Por Ricardo López Göttig *
Es parte de la Constitución y fue repetidamente recitado en el transcurso de la ya lejana campaña electoral de 1983, cuando se retornó a la democracia: el Preámbulo es un programa de gobierno de amplias miras, que traza los objetivos generales y los impulsa para todas las generaciones: es un contrato social que enlaza la de 1853, las presentes y las del porvenir.
El texto constitucional, que este año cumplirá 170 años y que fue fundacional de nuestro régimen republicano y representativo de gobierno, demostró ser la guía para el despliegue de las energías del progreso cuando estuvo en su más plena vigencia, así como es un faro de aspiraciones en estos tiempos de zozobra y confusión. Es por ello que la sola lectura del Preámbulo nos ayuda a comprender cómo y cuánto nos hemos apartado del programa que nos hizo colocar los cimientos de una nación moderna en la segunda mitad del siglo XIX.
Hasta la batalla de Caseros en 1852, Argentina era un cúmulo inorgánico de catorce provincias, con lazos de un pasado común y algunos intentos de ordenamiento constitucional que quedaron truncos. Se carecía de una autoridad nacional, más allá de otorgar el encargo de las Relaciones Exteriores al gobernador de Buenos Aires, siendo esta ciudad y puerto el acceso a las comunicaciones internacionales en un mundo vinculado a través de los mares.
Constituir la unión nacional era, entonces, un mandato imperativo de establecer un gobierno federal que abarcara de norte a sur y de oriente a occidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, respetando las autonomías y reconociéndolas expresamente como las unidades que conformaron la república. Es también un mandato de preservar la integridad territorial bajo un orden constitucional que ampare a la población en el gobierno de las leyes.
Afianzar la justicia y consolidar la paz interior son dos pilares para la convivencia cívica y remiten a un sistema de valores en el que la persona -y no el poder- es quien tiene la centralidad. Es deliberado que la primera parte de la Constitución sea la de declaraciones, derechos y garantías, poniendo al ciudadano y al habitante por delante de las autoridades de la Nación, que están al servicio de la población.
>Proveer a la defensa común es un apelativo no sólo a preservar la independencia argentina frente a agresiones externas, sino también a la seguridad de las personas que habitan este suelo, en consonancia con la justicia y la paz como condiciones.
¿Para qué? Pues para promover el bienestar general, tras crear las condiciones para el progreso material y cultural, y asegurar los beneficios de la libertad, por su poder creativo en el pensamiento, el comercio, la industria, las artes y las ciencias, y su consiguiente multiplicación de más y mejores oportunidades.
Se aspiraba a que aquella primera generación amparada por una Constitución nueva y promisoria, pudiera desenvolverse progresivamente en el camino hacia una sociedad desarrollada, abandonando la espada y el cuchillo, para abrazar el arado y las herramientas de trabajo.
El Preámbulo es la puerta de acceso a un texto destinado a todas las generaciones y es generosa en su llamado a las personas de buena voluntad y con ánimo de elevarse material y espiritualmente de todas las latitudes.
Imán que atrajo espíritus laboriosos, talentos y vocaciones, hoy vivimos en una triste realidad de emigraciones y desaliento. Tenemos la conciencia de habernos extraviado del camino y, tan próximos a llegar a los cuarenta años de la restauración democrática, se nos vuelve urgente recuperar los valores de la libertad, la justicia, la paz y del gobierno de las leyes.
* El autor es Doctor en Historia, autor y profesor universitario.
PUBLICADO EN DIARIO LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/525868-El-Preambulo-un-programa-de-gobierno.note.aspx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.