CRÓNICAS DE LA ENERGÍA.
De un sueño frustrado a un legado duradero: la historia del
Proyecto Huemul.
Lo que nació como un experimento fallido en la isla Huemul
terminó siendo el punto de partida de un camino distinto: el que hizo de
Bariloche y Río Negro un referente en ciencia, innovación y tecnología nuclear.
Una historia patagónica que muestra cómo incluso de los fracasos pueden surgir
legados duraderos.
Una isla verde en medio del Nahuel Huapi, a pasos de
Bariloche, fue el escenario donde la Argentina se propuso algo que sonaba a
ciencia ficción: reproducir en la Tierra la energía que sostiene al Sol. Corrían
fines de los años cuarenta y el mundo recién empezaba a comprender la potencia
de la fisión nuclear (partir átomos pesados como el uranio para liberar
energía) mientras la fusión (unir núcleos livianos de hidrógeno) aparecía como
la promesa mayor: más energía por unidad de combustible, menos residuos, un
horizonte casi inagotable. El desafío era monumental: alcanzar temperaturas y
presiones extremas y, sobre todo, confinar un plasma que tiende a escaparse de
cualquier pared.
En ese clima de expectativas, el físico austríaco Ronald
Richter llegó a la Argentina en 1947, convencido de que podía forzar reacciones
termonucleares mediante descargas eléctricas de muy alta potencia en gas de
deuterio. La idea, audaz, mezclaba intuiciones reales de física de plasmas con
una instrumentación todavía débil para medir lo que prometía medir. Convenció a
Juan Domingo Perón de que el país podía adelantarse al resto del mundo y lograr
el Santo Grial de la energía.
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Algunos llegaron a mencionar a Ronald Richter como el «Loco» que engañó al Presidente Juan Domingo Perón. |
La elección del lugar fue tan simbólica como práctica: la isla Huemul, a poca distancia de la costa frente a San Carlos de Bariloche, dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi. El agua alrededor ofrecía aislamiento y seguridad; la cercanía a una ciudad en crecimiento aportaba logística. En la isla se levantaron laboratorios, recintos de hormigón para blindaje, talleres, salas de potencia eléctrica y viviendas para el personal. Para la escala científica de la Argentina de comienzos de los años cincuenta, fue una inversión pública tan ambiciosa como inédita. La señal política era clara: el Estado estaba dispuesto a apostar fuerte por conocimiento estratégico.
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Imagen de la Isla Huemul en el Parque Nacional Nahuel Huapi – Bariloche (Foto La Mañana de Cipolletti) |
El 24 de marzo de 1951 llegó el anuncio que sacudió al país y repercutió afuera: Perón, en cadena nacional, afirmó que la Argentina había logrado reacciones termonucleares controladas en la isla Huemul. De un día para otro, un país del sur parecía ponerse delante de Estados Unidos y la Unión Soviética en la carrera tecnológica más sensible del momento. Se hablaba de energía abundante para industrializar, de independencia, de un nuevo mapa de desarrollo. La Patagonia, convertida en laboratorio del futuro, se asomaba, al menos en el relato, a una era distinta.
Luego vino la prueba de fuego que ordena a la ciencia: la
verificación independiente. Lo que cuenta no es el anuncio, sino lo que puede
medirse y repetirse con protocolos claros. Y ahí aparecieron los huecos.
Faltaban diagnósticos robustos para detectar neutrones inequívocamente
asociados a fusión; no había mediciones confiables de temperaturas que
justificaran el fenómeno; las señales reportadas no se reproducían bajo control
de terceros; la documentación técnica era incompleta y los procedimientos, poco
transparentes. En 1952, una comisión con físicos de primer nivel, como José
Antonio Balseiro, Mario Báncora y Teófilo Isnardi entre otros, auditó las
instalaciones y los experimentos. Su conclusión fue terminante: no había
evidencia de fusión nuclear controlada. El proyecto se clausuró y el prestigio
de Richter se desmoronó.
Hasta aquí, la crónica de una promesa que no se cumplió. Pero Huemul no es solo la historia de lo que no fue: es también el punto de partida de lo que sí llegó a ser. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), creada en 1950, se fortaleció con una hoja de ruta más sobria: método científico, ingeniería, control del Estado y validación entre pares antes que discursos. En 1955 nació en Bariloche el Instituto de Física de Bariloche, luego Instituto Balseiro, semillero de físicos e ingenieros nucleares, mecánicos y electrónicos que sostuvieron, durante décadas, la trama de capacidades del país. De ese entramado CNEA-Balseiro surgió el Centro Atómico Bariloche y, tiempo después, INVAP (1976), la empresa rionegrina que colocó a la Patagonia en el mapa global de la tecnología aplicada: reactores de investigación exportados, radares, satélites, misiones complejas que combinan ciencia, industria y soberanía tecnológica. En paralelo, la Argentina diseñó y operó sus propios reactores de investigación y consolidó un parque de generación nuclear comercial (Atucha I, Embalse, Atucha II) con fabricación local de componentes críticos y un capital humano que la distingue.
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Restos de lo que alguna vez fue la casa de Ronald Richter en la Isla. (Foto El Cordillerano) |
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Imágenes del edificio del Reactor Nuclear. (Foto: Diario Río Negro) |
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(Foto: Diario Río Negro) |
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Actualmente la vegetación volvió a adueñarse de todo el lugar, irrumpiendo entre los restos del edificio. (Foto Diario Río Negro) |
Huemul dejó, además, un conjunto de lecciones que siguen
vigentes. La primera: la política puede y debe fijar la dirección, pero la
ciencia manda con datos, reproducibilidad y revisión independiente. La segunda:
los proyectos estratégicos necesitan hitos intermedios medibles (diagnósticos
de plasma, contajes de neutrones, balances energéticos) antes de prometer el
resultado final. La tercera: incluso cuando un objetivo máximo no se alcanza,
la inversión en equipamiento, formación y organización crea capacidades que
perduran y multiplican valor. La cuarta: transparencia y gobernanza (documentación,
auditorías, publicaciones) no son un lujo administrativo, sino el andamiaje que
evita confundir entusiasmo con logro.
¿Y la isla? Tras el cierre de 1952, las instalaciones quedaron primero desmanteladas y luego vencidas por la vegetación. Terminó el uso exclusivo que había tenido durante el proyecto y la isla volvió a integrarse al régimen del Parque Nacional Nahuel Huapi, con las reglas propias de conservación, memoria y acceso ordenado. No hay población permanente; se llega únicamente por agua, y subsisten ruinas de laboratorios y estructuras de hormigón que el bosque va cubriendo año a año. Es un sitio silencioso que guarda, en sus restos, el relato de un intento desmesurado y el comienzo realista de otra cosa: la decisión de construir, con método y paciencia, un ecosistema científico-tecnológico que hoy es orgullo de Río Negro y de la Argentina.
Actualmente la vegetación volvió a adueñarse de todo el
lugar, irrumpiendo entre los restos del edificio. (Foto Diario Río Negro)
Mirar Huemul desde la Patagonia no es quedarse en el mito ni
en la anécdota. Es entender que la primera gran experiencia nuclear del país,
con su exceso de promesa y su déficit de evidencia, terminó encendiendo otro
tipo de energía: la que se fabrica en aulas, talleres, laboratorios y plantas;
la que genera trabajo calificado, exportaciones tecnológicas y reputación. No
encendimos un sol sobre el Nahuel Huapi, pero aprendimos a encender motores más
lentos y duraderos: instituciones, carreras, empresas, un modo de hacer que
convirtió a Bariloche en un faro del conocimiento aplicado. Esa es, al final,
la mejor luz que Huemul dejó encendida.
Línea de tiempo.
1947–1949: Llega Ronald Richter a la Argentina y toma forma
el proyecto en la isla Huemul (Nahuel Huapi, frente a Bariloche).
1950: Se crea la Comisión Nacional de Energía Atómica
(CNEA), marco institucional de la política nuclear.
24 de marzo de 1951: Perón anuncia por cadena nacional
reacciones termonucleares controladas en Huemul.
1952: Comisión científica (Balseiro, Báncora, Isnardi)
audita, concluye que no hubo fusión; el proyecto se clausura.
1955: Nace en Bariloche el Instituto de Física de Bariloche,
luego Instituto Balseiro.
1976: Se crea INVAP; el polo Bariloche consolida su perfil
de tecnología aplicada.
Hoy: Isla Huemul sin población permanente, con ruinas
visibles; uso público regulado dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi.
¿Tenés una crónica para contar? Si conocés historias,
testimonios, fotos o documentos sobre la construcción de la ciencia y la
energía (minería, hidrocarburos, hidroeléctricas, etc) en Río Negro o la
Patagonia, escribinos a redaccion@energia360.com.ar.
En Energía 360 queremos que esta memoria patagónica siga
creciendo con el aporte de quienes la vivieron y la sienten propia, formá parte
de esta comunidad y ayudanos a contar la historia.
Publicado en ENERGÍA360.
https://energia360.com.ar/
31/8/2025.
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La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.