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LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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domingo, agosto 24, 2025

100 años de que Gardel le cantara al príncipe de Gales y el obsequio olvidado.

 


 100 años de que Gardel le cantara al príncipe de Gales y el obsequio olvidado.



Por Walter Santoro.

El 24 de agosto de 1925, ocurrió un encuentro insólito entre dos mundos: Carlos Gardel, ícono de la música popular argentina, y el Príncipe Eduardo de Windsor, heredero al trono británico. Lejos de los salones de Buckingham, encontró en Gardel y  el tango un instante de alegría genuina. Como recordatoria del evento Gardel le obsequio un disco, copia única, con un tema creado para la ocasión llamado “La evocación del Gaucho” de la que su fundación posee la partitura dedicada. Hoy, 100 años después de aquella noche inolvidable en Huetel, no sabemos qué fue de aquel disco que Gardel le obsequió.

Estancia Huetel, 24 de agosto de 1925.
En el corazón de la pampa bonaerense, a más de 200 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, se alzaba la imponente estancia Huetel, propiedad de la aristócrata Concepción Unzué de Casares. Allí, entre jardines de 400 hectáreas y un palacio de inspiración europea diseñado por Jacques Dunant, se gestó una de las escenas más insólitas y encantadoras de la historia cultural argentina; Carlos Gardel le cantaba al Príncipe de Gales.
El 17 de agosto de 1925, Eduardo de Windsor, heredero al trono británico, llegó a la Argentina en visita oficial. Su agenda, marcada por recepciones formales, cenas de gala y actos diplomáticos, poco despertaba su entusiasmo. Sin embargo, el 24 de agosto, una escapada organizada por el propio presidente Marcelo Torcuato de Alvear lo llevó a la estancia Huetel, en el partido de 25 de Mayo. Allí, al margen del protocolo, el Príncipe pudo entrar en contacto con el alma argentina.

Ese mismo día, a las 6:30 de la mañana, un tren especial trasladó a Gardel, su compañero Razzano, los guitarristas Ricardo y Barbieri, y varios periodistas hasta la estación de Huetel. Poco después llegó el tren oficial con la comitiva real: el ministro británico sir Beilby Francis Alston, el vicealmirante sir Lionel Halsey, y varios ministros argentinos.

Por la noche, en el gran hall de la estancia, los invitados disfrutaban de una velada de sobremesa cuando, pasadas las 22, ingresaron Gardel y Razzano con sus guitarristas, ataviados con sus trajes de gaucho, los mismos que habían lucido en sus actuaciones en España. Con sobriedad y elegancia, se ubicaron en un rincón del salón e iniciaron su repertorio con “Linda provincianita”.

El Príncipe, hasta entonces serio, reservado, se acercó al instante. Aplaudió con entusiasmo al finalizar la canción, pidió más. Siguieron “Galleguita”, “Claveles  mendocinos”, “La canción del ukelele” —traducida por Gardel al castellano con exquisita sensibilidad—, “La pastora”, “La cordobesa” y chacareras tradicionales. A medida que avanzaba la noche, Eduardo se dejaba llevar por la música, marcando el ritmo con los pies, moviendo la cabeza, y preguntando el significado de las letras.

Fascinado, subió a sus habitaciones y bajó con su ukelele, con el que acompañó a los músicos durante varias interpretaciones.
La atmósfera se volvió cada vez más distendida y alegre. Razzano bailó un malambo. El anfitrión mezcló canciones criollas con clásicos ingleses, y la fiesta se convirtió en un puente cultural entre dos mundos. Gardel, con su voz inconfundible, interpretó “Organito de la tarde”, “Silbando”, “La mina del Ford”, y cerró con “El sol del 25”, a dúo con Razzano.

Ya pasada la medianoche, el Príncipe se despidió, estrechando con vigor las manos de los músicos y firmando retratos de Gardel y Razzano. Antes de retirarse, obsequió a ambos una medalla de oro con su imagen en el anverso, y una inscripción conmemorativa del encuentro en el reverso.
Por su parte, Gardel le regaló al Príncipe un disco inédito, único ejemplar, con una partitura de una composición original titulada “La evocación del gaucho”, una sentida canción cuya letra hablaba del poncho, la soledad, el amor perdido y la nostalgia, símbolos del alma criolla. 

Años más tarde, en una entrevista en París, Gardel recordaría con orgullo aquel gesto:

Según Razzano, a la mañana siguiente, la comitiva intentó despertar a Gardel para tomar una foto con el Príncipe y sus músicos vestidos de gauchos. Gardel, medio dormido, murmuró: “¿Qué lugar es este dónde no dejan dormir a uno?” Y siguió descansando.

Aquel encuentro en Huetel quedó grabado en la historia como una muestra de cómo la cultura argentina, sin solemnidad, pero con autenticidad, puede enamorar a los poderosos. Un gaucho del Abasto le cantó al heredero de la corona británica, y éste, lejos de los salones de Buckingham, encontró en Gardel y el tango un instante de alegría genuina. 

Años más tarde, Eduardo asumió finalmente el trono como rey Eduardo VIII, pero su reinado fue breve: abdicó apenas once meses después para casarse con Wallis Simpson, una mujer divorciada Su decisión sacudió a la monarquía británica y dio lugar a una nueva línea sucesoria, que llega hasta los actuales reyes.

Hoy, 100 años después de aquella noche inolvidable en Huetel, no sabemos qué fue de aquel disco que Gardel le obsequió. Tal vez duerma el sueño de los objetos olvidados, en el palacio británico, o tal vez aún cante en algún rincón del tiempo.


Walter Santoro *Presidente de la Fundación Internacional Carlos Gardel.

Publicado en LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/A-100-anos-de-que-Gardel-le-cantara-al-principe-de-Gales-y-el-obsequio-olvidado-563282.note.aspx

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