POLÍTICA MUNICIPAL.

Calidad del gasto público

por ISAÍAS KREMER (*)

La toma de decisiones de cualquier índole conlleva la necesidad de optar por la mejor alternativa para la resolución de un problema o satisfacción de una necesidad, y renunciar o postergar aquellas menos viables que no cumplen con todos los requisitos exigidos.

En lo económico, optar y renunciar constituyen los aspectos básicos de cualquier planteo, ya que las necesidades son ilimitadas y los recursos o medios para satisfacerlas, escasos.

La escasez, como concepto relativo, expresa la imposibilidad de utilizar simultáneamente un recurso para lograr dos o más objetivos o fines. Si bien es fundamental contar con una dotación de recursos (cuyo tamaño coadyuva a extender la frontera de producción y, por ende, a generar mayor cantidad de bienes y servicios), el término se refiere al "uso alternativo de los mismos en forma simultánea": dada la disponibilidad real de recursos municipales para realizar obra pública, o se los utiliza para hacer diez cuadras de asfalto o para hacer "x metros lineales" de cordón cuneta. Pero es imposible usar el mismo recurso para las dos cosas. Compatibilizar necesidades ilimitadas con recursos escasos constituye la esencia del "problema económico".

Se trata de "maximizar la satisfacción, bienestar, utilidad o producción de una empresa o comunidad empleando los recursos que correspondan en cada situación, sujeto o condicionado a la restricción presupuestaria dada por las cantidades disponibles de los mismos".

Una empresa privada tratará de maximizar las ganancias de sus dueños o asociados, de manera tal que el beneficio dinerario refleje la mejor alternativa de inversión y se corresponda con los retornos esperados.

¿Pero qué sucede cuando se trata del sector público? ¿Quiénes aportan los recursos cuyas aplicaciones hay que maximizar?, ¿en qué, para qué y para quién deben ser aplicados? Cuando se pregona que el objetivo de la administración pública de recursos debe ser la maximización del bien común, ¿a qué se refiere?

En principio toda sociedad, en tanto soporte de sí misma, debe aportar recursos en la medida de su capacidad para poder sostenerse, afianzarse, permanecer y proyectarse en un marco de expectativas de futuro en común.

En este sentido, uno de los principales desafíos que deben enfrentar las administraciones públicas en el momento de cobrar los tributos, es cómo generar y transmitir a los contribuyentes credibilidad de que el uso que se va a hacer de los mismos va a estar dirigido a satisfacer sus expectativas de servicios, obras y demás aspectos que son de incumbencia del gobierno jurisdiccional, en un marco de equilibrio entre el interés público, el trabajo administrativo propio y las aspiraciones individuales de cada habitante.

Este aspecto se potencia en las administraciones municipales, donde los vecinos perciben casi a diario la forma en que la gestión administra sus fondos. Casi por definición, las necesidades urbanas crecen día a día a un ritmo mucho más rápido que las posibilidades ciertas de generar ingresos para satisfacerlas. Pero cuando los vecinos toman conciencia de que los tributos que pagan se traducen en más y mejores obras y servicios, se origina un "efecto demostración" que se retroalimenta y se convierte en "virtuoso" a medida que el gasto público se direcciona de manera tal que reduce la brecha entre lo que los vecinos ven plasmado en su entorno y lo que esperan.

Sensibilidad implica actuar allí donde están las necesidades, pero teniendo siempre presente no asumir compromisos que sobrepasen las posibilidades reales para solucionarlos, ya que se puede llegar a extremos que obliguen a plantearse la disyuntiva de endeudarse sin posibilidades de repago y, por ende, condicionar las futuras generaciones, o tener que reducir cantidad y calidad de servicios y presencia en la comunidad.

Por otra parte, desde el punto de vista de la administración económico-financiera de los ingresos públicos, calidad es asociar la gestión a una empresa de servicios con un fuerte compromiso social. Sus objetivos deben ser la eficiencia y la eficacia. No como un fin en sí mismo, sino como medios orientados a resolver problemáticas para mejorar la vida de los ciudadanos, generando las condiciones para convertir en atractiva la ciudad; en un marco de competencia interurbana y de diferenciación de sus ofertas del resto de los municipios de la región.

Para lograr ahorro corriente, es imprescindible un trabajo continuo de adecuación de los costos de la estructura operativa de la administración pública a los ingresos corrientes del municipio. Los retrasos de pagos de sueldos, a proveedores y contratistas generan malestar y se traduce en caídas de los servicios, paros de obras, mala atención a los contribuyentes etc.; con el consiguiente incremento de los costos operativos, en tanto éstos siguen devengando sin que haya beneficios concretos.

Indudablemente, planear la administración económico-financiera de los gastos y recursos, ajustándose a ella en un permanente monitoreo, condiciona, compromete y obliga más a todos los sectores involucrados en el manejo de las finanzas públicas. Pero permite reconocer con anticipación circunstancias no previstas, alertando posibles desequilibrios. Para ello, el principal instrumento de planificación y control de gestión es la elaboración de un presupuesto de gastos y cálculo de recursos realistas, que contemple objetivos prioritarios de satisfacción de las necesidades públicas y asigne recursos de manera tal que cada peso gastado garantice eficiencia y eficacia en los resultados.

Dada la rápida propagación de efectos económicos, el planeamiento de gastos ajustados a los ingresos disponibles se impone como guía. Mantenerlo y reafirmarlo en todo momento es el objetivo que en última instancia se debe perseguir, como único reaseguro.

(*) Lic. en Economía. Secretario de Economía y Hacienda de Cipolletti.

Diario Río Negro, Opinión, viernes 17 de diciembre de 2010.