Las creencias religiosas no siempre implican tradiciones, aunque en lo que se muestra se parecen bastante. La gran diferencia es la fe, el creer en la virgen y en su poder de sanación, de milagros, de protección.
Y así lo viven los católicos que año a año viajan cientos y hasta miles de kilómetros para ver a la Virgen del Valle en Catamarca. Ahí se mezclan fe, historia, tradiciones, turismo y mucho más, porque alrededor de esa celebración surgen expresiones que acompañan semejante movimiento.
El 8 de diciembre es el día de la virgen y es una de las fechas en que los promesantes viajan a la provincia norteña a agradecer lo concedido o a pedir milagros.
Es emocionante ver cómo a partir de la fe, llegan a caballo, en bicicletas, motos, autos, colectivos y en cuanta opción exista, a rendir homenaje a esa virgen.
Pero también con ellos llegan cantores, guitarreros, bombistos, vendedores de imágenes, comida, agua y velas, todo lo necesario para que la celebración se dé sin sobresaltos. Lo de la música y sus ejecutores es básicamente para acompañar por muchos kilómetros a esforzados promesantes.
Por eso surge la pregunta sobre si la fe no es en realidad parte de la enorme tradición, porque una celebración religiosa se convierte en algo mucho más abarcativo.
En este tiempo, la Virgen del Valle recorre la casa de los que se anotan para recibirla y homenajearla. Es decir, a partir de un registro, la imagen de la Virgen del Valle se instala en un domicilio diferente cada día. Ahí van los vecinos de las ciudades y pueblos a rezar, a agradecer, a pedir y también a comer, porque ser anfitrión implica para los creyentes también la obligación de ofrecer comida y bebida a los que asisten.
Un día en una casa, al día siguiente en otra, recorre pueblos y ciudades y genera un vínculo muy amplio con la gente, donde sin dudas se mezclan la fe y la tradición de un pueblo.
* Columna semanal "La Peña" de Jorge Vergara publicada en Diario "Río Negro", domingo 8 de Diciembre de 2019.
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