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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

lunes, julio 29, 2024

¿Macrón o micrón?


¿Macrón o micrón?

Por José Luis Rinaldi.

Se inauguraron los Juegos Olímpicos 2024 en París. Se trata de una competencia deportiva con raíces en la Grecia antigua, y recreada por un francés, Pierre de Coubertin, hace más de cien años en la Universidad de la Sorbona. La intención del Barón de Coubertin fue claramente educativa y formativa en virtudes como buen educador que fue, al poner énfasis en el deporte para formar a los estudiantes bajo los valores de la unión y hermandad, buscando que prevaleciera el espíritu de competir por competir. “Lo importante no es vencer, sino participar”, como dijera E. Talbot.

Lo cierto es que la ceremonia de apertura debió haber respetado mínimamente ese espíritu de sana puja, de esfuerzo de cada deportista para ser seleccionado en el propio país y luego para ganar en su especialidad; años de preparación, de búsqueda de destreza, de entrenamientos con frío, calor, sol, lluvia, nieve; disciplina, cuidado de la salud, postergando otros sueños, sacrificando afectos, ahorrando para solventar gastos, buscando sus propios sponsors y hasta a veces adquiririendo  sus propios equipos de competencia. También debió buscar exaltar y cumplir con el lema olímpico creado por un sacerdote dominico, Henry L. Didon, gran impulsor de la introducción de los deportes en las escuelas religiosas francesas y del mundo, y amigo del Barón de  Coubertin: “más rápido, más alto, más fuerte” al que luego se le agregó “juntos”.

Esto estimo es lo esencial que debió exhibir la ceremonia inaugural. También hubiera sido muy motivador presentar la tradición de los Juegos, que si nos remontamos a los griegos, tienen más de 2.700 años de antigüedad; las tradiciones también deben ser respetadas, enseñadas y puestas en valor. Los medios tecnológicos hoy pueden lograr resultados admirables.

Querer mostrar en la ceremonia la maravillosa París y la cultura del país anfitrión es legítimo, aceptable, en tanto siga prevaleciendo el espíritu de los Juegos Olímpicos, esto es el esfuerzo, la sana competición, la superación, y el sentido pedagógico del deporte como lo quisieron sus fundadores. Pero a la vez no ser parcial, no se tergiverse la realidad, no se quieran introducir mensajes que dividan y enfrenten, y menos aún, que resulten agresivos a muchos de los espectadores. Al fin, se debe guardar objetividad y respeto, lo que no se logra transmitiendo y mostrando solo aquello que sirve a la ideología de los autores. Toda ideología por sí ya demuestra exclusión e intolerancia, y peor aún al intentar que se disfrace de arte. Y ello ocurrió en la inauguración en cuestión, que llevó a exaltar actitudes más que equívocas, sin respeto al verdadero espíritu olímpico y a su origen, lleno de ambigüedades y otras no tantas, a veces con menores involucrados, con cuadros propios de la infracultura de lo feo y grotesco, con exaltación de lo transexual, con escenas socarronas teñidas de burla y ofensivas para muchos, y otras varias situaciones desagradables. 

Y en cuanto a los personajes que se evocan, son un grupo de franceses muchos de los cuales lo menos que se puede decir es que han sido controvertidos y que no representan la riqueza increíble de su cultura y pensamiento o solo una parte y poco representativa de esa riqueza. Pareciera que no existió la Francia de Clodoveo, de Carlomagno, de los monasterios, de las Universidades, la de Blas Pascal, la de Luis Pasteur, la de la Vendée y sus héroes, la de Julio Verne, Albert Camus, Victor Hugo, Saint Exupery, Emil Zola, Alexis Carrel, Jerome Lejeune, Simone Weil, la de sus originales y magníficos movimientos artísticos y pictóricos, de las apariciones de la Virgen María en Lourdes y La Salette, sus grandes santos y santas, de Juana de Arco, de San Luis IX, de San Juan Bautista de la Salle, de San Marcelino Champagnat, del cura de Ars, de Santa Teresita de Niño Jesús, de Santa Isabel de la Trinidad,  de San Charles de Foucauld, … al fin son solo meros ejemplos de otra Francia, que -de querer (erróneamente) los autores del espectáculo olvidar la relación con lo deportivo del acontecimiento que se iniciaba-, nos hubiera gustado ver, y se nos debió haber mostrado. Alguna vez Francia mereció ser denominada “la hija predilecta de la Iglesia”, distinción que hoy parece no solo haber olvidado, sino querer rechazarla expresamente.

Indudablemente al actual presidente de Francia su apellido le queda muy grande. No digo que se rebautice (eso por el momento parece imposible) pero sí que acepte de buena gana que desde ayer sea llamado Micrón, por la pequeñez que nos mostró de su patria, en lo que debió ser una gran fiesta veraz para grandes y chicos y una gran satisfacción y orgullo para los propios franceses.

Publicado en LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/Macron-o-micron-547790.note.aspx

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