IN MEMORIAM DE JUAN LUIS GALLARDO.
Los casos del Club Evaristo (parte XXXVI): las muertes de Urquiza y López Jordán.
Seguimos publicando los capítulos de uno de los mejores libros de nuestro apreciado colaborador, fallecido el 29 de agosto pasado.
Por Juan Luis Gallardo.
Dada su proximidad cronológica con el caso de Leandro Antonio Alen, Los Evaristos resolvieron tratar en la siguiente reunión las muertes de Justo José de Urquiza y de Ricardo López Jordán, vinculadas además entre sí. Asumió la tarea Bob O’Connor.
–Aquel 11 de abril de 1870 atardecía en el Palacio San José, la magnífica residencia de Justo José de Urquiza, amo y señor de la provincia de Entre Ríos. Vestido de blanco, conversa en el patio principal con un escribiente. Trabajan cerca el ministro Baltoré y el abogado Julián Medrano. Su mujer e hijas andan por allí, alguna toca el piano en la sala, el maestro de música, un profesor de portugués y el capellán están en sus cuartos. El servicio prepara la cena.
”Pero, no obstante el carácter apacible de este cuadro, la provincia está agitada. El predominio de Urquiza ya es demasiado largo, la gente que coloca en el gobierno está desgastada, se acusa al general de ser demasiado dócil con los porteños, algunas de sus iniciativas encuentran tropiezos en la legislatura. Y la oposición se va agrupando en torno a Ricardo López Jordán, quien se dice que conspira. Para peor López Jordán, sobrino de Pancho Ramírez, El Supremo Entrerriano, es hombre de prestigio, de buen criterio y valor probado.
”Serían las siete y media de la tarde cuando algunos disparos y fuertes gritos hicieron trizas la tranquilidad del Palacio San José. Urquiza, que sigue siendo un hombre de acción, reacciona con presteza, sube al mirador y allí se hace de un fusil, vuelve al patio, se encara con la partida que ha ingresado en el mismo y dispara contra uno de sus integrantes. Pero otro le pega un tiro de pistola en la cara y, cuando cae en brazos de su hija Dolores, un tercero lo remata con varias puñaladas”.
”Los atacantes se hacen servir la cena en el comedor. El doctor Medrano escapa, enviando la noticia del tremendo suceso a Concepción del Uruguay”.
”¿Cómo se ha llegado a tal suceso, tremendo por cierto? Trataré de explicar sus instancias previas y las que le sucedieron, en rápida secuencia”.
”El 9 de abril, López Jordán convoca una reunión en su estancia Arroyo Grande. Son unos treinta hombres y les anuncia el comienzo de una revolución justiciera, que establecerá un gobierno que otorgue mayores libertades. Se conforma una columna al mando del co- rrentino Robustiano Vera que, en el establecimiento San Pedro, pro- piedad de Urquiza, se junta con el encargado del mismo, el oriental Nicomedes Coronel, con el cordobés Simón Luengo, el entrerriano José María Mosqueira y el pardo Ambrosio Luna. Desde allí, todos se dirigirán al Palacio San José para detener a don Justo José”.
”Mientras tanto, Mariano Querencio, otro de los jefes del alzamiento, al frente de un grupo de insurgentes procurará detener, en Concordia, a dos hijos de Urquiza: Justo Carmelo y Waldino”.
”La primera columna llega a San José hacia las siete y media de la tarde del día 11. Vera copa la guardia exterior y reduce a su jefe Miguel Míguez. Mosqueira fuerza la entrada al palacio y prende al oficial Carlos Anderson, a cargo de la vigilancia. Todos irrumpen en la morada de Urquiza. Parece que fue Luna quien disparó sobre éste y Nicomedes Coronel el que lo apuñaló”.
”En cuanto al cometido encomendado a Querencio, tiene asimismo un trámite sangriento. Aunque tampoco tendría instrucciones de matar a los hijos de Urquiza, Justo Carmelo fue muerto en la casa de comercio La Provincia, en la calle Entre Ríos, de Concordia, y su cadáver arrojado al arroyo Yuquerí. A Waldino lo apresaron en la jefatura de policía local, lo llevaron a los suburbios y también lo ultimaron.
”Querencio trató de ocultar a López Jordán los asesinatos y, en una carta que le dirige la madrugada del 12 le dice: ‘Participo a Vd. que anoche como a las 10 y media tomamos al jefe del Departamento Comandante Don Justo C. de Urquiza y como a las 11 al Cnl. Don Waldino, los mismos que en el acto los remití escoltados por el ca- pitán Don Cándido Prieto’”.
ÑAEMBE.
”No hace falta recordar el resto de esta historia. López Jordán fue elegido gobernador por la legislatura entrerriana, el presidente Sarmiento envía tropas contra él que, finalmente, será vencido en Ñaembé, en enero de 1871. Del lado jordanista peleó José Hernández, futuro autor del Martín Fierro”.
”¿Cuál sería la materia de nuestra discusión? Más que tratar de establecer quiénes fueron los autores materiales de las muertes de Urquiza y sus dos hijos, pienso que lo que habría que dilucidar es si la responsabilidad de ellas recae sobre don Ricardo o no”.
”Fermín Chávez, en su libro Vida y Muerte de López Jordán, se ocupa largamente del asunto, analizando incluso los expedientes judiciales labrados a raíz de los hechos. Y, aunque se advierte su intención de exculpar al caudillo entrerriano, son muchas las dudas que quedan flotando al respecto. Sin embargo, no obstante ello, diría que, al menos formalmente, los causantes de esas muertes no tenían órdenes de ejecutarlas sino de aprisionar a las víctimas. Cosa que confirmaría la carta de Querencio, pretendiendo engañar a López Jordán sobre la suerte corrida por Justo Carmelo y Waldino”.
–Hay un punto que debe aclararse previamente. ¿López Jordán era el único jefe de la revolución o compartía su jefatura? –preguntó Alvarado.
–En el momento de los hechos, no parece que fuera el único jefe, aunque sí su figura más destacada. Querencio era otro de los jefes, pero su carta demuestra que se sentía obligado a darle explicaciones a López Jordán, lo que hace pensar que se consideraba subordinado a él.
–Otra cosa. ¿Los autores de las muertes fueron juzgados cuando López Jordán alcanzó el poder? –quiso saber Fabiani.
–A Querencio lo juzgaron más tarde y parece que fue sobreseído, aunque, según Chávez, faltan las páginas del expediente donde consta el sobreseimiento.
–Bien, aunque López Jordán fuera el jefe supremo de la revolución, parecería que no dispuso los asesinatos de Urquiza y sus hijos, ocurridos porque las cosas se les fueron de las manos a quienes debían capturarlos –opinó Zapiola.
–Tal vez. Pero esperen, que el caso tiene una segunda parte, también sangrienta –informó O’Connor.
LA VUELTA.
“Después de su derrota en Ñaembé, López Jordán se exiló en el Uruguay y, en 1873, vuelve a la acción invadiendo Entre Ríos con una pequeña fuerza, que pronto se acrecienta con el afluir de voluntarios. La lucha, igual que la vez anterior, se desarrolla en base a una táctica de guerrillas, por un lado, y, por el otro, mediante las evoluciones convencionales que practica el ejército nacional. Que ahora cuenta con fusiles Remington, ametralladoras francesas y cañones Krupp”.
”La lentitud de las operaciones impacienta al presidente Sarmiento, que resuelve llevar personalmente las flamantes ametralladoras al campo de batalla en el vapor Emilia. Ansioso por comprobar el funcionamiento de las mismas, hace detener el buque en Rosario, ordena desembarcar una de ellas y se da el gusto de probarla, abriendo fuego contra los muros del Colegio Nacional, que está en construcción, a los cuales acribilla jubiloso”.
–Cosas de Sarmiento –acota Gallardo.
–Sí, cosas de Sarmiento. Que, además, salió victorioso en el enfrentamiento pues, el 8 de diciembre, la vanguardia entrerriana es vencida en El Talita y, al día siguiente, el general Martín de Gainza, en Don Gonzalo, derrota al propio López Jordán, que vuelve a tomar el camino del exilio.
”Quince años se prolonga el mismo, en Montevideo. Hasta que, en diciembre de 1888, Juárez Celman decreta una amnistía para los emigrados políticos y don Ricardo regresa al país. Sus hijos viven en Buenos Aires, donde tiene también muchos amigos, de modo que allí se radica. Como cuenta con el grado de general, inicia los trámites para reincorporarse a la milicia”.
”El 22 de junio del año 89, a mediodía, se dirige a casa de su amigo Dámaso Salvatierra, caminando por la calle Esmeralda hacia el sur, entre Tucumán y Lavalle. Saluda al coronel Leyría, que marcha en sentido contrario por la vereda opuesta y, frente al número 562, lo ataca por atrás un hombre moreno, alto, de bigote negro, que le pega un tiro en la cabeza con una pistola Lafaucheaux de calibre 12. López Jordán cayó y resultaron inútiles los esfuerzos realizados en la farmacia de José Menier para salvarlo”.
”El asesino fue arrestado inmediatamente, se llamaba Aurelio Casas y dijo haber obrado por venganza, ya que hacía responsable a López Jordán del fusilamiento de su padre, cuando la segunda rebelión de aquél. Lo cual no sería así, pues al padre de Casas lo habría mandado fusilar un comandante uruguayo de apellido Oviedo. Y, detalle a tener muy en cuenta, la familia de Urquiza le regaló 35.000 pesos a la mujer del matador de don Ricardo.”
–Lo que hace pensar que consideraban a López Jordán algo peor que un adversario político de la familia –dedujo Kleiner.
–Sí, ese premio sugiere que le imputaban las muertes de Justo José y sus dos hijos –coincidió Medrano.
–Y ustedes ¿qué creen?
La votación absolvió por mayoría a López Jordán como instigador de los asesinatos de Justo José, Justo Carmelo y Waldino Urquiza. Pero lo condenó por haber fallado en la conducción de los autores de esas muertes. En cuanto a éstos, se entendió que los atacantes del Palacio San José pudieron haber perdido el control de las cosas al resistirse Urquiza, mientras que Querencio resultaría plenamente responsable por las muertes de sus hijos en Concordia.
Publicado en LA PRENSA.
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