Consecuencias nocivas de la cultura anti-matrimonial.
POR FERNANDO MIGUEL SALON
Aunque pase desapercibido en nuestros tiempos y parezca casi normal, la gente ya no contrae matrimonio y eso acarrea serias consecuencias personales, familiares, sociales y hasta nacionales, las cuales se incrementan pesadamente a medida que la cultura del no-matrimonio avanza.
Veamos: Matrimonio es la unión de un hombre y una mujer en un compromiso a largo plazo (permanente o de por vida) de vivir juntos, amarse, y ayudarse mutuamente en las buenas y en las malas hasta que la muerte los separe, para formar y criar una familia en vocación y en las virtudes de Dios.
Entonces encontramos los conceptos de hombre y mujer tal cual fueron creados para la procreación; el compromiso que significa cumplir con lo prometido aun ante circunstancias adversas; la permanencia que está relacionada con el tiempo de vida; la unión que significa que los cónyuges ya no son dos sino una sola carne; el amor que significa la vocación por el matrimonio con fidelidad y respeto mutuo; la ayuda que es completar y complementar lo que el otro necesita; las circunstancias buenas y malas cuyo significado no hace falta explicar; y el formar y criar una familia que implica un gran esfuerzo en todo tiempo. Y todo ello bajo el paraguas de la Ley de Dios, sin la cual nada es posible y todo se caerá a pedazos más temprano que tarde.
Matrimonio no es dos personas del mismo género; ni concubinato; ni “parejas” ni “partners”; ni juntarse por un tiempo hasta que el mal humor o el dinero los separe; ni existir para fornicar, viajar y tener una mascota; ni para ser independientes económicamente, laboralmente o de cualquier otra forma; ni para inventar los propios criterios de convivencia distantes de los tradicionales y cristianos.
No es un mero procedimiento administrativo-legal. Es un Sacramento. Es una vocación cristiana.
AMOR Y SEXO
No se debe confundir amor con sexo, lo cual desafortunadamente es muy común. Por doquier hay falsas lunas de miel cuando dos se van de viaje de fornicación, y dicen “me fui con mi novio”. Eso no corresponde al concepto de novio, mucho menos de novia, e inmediatamente surge la incógnita acerca de que número de novia o novio estamos hablando: ¿El primero? ¿El décimo? Todo eso degrada a las personas individualmente, y es una ofensa a la dignidad del matrimonio. El ejemplo de María y José se ha casi perdido.
Hay una gran distancia entre matrimonio y todas las demás modalidades mencionadas arriba.
Quienes no se casan no se aman porque no quieren el compromiso de por vida. En su mente y corazón tienen el concepto oculto de que serán concubinos o fornicarios mientras les apetezca y no sean desafiados por el destino a salir de la zona de confort. Las adversidades son naturales a lo largo de la vida, y enfrentarlas matrimonialmente como un solo ser es mejor y más llevadero.
Tradicionalmente se usaba la palabra pareja para referirse a una yunta de animales (una pareja de canarios, un par de cerdos, una yunta de bueyes), pero hoy se la usa en reemplazo de la palabra concubinato, para no referirse a las dos personas claramente como concubinos, fornicarios, o adúlteros. Con eso parece suavizarse la bochornosa situación real, pero no es así en el fondo. Ambos concubinos se degradan a sí mismo, confunden el concepto de respeto, y dan pésimo ejemplo. En inglés se usa la palabra “partner” para referirse a un socio comercial. ¿Es acaso un pseudo-cónyuge un socio comercial? ¿Y el concepto de familia adonde está? Es realmente ofensiva al alma esa forma aparentemente aceptada de llamar a los concubinos.
Y dado que el matrimonio es para toda la vida, no vale el divorcio. Es una ofensa a la dignidad del matrimonio, dice el Catecismo de la Iglesia Católica. Aquel que se divorcia de su esposa/ esposo, y se “casa” con otro comete adulterio, dijo Cristo. Y ni que hablar si existió adulterio en la forma civil de entender el término. Me refiero a que un cónyuge estando casado haya mantenido relaciones sexuales con otro, sin siquiera “divorciarse” primero y esperar los términos legales correspondientes. Esos “matrimonios” no son válidos ante los ojos de Dios, sino que son casos de adulterio, y deben terminarse. Cuando Cristo perdono a la mujer adúltera le dijo “Vete, y no peques más”. No le dijo quédate, y sigue fornicando que esta todo bien.
CONTRA LA FAMILIA
Todas estas situaciones destruyen la familia. Y destruyen por lo menos una o dos generaciones antes y después de los no-casados, por el mal ejemplo que dan. Para peor, se pretende que la situación irregular sea vista y entendida como normal en estos tiempos. Eso constituye escándalo en términos de promocionar lo que es moralmente reprochable. O peor, se pretende que el que tiene un pensamiento y posición correcta, la abandone y se transforme en cómplice de lo que está mal. El no-matrimonio trae consecuencias culturales, psicológicas, transformación de valores morales, y atenta contra cualquier corriente filosófica sana.
Las consecuencias de las diferencias entre matrimonio y las diversas formas de pseudo-matrimonio son la discontinuidad, la incertidumbre, la falta de compromiso o “commitment” como le gusta decir a los jóvenes; los hijos sin apellido o nacidos fuera del matrimonio (hijos bastardos e hijos adulterinos); la equivocación en los valores morales o de vida -ley moral natural-; la promiscuidad de/en la “pareja”; la falta de lógica e interacción de familia, falta de respeto a los padres, egoísmo, individualismo, materialismo, avaricia, soberbia, falta de concentración educativa en los hijos, y cosas gravísimas como embarazos no deseados por falta de compromiso matrimonial que terminan en asesinatos llamados abortos, y que nuestra sociedad está tan mal de la cabeza y del alma que pretende que asesinar a un no nacido sea un derecho.
Si alguien no lo ve así, solo tiene que buscar en YouTube algún video de cómo se mata a una persona inocente en un aborto. Irá a vomitar y luego cambiará de opinión.
CAUSAS Y EFECTOS
Sin la definición y las características del matrimonio no hay matrimonio. Sin matrimonio no hay familia. Sin familia no hay sociedad. Sin sociedad no hay nación. Es un enfoque que va desde la causa raíz hacia las consecuencias mayores. Por eso vemos lo que vemos hoy en nuestra sociedad, donde todo vale. Recordemos la sabia máxima que dice que todo es posible, menos evitar las consecuencias. Un montón de gente individualista a la caza de su “pareja” no hace a una sociedad ni a una nación, así como varios camiones de arena no hacen una bonita playa. Les faltan elementos esenciales.
¿Cómo vamos a tener compromiso nacional a largo plazo si ni siquiera podemos tener compromiso de vocación matrimonial -valga la redundancia- a largo plazo?
Todo entonces pasa a ser relativo para caer bajo las desgracias de la teoría de la relatividad moral, que en resumen dice que todo está bien o mal de acuerdo con el color del cristal con que se mire. Y así vienen las discusiones y disrupciones, pues cristales hay de muchos colores.
Deberíamos aprender que no es así. Lo que está mal es lo que viola los mandamientos y decretos de Dios. Y lo que está bien son las virtudes que Él nos indica. Inventar terceras formas conduce a la decadencia.
La causa humana primaria de la desintegración que hoy vemos es la pérdida de valores empezando por el no-matrimonio. Eso está frente a nuestra nariz y muchos no lo ven. Buscar la solución por otro lado es errar el camino. Una teoría de gerenciamiento dice que hay que preguntarse siete veces “por qué” escalonadamente para encontrar la causa raíz de un problema a resolver. Por ejemplo: Hay problemas nacionales porque hay problemas en la sociedad porque hay problemas en las familias porque cada vez hay más gente individualista y sin compromiso. Cuando se corte la cadena empezando por el problema base, los demás escalones se irán solucionando solos.
A concientizarse, gente. A no ser rebeldes y buscar “peros”. Todo está escrito, no descubriremos la pólvora. Volvamos a las enseñanzas de Cristo, pongámoslas en práctica, y allí encontraremos el camino, la verdad y la vida.
Publicado en LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/Consecuencias-nocivas-de-la-cultura-anti-matrimonial-548513.note.aspx