Perón y Reutemann, en 1974. |
Del sueño roto, a la lapicera de Perón: el día que a "Lole" Reutemann se le acabó la nafta y el autódromo quedó mudo.
El santafesino se preparaba para la fiesta total. Iba a ganar en Buenos Aires su primera carrera de Fórmula 1. Pero algó falló en el momento más inesperado.
Carlos Alberto Reutemann ganó 12 carreras en la Fórmula 1. Es decir, muchas. Solo 26 pilotos en toda la historia ganaron 12 carreras o más. La última fue en Bélgica, en 1981, la anterior en Brasil (´81 también); en 1980 ganó en Mónaco, en el '78, en Estados Unidos (¡Las dos carreras)!, en Gran Bretaña y en Brasil; en el 77 en Brasil, en el 75 en Alemania, en el 74 la primera vez en EE.UU., y ganó en Austria, y en Sudáfrica. Esa en Sudáfrica, en el circuito de Kyalami, fue la primera de todas. Que debió haber sido otra, pero no lo fue por poco. O muy poco.
Por nada.
El 13 de enero de 1974, Lole quedó a 500 metros de la gloria en el autódromo de Buenos Aires. No es un decir, fue literal: se quedó sin nafta.
De atrás para adelante o de adelante para atrás, Lole hizo un carrerón en sus 12 temporadas en la F1. Fue uno de los mejores de la época, un ídolo también. Le faltó el título (¡Estuvo tan cerca en 1981!) y algo más que toda la vida lo golpeó en el corazón: ganar el Gran Premio de Buenos Aires, aquel que abría la temporada cada enero. Salió dos veces tercero y dos veces segundo, pero no pudo festejar la victoria. Toda la vida lo cargó con pesar.
Ahora se cumplen los 50 años de la tarde en que estuvo ahí, más cerca que nunca. Fue en el circuito 15 del autódromo que está en el mismo lugar de siempre pero todavía no se llamaba Oscar y Juan Gálvez y hacía años que había dejado de llamarse 17 de octubre, aunque esa tarde, precisamente, el protagonista de la gesta homenajeada por el nombre original estuvo en al palco convocado de apuro.
En el autódromo había más 80 mil personas y Lole estaba contento. Su Brabham BT44B blanco, con el número 7, lo había dejado conforme. Andaba bien y el santafesino sentía que tenía chances.
Largó desde el sexto lugar pero avanzó hasta la punta en la tercera vuelta. En la carrera alcanzó a sacarle 27 segundos al que venía atrás. La hazaña estaba ahí, y quizá fuera una circunstancia irrepetible. Eso transpiraba el ambiente: otra forma de calor en enero. Pero no fue. Nunca más ocurrió, tampoco.
La vuelta fatídica fue la 51. Lole mantenía la ventaja amplia y paró en boxes. Apareció una falla. "Se trabó la rueda trasera derecha con el portamasa y tuvimos que cambiar la suspensión trasera. En el apuro nos olvidamos de cargar la última lata de combustible de 18 litros. De haberlos tenido, 'Lole' hubiese terminado la carrera sin problemas y la hubiese ganado", contó más tarde Gordon Murray, diseñador del Brabham BT44B .
Unos minutos después la imagen era desconsoladora. El público esperaba la aparición del Brabham en la recta, para la bandera a cuadros. Pero la escena final de la tarde se desarrollaba en la entrada a mixtos: Lole sentado sobre el asfalto, apoyado en el auto inmóvil, a 500 metros de la llegada.
Ante un público abatido, el neocelandés Denny Hulme, que había sido campeón seis años antes, aprovechó el regalo y ganó su última carrera de F1.
Perón salió volando para el autódromo.
El otro gran personaje de esta historia es el general Juan Domingo Perón, que transcurría el tercer mes de su tercera presidencia y, también, los últimos meses de su vida.
No había ido a ver la carrera, pero cuando le avisaron que Lole iba a ganando, o mejor, que iba a ganar, se subió a un helicóptero en Olivos con Isabelita y el expresidente interino Raúl Lastiri y llegó al autódromo. Fue preparado para una fiesta y terminó sentado en una butaca del palco, decepcionado. De todos modos la sonrisa de Perón se hizo presente cuando el piloto fue a saludarlo al palco.
A Lole también se lo ve sonriente en las fotos, tal vez temporariamente recuperado; tal vez porque mostrarse entero era el gesto mínimo ante el abrigo del líder, más allá del resultado.
La anécdota famosa de ese momento es que Perón, a falta de otra cosa a mano, le regaló su lapicera. "Cuando llego, me lo encontré junto a Isabelita. Me dice 'pibe, pibe, llevate un recuerdo' y me da un abrazo", contó Lole en 2021 al programa Agenda Personal, en Santa Fe. Ese día se le acercó una persona de ceremonial y le dijo que el general lo invitaba a almorzar a Olivos. El martes siguiente se produjo el reencuentro.
Reutemann conservó la lapicera y la usó en su siguiente vida pública, como político, para firmar su asunción como gobernador de Santa Fe, 17 años después.
"Nunca superé la tristeza de no haber podido ganar en mi país", dijo, años después, con la cabeza en el autódromo de Buenos Aires. Aquel día de verano de 1974 estaba convencido de que podía ganar. "Aunque los ensayos no habían del todo satisfactorios, intuitivamente estaba seguro de que el auto era excelente", recordó en una entrevista en 1997.
Ese 13 de enero el Brabham tuvo otro problema. Se dañó la toma de aire, que quedó inclinada. Pudo haber influido en un mayor gasto de combustible, según los expertos, aunque el error principal fue con la recarga de combustible en la parada en boxes.
"Es noche no pude dormir. Varias veces me desperté sobresaltado. No me podía resignar inconscientemente a no haber ganado la carrera", seguía lamentándose años después. En aquel 1974, el mismo de la muerte del general que le regaló su lapicera, Lole tuvo revancha rápido y ganó en el circuito de Kyalami, en Sudáfrica.
Kyalami, Brands Hatch, Interlagos, Jarama, Nürburgring, Monza, Mónaco, Long Beach: esos nombres.
Retumban como música de nostalgia para las generaciones que vivieron a la Fórmula 1 con la bandera en la cabeza y el corazón con el Lole al volante en cualquier pista del mundo.
Carlos Reutemann celebra su primer triunfo en la F1, en Sudáfrica. |
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