La historia y los intereses hicieron coincidir en el Valle Medio de Río Negro dos fechas que generan sentimientos encontrados, con apenas unas décadas de diferencia. Por un lado la celebración por la Revolución de Mayo de 1810, y por otro, la entrada de las tropas del general Julio Argentino Roca a la Patagonia, a la altura de lo que hoy es Choele Choel.
El 25 de mayo, pero en 1879, empezaba a más de 900 kilómetros de Buenos Aires el cierre de un proceso que aún hoy moviliza a defensores y detractores, frente a las medidas que el Gobierno nacional tomó para imponer el “avance de la civilización” sobre los indígenas.
Un monumento de piedra en la barda junto a la Ruta 22, entre Darwin y Choele Choel, recuerda esa llegada, marcando lo que por aquellos años era visto como una hazaña y que hoy cosecha repudio.
Imponente, se lo puede encontrar hoy allí, setenta años después, aunque no es el único recuerdo del paso de los expedicionarios: un monolito que permaneció abandonado hasta el 2014, detrás del predio de la Sociedad Rural choelense, marca el punto de encuentro con los marinos que subían en barco por el río.
Ya en el atardecer del 24 de mayo de 1879, Roca y sus subordinados que integraban una de las cuatro columnas, divisaron el escenario que pensaban intervenir. Habían partido desde Azul (provincia de Buenos Aires), el 18 de abril de ese año, y un mes después se encontraban con caras aliadas en la costa: el contralmirante Martín Guerrico y sus hombres a bordo del vapor “El Triunfo”.
“¡El río Negro!”, relata el teniente coronel Manuel Olascoaga, secretario y redactor del diario de expedición.”Fue la expresión instintiva de todos los que llegamos a ese punto, antes de preguntar por el nombre de tan hermoso como impensado espectáculo. Tiramos la rienda sin pensar y nos quedamos contemplando un rato aquella visión tan nueva”, describe, agregando las barrancas, las filas de sauces y el azul del cielo.
Hicieron noche allí, para celebrar al día siguiente el 69° aniversario de la Fiesta Patria. Lo que relata el cuaderno de viaje sobre esa mañana deja en evidencia las ideas que los justificaban en la ofensiva:
“Choele Choel. 25 de mayo de 1879. La diana a las 6 am. procedió al solemne saludo militar rendido al sol naciente de este día que marca la mas gloriosa efemérides de los argentinos. Las salvas y las melodías agitando hoy el espacio en la orilla del río Negro han sido mas que una conmemoración, la continuidad o repercusión de los himnos del gran día de 1810. Este día en Choele Choel es digno día siguiente de aquel, porque inaugurar el dominio de la civilización aquí donde la barbarie ha reinado tres siglos es lo que verdaderamente puede llamarse ‘constinuación de la tarea principiada el 25 de mayo de 1810’”.
La coincidencia de fechas fue planeada por Roca, explica a “Río Negro” Liliana Zacarías, presidente de la Asociacion de Amigos del Museo Regional de Choele Choel. La “carga simbólica” era para él un aporte valioso en su carrera por conseguir la presidencia de la Nación. Ocupó ese cargo un año después, respaldado por el Partido Autonomista Nacional.
Luego del primer asombro ante el paisaje del Valle, permanecieron allí por una semana, para luego marcharse rumbo a la confluencia del Limay y el Neuquén, el 1° de junio de 1879.
Con poco más de 30 años y el apodo de “El Zorro” por su astucia, Roca se disponía a completar así lo iniciado por Juan Manuel de Rosas, que ya había atacado a las comunidades indígenas sobre la zona pampeana y el norte de la Patagonia, en el marco de la mal llamada “Conquista”.
Como saldo de esas primeras actuaciones roquistas, se supo que murieron en combate 1.270 indios, otros 980 se entregaron prisioneros, conjuntamente con 10.500 indios “no combatientes” (ancianos, mujeres y niños). También se rescataron 300 cautivos y se agradeció con un tedeum el éxito que buscaban: “En ninguna parte se siente uno tan cerca de Dios como en el desierto”, manifestó Roca.
“Los indígenas más reacios fueron confinados junto a sus jefes en la isla Martín García. El resto de los hombres fue ubicado en estancias bonaerenses y del Norte, y también en el Ejército. Las mujeres jóvenes fueron colocadas para el servicio doméstico en familias porteñas y de la provincia de Buenos Aires”, describe Héctor Landolfi en la columna publicada por “Río Negro” en octubre de 2014.
Avanzada la misión en la “línea del río Negro”, como la llamaban, la preocupación no fue la violencia de los daños, sino la formación de nuevos poblados. En julio de 1879 se dio la primera fundación de Choele Choel a cargo del general Conrado Villegas, mano derecha de Roca. Aún así, se necesitó reubicar el ejido en otras dos oportunidades, escapando de las crecidas.
Si bien el nombre no perduró, lo llamaron “Nicolás Avellaneda”, en honor al presidente que ordenó la toma de posesión y nuevo reparto de esas miles de hectáreas de meseta y estepa (más de 20.000 leguas), que no estaban desiertas, sino donde la vida ya se desarrollaba, al sur del río Colorado.
Capital del territorio
En 1899 una inundación en Viedma (llamada en aquellos años como Mercedes de Patagones) hizo que Choele la reemplazara como sede de la gobernación y capital provisoria de Río Negro. Un decreto del 4 de septiembre de ese año avalaba la designación, por ser esta población “la única que no ha sido arrasada por las crecientes”.
El monolito olvidado
Inaugurado el 2 de febrero de 1947 en la zona conocida como Pampa de los Molinos, el monumento a los Expedicionarios da hacia la Ruta 22, desde un mirador en la barda norte.
Aunque parece ser el centro de la escena histórica, no es el único. Un monolito mucho más modesto, levantado en 1978 a poco más de un kilómetro de aquella columna, es el que marca el punto de encuentro de las tropas de expedicionarios. Sin embargo, estuvo abandonado hasta hace pocos años, en 2014, detrás del predio de la Sociedad Rural, según explican desde la Asociación Amigos del Museo local.
De hormigón armado y revestida con ladrillo a la vista, la estructura mayor por su parte funcionó como faro, cobijando una escalera interior de 138 peldaños y exhibiendo varias figuras simbólicas: el escudo nacional, una cariátide representando a la Patria, los inmigrantes y aquellos indios que fueron sometidos a las decisiones de Buenos Aires.
Su ubicación recuerda el acampe militar, pero también es estratégica, por la vista panorámica que posee. Se eligió como resultado de un plan pensado a nivel nacional y avalado por el Congreso.
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