El misterioso presidente Macron de JAMES NEILSON.
Se supone que, para merecer la confianza de los votantes, un político ambicioso tendrá que convencerlos de que, una vez en el poder, sería capaz de solucionar o, cuando menos, atenuar los problemas que más les preocupan. He aquí la razón principal por la que la reputación colectiva de la clase política está por los suelos en los países democráticos. No es que sus representantes más destacados sean peores que los de antes, sino que hoy en día abundan problemas gravísimos que no admiten soluciones que sean políticamente soportables. ¿Qué puede hacer un gobierno para impedir que la globalización, los avances tecnológicos y la llegada de grandes contingentes de inmigrantes desde lugares de cultura radicalmente distinta afecten negativamente la vida de millones de personas? Virtualmente nada.
Así las cosas, las perspectivas frente al nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, distan de ser promisorias. Triunfó en la contienda electoral de su país porque los votantes lo encontraron menos alarmante que sus contrincantes. Sin embargo, no bien se confirmó su victoria sobre la populista fervorosa pero llamativamente vulgar Marine Le Pen en la ronda final, muchos politólogos franceses avezados se apuraron a confesar que, para ellos, el hombre sigue siendo un desconocido. A juzgar por lo que han dicho en los días últimos, nadie sabe muy bien lo que tiene en la cabeza.
¿Cómo fue, se preguntan, que un exbanquero que, para más señas, había sido ministro de Economía en el gobierno fabulosamente impopular de François Hollande se las había ingeniado para transformarse en la gran esperanza no sólo del establishment mundial sino también de los progresistas galos? Hasta ahora, han fracasado todos los intentos de ubicarlo en los habituales esquemas ideológicos que son tan caros a los franceses que, al fin y al cabo, los inventaron.
Algunos atribuyen la hazaña a su esposa Brigitte Trogneux. Dicen que es la única persona que realmente entiende lo que hay detrás de la máscara seductora que le permitió a Macron aventajar por un par de puntos a sus rivales en la ronda inicial del proceso electoral galo para entonces triunfar por un margen previsiblemente amplio sobre la nacionalista furibunda Marine Le Pen.
Parecería que a Brigitte, la profesora que se casó con el alumno más brillante del colegio de su hija a pesar de llevarle 24 años, le ha tocado desempeñar el papel de Pigmalión en un drama personal que a buen seguro hubiera fascinado a Honoré de Balzac y Gustave Flaubert. Macron mismo insiste en que Brigitte es su creadora, puesto que “sin ella, no sería yo”, una confesión nada machista que no lo perjudicó en absoluto.
No cabe duda que ganó las elecciones porque, a juicio de una mayoría sustancial de sus compatriotas, representaba el mal menor. Hasta la izquierda prefirió al hombre que ya está denunciando por su presunta mentalidad “neoliberal” a Marine que, de haber ganado, hubiera desatado una crisis fenomenal, arruinando una economía ya tambaleante y, tal vez, provocando una guerra civil.
Con todo, el que el 34% del electorado francés haya votado a favor de la hija del chovinista antisemita Jean-Marie Le Pen debería preocupar no sólo a Macron sino también a quienes festejaron lo que tomaron por una derrota contundente del populismo derechista con raíces en el régimen colaboracionista de Vichy. Por desagradable que les parezca, hasta nuevo aviso el Frente Nacional encabezará la oposición a un statu quo que, para el grueso de los franceses, es apenas soportable.
Bien antes de las elecciones, Marine Le Pen procuró “destoxificar” el partido. Llegó al extremo de expulsar al fundador, su propio padre, por suponer que de otro modo siempre terminaría aplastado por una coalición “republicana” de conservadores, centristas y socialistas moderados que cerrarían filas para bloquear su acceso al poder, como en efecto acaba de suceder. Pero si bien sus esfuerzos en tal sentido no tuvieron éxito al negarse algunos militantes a destoxificarse, logró obligar a los líderes de partidos más tradicionales a prestar atención a temas que habían tratado de pasar por alto: lo difícil que resultaba convivir con una minoría musulmana creciente que es reacia a asimilarse, una ofensiva terrorista brutal, el malestar que ha ocasionado la primacía económica y, últimamente, política de Alemania en la Unión Europea, el impacto para muchos doloroso de la globalización y la lenta agonía del Estado benefactor que se construyó en circunstancias muy diferentes de las actuales.
Aunque los remedios rudimentarios propuestos por Le Pen para tales males sólo hubieran servido para agravarlos, ello no quiere decir que sean meramente imaginarios. Son bien reales. Lo mismo que en todos los países desarrollados, los cambios de los años últimos han sido traumáticos para una multitud de personas que suponían que sería permanente el benigno orden socioeconómico de las décadas finales del siglo pasado. No se les ocurrió que sería cuestión de una fase pasajera después de la cual la vida se haría mucho más dura para todos salvo los integrantes de una minoría capaz de aprovechar las oportunidades brindadas por la globalización y los avances tecnológicos.
Macron contó con la ventaja decisiva de no ser ni Le Pen, ni el trotskista igualmente rabioso Jean-Luc Mélenchon, ni el conservador François Fillon, que era el favorito para ganar hasta que un buen día se vio enredado en un caso de corrupción escandaloso por haber permitido que su esposa cobrara un sueldo estatal suculento sin hacer nada para merecerlo. Asimismo, aunque el 66% del electorado que lo apoyó sin entusiasmo no votó por un programa de gobierno, ya que Macron rehusó ofrecerle uno por entender que le convendría mantener abiertas todas las opciones, pronto descubrirá que en adelante no le será dado aferrarse a las vaguedades bienintencionadas que tanto lo beneficiaron mientras estuvo en campaña. A lo sumo, podría demorar la hora de la verdad hasta las elecciones legislativas de la primera mitad de junio, pero dentro de poco le será necesario comenzar a tomar medidas concretas, exponiéndose así a la ira de muchos que lo votaron por temor a lo que haría su rival.
Publicado en Diario "Río Negro", 12/05/2017.-
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