El postre denominado "imperial ruso" curiosamente se conoce en Europa como
"postre argentino", ya que lo creó en 1917 Cayetano Brenna, dueño de la
Confitería del Molino, que funcionaba en Rivadavia y Callao,
Balvanera.
Uno de los tantos italianos llegado a la Argentina en el 1904 había
ya comprado la esquina de Callao y Rivadavia y más tarde los dos lotes
adyacentes donde decide construir su famosísima confitería con todo traído de
Italia, por supuesto: mármoles, vitrales, carpintería, herrajes de bronce,
cristalería, etc. Con una grandiosa inauguración en 1917, la confitería abrió
sus puerta y con la creación del postre, llamado Imperial Ruso por el mismo
dueño. El edificio mismo fue emblemático de la ciudad de Buenos Aires, era uno
de los más altos de su tiempo. Los personajes del arte, del espectáculo y la
política ocuparon sus robustas mesas para el debate, la aparición, el
reconocimiento.
Carlos
Gardel encargó a Brenna un postre especial para su amigo Irineo Leguisamo. Así
nació la torta de hojaldre que lleva el apellido del famoso jockey. Con los
años, tomó la receta la tradicional confitería Las Violetas, Rivadavia 3399,
Almagro.
El postre
vigilante (queso Mar del Plata o fresco, con dulce de batata o membrillo, es
porteño. Dicen que adquirió su nombre allá por 1920, en una cantina de Palermo
Viejo, muy frecuentada por los agentes de la comisaría
cercana.
Hace
años, al finalizar las veladas del boxeo del Luna Park, el público cruzaba a
cenar al restaurante Nápoli, por el apellido de don José, propietario del local.
Un viejo cliente de don José pedía siempre milanesas. Una noche llegó más tarde
de lo acostumbrado, cuando la cocina ya había cerrado. Pidió, como de costumbre
su milanesa; quedaba una sola y para peor, el ayudante la cocinó de más. ¿Cómo
le voy a dar esa milanesa a uno de mis mejores clientes?, pensó don José.
Recordó entonces una receta italiana, la "costeleta a la aldostana", que es una
milanesa recubierta con jamón y queso. Le agregó salsa de tomate para disimular
la parte chamuscada y la gratinó. Le dijo al cliente que había creado un nuevo
plato y quería que lo probara. Desde entonces el cliente siguió pidiendo
milanesas, pero preparadas como la última vez. Por su parte, don José agregó
"Milanesa a la Nápoli" al menú de su restaurante, tal el nombre del plato, y no
"a la napolitana", como se le conoce
popularmente.
Los
tallarines "a la parisién" son una variante porteña de la pasta inventada en la
cocina del restaurante París del Hipódromo Argentino de
Palermo.
Las
también porteñas papas fritas "a caballo" fueron consumidas por primera vez en
un ignoto bodegón de Chacarita donde almorzaban los operarios de una fábrica de
heladeras a gas. Un polaco que comía allí por pocos centavos contó que las
preparó la cocinera con los únicos elementos que disponía: papas, huevos y
aceite. Por qué a caballo? Porque el proveedor de esos ingredientes cumplía el
reparto montado a caballo.
"Soy Roca", la autobiografía imaginaria de nuestro historiador Félix Luna, nos da
una valiosa documentación sobre el origen de esta comida:
El presidente Gral. Julio Argentino Roca conoció a Artemio Gramajo cuando su Regimiento actuaba en la provincia de Tucumán (1867). Desde ese momento se transformó en amigo y compañero de toda la vida.
Vale la pena recordar un párrafo de la obra de Luna dónde Roca se refiere a Artemio Gramajo y al plato que lleva su nombre:
“Amigo en la buena y en la mala fortuna, discreto, servicial, afectuoso, caballeresco, valiente, bromista, glotón y amarrete con los pesos. Durante mi primera Presidencia lo nombré Edecán lo siguió siendo toda la vida con nombramiento o sin nombramiento. Pasará a la historia por esto y por nuestra perdurable amistad, que lo convirtió durante décadas en mi “alter ego”, pero también por haber inventado el Revuelto que lleva su nombre y se ha transformado en un plato corriente en los restaurantes de Buenos Aires. Su desaparición hace algunos meses fue el golpe más duro que recibí en mi retiro”
El presidente Gral. Julio Argentino Roca conoció a Artemio Gramajo cuando su Regimiento actuaba en la provincia de Tucumán (1867). Desde ese momento se transformó en amigo y compañero de toda la vida.
Vale la pena recordar un párrafo de la obra de Luna dónde Roca se refiere a Artemio Gramajo y al plato que lleva su nombre:
“Amigo en la buena y en la mala fortuna, discreto, servicial, afectuoso, caballeresco, valiente, bromista, glotón y amarrete con los pesos. Durante mi primera Presidencia lo nombré Edecán lo siguió siendo toda la vida con nombramiento o sin nombramiento. Pasará a la historia por esto y por nuestra perdurable amistad, que lo convirtió durante décadas en mi “alter ego”, pero también por haber inventado el Revuelto que lleva su nombre y se ha transformado en un plato corriente en los restaurantes de Buenos Aires. Su desaparición hace algunos meses fue el golpe más duro que recibí en mi retiro”
El
"revuelto Gramajo" fue un invento del Coronel Artemio Gramajo, amigo y edecán
del presidente Julio A. Roca. El famoso revuelto era infaltable en los desayunos
de campaña, aunque cuentan que la tropa lo cambiaba por pan y manteca cerca de
los combates para estar más livianos. Según cuenta Félix Luna, como edecán y
compañía inseparable de Roca durante sus viajes por Europa, Gramajo hacía listas
de restaurantes a visitar y anotaba los platos y vinos servidos en banquetes en
honor al general. El revuelto Gramajo se prepara actualmente con papas, huevos
revueltos, arvejas, morrones y jamón o panceta, pero lo más probable es que en
campaña lo hayan hecho sólo con papas y huevos.
Pedro,
vecino y cliente del ya desaparecido restaurante Loprete, de Sáenz Peña al 700,
Montserrat, pedía como postre una bocha de helado de crema con el agregado de
una medida de whisky. Al dueño del restaurante le pareció una mezcla interesante
y pensó en ofrecer el postre a toda su clientela. Lo bautizó "Don Pedro", en
homenaje a su cliente.
¿Dónde
nació esa variedad de pastas tan ricas, conocidas como
sorrentinos?
Obviamente,
en Sorrento, pero no en la ciudad italiana de ese nombre, sino en el restaurante
Sorrento, de Corrientes 668, del barrio de San
Nicolás.
En 1932,
Juan Banchero, abrió su primera pizzería en Suárez y Almirante Brown, la Boca.
pronto impuso su creación: la fugazza con queso, que todavía sigue siendo la
especialidad de la casa y de sus tres sucursales en Caballito, Balvanera y San
Nicolás.
Autor: Diego Zigiotto y agregado de EL REGINENSE.
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