en ocasión del bicentenario del Libertador. A él se debe también el descubrimiento en el archivo de la notaría de Huillier en París del testamento de nuestro héroe.
Disgustado con Ricardo Rojas por su biografía de amplia difusión, dio a conocer su disenso en Observaciones críticas al Santo de la Espada (1933) y posteriormente Observaciones críticas al Santo de la Espada y La Buena y la Mala Historia: desatinos e inopia documental de un crítico (1939).
A su bibliografía sanmartiniana podemos agregar: San Martín y su hispanismo, Hay un San Martín de Gericault: autenticidad del documento iconográfico, Mitre en el concepto sanmartiniano (1933), El genio naval de San Martín, conferencia leída en el Centro Naval en 1933; El Glorificado (1935), El año natal de San Martín (1935), El Americanismo de Mayo y de San Martín, conferencia pronunciada en el Ateneo Iberoamericano en 1938; La infancia del Libertador y otros temas sanmartinianos (1939), por citar apenas algunas de ellas; más muchas otras en la revista San Martín. En La Prensa el 18 de setiembre de 1932 publicó un artículo sobre El Libertador , en coincidencia con el día de la independencia de la República de Chile.
EL INSTITUTO.
Enrique de Gandía dijo que había conocido en el Archivo de Indias al doctor Otero, con el que en la asiduidad de encontrarse consultando polvorientos legajos nació una sincera amistad. En esos diálogos surgió la necesidad de crear una entidad consagrada a difundir la vida y obra de San Martín. Así, a instancias de Otero en 1930 de Gandía ya en Buenos Aires tuvo contacto con Rómulo Zabala director del Museo Mitre y secretario de la Junta de Historia y Numismática y comenzaron a delinear las bases del Instituto Sanmartiniano.
Cuando aquel regresó con su mujer a Buenos Aires en 1932 se puso de lleno a difundir la entidad a través de sus numerosas relaciones, incluyendo algunas del exterior. Todo se concretó en los salones del Círculo Militar entonces en la calle Florida, el 5 de abril de 1933 cuando se fundó la entidad, presidida por el doctor Otero, como lo recordamos en estas páginas el año pasado al cumplir 90 años el decano de los Institutos Nacionales.
Otero consagró buena parte de sus últimos años a la difusión de la obra que realizaba el Instituto Sanmartiniano, fundando el del Perú. Falleció en Buenos Aires el 14 de mayo de 1937, y sus restos vestidos con el hábito de los franciscanos descansan en el cementerio de la Recoleta. Su mujer doña Manuela Stegmann que lo sobrevivió, donó en 1941 para sede a entidad la construcción de una réplica aumentada en un tercio de la casa que habitara el Libertador en Grand Bourg, que inaugurada el 11 de agosto de 1946 es la actual sede del Instituto Nacional Sanmartiniano. A ello agregó los muebles y la biblioteca de su esposo.
Cuando Picirilli, Romay y Gianello, publicaron en 1954 su Diccionario Histórico Argentino, en el que colaboraron no pocas personas de probidad intelectual que conocieron a Otero y apuntan este dado no demasiado conocido sobre sus últimos momentos: “Aparatando de sí todo cuanto pudiera distraerlo del pensamiento de su último fin, se reconcilió con la Iglesia. Pidió y obtuvo entonces se lo admitiera al claustro franciscano de Buenos Aires donde reintegrado a la vida conventual falleció en brazos de esa comunidad”.
El doctor Otero mereció este elogio de José Torre Revello, su amigo en los archivos españoles y miembro fundador del Instituto Sanmartiniano:
“Con su pluma ha levantado el monumento más imperecedero al guerrero inmortal”.
Roberto Elissalde.
Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.
Publicado en LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/Sesquicentenario-del-nacimientode-Jose-Pacifico-Otero-547122.note.aspx
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