Equivalencias.
No estoy segura que sólo sea casualidad mi costumbre de relacionar lo importante de cada tema con los hechos azarosos que se manifiestan a su alrededor y que, posiblemente, se den por simple coincidencia. Un productor frutícola asiste a una asamblea, ubica su silla en cuatro baldosas blancas del sistema binario que define el piso del salón. En ese preciso instante, una compleja red de relaciones espaciales y simbólicas se revela.
Autor: Mirta Eberhardt
"Se generan nuevos órganos de percepción como resultado de la necesidad. Por lo tanto, hombre, incrementa tu necesidad para aumentar la percepción"Jallaludin Rumi.
El suelo del salón es un damero blanco y negro. Cuatro baldosas cuadradas de un mismo color forman la unidad. Definen el módulo que se repite alternadamente positivo-negativo, hasta cubrir todo el espacio. Sentados sobre él, los chacareros en crisis. Ellos también sostienen una relación simbólica con la dualidad y el destino: continuar o abandonar, creer o desconfiar, desafiar o resignar.
Crisis económica y moral. Crisis sistémica. Los productores, 3.000 ó 3.500, tal vez 2.000, 2.500 o menos, que constituyen el eslabón más vulnerable de la cadena frutícola, son convocados a una reunión general. El amplio espacio da cabida a todos. A pesar de ello, los presentes apenas llegan a 300. Los vacíos consiguen que la geometría del suelo deje de lado su función decorativa para dar paso a una pasión en una misión reveladora: dar voz. Posiblemente cada baldosa represente fielmente el estado en el que se encuentran todos y cada uno de los ausentes.
Sobran las coincidencias.
La cifra que da cuenta del volumen de la tropa (nombre que les dan los políticos a los productores cuando hablan con sus representantes), siempre es esquiva, misteriosa y variable. Hasta la resistencia a ser registrada oficialmente es indicio de su gravedad. Posiblemente saber el número designe responsables. La exclusión de personas y tierras fértiles del sistema productivo y el aumento de la concentración de la actividad en pocas manos, tiene nombres de personas y de instituciones públicas y privadas que deberían dar cuenta.
Solo y desde otro ángulo, un productor de Villa Regina, la colonia creada por inmigrantes italianos, al igual que los antiguos romanos marca un gesto en piedra blanca. En cuatro baldosas blancas. En positivo. Será un día fausto. Pura ilusión y deseo. A su izquierda, los dirigentes de la institución que lo representa, perfilan una imagen similar al fresco La Última Cena, de Leonardo Da Vinci. Y como en aquella mesa, ésta también cuenta historias de traiciones, de proyectos fragmentados y de cobardías. A su derecha, sus pares. Ambos, el productor y sus pares, están unidos por el anhelo primordial de dar lugar a la inversión de los procesos que los ahogan primero y destierran después. La misma que, desde la simbología, propone el damero para modificar el curso de las fuerzas negativas.
Necesito ver más allá de mis ojos, escuchar más allá de mis capacidades auditivas y entender la irracionalidad que envuelve a la fruticultura regional. Por ese motivo juego a imaginar que la geometría binaria del espacio asambleario, con sus huecos de luz en la alturas y con mesas que recuerdan otras, colaboren para sojuzgar lo insensato. Los imagino a TODOS, ubicándose en baldosas blancas para marcar asambleas en días faustos y quitar los días infaustos del calendario productivo. Imagino que no es un acto de ilusión y pido al viento respuestas para establecer una fruticultura más justa en una sociedad menos hipócrita. Posiblemente el impetuoso viento patagónico lleve las preguntas a todas las mesas frutícolas, públicas o privadas que se desarrollen en la región o fuera de ella.
Publicado en QUE RESPONDA EL VIENTO.
Imagen del mismo sitio.
21/04/2012.
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