Mabel Cebrián y su expareja, Hernán Diamante, son arquitectos rosarinos que a finales de 1950 llegaron a la región convocados por el incipiente gobierno que necesitaba planificación y crecimiento edilicio.
Fueron los primeros arquitectos de la zona y en sus manos estuvo, por ejemplo, el proyecto de la sede cipoleña del Banco provincial, en la esquina de Roca y Sarmiento. Sobre el final de esa década, el territorio de Río Negro comenzó a forjarse como una provincia autónoma.
En ese contexto se inició una intensa importación de profesionales y mano de obra para desarrollar la infraestructura que daría respuesta a las necesidades de sus pobladores, como la vivienda y la creación de edificios públicos. Así fue que bajo la intervención federal, el estado solicitó a los decanos de las facultades de arquitectura e ingeniería del país, que remitieran profesionales a la naciente provincia.
“Nos fuimos hasta Viedma en un (miniauto alemán) Heinkel, durante los primeros días de diciembre de 1962. Gobernaba Castello y era todo tan nuevo que nos preguntaban para qué servíamos los arquitectos”, recordó Mabel. “Entramos a planta permanente ni bien llegamos. La estructura gubernamental era muy sencilla, tan limpia que todos los años salía en el organigrama del boletín oficial cada cargo, los empleados que los cubrían y lo que ganábamos, no había ningún misterio”, aseguró.
Por aquellas épocas, la Dirección de Arquitectura tenía solo tres departamentos: Estudios y Proyectos, Obras por Contrato y Obras por Administración. “Diamante empezó en Estudios y Proyectos y yo como proyectista”, precisó.
Pocos meses después caería el gobierno de Castello, y el interventor federal, Ramos Mejía, que también era arquitecto se entusiasmó con la Ley 21, que había sido sancionada unos pocos años atrás y que ponía en funcionamiento al Instituto de Planificación y Promoción de la Vivienda (IPPV).
Esta institución tuvo a su cargo el “desarrollo de la acción del gobierno de la provincia y privada, en un ordenamiento adecuado a los factores económicos, físicos, sociales y políticos para el logro de la elevación de los niveles de vida de la población y a resolver el problema de la habitación humana en la provincia”, explicaba el texto.
Rodeada de hombres en su mayoría, a Mabel se le encomendó encabezar esta campaña, y en 1963 comenzó, de manera oficial, a funcionar el IPPV.
“Yo era la única profesional que había en ese sector”, relató y agregó que “al principio compramos varios terrenos e hicimos un montón de casas. En 1964 viví una experiencia maravillosa que fue el primer plan de viviendas del IPPV, en el barrio Fátima, en Viedma”, destacó.
“Creo que fue el primer y único plan que se hizo con el esfuerzo propio de los vecinos y la ayuda mutua. Empezamos un 24 de marzo, la gente trabajaba con escarchilla y un frío que mataba desde las 8 a las 12 de la noche”, rememoró.
Más tarde Mabel y Hernán terminarían viviendo en Cipolletti, tras hacerse con la proyección de la obra del Banco Provincia, que se inauguró en la ciudad durante 1967.
“Carlos Zoppi ganó la licitación y nos hicimos muy amigos. Se apasionó con la construcción y nos pidió proyectar una torre del edificio Torino, la primera torre de departamentos del Valle. En Roca estaban enojados porque ellos no tenían torres”, bromeó.
El Banco de la Provincia de Río Negro fue “en su momento un edificio de calidad. Después pasa como todo, se arruina por intervenciones groseras y está cada vez peor. A los edificios públicos pareciera que se los maltrata a propósito”, se quejó la arquitecta. “Fue un buen edificio y de alguna manera estaba un poco influido por el banco de Londres que había hecho Clorindo Testa”, reconoció.
1963
fue el año en que oficialmente empezó a funcionar el Instituto de Planificación y Promoción de la Vivienda (IPPV).
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