HISTÓRICAS REGINENSES.
LA REGIÓN TOSCANA EN VILLA REGINA.
Sábado 3 de julio de 2004El incansable italianoFrancisco Mungai llegó al Valle en 1923. A partir de entonces esperó el momento de dedicarse a la fruticultura, trabajando primero en el puerto de Bahía Blanca y luego en el sistema de riego.
Francisco Mungai nació en Pistoia, una ciudad de la Región Toscana italiana, el 20 de diciembre de 1904. Su historia está, como la de muchas otras familias de Villa Regina, ligada a la fundación de la ciudad.
Los padres de Francisco, Zefferina Tosselli y Michelangelo Mungai, eran comerciantes. La familia Mungai tenía un vivero y un pequeño almacén de ramos generales.
“La familia no estaba mal económicamente -cuenta Liliana, la hija menor de Francisco-, pero igual mi padre en 1923, con 19 años, decidió venir a la Argentina. Seguramente, además de las ansias de aventura propias de la juventud, el temor a una nueva guerra debe haber sido una razón muy importante”.
En esos años se había creado la Compañía Italo Argentina de Colonización, que había comprado cerca de 8.000 hectáreas para vendérselas a los inmigrantes italianos. “Villa Regina fue un ejemplo de inmigración planificada -explica Liliana. La CIAC daba a los colonos parcelas de 10 ó 15 hectáreas, caballos, semillas y arados para que comenzaran a trabajar. Todo esto sería devuelto más tarde con el resultado del trabajo”.
Esta idea tentó a Francisco, que rápidamente se dirigió en tren hasta el Valle de Río Negro. Llegó a General Roca y allí fue huésped de la familia Bonacchi, que provenía de la misma zona italiana y que tenía un hotel llamado “Toscano”. “Papá siempre recordaba que hacía tanto calor cuando llegó, que las uvas frescas recién sacadas del parral que le ofreció la señora Bonacchi fueron un verdadero placer”, afirma Liliana.
Desde allí Francisco viajó al puerto de Bahía Blanca, donde trabajó cargando bolsas de harina. “Había pocas diversiones, así que jugaban con sus compañeros, por un atado de cigarrillos o una botella de vino, a quién cargaba más bolsas a la vez o quién transportaba mayor cantidad en un tiempo determinado”, asegura.
Luego Francisco volvió al Valle, y trabajó en la planificación de la nueva ciudad realizando canales de riego y puentes. Para trabajar los inmigrantes italianos traídos por la CIAC se agrupaban en cuadrillas según las zonas de origen. “En Italia, entre las distintas regiones había mucha competencia, por eso era mejor que estuvieran separados así. Mi padre fue el jefe de la cuadrilla de toscanos. Ahí también se divertían compitiendo a quién tiraba la tierra más alto o quién cavaba más metros. El viento era tan fuerte que muchas veces lo que hacían de día desaparecía de noche”.
Francisco consiguió la chacra 104, lote 6, que fue parte de la primera sección cedida por la CIAC. Esta compañía daba las chacras ya desmontadas y con una precaria casa de ladrillos adosados con barro. “En Italia se hacía mucha propaganda sobre esta zona. Se decía que era un jardín, un paraíso. Esto hizo que muchas mujeres se vistieran con las mejores galas para llegar a encontrarse con sus maridos o novios, pero cuando bajaban del tren se encontraban con un desierto impresionante y con un viento terrible”.
Los pioneros italianos siguieron trabajando duramente en la tierra. El 7 de noviembre de 1924 se fundó la ciudad con el nombre de Villa Regina, el que le debe a Regina Paccini, esposa del por entonces presidente argentino Marcelo Torcuato de Alvear.
Dos años después, los inmigrantes crearon un lugar de esparcimiento llamado “Forza, Amore e Inteletto” que luego se convertiría en el Círculo Italiano. Allí, todas las tardes después del trabajo los italianos jugaban a las bochas, al fútbol, a las cartas, charlaban y cantaban. Esa institución, años después llevaría el nombre de Dopo Lavoro, que quiere decir “después del trabajo”, y sería el lugar donde funcionó la primera escuela de italiano, de costura, bordado y otras tareas caseras.
“Todo el primer tiempo -recuerda Liliana- papá ayudaba a la gente que venía de Italia. Les daba dinero y los encaminaba laboralmente hasta que comenzaban a marchar solos”.
En 1931 llegó a la ciudad Olanda Serravalle desde la región italiana de Friuli. Olanda vino acompañada por toda su familia y el mismo año de su llegada se convirtió en la esposa de Francisco Mungai, con quien tuvo cuatro hijos: Ceferina, Lady Givella, Angel Oscar y Liliana Teresa.
“El casamiento de mis padres -cuenta Liliana- se hizo junto con el de un hermano de mamá, así que la fiesta fue muy grande. El padrino de bodas de mis padres, Ovaldo Palandri, tenía una empresa de energía eléctrica y decidió regalarles el tendido de cables hasta la chacra y la instalación de luz”. Así la casa de los Mungai fue una de las primeras que contaron con luz eléctrica en la zona.
“En casa, mamá y papá siempre hablaban en italiano. Cuando mi hermana mayor, Ceferina, comenzó la escuela primaria no sabía una sola palabra en castellano. La maestra le dijo a mamá que eso le podía hacer mal para su aprendizaje, así que dejaron de hablarnos en italiano y los tres hijos menores tuvimos que aprenderlo cuando fuimos más grandes”
Debajo de los árboles, en las tardes de 1932, Francisco y Olanda comenzaron a fabricar en forma precaria los cajones para embalar sus frutas. Luego de un tiempo, Francisco se asoció con otro italiano, Sabatino Incrocci, y formaron un galpón de empaque y un aserradero.
“Compraban frutas a otros colonos, las embalaban y las exportaban a Estados Unidos; fueron los primeros exportadores de Regina”.
Pero la madera para hacer los cajones había que traerla desde Tigre, en la provincia de Buenos Aires, así que hacía un viaje de más de mil kilómetros y ese costo encarecía el precio final de la fruta. Sin embargo, Francisco y Sabatino encontraron una solución. Pidieron permiso al gobierno nacional para sacar madera de las islas del Territorio Nacional de Río Negro y compraron un barco al que llamaron “Regina Primero de Río Negro”.
“Cerca de 1948, el aserradero que habían puesto en la calle Mitre (hoy centro de la ciudad) se incendió y los socios decidieron separarse”, aclara Liliana.
El incansable Francisco Mungai creó en 1951, junto con otros inmigrantes, una cooperativa llamada Unidad Agraria, para seguir exportando sus productos. “Esta cooperativa fue la primera creadora de las Fiestas de la Fruticultura”, asevera Liliana.
Dos años después, Francisco y Olanda realizaron el primer viaje a su tierra natal desde que habían arribado a la Argentina. “Mi abuelo estaba muy enfermo y mi abuela ya había muerto, por eso decidieron viajar. Papá extrañaba bastante Italia. En las noches de verano mi padre miraba al cielo y recordaba su pueblo”.
A su regreso, los cuatro niños que había tenido la pareja estaban terminando sus estudios primarios. “Papá siempre pensó que era muy importante que siguiéramos estudiando y entonces ayudó, aportando arena y pedregullo, a la construcción de la primera escuela secundaria de Regina, el Colegio Nacional”, cuenta Liliana.
“Mi padre fumaba mucho -continúa- y por ese motivo estaba enfermo. Cuando volvió de su viaje creó su propia empresa frutícola de nombre ‘Mungai’ y compró 50 hectáreas más de tierra. Como éramos cuatro hermanos, dividió las nuevas tierras en cuatro, las emparejó y las plantó para dejárnoslas a nosotros y que no hubiera problemas de herencia si él moría”.
Finalmente, la salud de Francisco se debilitó y el 24 de julio de 1965 falleció a los 60 años. Como era uno de los fundadores fue velado en el Círculo Italiano. Su hija recuerda: “Era un hombre muy recto, nunca nos pegó, una mirada suya bastaba para que nos portáramos bien. Pero más que nada, era un muy buen hombre y un muy buen padre”.
Fuente de información texto e imagen:
http://www1.rionegro.com.ar/suple_rural/04-07-03/nota7.php
DIARIO RIO NEGRO SUPLEMENTO RURAL.
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