A 65 años de su publicación, la historieta de Oesterheld y Solano López está más viva que nunca. El año que viene Netflix arranca la filmación de su adaptación en formato serie, editorial Planeta acaba de reeditarla en una versión lujosa y se acaba de publicar en China. En 2015, la prestigiosa editorial estadounidense Fantagraphics lo editó en USA, con numerosos premios. Es un éxito en países como Italia, Francia y España.
El 4 de septiembre de 1957 nevó en Buenos Aires. Los diarios en los kioscos pronosticaban buen tiempo, pero junto a ellos había una nueva revista de historietas, Hora Cero Semanal, que traía el primer episodio de El Eternauta. En una casona del Gran Buenos Aires, unos amigos jugaban al truco cuando comenzaba la nevada mortal, indicio de lo que se iría revelando (con el correr de los números y el clásico “continuará”) como una invasión extraterrestre. Los diarios seguían hablando de una reforma constitucional, pero para una generación de niños y adolescentes algo cambiaría para siempre con esas tres páginas semanales, que con el correr del tiempo se convertirían en uno de los grandes íconos de la cultura popular argentina.
El autor de la proeza, que continuó durante dos años hasta poner punto final en septiembre de 1959, era un guionista y escritor llamado Héctor Germán Oesterheld. Geólogo de profesión, había comenzado a publicar relatos en la revista de ciencia ficción Más Allá para luego descubrirse como un eficaz creador de comics en Misterix, exitosa revista del género que publicaba editorial Abril. Pocos años después, Oesterheld invitaba a algunos del staff de Misterix a publicar en su propia editorial, Frontera: allí fueron los dibujantes Hugo Pratt, Alberto Breccia y un joven Francisco Solano López, quien terminaría siendo el elegido por Héctor para las aventuras de Juan Salvo. Hasta último momento había dudado entre el más clásico Solano y el más expresionista Breccia, para finalmente escuchar el consejo de su mujer: “yo le dije que los dibujos de Breccia no iban a comprarlos los chicos que venían todos los días a pedir revistas. ¿Qué van a hacer, un libro de arte carísimo o una revista?,” recordaría Elsa Sánchez de Oesterheld años después. Es que para Breccia, como al principio para Oesterheld, los cómics eran apenas un modo de ganarse la vida; en realidad uno quería ser pintor, el otro escribir literatura.
El diferencial de algunas historietas de Frontera era que ya no parecían traducciones o copias de otras anglosajonas: la aventura transcurría en lugares conocidos, familiares. Los extraterrestres avanzaban por el túnel del subte D porteño, atacaban el estadio de River o estacionaban sus naves en Plaza Congreso. El Eternauta fue un éxito inmediato y desde entonces hubo gente que soñó con llevarla al cine. Uno de los primeros que se lo propuso fue un bisoño Adolfo Aristarain. Por supuesto, Oesterheld sabía que era tarea imposible, que la idea era carísima: pero lo atendió como hacía con los lectores de sus revistas que lo reconocían en la calle por tener los mismos rasgos de otro de sus personajes, el cronista de guerra Ernie Pike. El chalet familiar de Beccar, en el que se basó Solano para dibujar la casa de Juan Salvo, fue testigo de esas y otras reuniones.
Tiempos violentos
El planteo no era inocente y tenía que ver con las nuevas convicciones de Héctor, surgidas probablemente tras el fracaso de Frontera y la constatación de que los imprenteros los habían engañado con los números (muchos de los ejemplares vendidos de Hora Cero y otras revistas no habían sido declarados). En todo caso, a fines de los sesenta el ambiente político era un hervidero y una nueva generación había encontrado en la Revolución Cubana una vía para salir de continuos gobiernos militares. Era la generación de las cuatro hijas del matrimonio de Héctor y Elsa; ellas comenzaron a militar en la Juventud Peronista y más tarde en Montoneros. Increíblemente, el padre decidió acompañarlas: convertirse él mismo, como Juan Salvo, en un hombre común enfrentado a sucesos extraordinarios.
La editorial Récord había comprado a terceros los derechos de las publicaciones de Frontera, y Elsa firmó un nuevo contrato de cesión mientras Solano López se exiliaba en Europa y ella buscaba a su familia desaparecida. La editorial quedó con las manos libres para explotar la “franquicia” de El Eternauta, y lo haría durante décadas sin participar a Solano; el dibujante murió en 2011 sin ver concluido el juicio entablado por los derechos (serían reconocidos a sus herederos recién en 2018). Elsa murió en 2015 y en sus últimos años pudo ver cómo la obra de su marido comenzaba a ser reeditada en el país como lo merecía (hacía ya mucho tiempo que tenía su consagración internacional). Este mes, Planeta lanza una nueva edición de la primera parte de El Eternauta, apaisada como en su publicación original.
El sueño de la pantalla grande.
En los 65 años pasados desde la primera publicación de El Eternauta, el escenario de Buenos Aires cambió, pero no tanto. La pérgola del barrio de Belgrano donde Juan Salvo se enfrentaba al “mano” está en el mismo lugar; el estadio de Núñez también. La casa del suburbio bonaerense de Beccar donde vivieron los Oesterheld, frente a la estación de tren, todavía existe y está en venta; hay una iniciativa para convertirla en espacio de la memoria y museo dedicado a la vida y la obra del autor. Allí, desde una de las ventanas del primer piso, los Salvo vieron cómo comenzaba a caer la nevada inolvidable. Es un proyecto más, como el de la serie. Los fans se preguntan, desde el último cuadrito de la historieta: ¿será posible?
Por Fernando Chiapussi.-
PUBLICADO EN DIARIO RÍO NEGRO.
Domingo 8 de enero del 2023.
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