En pocos días habrá de cumplir, más exactamente el 10 de febrero el sesquicentenario de Mar del Plata. Vale la pena recordar los antecedentes de la zona, que comienzan en 1746 como buena parte de nuestra historia con la reducción de “Nuestra Señora del Pilar” fundada por los religiosos de la Compañía de Jesús, en las proximidades del espejo de agua, que hoy conocemos como “Laguna de los Padres”. Este fue el primer centro poblacional de la región.
Emiliano Tagle en su documentada biografía sobre el coronel Pedro Andrés García recuerda que fue uno de los que recorrió dicha zona apenas producida la Revolución de Mayo, y en 1819 don Pedro de Alcántara Capdevila después de transitar esas tierras solicitó al director Pueyrredon la concesión de 30 leguas cuadradas que le fueron concedidas y nunca ocupó, por lo que en 1826 le fue anulada. Pero en 1826 con motivo de la enfiteusis volvió a reclamarlas y le fueron dadas, según la mensura que hiciera el agrimensor francés Ambrosio Crámer.
La sucesión Capdevila en 1826 le vendió esas tierras al montevideano Ladislao Martínez Castro, que incluso compró unas fracciones más, de las que dos décadas después se desprendió y pasaron a poder del poderoso comerciante salteño don José Gregorio Lezama, que tiempo después agregó las estancias “La Armonía” y “San Juan de Vivoratá” que representaron unas 50 leguas cuadradas.
Es en este momento en el que aparece la figura de don José Coelho de Meyrelles, a quien ya nos referimos en La Prensa del 9 de junio de 2022, pero que vale la pena resumir. Natural de Isla Brava (Cabo Verde) era hijo único de un marino natural de Oporto que se desempeñaba como gobernador militar del lugar y de una dama nativa del lugar, recibió una esmerada educación, pero sus inquietudes personales lo beneficiaron con una notable cultura.
Instalado en Buenos Aires casó con una porteña en la iglesia de San Ignacio. Tenía 42 años en 1856 cuando la “Sociedad Rural” formada por capitalistas portugueses para crear establecimientos industriales para la faena de hacienda en las costas de nuestro país y Brasil, a cuyo frente estaba el barón de Mauá revisó la zona de Mar del Plata. Observando la fertilidad del lugar planteó la compra de esas tierras a Lezama, lo que se concretó en 30.000 onzas de oro en 1856. El diario “El Nacional, en su edición del 14 de agosto de 1856 informó: “Un consorcio portugués adquirió una extensión de 52 leguas de campo, 7 leguas de costa y donde hay no menos de 115.000 cabezas de ganado manso y alzado, yeguarizo y lanar”.
La capacidad de Coelho fue sin duda el motivo por el que fue nombrado administrador de la empresa, organizó una expedición y en diciembre de ese año estaba instalado en Sierra de los Padres, construyendo un saladero que adquirió importancia. Con espíritu visionario pudo ver el negocio, y con no poco riesgo compró la totalidad de las acciones a la Sociedad.
Inmediatamente mejoró las instalaciones saladero, levantó un pequeño muelle, que motivó la instalación de una pequeña población; del que se conserva un apunte al lápiz tomado por el dibujante francés P. Mousse, con el título de “Puerto de Laguna de los Padres” nombre que había tomado por la inmediata vecindad. Así barcos de vela y tropas de carretas llegaban en busca del producto, estableciéndose una comunicación casi permanente.
Para su instalación y puesta en marcha, se emplazaron en los alrededores galpones para depósito y casas de servicios; se impulsaba un sistema de comercialización eficiente y rápido, de acuerdo a la demanda, lo que significaba trabajar a pedido. Unos 400 brasileños llegaron desde Río Grande, la carne era destinada a los esclavos de Brasil, Puerto Rico y Cuba, mientras que los cueros eran exportados directamente a puertos europeos. Coelho de Meyrelles fue propietario de un almacén de ramos generales “La Proveedora” que administraban los señores Luengas y Harris, que además de atender las necesidades de la población con su tradicional boliche era el centro de la vida social de los vecinos.
El negocio no prosperó cuanto deseaba Coelho, regresó a la capital y vendió fraccionadas sus propiedades. Levene sostiene que se despendió de ellas en favor de José Martínez de Hoz, Benigno Barbosa, Eusebio Zubiaurre y Patricio Peralta Ramos. Los últimos cuatro formaron una sociedad pero poco después el último compró las partes y quedó como único propietario.
Cuenta su bisnieta la escritora Silvina Bullrich suque cuando volvió Federico, el hijo del matrimonio que se había formado en Portugal, “el joven dandy, su padre lo llevó a mostrarle las grandes extensiones en las que podía trabajar…”. La tradición familiar dice que quebró en su negocio y vendió todos sus bienes para abonar a sus acreedores, lo que habla de su integridad; al extremo de tener que solicitar en algún momento una asignación alimentaria.
Representó en su momento a Portugal como diplomático, y en esos años Prilidiano Pueyrredon lo retrató el pintor de moda de Buenos Aires, aunque en el mismo no luce la condecoración de Caballero de la Orden de Nuestra Señora Concepción de Villa Vicosa que el 16 de febrero de 1854 le otorgara el rey don Fernando de Portugal. Ese cuadro lo conserva el doctor Horacio Pueyrredon a quien agradezco la amabilidad de su reproducción.
A lo realizado en Mar del Plata, que fue vicepresidente segundo de la Comisión del Hospital Italiano, e integraba la Sociedad Filarmónica “Mayo”, que realizó los primeros conciertos en su casa de la calle Belgrano al 500 de la actual numeración (al lado de la iglesia presbiteriana San Andrés), presidente de la entidad era Valentín Alsina y el compositor italiano Alejandro Marotta era su director. El primer concierto fue el 29 de abril de 1854 y el 27 de mayo siguiente se dio un baile inaugurando la sociedad y festejando el aniversario de 1810.
Entre otras actividades fue miembro de la Comisión de la Sociedad de Iluminación a Gas, e incursionó en otras actividades comerciales, agropecuarias en sociedad con José Domingo Sáa Pereyra y con Onetto en un molino harinero. Falleció en Buenos Aires el 18 de mayo de 1865 de una afección cardíaca y sus restos fueron sepultados en el cementerio de la Recoleta.
Había casado con Rosalía Torres Sáenz Valiente y aunque sobrevivió uno solo de sus hijos dejó descendencia que se prolonga en las familias: Meyrelles, Bullrich Coelho, Pereda Bullrich, Palenque Bullrich, Palenque Bullrich Fernández, Palenque Escribano, Giray Palenque, Bullrich Pereda, Pueyrredon Braun, Pueyrredon Aranda, Pueyrredon Barrutti, Pueyrredon Menéndez Hume, etc.
Silvina Bullrich en sus Memorias lo recuerda descarnadamente: “De espíritu aventurero y además visionario, llegó no sé cómo a ser el primer poblador de Mar del Plata, pero era jugador y ese defecto destructivo puede anular todas las cualidades constructivas de un ser humano. Junto con otros portugueses uno de ellos Sá Pereyra, fueron dueños de esos inmensos saladeros que se extendían de Mar Chiquita hasta Cabo Corrientes”.
Al conmemorarse el 150 aniversario de Mar del Plata, un acto de justicia sería colocar una placa la Embajada de Portugal, recordando a ese compatriota que además de diplomático, pionero en estas playas de fama internacional.
*** Roberto L. ELISSALDE es Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.
Publicado en Diario LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/Jose-Coelho-de-Meyrelles-540349.note.aspx
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