En defensa del ocio.
Primer mes del año, primeros días del mes... después de un balance 2022 que arrojó claroscuros, es un buen momento para tomarse un respiro y dejar de lado, aunque sea por unos momentos, la coyuntura que nos impele durante casi todo el año: un tiempo de reflexión que nos ayude a tomar fuerzas para el año electoral, denso y volátil que se viene.
Según una encuesta de la consultora Opinaia realizada en diciembre sobre Balances y Expectativas en Argentina el deseo que reunió a más personas fue "conseguir trabajo". El 23% de los encuestados, lo consignó como su objetivo para el 2023.
Por otra parte, dice el refrán popular que "el ocio es el padre de todos los vicios" como si aquellas personas que no tienen ocupación fueran más propensas a adquirir malos hábitos, situación que no es del todo errada, pero tampoco absolutamente cierta. Pero, no es nuestra intención hablar en contra del trabajo, vamos a "defender" al ocio que muchas veces ha sido vapuleado.
Dormir o "no hacer nada" son distintas formas de no trabajar, y en cierto sentido pueden resultar una tregua en la que se recupera la energía física y mental. El cuerpo, pasivo, necesita ganar ese tiempo para recobrarse.
Perder tiempo, es otra cosa. Saltar de canal en canal, o "scrollear" en una red social nos encuentra, a la larga o a la corta, preguntándonos cómo pasó tanto tiempo y tan rápido. Los momentos se escurrieron y solo nos quedaron algunas imágenes intrascendentes que ni siquiera llegamos a recordar. A veces, perder tiempo se lo quita al descanso y haberlo mal usado nos deja gusto a vacío y sin sentido.
El ocio, en cambio nos plantea una tercera posibilidad. No es propiamente descanso porque, aunque pueda ser uno de sus efectos, no tiene como fin repararnos y prepararnos para nuevos trabajos. Tampoco es dejar pasar el tiempo.
Frente a una cultura que se ha transformado en sumamente utilitarista y eficientista, uno de los filósofos más relevantes del siglo XX, Josef Pieper, teorizó y reivindicó al ocio como "uno de los fundamentos de la cultura occidental" y "punto cardinal en torno al cual gira todo" porque, en sentido aristotélico, estamos no-ociosos (trabajamos) para poder gozar del ocio y no al revés.
Lo describe como una actitud del alma que "no se debe solamente a hechos externos como pausa en el trabajo, tiempo libre, fin de semana, permiso, vacaciones", sino como una disposición espiritual de recepción e inmersión contemplativa de la realidad, con alegría serena.
"Solo puede haber ocio cuando el hombre se encuentra consigo mismo, cuando asiente a su auténtico ser...".
Así, el ocio va también, de la mano del asombro, con el que vamos descubriendo, con ojos de niño, las maravillas que la vida pone a nuestro alcance. La actitud ociosa nos enfrenta al límite humano de no lograr comprender del todo y nos da la posibilidad de aceptar la pequeñez con humildad y esperar en el misterio. Es por eso, continúa diciendo el filósofo alemán, que "la falta de ocio, la incapacidad para el ocio, está en relación estrecha con la pereza" y de ella brotan el hastío y la desesperación.
Este autor rechaza la idea de asimilar la pereza a la acedia, descripta por el cristianismo primitivo como un estado espiritual de tedio y apatía. De todas formas, no podemos desconocer que en ambas el aburrimiento, el descuido y el desgano son características en común, que tiñen, ya no solo la incapacidad de ocio, sino también los momentos de trabajo y aún los de descanso. En los que nada entretiene, nada se disfruta y todo termina siendo una carga pesada que va de lunes a viernes con sosas pausas los fines de semana.
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Por Myriam Mitrece.
PUBLICADO EN DIARIO LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/524730-En-defensa-del-ocio.note.aspx
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