En la Venezuela de Maduro no se puede comer helado por EMILIO J. CÁRDENAS.
La bonita ciudad de Mérida, en Venezuela, tiene faldas de montañas, espacios verdes, un centro colonial imponente y gente famosa por abierta y hospitalaria. Pero ya no tiene helados. Pese a que en esa ciudad, precisamente, está emplazada una de las heladerías más renombradas de Venezuela, “Coromoto”, que hasta no hace mucho ofrecía nada menos que 600 variedades de helados. Una selección fenomenal, que la había puesto nada menos que en el propio “Libro Guiness de los récords” desde que era la mejor mundial de oferta de distintos gustos de helados.
En la Venezuela de Nicolás Maduro aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor” es una constante. También en materia de helados. Porque quienes los fabrican no consiguen materias primas para elaborarlos.
No es sorprendente, en Venezuela ya no hay casi nada. Ni azúcar, ni leche. Por eso, diez heladerías de Mérida están cerradas. Las que quedan tienen inventarios muy menores. Y el consiguiente nerviosismo e inestabilidad. Algunas heladerías muy conocidas, como “Vivaldi”, tras operar unos veinte años en el mercado, decidieron cerrar para siempre.
Trabajar es, en la Venezuela de hoy, toda una aventura, con riesgos serios. Por esto las huidas. Después de tener los heladeros que soportar una impresionante caída de ventas, este año del orden del 40%, ocurre que la pobreza no permite mantener el consumo de helados, como si se tratara de un gasto suntuario en Venezuela.
Todo lo dulce se está acabando rápidamente en Venezuela. En paralelo, la libertad, sin la cual la vida misma es muy amarga, también está escaseando cada vez más.
Desde afuera, esto es bien triste. Desde adentro, seguramente una profunda tragedia para quienes tienen que vivirla.
Publicado en Diario "Río Negro", 31/08/2017.
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