RAMÓN CARRILLO: UN HIMNO A LA LEALTAD PERONISTA (por Jorge Torres Roggero, resumen).
Ser ministro fue su mayor rasgo de humildad y entrega, su mayor renunciamiento. Pero sobre todo, lo distinguió la inquebrantable lealtad al general Perón y a la causa peronista. Aun en la extrema pobreza, en la soledad, la intemperie y la muerte.
Carrillo, científico de fama mundial y extraordinario neurocirujano, puso su conocimiento al servicio de los humildes. Fue un ángel sanador. Renunció al brillo académico, y se entregó entero a poner en actividad el derecho del pueblo a la salud , a una vida digna, a la alegría de vivir.
Perón, por su parte, dio a Carrillo el mejor título que le cabía: MAESTRO. Según Roberto Di Sandro, Perón dijo una vez: “Yo tengo un maestro del cual aprendí mucho de lo humano y su sencillez”. Preguntado por Américo Barrios, contestó: “El hombre de quien más aprendí en mi vida se llama Ramón Carrillo [...] Aprendí esas cosas sencillas, pero reveladoras que hacen al conocimiento de la condición humana, y a las relaciones entre las personas. Algo que vale tanto como un plácet para transitar la senda justa del hombre: La Verdadera”. Y repetía: “Sólo un hombre fue mi maestro y de él aprendí algo trascendente: la condición humana y la verdad.” Admirable sencillez de Perón reconociendo una cualidad superior: la de Maestro.
Cuando Carrillo arribó al Ministerio lo halló lleno de políticos “contreras” y trabajó con ellos a pesar del clima hostil que creaban. Su principio de convivencia era “no hacer nunca mal a nadie.” Jamás dejó cesante a un funcionario, aun de alta graduación, por razones de ideología política. Logró así que, en su Ministerio, no hubiera intrigas ni enconos. Dice el Dr. Germinal Rodríguez: “Carrillo no trabajó ni para la gloria, ni para su beneficio personal”. Su intervención marcó un hito en la política de salud inexistente en el país hasta ese momento. Su obra pionera trascendió los tiempos.
UNA PALABRA CLAVE
La historia del peronismo es recorrida, desde sus inicios, por la palabra lealtad. En cierto sentido, la lealtad define a un peronista cabal. En sus escritos, Perón insiste con frecuencia en esta virtud. Si bien no se detiene en largas disquisiciones, deja en claro que la lealtad está fundada en la fe, es decir, en la confianza entre quienes deben ser compañeros y amigos, entre jefe y subordinado. No es estática. Para Perón, es una “virtud definitoria del peronismo”. Un hombre leal es un hombre en el que se puede confiar ciegamente tanto en las ideas como en la acción. En toda acción es fundamental la lealtad del compañero. Si no es leal, es un traidor. Y, ¿cómo llegar a un objetivo con un traidor?
Para el justicialismo la lealtad aporta un contenido eminentemente político. Es un condición sine qua non para lograr los objetivos comunes. Cada compañero necesita confiar en la lealtad del que marcha a su lado. Cada Pueblo necesita confiar en su Conductor. Claro que, el conductor también debe entregarse en cuerpo y alma a sus compañeros y a su pueblo: “La lealtad -lo ha expresado Perón- es la base de la acción; lealtad del que dirige, lealtad del grupo hacia sus dirigentes. La lealtad no puede ser nunca una condición a una sola punta” (24/07/1947).
Ramón Carrillo dejó en unas hojas sueltas lo que podemos considerar una herencia moral para sus hijos cuya adolescencia no pudo disfrutar a causa de su prematura muerte. Son las llamadas “diez palabras simbólicas”, la mejor y más completa alabanza a la virtud clave de la lealtad que dejó como testamento. Ni Perón llegó a tal grado de desarrollo de la lealtad en su libro Filosofía Peronista.
HIMNO A LA LEALTAD PERONISTA
DIEZ PALABRAS SIMBÓLICAS
(Ramón Carrillo, New York, febrero de 1955)
"LA LEALTAD es una cosa de la que todo el mundo habla y muy pocos la practican, por la sencilla razón de que no es una posición espiritual al alcance de todo el mundo, ni todo el mundo está preparado para ser leal. La Lealtad es una virtud que exige sacrificio, riesgo, valentía, preocupación y cuesta además mucho trabajo. No es más que una forma superior del amor."
La Lealtad es una resultante de las diez virtudes del hombre:
1.- De la SOLIDARIDAD con los humildes y desgraciados, y con todos aquellos a quienes les brinda su amistad, simpatía o afecto.
2.- De la TOLERANCIA para saber perdonar al jefe, al amigo o al subordinado sus pequeños errores y defectos humanos, propios de la imperfección.
3.- De la VERDAD, o sea la aptitud para sabérsela decir al amigo, al jefe o al subordinado, y decirle con la prudencia del sabio, la persuasión del maestro, la energía del hombre, pero decirla, si es que de su conocimiento el amigo puede escapar de la traición y la felonía.
4.- Del CONOCIMIENTO para extraer todo aquello que permite saber por qué se es leal a una persona o a un ideal o a su patria. Con las personas hay que ser sólo consecuentes, pero hay que ser leal a lo que ellos representan o simbolizan.
5.- De la LIBERTAD, porque sólo siendo independiente (y dotado de valor) se pueden afrontar las consecuencias angustiosas que tarde o temprano acarrea la Lealtad. Sólo en la Libertad se es leal sin titubeos.
6.- Del AMOR, porque el amor no se conquista ni se retiene sin lealtad que, a su vez, no es más que una forma superior del amor, lo que no está al alcance de cualquier desgraciado.
7.- De la FE. La fe implica la confianza, porque sólo se es leal a aquello en que se confía ciegamente.
8.- De la ALEGRÍA, porque no hay mayor fuente de emoción íntima y profunda que la satisfacción del saberse leal, de no haber violado jamás la palabra dada, ni el compromiso contraído, ni el deber. Deber, palabra, compromiso, si no se cumplen, originan tristeza y angustia. Sólo la Lealtad es fuente de alegría.
9.- De las UTOPÍAS. Todo idealista (un grado más allá) utopista, es forzosamente leal a sus ideales y escéptico con respecto al cumplimiento total de las utopías.
10.- De la HONRADEZ. La honradez no es más que una forma parcial de la Lealtad. Se es honrado, porque antes se aprendió a ser leal; la lealtad origina la honradez humanizada e inteligente, y no la honradez estúpida y mojigata de los libros de moral. Hay que ser honrado y comprender que otros no pueden serlo, sin humillarlos y difamarlos por eso. Enseñarles y evitar que sigan la labor fácil y no crear condiciones de organización tales que estimulen la deshonestidad. Muchos son deshonestos porque la oportunidad y la tentación se les brinda todos los días. Sólo en último extremo castigar al deshonesto. Pero entonces sí, castigarlos con toda la fuerza y el poder disponible. Mucha gente roba un pan; esa persona no es deshonesta ni un delincuente. Es un hombre."
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