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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, julio 26, 2015

Al giro progre de Macri seguirá el giro capitalista de Scioli. Por primera vez los argentinos están decididos a elegir como presidente a alguien que nació rico, que nunca fue empleado y que no sabe lo que es vivir de un sueldo.

Patria es la infancia. Esa es la mejor definición de identidad. La persona puede irse a vivir a otro país y pasar toda su vida allí, puede haber evolucionado económica, cultural o intelectualmente pero su subjetividad estará siempre atravesada por aquellos años. Pasa con los idiomas porque el acento de la primera lengua no se borra del todo nunca, o con los gustos musicales, que llevan a los programadores de radio a elegir los temas que fueron exitosos cuando la edad de su audiencia era joven: para los cuarentones, música de los 90; para los cincuentones, música de los 80.
Y es una infancia de hijos de padres empresarios que alcanzaron su mayor esplendor en los años 80, lo que unifica la mirada del mundo que comparten Scioli y Macri, a quienes las circunstancias y oportunidades con las que pudieron construir  sus carreras políticas los terminan mostrando como representantes de ideologías económicas contrapuestas –simplificadamente: pro Estado y pro mercado– cuando no hay ninguna frontera que sólidamente marque esas diferencias entre ellos. Hasta no se podría descartar una eventual repetición de cuando en los 90 el candidato peronista, Menem, representaba al pro Estado y el radical, Angeloz, al pro mercado, y luego del triunfo se invirtieron los roles.
Por primera vez desde la llegada de la democracia, en estas elecciones presidenciales los dos principales candidatos vivieron su infancia en un contexto donde el hogar y la empresa familiar eran casi inescindibles.
Esa atmósfera emprendedora  será siempre una marca indeleble en la perspectiva de Scioli y Macri aunque no sean ellos mismos empresarios, ni tampoco sus padres hayan podido continuar hasta hoy con sus empresas.
También representa una parábola de la Argentina de las últimas décadas que los padres de ambos candidatos hayan alcanzado su cenit empresario en los 80 para perder sus empresas en los 90: la Casa Scioli de electrodomésticos en el caso de José Osvaldo Scioli, padre del actual candidato, y Sevel más gran parte del grupo Socma en el caso de Franco Macri.
Señal de un país con una clase empresaria poco competitiva, como en el caso de Franco Macri que, cuando con las privatizaciones se le acabó la “patria contratista” del Estado y tanto Fiat como Peugeot decidieron volver al país por cuenta propia, no supo reconvertirse, o como en el caso de la Casa Scioli de electrodomésticos, que tampoco logró atravesar las turbulencias de los 90 (al igual que el otro socio de Romay en Canal 9, Héctor Peres Pícaro), como sí pudieron hacerlo Garbarino y Frávega, creciendo exponencialmente en los años posteriores. Pero más allá de esas limitaciones, que no son todas atribuibles a errores de ellos mismos, sino también a un país que pasó dos ciclos de megadevaluaciones y recesiones, no hay que minimizar  el síntoma que significa que la sociedad argentina esté predispuesta a elegir como presidente a alguien que nació rico, que nunca fue empleado ni sabe lo que es vivir de un sueldo, y llegó a la política desde fuera de ella. Tanto Alfonsín como Menem, De la Rúa, Duhalde y los Kirchner alcanzaron  la presidencia tras haber tenido sólo dedicación a la política y casi ningún paso por la actividad privada. Algo debe querer decir la sociedad al aceptar como presidenciables a personas que no representan al político clásico y provengan de una familia de empresarios: el abuelo de Scioli también tenía una empresa de venta de materiales eléctricos y entre los ancestros de Franco Macri en Italia hay varios emprendedores.
Es probable que la sociedad argentina, inconscientemente, desee darle un sesgo desarrollista al futuro y aspire a un foco más colocado en el progreso económico, dando por concluida la etapa de las grandes discusiones ideológicas que muy necesariamente llevaron adelante Alfonsín, con la reinstauración de la democracia y el juicio a los ex comandantes de la dictadura, más la segunda parte de esa tarea que completó el ciclo kirchnerista.
Si retrotrajéramos el reloj diez años, nos hubiera resultado increíble que personas con tan poca espesura intelectual e ideológica como Scioli y Macri pudieran llegar a ser presidentes y hoy nos parece algo “normal”. Puede haber algo dentro de ellos que resulte un tácito significante de la época que viene y que el pueblo o la sociedad subliminalmente registra al elegirlos. Es cierto que se vota sólo entre las alternativas que se ofrecen, pero no llegaron Scioli y Macri a ser las preferidas dos opciones de la mayoría sin reiteradas muestras de apoyo de los votantes que los reeligieron en sus puestos actuales.
Hijos de empresarios para presidente, algo debe representar en un país donde calificar a alguien de empresario fue ubicarlo en el bando de los malos y, no pocas veces, casi un insulto.
Para algunos, las posibilidades de Macri de llegar a ser presidente se redujeron después del ballottage donde Lousteau casi le gana al candidato del PRO a jefe de Gobierno de la Ciudad. Pero se podría interpretar ese resultado exactamente de forma contraria por quedar demostrado que las segundas vueltas son elecciones totalmente diferentes a las primeras (en las que hoy estaría ganando Scioli), y así como el 48% de los votos de Lousteau en la Ciudad no son suyos sino anti Macri, lo mismo podría aglutinarse el voto anti Frente para la Victoria en un eventual ballottage sin que por eso sean votos de Macri. Y que, aun perdiendo en primera vuelta por una diferencia hasta de 9 puntos, gane en segunda vuelta.
Además de los ejemplos más recordados como el ballottage que perdió el propio Macri frente a Aníbal Ibarra en 2003 después de haber sido el más votado en primera vuelta, o del que se abstuvo Menem frente a Néstor Kirchner, siendo también ganador de la primera vuelta ese año, uno de los mejores ejemplos por la amplitud de la diferencia es el de la reelección como gobernadora de Tierra del Fuego de Fabiana Ríos en 2011, quien tras haber perdido en primera vuelta por 9 puntos de diferencia terminó ganando el ballottage.
Asumiendo que sigue siendo entre Scioli y Macri que surgirá el sucesor de CFK, en la contratapa de ayer se decía que por primera vez desde la llegada de la democracia los argentinos están decididos a elegir como presidente a alguien que nació rico, que nunca fue empleado, que no sabe lo que es vivir de un sueldo, ni tampoco dedicó toda su vida a la política, lo que no puede ser minimizado como síntoma de época con sus múltiples interpretaciones, culturales, sociales e ideológicas, pero cuyas mayores consecuencias las tendrá en el significado económico de elegir un presidente hijo de empresarios.
Y más en un contexto donde el ciclo de demanda agregada por el Estado para fomentar el consumo está agotado, porque el kirchnerismo ya utilizó el equivalente al 12% del producto bruto en gasto (recibió el gobierno con un superávit fiscal del 4% y lo dejará con un déficit del 8%) y no queda margen para agregar más demanda de esa forma. La próxima gestión apelará al endeudamiento para invertir en obra pública de gran escala (se habla de más de 20 mil millones de dólares en infraestructura por año) y así equilibrar el enfriamiento que produciría la reducción de subsidios, necesaria para ir achicando el déficit fiscal y la inflación. Pero aun mejorando la calidad de demanda agregada estatal (más inversión, menos gasto), el nuevo ciclo de crecimiento de la economía precisará un regreso de la inversión privada (bajando y no subiendo impuestos), algo que no es imposible si se regenera la confianza con el mundo empresario. Sólo con la repatriación de parte del dinero que los propios argentinos tienen en el exterior, hay varias decenas de miles de dólares que podrían transformarse en inversión porque las tasas de interés internacionales son tan bajas que ya no generan una renta financiera segura.
Construir ese clima pro empresa no es algo para lo cual sólo tiene credenciales Macri, sino, por ser ambos hijos de empresarios, también Scioli, quien en el “círculo rojo” promete ser el presidente de las inversiones.
Desde esta columna se viene insistiendo en que tanto Macri como Scioli harían un gobierno de centro, adaptado a las posibilidades de la coyuntura, y que Macri no podría volver a los 90 (hace años que abandonó ese paradigma), ni Scioli podría mantener la economía de Kicillof. Por eso, además de no sorprenderse por el denominado “giro progre” de Macri, tampoco habrá que sorprenderse del cantado “giro capitalista” de Scioli que, como el de Macri, sólo espera el momento oportuno para ser manifestado.
Pero lo que sorprende al “círculo rojo” (en eso Duran Barba tiene razón) no sorprende a la sociedad, que intuye que estos dos hijos de empresarios van a ser ambos desarrollistas, y por eso mismo prefiere votar por ellos porque después de estar concluyendo los juicios a los ex represores y todas las formas posibles de revisionismo histórico, hay un apetito de mejora material que le permita a la Argentina recuperar el lugar que proporcionalmente perdió frente a vecinos y otros países en vías de desarrollo, dejando definitivamente atrás cualquier referencia a 2002.
La sociedad no va a elegir entre cambio o continuidad, sino entre personas (con sus circunstancias), por quien crea que podrá instrumentar mejor la combinación de cambio y continuidad para generar más crecimiento. Si se quisiera reducir la decisión de la sociedad en esta próxima elección a un solo significante, éste no sería cambio ni continuidad, sino desarrollo.
Autor: Jorge Fontevecchia. Publicado en Diario "Perfil". Fotos de la misma publicación que fueron publicadas en dos días y que aquí se difunden en un mismo artículo.

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