Diciembre 4th, 2010 |
EL REVISIONISMO NACIONALISTA HACE FUROR
EN SURAMÉRICA
-POR FERNANDO GUALDONI-
Los gobiernos populistas se apoderan del legado de los próceres en el bicentenario de las independencias de España y lo manipulan.
Los festejos del bicentenario de algunas de las más importantes independencias hispanoamericanas van quedando atrás. Los fastos se desdibujan en el espejo retrovisor y lo que pudo ser y lo que fue son pareceres tan distantes como las profundas divisiones que marcan la vida de muchos países de la región. En la Bolivia indígena de Evo Morales se consideró que fueron los sitios de Tomás Katari y Túpac Katari sobre La Paz los primeros gritos de libertad de la América ibérica, y no la revolución de Chuquisaca y el primer intento de gobierno patrio de 1809, encabezado por el criollo Pedro Domingo Murillo. En el Ecuador que preside Rafael Correa se recordó la insurgencia de 1809 y la masacre de los patriotas de 1810 con un llamamiento a una segunda independencia del poder colonial. En la Venezuela de Hugo Chávez se han exhumado los restos del libertador Simón Bolívar para demostrar que fue envenenado por los colombianos y así crear más animadversión entre ambos pueblos. En la Argentina de los Kirchner predominó el discurso populista de corte nacionalista, diseñado para enfrentar aún más a la sociedad.
Antes de que comenzaran los festejos, la empresa Latinobarómetro, con sede en Santiago de Chile, hizo una encuesta en 18 países sobre los conocimientos y la valoración del bicentenario. Sólo el 43% supo responder quién liberó a su país y, respecto a la importancia de la conmemoración, el 57% la consideró muy o bastante significativa. El estudio, que abarcó a 19.000 personas, dejó en evidencia los enormes fallos en el aprendizaje de la historia latinoamericana. Era importante que de los 200 años emergiera una revisión esmerada e imparcial de la historia, en la que se reflejase que, aunque los héroes no eran infalibles, fueron capaces de superar sus debilidades y dejar a un lado sus intereses por el ideal de libertad y justicia inspirado por la Revolución Francesa.
Lo que se impuso, sin embargo, fue una visión populista del pasado, alimentada por la obsesión de muchos gobiernos suramericanos de dividir y enfrentar a sus sociedades. Una vez más la historia de la región se fractura entre el nacionalismo de cualquier color e ideología y el liberalismo de más amplio espectro. Para hacer la división social aún más rabiosa, más de un discurso conmemorativo contuvo una alta dosis de anacronismo; algo mucho más peligroso para la historia que la mentira, como advirtió el historiador británico Eric Hobsbawm. La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, se llevó la palma en las comparaciones desvirtuadas. “Pese a quien pese, estamos mejor que hace 100 años”, dijo durante los días del bicentenario local, comparando 1910 y 2010 con los estándares del presente. “Entonces no había derechos sociales” y “queríamos parecernos a Europa, mirar hacia afuera”, dijo la presidenta. ¿Pero… dónde había derechos sociales en 1910?
Un dato comparable entre el primer centenario y el segundo es que Argentina era en 1910 la principal economía de América Latina y la novena del mundo, superada entonces sólo por Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, España, Bélgica y Canadá. Hoy ocupa el puesto 57. En cuanto a renta per cápita, los argentinos han descendido del octavo puesto al 64º, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Parecerse a Europa? ¿En qué sentido? De dónde cree la mandataria argentina que los próceres absorbieron los conocimientos políticos, económicos y militares con los que lograron la independencia. Aprovechó la presidenta para jactarse de que esta vez no había sido un miembro de la Casa Real española el protagonista de la conmemoración, sino sus pares latinoamericanos. Tal vez hubiese sido conveniente recordar que el libertador José de San Martín sirvió más de 20 años en el Ejército español y que allí lo aprendió todo sobre la guerra, o que dos de los miembros de la Primera Junta de Gobierno patrio de 1810 eran españoles, Juan Larrea y Domingo Matheu. O simplemente hubiese sido bueno tener en cuenta que Argentina alberga la mayor comunidad española en el extranjero (más de 300.000 personas), por delante de Francia y de Venezuela, y que miles de argentinos que han huido de la dictadura o de las crisis económicas tienen hijos nacidos en España.
Cristina Kirchner representó mejor que nadie durante el bicentenario la corriente del revisionismo histórico que sostiene que los grandes países de América Latina (en especial Argentina) entraron en decadencia cuando se abrieron al mercado internacional y adoptaron los estándares económicos reconocidos en el mundo desarrollado. Este revisionismo, estudiado a fondo en el caso argentino por el historiador Tulio Halperín Donghi, se orientó fundamentalmente a la defensa de la figura del caudillo u hombre fuerte local que surgió tras las guerras de la independencia, considerada por la historiografía oficial como símbolo del atraso político y cultural. Los gobiernos populistas que se sucedieron en la región abusaron de la manipulación de los hechos para reinterpretar la historia en favor del caudillo nacionalista y de las conmemoraciones de acontecimientos históricos, hasta desvirtuar este mecanismo legítimo para generar solidaridad entre los ciudadanos de un país defendido por el filósofo francés Augusto Comte, padre del positivismo y hombre muy influyente en los círculos políticos suramericanos en el siglo XIX.
En este tipo de revisionismo con fines políticos encaja perfectamente la idea del presidente venezolano Hugo Chávez de exhumar los restos de Simón Bolívar para comprobar su teoría de que el Libertador no murió de tuberculosis sino que fue envenenado. Aun cuando ha disfrazado la maniobra con toda una parafernalia científica digna de la serie estadounidense CSI, el mandatario ya aseguró que fue “la oligarquía” de la Colombia subordinada a Francisco de Paula Santander la que asesinó al héroe con arsénico. De paso, Chávez también hizo exhumar a las hermanas de Bolívar para cerciorarse de que el esqueleto extraído del panteón nacional venezolano es el del padre de la patria.
La insólita ceremonia de la apertura del ataúd fue revelada por Chávez a los noctámbulos de Twitter en la madrugada del 16 de julio. “Hola mis amigos. ¡Qué momentos tan impresionantes hemos vivido esta noche! ¡Hemos visto los restos del gran Bolívar!”, anunciaba el primer mensaje presidencial. “Confieso que hemos llorado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada. Dios mío. Cristo mío”. “Tuve algunas dudas”, relató Chávez, “pero después de ver los restos, mi corazón dijo: ‘Sí, soy yo’. Padre, ¿eres tú o quién eres? La respuesta: ‘Sí, soy yo, que despierto cada 100 años cuando el pueblo despierta”. Por decreto presidencial, todas las cadenas de televisión en Venezuela mostraron imágenes casi simultáneas de Bolívar en óleos históricos, imágenes del esqueleto y de Chávez con el Himno Nacional de fondo. Toda una escenografía dirigida a reencarnar a Bolívar en el presidente venezolano.
Blas Bruni Celli, patólogo y estudioso de la muerte del Libertador Blas, declaró a varias agencias de noticias que la exhumación era “inútil” porque había “una absoluta evidencia de que la tuberculosis causó la muerte de Bolívar”, y porque la autopsia realizada en 1830 por su médico, Alejandro Reverend, “no dejaba ninguna duda”. Por su parte, el director de la Academia Nacional de Historia, Elías Pino Iturrieta, manifestó a los medios internacionales que el acto constituía “un avance peligrosísimo de la reescritura de la historia de Venezuela y de América Latina que hace Chávez. Él está mostrando al pueblo que es dueño de una de las piezas fundamentales de la memoria: lo que queda físicamente de Simón Bolívar (…). Un acto de esa naturaleza debe tener una justificación, pero aquí la única es el capricho de Chávez”, se lamentó.
La oposición venezolana denunció que el asunto de la exhumación de Bolívar sólo era una maniobra del Gobierno para desviar la atención pública de serios problemas como la inseguridad, el desabastecimiento de alimentos, y los escándalos por la presunta corrupción gubernamental. Las sospechas son fundadas: el país entró en recesión el año pasado, y sigue en números rojos. Mientras, la inflación, superior al 30%, está a la cabeza de América Latina. A todo esto se suma que el presidente ha vivido en permanente campaña electoral desde que asumió el poder en 1999 y que en los últimos años ha incrementado la búsqueda de enemigos dentro y fuera del país a quienes achacar la crisis social y económica venezolana. A favor de Chávez hay que recordar que la utilización de un cadáver con fines políticos no es de lejos ni un invento suyo ni de la izquierda latinoamericana. Sin ir más lejos, el ex presidente argentino Carlos Menem, paladín del neoliberalismo económico de la región, repatrió en 1989 desde Inglaterra los restos del controvertido caudillo Juan Manuel de Rosas para incrementar su popularidad.
La exhumación tampoco fue el único acto de Chávez para poner la historia al servicio de su proyecto político. En abril pasado, ordenó la restitución de los archivos de Bolívar y del llamado padre de la emancipación americana, Francisco de Miranda, al “poder popular”, ya que ambos “representan la base ideológica de la revolución bolivariana”. El decreto justificó la medida arguyendo que se ha tomado “con el supremo compromiso y la voluntad de lograr la mayor eficacia política y calidad revolucionaria en la construcción del socialismo, y la refundación de la nación venezolana, basadas en principios humanistas, sustentadas en condiciones morales y éticas que persiguen el progreso de la patria y del colectivo”. Y en los considerandos se señala que el pensamiento universal de Bolívar y Miranda “representa la base ideológica de la Revolución Bolivariana”, y que para que esos documentos cumplan su papel revolucionario deben “estar al servicio de instituciones del Estado que verdaderamente desarrollen sus funciones con el objeto de rescatar la memoria histórica de las luchas de liberación del pueblo venezolano, las cuales han sido ocultadas por factores públicos contrarios al proceso revolucionario”. Los 63 tomos del archivo de Miranda y los 283 del de Bolívar pasaron de la Academia Nacional de la Historia al Archivo General de la Nación, que depende directamente de la presidencia.
El presidente boliviano, Evo Morales, seguidor de Chávez, también aprovechó el bicentenario para reconstruir la historia a su favor y asegurar que fueron los indígenas los verdaderos precursores de la independencia de la Corona española. “Después de 500 años de saqueo y después de 200 años de las primeras gestas libertarias, casi estaría segurísimo de que el primer Grito Libertario ha sido acá [en referencia a Ravelo, en Potosí] en el año 1770 [aunque el año del cerco indígena a Chuquisaca fue 1780], encabezado por Tomás Katari, después viene Túpac Katari, después viene Juana Azurduy, y después viene Simón Bolívar para garantizar esa liberación de nuestros pueblos”, dijo el líder indigenista aimara en el primer acto de recuerdo de la emancipación del país andino. En el programa oficial del Gobierno para los festejos del Bicentenario de los Pueblos se presentó una reseña histórica en la que se detallaban los levantamientos de Tomás Katari y de su hermano Dámaso contra la autoridad colonial por la reforma de la mita en Chuquisaca, entre 1779 y 1781. El folleto también refería a Túpac Amaru y Túpac Katari como los precursores de los movimientos libertadores en Perú y La Paz en los años 1780 y 1781. Está probado que el levantamiento de los indígenas aimaras en Chayanta en 1779 desencadenó las rebeliones quechua-aimara lideradas por José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II) en el Cuzco y Julián Apaza (Túpac Katari) en el Alto Perú. Este último llegó a proclamarse virrey y decretó el exterminio de la raza blanca. Invadió Puno y asedió La Paz en dos ocasiones. Pero las rebeliones no tuvieron contenido político y no generaron un movimiento emancipador. Para la historia oficial boliviana y latinoamericana, fue la revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809 el primer grito libertario de la América hispana, encabezada por Bernardo Monteagudo y Jaime de Zudáñez. En este contexto, un mes y medio después se creó la Junta Tuitiva, liderada por Pedro Domingo Murillo, que sí pretendía la independencia. El movimiento fue brutalmente aplastado pero fue clave para que un año después, en Buenos Aires, se constituyera una Junta de Gobierno compuesta mayoritariamente por criollos que destituyó al virrey español. A partir de aquí, no hubo marcha atrás en el movimiento emancipador, y el imperio español en América, que había durado tres siglos, se esfumó en los siguientes 14 años.
Morales obvió a los patriotas criollos en la conmemoración del bicentenario y encabezó los actos al margen de los de la ciudad de Sucre (la capital constitucional e histórica de Bolivia), por el enfrentamiento político entre el Gobierno y la oposición. Es más, el presidente pidió a la gente se sirviese del aniversario para identificar a los “enemigos internos y externos” del pueblo boliviano. “Esperamos que esta fiesta nos pueda hacer reflexionar profundamente para identificar a los enemigos internos y a los enemigos externos”, declaró en Potosí. “En esta tierra en la que nacieron líderes indígenas, líderes mestizos, por esta querida patria, por esta querida Bolivia, por Latinoamérica… quienes piensan dividir Bolivia, quienes piensan descuartizar a Túpac Katari, como lo hicieron antes, se equivocan, no podrán, y por eso nuestra tarea es defender junto a las Fuerzas Armadas la unidad de nuestra querida patria Bolivia”, afirmó.
En un discurso parecido al de Morales en ardor y beligerancia, el presidente ecuatoriano Rafael Correa exhortó a sus conciudadanos “a inflamar de patriotismo los corazones” y a “romper las fuerzas oscurantistas” que no permiten avanzar en el progreso del país. Desde un balcón del Palacio de Carondelet, Correa alentó a los ciudadanos a decir “basta al ultraje y a la codicia de los poderosos”, que quieren “postrar” a Ecuador, y a “pelear por la segunda y definitiva independencia”. El discurso lo pronunció en agosto pasado, en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la matanza de un grupo de próceres independentistas.
En Ecuador hay dos fechas clave en el origen de la emancipación. El 10 de agosto de 1809 se considera la declaración del Primer Grito de Independencia del país. En Quito, los criollos se rebelaron contra el Gobierno de la Audiencia y crearon una Junta propia. Para aplastar la sublevación, los virreyes del Perú y de Nueva Granada enviaron destacamentos militares que tomaron la ciudad y capturaron a los patriotas. El 2 de agosto de 1810 supuso el punto álgido de la sublevación popular. Una multitud de ciudadanos asaltó las prisiones para liberar a los presos, y los violentos enfrentamientos con las fuerzas españolas causaron unos 300 muertos. “Hace 200 años, esta hermosa ciudad de Quito fue escenario de importantes acontecimientos”, señaló el presidente, “la primera cuota de sacrificio que pagaron nuestros mayores por darnos Patria”, y subrayó que su Gobierno había asumido esa “valiosa herencia” con la “imparable revolución ciudadana” que lleva adelante. La idea de la segunda independencia ha estado muy presente en los discursos del Bicentenario desde Venezuela hasta Argentina. La mayoría de los mensajes de los gobiernos han sido autorreferenciales y se han apropiado del legado y las ideas de los próceres de la emancipación.
El mejor ejemplo del testamento político que ha dejado el bicentenario en cuatro países de Suramérica se resume en el discurso que dio la presidenta Kirchner en la Asamblea Nacional venezolana el 19 de abril: “No sé si esta sociedad será la que soñaron Belgrano, Bolívar, San Martín, Moreno, Juana Azurduy y Bernardo de Monteagudo, entre otros, pero se parece bastante más que a la que teníamos hace 15 años”. Kirchner afirmó que el bicentenario encontraba a los pueblos de América del Sur en lo que llamó “una segunda independencia”, y que “se parece bastante” a “la sociedad que soñaron” los héroes de la revolución de hace 200 años.
“El primer centenario fue muy diferente a éste porque en la región se habían consolidado repúblicas exportadoras de materias primas que generaban riquezas y valor muy lejos de nuestras tierras”. Y señaló: “Los hombres de 1810 pensaban exactamente lo contrario, porque si uno analiza el pensamiento económico de Manuel Belgrano, de Mariano Moreno, hablaban de generar riqueza en nuestros propios países (…). En el primer centenario, la idea de esos fundadores y libertadores había quedado muy alejada de las prácticas políticas concretas de nuestras sociedades y de quienes tenían la responsabilidad institucional de conducir los países”, resumió la presidenta. “En cambio, este segundo centenario nos encuentra en un mundo diferente”, y subrayó que “el siglo pasado lo dividió la contradicción Este-Oeste, que impuso en nuestra región la feroz doctrina de la seguridad nacional y que significó la desaparición de generaciones enteras y el atraso económico más formidable de que se tenga memoria”.
“Ante un mundo que se ha vuelto a derrumbar en valores como el libre comercio o la idea de que el Estado debería desaparecer y que el mercado todo lo resolvería, es necesario que quienes tenemos en América del Sur la responsabilidad histórica de dirigir por voluntad democrática los Estados que nos toca gobernar formulemos categorías de pensamiento que nos sean propias (…), ideas elaboradas por nosotros mismos en materia económica, política, para interpretar la historia, y algo que propiciaron aquellos hombres de 1810, que fue lograr la unidad latinoamericana como un objetivo fundamental para la liberación de nuestros pueblos”.
Mientras Hugo Chávez se levantó para calificar de memorable el discurso de la presidenta argentina, desde la primera fila de asientos de la Asamblea aplaudieron los mandatarios de Cuba, Raúl Castro, y Nicaragua, Daniel Ortega, junto a Rafael Correa y Evo Morales.
EN SURAMÉRICA
-POR FERNANDO GUALDONI-
Los gobiernos populistas se apoderan del legado de los próceres en el bicentenario de las independencias de España y lo manipulan.
Los festejos del bicentenario de algunas de las más importantes independencias hispanoamericanas van quedando atrás. Los fastos se desdibujan en el espejo retrovisor y lo que pudo ser y lo que fue son pareceres tan distantes como las profundas divisiones que marcan la vida de muchos países de la región. En la Bolivia indígena de Evo Morales se consideró que fueron los sitios de Tomás Katari y Túpac Katari sobre La Paz los primeros gritos de libertad de la América ibérica, y no la revolución de Chuquisaca y el primer intento de gobierno patrio de 1809, encabezado por el criollo Pedro Domingo Murillo. En el Ecuador que preside Rafael Correa se recordó la insurgencia de 1809 y la masacre de los patriotas de 1810 con un llamamiento a una segunda independencia del poder colonial. En la Venezuela de Hugo Chávez se han exhumado los restos del libertador Simón Bolívar para demostrar que fue envenenado por los colombianos y así crear más animadversión entre ambos pueblos. En la Argentina de los Kirchner predominó el discurso populista de corte nacionalista, diseñado para enfrentar aún más a la sociedad.
Antes de que comenzaran los festejos, la empresa Latinobarómetro, con sede en Santiago de Chile, hizo una encuesta en 18 países sobre los conocimientos y la valoración del bicentenario. Sólo el 43% supo responder quién liberó a su país y, respecto a la importancia de la conmemoración, el 57% la consideró muy o bastante significativa. El estudio, que abarcó a 19.000 personas, dejó en evidencia los enormes fallos en el aprendizaje de la historia latinoamericana. Era importante que de los 200 años emergiera una revisión esmerada e imparcial de la historia, en la que se reflejase que, aunque los héroes no eran infalibles, fueron capaces de superar sus debilidades y dejar a un lado sus intereses por el ideal de libertad y justicia inspirado por la Revolución Francesa.
Lo que se impuso, sin embargo, fue una visión populista del pasado, alimentada por la obsesión de muchos gobiernos suramericanos de dividir y enfrentar a sus sociedades. Una vez más la historia de la región se fractura entre el nacionalismo de cualquier color e ideología y el liberalismo de más amplio espectro. Para hacer la división social aún más rabiosa, más de un discurso conmemorativo contuvo una alta dosis de anacronismo; algo mucho más peligroso para la historia que la mentira, como advirtió el historiador británico Eric Hobsbawm. La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, se llevó la palma en las comparaciones desvirtuadas. “Pese a quien pese, estamos mejor que hace 100 años”, dijo durante los días del bicentenario local, comparando 1910 y 2010 con los estándares del presente. “Entonces no había derechos sociales” y “queríamos parecernos a Europa, mirar hacia afuera”, dijo la presidenta. ¿Pero… dónde había derechos sociales en 1910?
Un dato comparable entre el primer centenario y el segundo es que Argentina era en 1910 la principal economía de América Latina y la novena del mundo, superada entonces sólo por Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, España, Bélgica y Canadá. Hoy ocupa el puesto 57. En cuanto a renta per cápita, los argentinos han descendido del octavo puesto al 64º, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Parecerse a Europa? ¿En qué sentido? De dónde cree la mandataria argentina que los próceres absorbieron los conocimientos políticos, económicos y militares con los que lograron la independencia. Aprovechó la presidenta para jactarse de que esta vez no había sido un miembro de la Casa Real española el protagonista de la conmemoración, sino sus pares latinoamericanos. Tal vez hubiese sido conveniente recordar que el libertador José de San Martín sirvió más de 20 años en el Ejército español y que allí lo aprendió todo sobre la guerra, o que dos de los miembros de la Primera Junta de Gobierno patrio de 1810 eran españoles, Juan Larrea y Domingo Matheu. O simplemente hubiese sido bueno tener en cuenta que Argentina alberga la mayor comunidad española en el extranjero (más de 300.000 personas), por delante de Francia y de Venezuela, y que miles de argentinos que han huido de la dictadura o de las crisis económicas tienen hijos nacidos en España.
Cristina Kirchner representó mejor que nadie durante el bicentenario la corriente del revisionismo histórico que sostiene que los grandes países de América Latina (en especial Argentina) entraron en decadencia cuando se abrieron al mercado internacional y adoptaron los estándares económicos reconocidos en el mundo desarrollado. Este revisionismo, estudiado a fondo en el caso argentino por el historiador Tulio Halperín Donghi, se orientó fundamentalmente a la defensa de la figura del caudillo u hombre fuerte local que surgió tras las guerras de la independencia, considerada por la historiografía oficial como símbolo del atraso político y cultural. Los gobiernos populistas que se sucedieron en la región abusaron de la manipulación de los hechos para reinterpretar la historia en favor del caudillo nacionalista y de las conmemoraciones de acontecimientos históricos, hasta desvirtuar este mecanismo legítimo para generar solidaridad entre los ciudadanos de un país defendido por el filósofo francés Augusto Comte, padre del positivismo y hombre muy influyente en los círculos políticos suramericanos en el siglo XIX.
En este tipo de revisionismo con fines políticos encaja perfectamente la idea del presidente venezolano Hugo Chávez de exhumar los restos de Simón Bolívar para comprobar su teoría de que el Libertador no murió de tuberculosis sino que fue envenenado. Aun cuando ha disfrazado la maniobra con toda una parafernalia científica digna de la serie estadounidense CSI, el mandatario ya aseguró que fue “la oligarquía” de la Colombia subordinada a Francisco de Paula Santander la que asesinó al héroe con arsénico. De paso, Chávez también hizo exhumar a las hermanas de Bolívar para cerciorarse de que el esqueleto extraído del panteón nacional venezolano es el del padre de la patria.
La insólita ceremonia de la apertura del ataúd fue revelada por Chávez a los noctámbulos de Twitter en la madrugada del 16 de julio. “Hola mis amigos. ¡Qué momentos tan impresionantes hemos vivido esta noche! ¡Hemos visto los restos del gran Bolívar!”, anunciaba el primer mensaje presidencial. “Confieso que hemos llorado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada. Dios mío. Cristo mío”. “Tuve algunas dudas”, relató Chávez, “pero después de ver los restos, mi corazón dijo: ‘Sí, soy yo’. Padre, ¿eres tú o quién eres? La respuesta: ‘Sí, soy yo, que despierto cada 100 años cuando el pueblo despierta”. Por decreto presidencial, todas las cadenas de televisión en Venezuela mostraron imágenes casi simultáneas de Bolívar en óleos históricos, imágenes del esqueleto y de Chávez con el Himno Nacional de fondo. Toda una escenografía dirigida a reencarnar a Bolívar en el presidente venezolano.
Blas Bruni Celli, patólogo y estudioso de la muerte del Libertador Blas, declaró a varias agencias de noticias que la exhumación era “inútil” porque había “una absoluta evidencia de que la tuberculosis causó la muerte de Bolívar”, y porque la autopsia realizada en 1830 por su médico, Alejandro Reverend, “no dejaba ninguna duda”. Por su parte, el director de la Academia Nacional de Historia, Elías Pino Iturrieta, manifestó a los medios internacionales que el acto constituía “un avance peligrosísimo de la reescritura de la historia de Venezuela y de América Latina que hace Chávez. Él está mostrando al pueblo que es dueño de una de las piezas fundamentales de la memoria: lo que queda físicamente de Simón Bolívar (…). Un acto de esa naturaleza debe tener una justificación, pero aquí la única es el capricho de Chávez”, se lamentó.
La oposición venezolana denunció que el asunto de la exhumación de Bolívar sólo era una maniobra del Gobierno para desviar la atención pública de serios problemas como la inseguridad, el desabastecimiento de alimentos, y los escándalos por la presunta corrupción gubernamental. Las sospechas son fundadas: el país entró en recesión el año pasado, y sigue en números rojos. Mientras, la inflación, superior al 30%, está a la cabeza de América Latina. A todo esto se suma que el presidente ha vivido en permanente campaña electoral desde que asumió el poder en 1999 y que en los últimos años ha incrementado la búsqueda de enemigos dentro y fuera del país a quienes achacar la crisis social y económica venezolana. A favor de Chávez hay que recordar que la utilización de un cadáver con fines políticos no es de lejos ni un invento suyo ni de la izquierda latinoamericana. Sin ir más lejos, el ex presidente argentino Carlos Menem, paladín del neoliberalismo económico de la región, repatrió en 1989 desde Inglaterra los restos del controvertido caudillo Juan Manuel de Rosas para incrementar su popularidad.
La exhumación tampoco fue el único acto de Chávez para poner la historia al servicio de su proyecto político. En abril pasado, ordenó la restitución de los archivos de Bolívar y del llamado padre de la emancipación americana, Francisco de Miranda, al “poder popular”, ya que ambos “representan la base ideológica de la revolución bolivariana”. El decreto justificó la medida arguyendo que se ha tomado “con el supremo compromiso y la voluntad de lograr la mayor eficacia política y calidad revolucionaria en la construcción del socialismo, y la refundación de la nación venezolana, basadas en principios humanistas, sustentadas en condiciones morales y éticas que persiguen el progreso de la patria y del colectivo”. Y en los considerandos se señala que el pensamiento universal de Bolívar y Miranda “representa la base ideológica de la Revolución Bolivariana”, y que para que esos documentos cumplan su papel revolucionario deben “estar al servicio de instituciones del Estado que verdaderamente desarrollen sus funciones con el objeto de rescatar la memoria histórica de las luchas de liberación del pueblo venezolano, las cuales han sido ocultadas por factores públicos contrarios al proceso revolucionario”. Los 63 tomos del archivo de Miranda y los 283 del de Bolívar pasaron de la Academia Nacional de la Historia al Archivo General de la Nación, que depende directamente de la presidencia.
El presidente boliviano, Evo Morales, seguidor de Chávez, también aprovechó el bicentenario para reconstruir la historia a su favor y asegurar que fueron los indígenas los verdaderos precursores de la independencia de la Corona española. “Después de 500 años de saqueo y después de 200 años de las primeras gestas libertarias, casi estaría segurísimo de que el primer Grito Libertario ha sido acá [en referencia a Ravelo, en Potosí] en el año 1770 [aunque el año del cerco indígena a Chuquisaca fue 1780], encabezado por Tomás Katari, después viene Túpac Katari, después viene Juana Azurduy, y después viene Simón Bolívar para garantizar esa liberación de nuestros pueblos”, dijo el líder indigenista aimara en el primer acto de recuerdo de la emancipación del país andino. En el programa oficial del Gobierno para los festejos del Bicentenario de los Pueblos se presentó una reseña histórica en la que se detallaban los levantamientos de Tomás Katari y de su hermano Dámaso contra la autoridad colonial por la reforma de la mita en Chuquisaca, entre 1779 y 1781. El folleto también refería a Túpac Amaru y Túpac Katari como los precursores de los movimientos libertadores en Perú y La Paz en los años 1780 y 1781. Está probado que el levantamiento de los indígenas aimaras en Chayanta en 1779 desencadenó las rebeliones quechua-aimara lideradas por José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II) en el Cuzco y Julián Apaza (Túpac Katari) en el Alto Perú. Este último llegó a proclamarse virrey y decretó el exterminio de la raza blanca. Invadió Puno y asedió La Paz en dos ocasiones. Pero las rebeliones no tuvieron contenido político y no generaron un movimiento emancipador. Para la historia oficial boliviana y latinoamericana, fue la revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809 el primer grito libertario de la América hispana, encabezada por Bernardo Monteagudo y Jaime de Zudáñez. En este contexto, un mes y medio después se creó la Junta Tuitiva, liderada por Pedro Domingo Murillo, que sí pretendía la independencia. El movimiento fue brutalmente aplastado pero fue clave para que un año después, en Buenos Aires, se constituyera una Junta de Gobierno compuesta mayoritariamente por criollos que destituyó al virrey español. A partir de aquí, no hubo marcha atrás en el movimiento emancipador, y el imperio español en América, que había durado tres siglos, se esfumó en los siguientes 14 años.
Morales obvió a los patriotas criollos en la conmemoración del bicentenario y encabezó los actos al margen de los de la ciudad de Sucre (la capital constitucional e histórica de Bolivia), por el enfrentamiento político entre el Gobierno y la oposición. Es más, el presidente pidió a la gente se sirviese del aniversario para identificar a los “enemigos internos y externos” del pueblo boliviano. “Esperamos que esta fiesta nos pueda hacer reflexionar profundamente para identificar a los enemigos internos y a los enemigos externos”, declaró en Potosí. “En esta tierra en la que nacieron líderes indígenas, líderes mestizos, por esta querida patria, por esta querida Bolivia, por Latinoamérica… quienes piensan dividir Bolivia, quienes piensan descuartizar a Túpac Katari, como lo hicieron antes, se equivocan, no podrán, y por eso nuestra tarea es defender junto a las Fuerzas Armadas la unidad de nuestra querida patria Bolivia”, afirmó.
En un discurso parecido al de Morales en ardor y beligerancia, el presidente ecuatoriano Rafael Correa exhortó a sus conciudadanos “a inflamar de patriotismo los corazones” y a “romper las fuerzas oscurantistas” que no permiten avanzar en el progreso del país. Desde un balcón del Palacio de Carondelet, Correa alentó a los ciudadanos a decir “basta al ultraje y a la codicia de los poderosos”, que quieren “postrar” a Ecuador, y a “pelear por la segunda y definitiva independencia”. El discurso lo pronunció en agosto pasado, en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la matanza de un grupo de próceres independentistas.
En Ecuador hay dos fechas clave en el origen de la emancipación. El 10 de agosto de 1809 se considera la declaración del Primer Grito de Independencia del país. En Quito, los criollos se rebelaron contra el Gobierno de la Audiencia y crearon una Junta propia. Para aplastar la sublevación, los virreyes del Perú y de Nueva Granada enviaron destacamentos militares que tomaron la ciudad y capturaron a los patriotas. El 2 de agosto de 1810 supuso el punto álgido de la sublevación popular. Una multitud de ciudadanos asaltó las prisiones para liberar a los presos, y los violentos enfrentamientos con las fuerzas españolas causaron unos 300 muertos. “Hace 200 años, esta hermosa ciudad de Quito fue escenario de importantes acontecimientos”, señaló el presidente, “la primera cuota de sacrificio que pagaron nuestros mayores por darnos Patria”, y subrayó que su Gobierno había asumido esa “valiosa herencia” con la “imparable revolución ciudadana” que lleva adelante. La idea de la segunda independencia ha estado muy presente en los discursos del Bicentenario desde Venezuela hasta Argentina. La mayoría de los mensajes de los gobiernos han sido autorreferenciales y se han apropiado del legado y las ideas de los próceres de la emancipación.
El mejor ejemplo del testamento político que ha dejado el bicentenario en cuatro países de Suramérica se resume en el discurso que dio la presidenta Kirchner en la Asamblea Nacional venezolana el 19 de abril: “No sé si esta sociedad será la que soñaron Belgrano, Bolívar, San Martín, Moreno, Juana Azurduy y Bernardo de Monteagudo, entre otros, pero se parece bastante más que a la que teníamos hace 15 años”. Kirchner afirmó que el bicentenario encontraba a los pueblos de América del Sur en lo que llamó “una segunda independencia”, y que “se parece bastante” a “la sociedad que soñaron” los héroes de la revolución de hace 200 años.
“El primer centenario fue muy diferente a éste porque en la región se habían consolidado repúblicas exportadoras de materias primas que generaban riquezas y valor muy lejos de nuestras tierras”. Y señaló: “Los hombres de 1810 pensaban exactamente lo contrario, porque si uno analiza el pensamiento económico de Manuel Belgrano, de Mariano Moreno, hablaban de generar riqueza en nuestros propios países (…). En el primer centenario, la idea de esos fundadores y libertadores había quedado muy alejada de las prácticas políticas concretas de nuestras sociedades y de quienes tenían la responsabilidad institucional de conducir los países”, resumió la presidenta. “En cambio, este segundo centenario nos encuentra en un mundo diferente”, y subrayó que “el siglo pasado lo dividió la contradicción Este-Oeste, que impuso en nuestra región la feroz doctrina de la seguridad nacional y que significó la desaparición de generaciones enteras y el atraso económico más formidable de que se tenga memoria”.
“Ante un mundo que se ha vuelto a derrumbar en valores como el libre comercio o la idea de que el Estado debería desaparecer y que el mercado todo lo resolvería, es necesario que quienes tenemos en América del Sur la responsabilidad histórica de dirigir por voluntad democrática los Estados que nos toca gobernar formulemos categorías de pensamiento que nos sean propias (…), ideas elaboradas por nosotros mismos en materia económica, política, para interpretar la historia, y algo que propiciaron aquellos hombres de 1810, que fue lograr la unidad latinoamericana como un objetivo fundamental para la liberación de nuestros pueblos”.
Mientras Hugo Chávez se levantó para calificar de memorable el discurso de la presidenta argentina, desde la primera fila de asientos de la Asamblea aplaudieron los mandatarios de Cuba, Raúl Castro, y Nicaragua, Daniel Ortega, junto a Rafael Correa y Evo Morales.
En: FP Edición Española – Octubre-Noviembre 2010 –
http:// www.fp-es.org/el-revisionismo-nacionalista-hace-furor-en-suramerica
Si la historia la escriben los que ganan,
eso quiere decir que hay otra historia:
la verdadera historia,
quien quiera oir que oiga.
QUIEN QUIERA OIR, QUE OIGA
Litto Nebbia.
eso quiere decir que hay otra historia:
la verdadera historia,
quien quiera oir que oiga.
QUIEN QUIERA OIR, QUE OIGA
Litto Nebbia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.