La escultura de la patriota latinoamericana será reubicada tras la autorización de la Legislatura porteña.
La decisión de desplazar el monumento a Juana Azurduy es una lamentable afrenta a mujeres y pueblos originarios. Si bien su erección en reemplazo de la de Cristóbal Colón se prestó a una polémica politizada que pudo haberse evitado, fue sin duda merecido rendir homenaje a una patriota extraordinaria que simbolizó en su persona dos grupos sociales cuyo aporte en las guerras de nuestra Independencia nunca fue justicieramente valorizado: las mujeres y los pueblos originarios.
Fue una mujer de armas llevar, que combatió a la par de su esposo Manuel Asencio Padilla, que en su lucha entregó la vida de cuatro de sus pequeños hijos encabezando fuerzas de criollos, collas y aymaras que, junto con otros caudillos altoperuanos, que también esperan su honra, mantuvieron a raya a poderosos ejércitos realistas impidiendo su avance hacia Buenos Aires para liquidar el movimiento de Mayo y dando tiempo y fuerzas para que los planes de San Martín pudieran llevarse a cabo con éxito.
El anunciado destino para la gran Juana es un lugar virtual, con años de obrajes por delante, que no hace sino repetir la desconsideración hacia una mujer extraordinaria que murió en Chuquisaca, Bolivia, olvidada y en una miseria absoluta que le concedió una fosa común para su merecido descanso eterno. Hoy su destino es quedar enterrada en la grieta.
Autor: Pacho O´Donnell.
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