Por Juan Luis Gallardo.
No todos los cuentos de luces y aparecidos han de ser, necesariamente, aterradores. Prueba de ello es el que sigue. Que me contaron durante una sobremesa, en la localidad de Cruz Alta, que queda en el deslinde de las provincias de Córdoba y Santa Fe, próxima a la cual lo fusilaron a don Santiago de Liniers.
Resulta que en las afueras de dicha población o de algún pueblo próximo, cerca del cementerio vivía un hombre, solitario y malhumorado. Era extranjero, centroeuropeo, quizá polaco. Hablaba mal castellano, con fuerte acento. Y, tal vez por la ubicación de su casa, vecina al cementerio como dije; tal vez por vivir solo, lo cual mantenía en penumbras parte de su vida; tal vez por sus malas pulgas; tal vez por alguna de esas cosas, por la suma de todas ellas o por otras que ignoro, lo cierto es que en la zona se corrió el rumor de que el hombre tenía tratos con el diablo. Y ya se sabe lo que pasa cuando un rumor hace camino.
La gente empieza a repetirlo, cada cual lo adorna un poco y, al poco tiempo, no sólo se lo tiene como indudablemente cierto sino que, además de adquirir certeza, la versión contará con numerosos detalles agregados al pasar de boca en boca.
Algo así ocurrió con las habladurías referidas a la relación del polaco con Satanás. Supuesto que aquel extranjero fuera efectivamente polaco y supuesto también que el demonio que lo visitaba fuera Satanás y no Lucifer, Luzbel, Belial, Asmodeo, Lilith, Mefistófeles, Pedro Botero, El Malo o cualquier otra de las personalidades asumidas por el Maligno.
Y digo que algo así pasó con aquellas versiones pues, no mucho después de haber empezado a circular, el vecindario las dio por auténticas. Salvo un grupo de muchachos del pueblo que tomaron la cosa para la chacota. Y que resolvieron darle un susto al polaco.
Puestos de acuerdo entre sí, esperaron una noche oscura y tormentosa. Animados por actuar en grupo salieron al despoblado, bordearon la tapia del cementerio y alcanzaron la casita del polaco, donde no se veía ni una luz. El más decidido dio varios golpes en la puerta, que retumbaron en el interior.
Sin respuesta el llamado, repitió los golpes el muchacho. Y fue recién entonces cuando, desde adentro, se oyó la voz del polaco preguntando: -¿Quién es?
-El diablo -respondió uno de los del grupo, con voz cavernosa.
Oído lo cual y lejos de asustarse, volvió a preguntar el polaco tranquilamente: -¿Y qué precisa?
De más está decir que, comprobada así la familiariedad del polaco con Mandinga, los asustados fueron los muchachos.
PUBLICADO EN DIARIO LA PRENSA.
12/01/2023.
https://www.laprensa.com.ar/524787-Cuando-el-diablo-llama-a-la-puerta.note.aspx
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