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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, agosto 23, 2025

Milei y Trump viven en mundos distintos.

 


Milei y Trump viven en mundos distintos.

Por ser Estados Unidos tan grande y opulento, Trump puede darse el lujo de soñar con la autarquía, pero la Argentina no puede aspirar a recrear dentro de sus propias fronteras un simulacro de la economía mundial.

Por James Neilson.
En la Argentina, lo llaman “la casta”. En otros países de cultura occidental, quienes se creen manipulados por grupos que privilegian sus propios intereses sin preocuparse en absoluto por aquellos de los demás, hablan despectivamente de “las elites”. Oponérseles está de moda, pero si bien algunos políticos como Donald Trump y, desde luego, nuestro Javier Milei, han sabido aprovechar el malestar generado por la sensación de impotencia que comparten sectores cada vez más amplios de la sociedad, muchos otros siguen repitiendo las promesas de siempre con la esperanza de que por lo menos algunos las tomen en serio y rezan para que fracasen los gobiernos formados por quienes ven como intrusos y que todo vuelva a ser como era antes.
Se engañan. Aun cuando los experimentos, por llamarlos así, con los que Trump y Milei están procurando dinamitar el statu quo que hasta ayer imperaba en sus países respectivos tengan consecuencias tan negativas como prevén sus enemigos más acérrimos, no habrá forma de restaurar el viejo orden. La razón es sencilla: la democracia es de naturaleza igualitaria pero no lo es el progreso tecnológico. Tanto en los países actualmente ricos como en los pobres, está ampliándose con rapidez desconcertante la brecha entre los ingresos de los favorecidos por los cambios y los perjudicados que conforman una mayoría creciente de la población.
  Para conseguir poder y después conservarlo, un político tiene que convencer al grueso del electorado de que está en condiciones de solucionar el problema mayúsculo así supuesto. El norteamericano Trump se ha comprometido a hacerlo repatriando los muchos millones de empleos industriales que, durante décadas, las empresas de su país exportaban a China, México y otros lugares en que los salarios eran muy bajos en comparación con los de Estados Unidos. Quiere que su país regrese cuanto antes a una época no muy lejana en que se producían “en casa” virtualmente todos los bienes de consumo que se vendían en los supermercados y tiendas especializadas.

Por motivos comprensibles, Trump tiene el apoyo de los que vieron las ciudades pujantes en que nacieron arruinadas al cerrarse de golpe las fábricas gigantescas y plantas siderúrgicas en que habían trabajado generaciones de empleados bien remunerados, pero puesto que es más que probable que las industrias repatriadas dependan más de la automatización que de la mano de obra humana, sorprendería que tuviera éxito la estrategia que ha elegido.

 Lo que tiene en mente Milei difícilmente podría ser más diferente. Como señaló hace un par de semanas el exjefe de la política monetaria estadounidense, Larry Summers, la estrategia de Trump se asemeja mucho a la de Juan Domingo Perón que en opinión de Milei sólo sirvió para consolidar la decadencia de la Argentina y que está resuelto a revertir. Puede que la presunta amistad de Milei con el presidente norteamericano lo ayude a conseguir préstamos blandos del FMI y, tal vez, algunas inversiones privadas importantes, pero en términos ideológicos la distancia entre los dos es astronómica.  Lo único que tienen en común es el desprecio virulento que ambos sienten por lo hecho por quienes los precedieron en los puestos que ocupan y, desde luego, por las extravagancias de la progresía que, dicho sea de paso, han sido mucho más dañinas en los países anglosajones que en los latinos.  

Por ser Estados Unidos tan grande y opulento, Trump puede darse el lujo de soñar con la autarquía, un ideal que a través de los años ha obsesionado a los peronistas; en 2011, Cristina Kirchner se afirmó resuelta a prohibir la importación de hasta clavos para la construcción. Se trataba de una fantasía, claro está. La Argentina no puede aspirar a recrear dentro de sus propias fronteras un simulacro de la economía mundial. Tendrá forzosamente que aceptar la división del trabajo internacional; si bien podría competir con éxito en algunos rubros, no le será posible hacerlo en todos.

Tanto en Estados Unidos como en la Argentina, llegará el día en que un candidato contrario a lo que están haciendo el gobierno actual gane una elección presidencial. Sin embargo, para lograrlo, tendría que convencer a los votantes de que es capaz de solucionar o, por lo menos, de atenuar los problemas que habían posibilitado el triunfo de un outsider combativo que se afirmaba resuelto a llevar a cabo una multitud de cambios drásticos. Hasta ahora, no hay indicios de que los recién desplazados estén esforzándose por elaborar alternativas convincentes a los proyectos radicalmente distintos que están impulsando el chovinista Trump en la superpotencia norteamericana y el “anarco-capitalista” Milei en la Argentina.

Publicado en Diario Río Negro.

https://www.rionegro.com.ar/opinion/milei-y-trump-viven-en-mundos-distintos-4265725/

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